ES BUENO CONOCER GENTE. CLASE Y POLÍTICA EN EL MOVIMIENTO GAY

en Revista RyR n˚ 4

No queremos que nos persigan, ni que nos discriminen, ni que nos maten,
ni que nos curen, ni que nos analicen, ni que nos expliquen, ni que nos toleren,
ni que nos comprendan: lo que queremos es que nos deseen.
Coordinadora Anarco-Gay Argentina

Por Daniela Lago (estudiante de Historia de la Fac. de Filosofía y Letras de la UBA)

El 28 de junio de 1969 una razzia policial en Stonewall, un bar de New York frecuentado por gays, fue violentamente resistida por los concu­rrentes. Desde entonces ese día es recordado mundialmente como el día del orgullo gay-lésbico. Este suceso es reivindicado porque constituye un punto de inflexión en la lucha por los derechos de los homosexuales dado que a partir del mismo el número de agrupaciones que luchaban contra la discriminación sexual creció extraordinariamente. Sólo en los Estados Unidos se pasó de cincuenta a ochocientos grupos en unos pocos meses  y el mismo boom se reprodujo en Francia, Alemania e Inglaterra. Claro está que no se trata de un hecho aislado, de una repentina toma de conciencia por parte de un conjunto de individuos, sino que este fenómeno debe leerse en el marco de un contexto histórico proclive al surgimiento de movimientos de resistencia. Sin embargo la importancia de estas organizaciones no disminuye cuando la ola revolucionaria retrocede, por el contrario se ha mantenido al punto tal de convertirse en un sector relativamente importante de disputa electoral en EE.UU.

            Por la misma época comienzan a circular en el campo de las ciencias sociales cierta cantidad de estudios acerca de la problemática gay. Esta producción intelectual, que conforman los Gays and Lesbians Studies crece aún más en las décadas del ochenta y del noventa, siendo su ámbito de elaboración principal las universidades de la costa oeste de los Estados Unidos, donde existe una importante comunidad homosexual. Estos estudios permiten legitimar la posición ético-política  de las diferentes organizaciones de gays y lesbianas. Probablemente esto se relacione con la práctica política propia de este país que tiende a la formación de sujetos políticos a partir de ciertos particularismos, por ejemplo una etnia o como en este caso, una práctica sexual.

El propósito de este artículo es analizar la viabilidad de este tipo de práctica política, en especial en la Argentina. También se intentará abrir la discusión sobre la legitimidad de las figuras públicas de estos grupos que son vistos por la sociedad en su conjunto como representantes de la comunidad gay, cuando la gran mayoría de los miembros de dicha “comunidad” desarrolla su existencia y lucha por la realización de su propia sexualidad al margen de estos grupos.

El concepto de identidad es probablemente uno de los que más se ha versado últimamente, y es sin duda sumamente complejo. Este artículo no tiene como objeto dilucidarlo, aunque si nos detendremos brevemente en el análisis de los Gays and Lesbians Studies a los que nos refiriéramos anteriormente. Estos estudios analizan, algunos explícitamente otros no, la cuestión de la formación de una identidad gay. Dentro de ellos podrían delinearse dos perspectivas contrapuestas categorizables como esencialistas y constructivistas. La primera de éstas, que también lo es cronológicamente, parte de una concepción ahistórica de la homosexualidad. En general los trabajos que se hacen desde esta perspectiva tratan de “encontrar” elementos o ghettos gays en distintos contextos históricos e incluso llegan a formular la existencia de una historia olvidada u oculta de gays y lesbianas que ellos se empeñan en redescubrir. En tanto el constructivismo es una línea que entiende a la homosexualidad como una categoría histórica y cuya producción proviene mayormente de marxistas británicos.[1] Algunos estudiosos también tomaron conceptos del posestructuralismo y del deconstructivismo. Desde hace poco tiempo circula la que se a dado en llamar Queer Theory. Queer es una palabra inglesa con connotaciones negativas (en español sería rarito) que en la actualidad grupos activistas norteamericanos han resignificado, tratando de construir a partir de ella una categoría más amplia que la de gay incluyendo en ella grupos de gays, lesbianas, travestis, transexuales y bisexuales, tratando de abarcar también las diferencias de raza y de clase, convirtiéndola en una metacategoría de sectores “marginales”, una suerte de antónimo de W.A.S.P.

Más allá de sus pretensiones, la Queer Theory no deja de ser una construcción académica reflejo de cierta concepción del mundo actual que tienen numerosos teóricos posmodernos. Según estos, tras la caída del Muro de Berlín, el fin de la historia y de los grandes discursos, la sociedad humana tiende a una mayor democratización, esto es, la realización plena de las libertades individuales, de los derechos del hombre proclamados en la Revolución Francesa. Desde esta perspectiva la lucha por los derechos de los homosexuales y las lesbianas no es más que la reafirmación y vigilancia de una tendencia.[2]

Estas teorías que circulan en las academias internacionales son leídas en la Argentina e influyen en las actitudes políticas de las organizaciones gays locales. De hecho la política llevada a cabo por la cara pública del movimiento, aunque no sea de manera explícita, y muchas veces tampoco consciente, sigue esta línea. Quienes intentan importar modelos teóricos tales como lo Queer corren con dos ventajas: por un lado la ignorancia de estos temas por el ambiente intelectual en general y aún más por los burócratas que deciden la asignación de determinados “espacios” en instituciones oficiales y, por otro, la necesidad de ciertas organizaciones de llevar a cabo actividades “políticamente correctas”.

Esta ausencia de debate es por demás evidente en el interior del movimiento político gay en su conjunto. De hecho, la mirada que de él tiene la sociedad en general es la de un grupo homogéneo que en realidad encubre la hegemonía de una manera de concebir la práctica política con respecto a la sexualidad. Lo que criticamos aquí no es sólo la ausencia de debate ni el predominio de cierta posición política, sino la hipocresía de asumirse como representantes de una comunidad inexistente cuando la legitimidad y el poder que detentan se los da los medios de comunicación que no son ni más ni menos que instrumentos de ese mismo sistema al que ellos mismos critican. Con estas afirmaciones no queremos herir susceptibilidades ni atacar la buena voluntad de muchas personas que dedican su tiempo a la conformación de grupos y asociaciones, abriendo sus puertas a gente con experiencias comunes, destacándose el buen trato que siempre tienen con el recién llegado. Pero es necesario distinguir prácticas sociales orientadas a crear lazos de solidaridad (o a conformar ámbitos de sociabilidad) de actividades políticas propiamente dichas.

Es bueno conocer gente y es interesante que se generen espacios para este fin. Muchos gays y lesbianas no gustan de los lugares tradicionales de contacto, a saber las discos y los bares, y eventualmente dentro de estos grupos podrían llegar a relacionarse con otros/as mientras reflexionan acerca de su propio ser.

Sin embargo otorgarle a este tipo de grupos un rol y un poder político es una exageración, no sólo porque no representan a nadie sino porque la sexualidad no constituye en sí misma una esfera aglutinante como para conformar un sujeto político cuestionador del sistema.  Por el contrario fraccionar la lucha según particularismos diluye el verdadero conflicto. Homosexuales hay en todos lados, sin embargo sus valores y sus vivencias difieren sustantivamente según la clase social a la que pertenecen: no es lo mismo vivir en Barrio Norte que en la villa cerca de Ciudad Universitaria. Seguramente los miembros de ambos grupos en algún momento de su vida han sufrido algún tipo de discriminación por su sexualidad. Pero estas experiencias comunes, que probablemente no sean semejantes, no son suficientes para diluir otras diferencias. 

Está muy bien poder besar a quien amamos (del mismo sexo que uno/a) en una plaza sin que el policía nos moleste. Pero no nos podemos conformar con eso si en ese mismo lugar hay una familia sin techo relegada allí por el sistema que a nosotros nos da tales libertades (que en realidad son derechos).

Quienes defienden la práctica política reformista de estos movimientos sostienen que la lucha desde una perspectiva de clase, además de ser la repetición de un cassette desactualizado, es atentar en contra de los derechos de los gays y de las lesbianas. Para argumentar esta posición recuerdan los campos de concentración para homosexuales que existieron en la Cuba de Fidel Castro hasta 1985. Es un recurso muy común (y de ignorantes) incluir en el stalinismo a todas las posiciones de izquierda.

La transformación hacia una sociedad socialista no garantiza de por sí el fin de la discriminación hacia quienes optamos por un tipo de práctica sexual no mayoritaria, ya que la no tolerancia es un fenómeno complejo arraigado en la cultura (a la que no escapa nadie fácilmente, pertenezca a la clase o el partido que sea). De hecho, es evidente que en los últimos veinte años se ha venido dando en forma gradual una mayor tolerancia y aceptación por parte de la sociedad en su conjunto a otras formas de sexualidad. Sin embargo, durante este mismo período, en el plano económico se impone la cruel reestructuración capitalista . Aquí se manifiesta la contradicción entre la liberación individual dentro de un contexto de mayor opresión humana. En Sobre la cuestión judía, Marx critica la posición de Bruno Bauer con respecto al lugar del judío como ciudadano en un Estado cristiano, para mostrar lo limitado de una política que no diferencia entre una forma de emancipación particular y la verdadera emancipación humana.

Conformarse con lo que ofrece la democracia liberal, a saber una serie de reformas y leyes para vivir más tranquilos, no sólo es una actitud egoísta moralmente condenable, sino que también es una actitud característica del individuo en la sociedad burguesa, replegado sobre sí mismo. Las agrupaciones de gays y lesbianas están constituidas por burgueses privilegiados y defienden los derechos de su grupo como clase, por eso luchan por una liberación especial. 

Mientras que el sistema incluye a muchos homosexuales aceptando sus derechos individuales,  excluye a otros que viven una honda angustia, no ya porque no pueden casarse, sino porque su existencia es miserable. La búsqueda de la aprobación de leyes tales como el matrimonio civil, que no es más que la ampliación de una institución burguesa a la que incluso muchos heterosexuales miran con desagrado, o la satisfacción por la obtención de pensiones a viudas/os son sólo alicientes para algunos y no contribuyen a una transformación de fondo. Es cierto que después de veinte años o más de convivencia la muerte de la pareja significa muchas veces la pérdida de bienes que se adquirieron en común porque los familiares del difunto dejan al/la viudo/a en la calle. Pero la solución reformista deja afuera a aquel que ya está en la calle porque no tiene un empleo.

Nuestra intención aquí ha sido plantear algunos temas y exponer una posición sobre la cuestión queer que intente, por un lado, generar un debate en el interior de las agrupaciones de gays y lesbianas sobre su propio funcionamiento, y por otro despertar una actitud crítica en instituciones y heterosexuales que ven irrumpir a estos grupos  y les ofrecen un espacio, o se los otorgan cuando se los piden (tal vez por miedo a ser tildados de homofóbicos) sin una mayor evaluación de las políticas que estos llevan a cabo.


Notas

[1] Ver “Las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo y el origen histórico de la homosexualidad” de Pablo Ben en Razón y Revolución Nro. 3, inv. de 1997.

[2] La realidad es que al capitalismo no le interesa si la mano de obra que se ofrece en el mercado de trabajo es gay, hétero, mujer, hombre, negro o amarillo. Sólo es fuerza de trabajo, por lo tanto la lucha por los particularismos no ataca al corazón del sistema.

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