¿En quién estás pensando?

en La Hoja Socialista 5

pensando2017, año electoral. Por ahora nadie se anima a hablar de candidaturas, pero vos ya empezás a pensar y a hacer un balance. Hace dos años fuiste al cuarto oscuro y ahora te encontrás con que todo sigue igual. La carrera por la inflación la sigue perdiendo tu salario, y eso si tenés la suerte de tener un trabajo. Si tu sueldo supera el nivel de miseria, el Estado te sigue robando una parte (además de lo que ya te robó tu patrón) por el Impuesto a las Ganancias (que no es más que un impuesto al salario). Las salidas los fines de semana ya las venís recortando hace rato y del sueño de la casa propia ya te olvidaste hace mucho. Ponés todo eso en la balanza y empezás a pensar: ¿le doy un voto de confianza al gobierno? ¿Pruebo con alguien de la oposición? ¿Qué van a hacer en los próximos dos años cuando tengan el puesto asegurado y no tengan que prometer nada?

El problema no es que van a hacer ellos, los que nos gobiernan desde siempre. El problema es que vas a hacer vos, que vamos a hacer los trabajadores. Hace ya muchísimos años que venís depositando la confianza en los mismos de siempre, y los resultados están a la vista. En el ’83, seguro te entusiasmaste con el retorno de la democracia, le creíste sinceramente a Alfonsín que eso te iba a dar salud, comida y educación. Y después vino lo que vino. La hiperinflación te comió el salario y a vos te querían arreglar con un paquete de harina, uno de fideos y otro de arroz (la famosa Caja PAN). Siguió Menem, que te prometió revolución productiva y salariazo, y De la Rúa con su “Argentina distinta”.

Ya sabemos cómo terminó: cansado de tanto maltrato saliste a la calle a exigir que se vayan todos. Ahí se asustaron y como tenían miedo de perderlo todo, te tiraron algunas migas. Claro, vos no tenías nada y en ese momento, parecía mucho. Pero para ellos, sigue siendo eso: las migajas de una fiesta que pagamos nosotros y que no disfrutamos. Justamente, aprovechando la miseria generalizada de los primeros años de la década del 2000, el kirchnerismo se presentó como un nuevo modelo “nacional y popular” que venía a redistribuir la riqueza. Te quisieron hacer creer que con una asignación de mil pesos o con un empleo precario y un salario de miseria, te tenía que alcanzar y, además, tenías que estarle agradecido a él y a ella. Y ahora tenés al empresario que te vendió un “cambio” y vino en realidad a aumentar la productividad, la ganancia y a reducir los “costos laborales”. Es decir, nos quiere más baratos y más explotados.

Cuando hacés este recorrido por los últimos 30 años, te empieza a caer la ficha. Todo el chiste de la democracia (burguesa) está justamente en la diferencia entre lo que te prometen en campaña y lo que hacen después. Cuando necesitan tu voto, te ofrecen el fin de todos los problemas que hacen de tu vida un suplicio. Cuando ya lo tienen, muestran su verdadero rostro. Por eso no importa si es Macri, Cristina o Massa, no es un problema de tal o cual persona. La cuestión está en los intereses que defienden. En todos estos casos, defienden los intereses de la clase a la que representan y para la cual gobiernan, la burguesía. Una clase que nos explota y que hace rato nos está sumergiendo en un espiral de degradación cada vez mayor. Pueden hacer los malabares que quieran con las cifras y la información, pero lo cierto es que hoy más del 60% de la población urbana argentina se encuentra en condiciones de pobreza, el salario real promedio actual en relación a mediados de la década del 70 cayó un 40%, y 1 de cada 3 trabajadores están en negro (y cobran menos de la mitad que uno registrado). Peronistas, radicales, aliancistas, etc., todos aportaron su cuota para profundizar esta tendencia al empobrecimiento creciente de la clase obrera.

Por todo esto, es momento de que empieces a pensar en otra clase. En tu clase. No solo para estas elecciones sino para luchar por la construcción de una nueva sociedad. Una que esté dirigida por los trabajadores, que no se base en la ganancia y la explotación y que generalice la riqueza, no la miseria. Donde el trabajo ocupe una pequeña porción del día y el ocio exista realmente. Un mundo nuevo, en definitiva, donde la vida valga la pena ser vivida.

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