Silvina Pascucci (Grupo de Investigación de la Clase Obrera Argentina – CEICS)
Entrevista Oscar Martínez, director del Taller de Estudios Laborales
¿Cuál es la situación en la que ves a la clase obrera en la actualidad, a partir de las transformaciones ocurridas en los últimos años?
En primer lugar, habría que diferenciar entre las cuestiones más estructurales y las cuestiones de comportamiento político. En los últimos años ha habido un cambio interesante en cuanto a la situación de algunos segmentos de la clase obrera, en relación a lo que han podido lograr, no sólo en demandas salariales, sino también en cuanto a condiciones laborales. En primer lugar, en términos estructurales, la situación de la clase obrera es gravísima, creo que no terminamos de reflexionar sobre lo que significa el proceso de flexibilización en términos legales, y también por la vía de los hechos. Creo que no somos concientes de la gravedad de las condiciones cotidianas de trabajo, en términos de desgaste físico, y todos los aspectos contractuales, la polivalencia, el nivel de salarios.
Ahora, hay un elemento que tiene que ver con la cuestión ideológica, y con esto me refiero a los intentos de trabajar sobre la cabeza de los compañeros trabajadores. Hubo una política muy fuerte que avanza en el sentido de los círculos de calidad y del trabajo en equipo, pero también una inversión muy fuerte en la propaganda de la empresa, revistas para la familia, para los chicos, fiestas, desayunos de trabajo, torneos de fútbol… Con esto se busca (y se ha logrado, en algunos casos) la ruptura de cualquier solidaridad horizontal y que el trabajador se identifique con la empresa. Otro de los aspectos que nosotros vemos tiene que ver con las condiciones dentro de los colectivos de trabajo. Hoy, el primer desafío es lograr que el pasante se una con el efectivo, lograr la unidad entre las distintas modalidades de contratación.
¿Con esto querés decir que existe una gran fragmentación dentro de la clase obrera?
Sí, en realidad yo sería cuidadoso con el término fragmentación. En el mercado de trabajo, uno ve precisamente una gran fragmentación, heterogeneidad, un mosaico de situaciones realmente muy distintas. La dispersión salarial es inmensa. Las formas contractuales son terribles, con un 45% o 50% de trabajadores en negro, etc. Ahora, si uno lo mira desde el proceso de trabajo, hay que ver elementos de homogeneidad que habitualmente no se resaltan. Uno de esos elementos es el empobrecimiento. Otro tiene que ver con la descalificación, que -mas allá de los discursos instalados y del desarrollo de la computación y la informáticala tendencia es a la descalificación, salvo en algunos segmentos muy reducidos, específicos y acotados.
Otro elemento, que a veces no se tiene en cuenta, es que ha habido cierta homogeneidad en los medios de trabajo. Hace 40 años, un tornero trabajaba con un torno y esa era su elemento inmediato, su medio de trabajo. Un cajero trabajaba con su caja registradora y una secretaria trabajaba con una máquina de escribir. Hoy en día, en términos generales, en muchísimas ramas de producción, el elemento inmediato de trabajo es una pantalla y un teclado, y esto implica cierta homogeneidad en los medios de trabajo, que tiene que ver con un trabajo más simbólico, más indirecto, en donde la materia de trabajo, está mediada cada vez más por elementos informáticos. Pero insisto: que esté mediada por elementos informáticos, no significa para nada que sea un trabajo más calificado. Hay además, una fuerte rotación que implica la flexibilidad en el contrato. El hecho de que alguien que entra en el mercado de trabajo por tres meses como cadete, después está tres meses desocupado y luego tres meses como motoquero, brinda otro elemento potencialmente interesante en cuanto a la socialización de información dentro de la clase. Porque, a partir de esto, se rompió un poco la especificidad de los oficios y las ramas. Y este elemento, así como debilita sindicalmente -porque la rotación debilita en términos sindicalestambién brinda una perspectiva interesante en cuanto a la visión de la clase.
Muchos estudios utilizan este concepto de fragmentación para sostener que ya no existe la clase obrera y que, por lo tanto, el movimiento obrero no juega un rol político importante.
Sí, a mí me parece que el discurso de la fragmentación o de la heterogeneidad, visto así, sólo, es peligroso. Confunde composición estructural de la clase con el mercado de trabajo. Las diferencias contractuales tienen que ver con las diferencias en la venta de fuerza de trabajo, eso es un problema del mercado de trabajo. Cuando uno ve las formas de producción, el proceso de trabajo, ve la homogenización de la clase obrera. Por ejemplo, uno puede ver que actualmente, en el sector del comercio, entró el régimen de gran industria. Ya no está el gallego con su anotador, sino los ritmos de trabajo determinados por la maquinaria, el trabajador como apéndice de la maquinaria: la cajera que pasa el producto por la lectora, la lectora informa a ventas, que informa a producción… Eso pasa con las profesiones liberales. Hoy están en un régimen, no ya de cuentapropismo, sino que -aunque tal vez no de gran industriaal menos sí de manufactura.
Un médico, por ejemplo, es un asalariado. El tiempo de atención está determinado por la patronal, están pautados los medicamentos que puede recetar y los que no. Son todos asalariados, con ritmos pautados, con practicas definidas exteriormente. Es decir, nos vienen a decir que ya no hay clase obrera cuando la extensión de la asalarización y del régimen de gran industria es cada vez mayor. Eso tiene que ver con un discurso del postmodernismo, del fin de la clase obrera, cuando ésta es cada vez mayor. Y hay que seguir insistiendo en que las categorías pertinentes para estudiar el proceso de trabajo son las categorías marxistas. Las categorías de taylorismo y fordismo, y ahora de posfordismo y toyotismo, en realidad, en opinión del Taller de Estudios Laborales, ocultan más de lo que muestran. Porque confunden todo el tiempo proceso de trabajo, modelos de acumulación y pautas de distribución.
Vayamos más al aspecto político, ¿cuál es la perspectiva que ves vos en el movimiento obrero, con respecto a las actuales luchas que está desarrollando la clase obrera ocupada?
Bueno, nosotros hemos visto en los últimos años un proceso que es bastante claro: en la medida en que baja la desocupación, la gente tiene menos miedo a quedar en la calle y sale a pelear por salarios. No son ya luchas defensivas -contra despidos-, sino para recuperar parte de lo perdido. Y en algún aumento se logra. Nosotros estamos viendo un proceso muy interesante de luchas por recuperar condiciones de trabajo, luchas por poner freno a los ritmos. La gente ahora sabe que no llega a la jubilación, o no llega en un estado de salud respetable. Entonces, se propone recuperar parte de las condiciones más dignas de trabajo.
En este sentido, nos parece que empiezan a diversificarse los aspectos por los que lucha la clase. Según el Ministerio de Trabajo, solo el 12,4% de las empresas con más de 10 empleados tiene delegados. Es decir, que si uno mira el desafío que tiene por delante el movimiento obrero, en primer lugar, es organizarse. Y después aparecen las luchas por los convenios, la lucha salarial, que sigue estando al día (más aun con este techo que quiere poner el gobierno), la lucha por condiciones de trabajo, la lucha contra la subcontratación, contra el trabajo en negro. Nos parece que en la medida en que la clase ha podido avanzar un poco, se diversifican los ejes de lucha. Todo apunta y todo confluye en reconstruir la fuerza de la clase y la unidad de la clase.
El panorama es interesante, pero es complicado. Porque hay un sector muy amplio de la clase que tiene expectativas en el gobierno. Hay un sector mayoritario del sindicalismo oficial, tradicional, que ha aceptado este pacto y las empresas, como hace siempre la burguesía, se quejan, tironean, piden más, pero están haciendo excelentes negocios. Con lo cual, el espacio que queda para las corrientes clasistas y combativas, es grande -por todo lo que hay que recuperar y porque la gente sabe que hay que recuperar-, pero, a su vez, limitado, por este acuerdo fuerte entre centrales sindicales, (buena parte de la CTA está en esto), el gobierno y las empresas.
En relación a los reclamos de la clase obrera,
¿qué opinás sobre el reclamo de las 6 horas?
Yo leí el artículo de Astarita y leí el artículo de Marina Kabat. Creo que Astarita hace dos alertas correctas: las 6 horas no pueden pensarse al margen del momento de la acumulación capitalista; y, las 6 horas pueden terminar en un retroceso de la clase. Eso es cierto, pero no lo es que esto es inevitable, ni mucho menos, En realidad el reclamo de las 6 horas para mí es correcto. También cuando se debatía por las 8 horas, se decía que se venían males increíbles. Ahora, lo que sí es necesario, es unir a la consigna por las 6 horas, que me parece correcta, una serie de reivindicaciones que son un freno a un uso patronal de las 6 horas. Es decir, si hay flexibilización horaria, si hay libertad de horas extras, si no hay control de los ritmos de producción, las 6 horas no van a crear más empleo.
Como sucede con cualquier reclamo, que puede ser obtenido, pero neutralizado por alguna otra medida tomada…
Claro, pasa lo mismo con el tema de los salarios, si aumentan los salarios pero no se controlan los precios, es lo mismo que nada. Entonces, resumiendo, yo creo que la consigna de las 6 horas es correcta, en el marco de un programa de reivindicaciones que evite un uso patronal de las 6 horas: fundamentalmente, control de la flexibilización horaria, control de las horas extras y control de los ritmos de trabajo.