El EDI: ¿Contradicciones o ilusión? – Veronica Baudino

en El Aromo n° 23

El EDI: ¿Contradicciones o ilusión? Una entrevista a Guillermo Gigliani

Por Veronica Baudino

Grupo de Investigación de la Historia de la Economía Argentina – CEICS

 

Durante el año 2002 se constituyó un agrupamiento de intelectuales que se definía por la orientación profesional de sus miembros, la economía. Aunque no todos eran economistas, sus miembros coincidían en la necesidad de ofrecer respuestas posibles a los problemas planteados por la crisis, sin embanderarse en ninguno de los partidos de izquierda existentes (si bien algunos eran dirigentes connotados de Izquierda Unida). Claudio Katz y Guillermo Gigliani estuvieron entre los más conocidos y activos de sus miembros. El Aromo entrevistó a éste último para conocer su opinión sobre la situación actual. Hacia el final, la charla entró súbitamente en un camino ríspido, a nuestro juicio motivado por una contradicción propia de los miembros del EDI que, pretendiendo ser “propositivos”, terminan cayendo en la apología del capitalismo nacional, en la sobreestimación de las políticas económicas como instrumento de cambio y en la subestimación de las dificultades del proceso revolucionario. Publicamos un fragmento importante (la entrevista completa puede verse en nuestra página web), esperando inicie un debate fructífero sobre las potencialidades del capitalismo argentino y la política adecuada de la izquierda.

 

EA: ¿Cómo puede explicarse la crisis del 2001 en la Argentina?

 

El 2001 es una crisis que se inscribe en una sucesión de crisis de la periferia de los años noventa, que arranca en México, continúa en el sudeste asiático, en Rusia, en Brasil. Eso eclosiona en Argentina en 2001. Tiene que ver con las condiciones en las que se desenvuelve el sistema financiero mundial. Los flujos de capitales desde los países centrales a la periferia y de la periferia a los países centrales. Esto provoca cataclismos como los que he mencionado. También se encuentra en la crisis de la Convertibilidad y del abandono de la convertibilidad. Lo que yo veo es que, más allá de las contradicciones internas del régimen de Convertibilidad, su derrumbe se debe a la crisis externa: hay un gran reflujo de capitales y una fuga de divisas (que en ese año es de 22.000 millones de dólares) y ésta explota como un fusible, quemándose, ya que es el papel que a nivel mundial tiene la Argentina. Además de la causa externa (la Convertibilidad es un régimen librado a una gran vulnerabilidad externa, porque depende de la entrada y salida de capitales), el caso argentino se ve agravado porque, cuando se instaura esta política en el ’91, hay un gran atraso del tipo de cambio. Ese es un factor que marca el destino de la Convertibilidad, porque cada fase expansiva de la producción con un dólar barato implicaba un crecimiento de las exportaciones y, por lo tanto, un déficit de la balanza comercial. Esto implicaba la necesidad de una entrada constante de capitales externos financieros para contrarrestar ese déficit. La Convertibilidad era un sistema que ante cualquier sacudida seria de la economía internacional se iba a caer.

 

EA: Teniendo en cuenta el debate sobre la valorización financiera, ¿cómo se puede caracterizar a la Convertibilidad?

 

En la Argentina hay dos cortes históricos. Uno es el del ’76, que marca la aparición de un programa unificado de las clases dominantes, más allá de las contradicciones entre éstas y de las contradicciones del Plan de Martínez de Hoz para las diferentes fracciones del capital. A partir de allí, el mercado interno queda relegado del proceso de acumulación y en consecuencia el salario real queda relegado como elemento dinamizador de la demanda agregada. Eso es lo que unifica a este bloque: una distribución regresiva del ingreso, el brutal disciplinamiento de la clase trabajadora y la voluntad de integrarse al mercado mundial. Por su parte, en el ’91, la Convertibilidad se presenta también como un programa unificado de las clases dominantes porque reestructura el capitalismo a través de las privatizaciones, logra consolidar el salario real tomando como techo el de la hiperinflación (es decir, en un escalón más abajo), e inicia un proceso de liberalización comercial y financiera y de inserción en el mercado internacional (que tiene la contradicción de un tipo de cambio que impide un proyecto exportador más allá de los éxitos deformados que hayan tenido sectores como el automotor). El tipo de cambio redistribuía la plusvalía entre el sector comercial y el financiero y unificaba a las distintas fracciones del capital. Inclusive el sector industrial logra consolidarse a partir de las privatizaciones.

 

EA: ¿Quiénes se beneficiaron: los capitales grandes o los financieros?
Hay capitales que se han agrandado como Techint. Paralelamente hubo una gran penetración de capital imperialista en la industria, principalmente en los servicios. Hay doble proceso: consolidación de sectores de la burguesía local trasnacionalizados, surgimiento de nuevos grupos y una presencia muy grande de corporaciones extranjeras. Estas llevan a cabo su acumulación local sujetas a una estrategia internacional, que transfiere plusvalía.

 

EA: ¿Usted considera que hubo una mayor dinámica del capitalismo en Argentina que le permitió el acceso a más capitales a la competencia internacional?

 

Pienso que las condiciones estructurales del sector externo son diferentes a las de la Convertibilidad. Porque la mayor rentabilidad argentina proviene de la exportación. Por otra parte es muy competitiva en el costo laboral con respecto a la Convertibilidad. Esta es una condición estructural que pervive hacia el futuro, porque el nivel de desempleo mantiene bajos los salarios. En tercer lugar porque del 2002 a hoy se dio un crecimiento fenomenal en base a la capacidad instalada. Se creció a un 9% porque se tenía todas las posibilidades. Además, Argentina, desde el 2003, tiene términos de intercambio más altos, lo que permite este pequeño boom exportador.

 

EA: ¿En qué medida esta capacidad instalada puede ser plataforma para un desarrollo a escala mundial, para mantener este boom?

 

La productividad ha aumentado porque no hubo aumento de empleo pero sí de producto. Por lo tanto, si uno mide producto sobre empleo, la productividad ha crecido mucho. Pero esto tiene un límite que es la caída de la oferta que está determinada por la necesidad de inversiones. Y yo creo que hay un gran problema para el modelo en cuanto a las inversiones. Porque desde el año 2002 las inversiones van a Brasil.

 

EA: ¿Por qué no vienen a la Argentina?

 

Porque Argentina tuvo un default. Ha dado muestras de tener condiciones de rentabilidad muy cambiantes. Además, la diferencia con Brasil es que, aunque ambos lleven a cabo políticas neoliberales, éste tiene una fuerte estructura industrial. En Brasil hay un sistema de créditos y de subsidios que en Argentina no existe. Yo tenía la impresión de que esto iba a ser despejado pero no a través de Kirchner, que es un estadista con mentalidad pastoril.

 

EA: ¿Cuáles deberían ser las medidas necesarias para el desarrollo industrial?

 

Debería tener una política de mayor fomento industrial y mayor protección. El gobierno no promueve un programa de reconversión de la industria. Se vio en el caso de los electrodomésticos con Brasil: se acordó la importación de cocinas y otros bienes, en vez de pautar con los productores locales un sistema de créditos y de exigencias.

 

EA: ¿Qué sentido tendría para el Estado fomentar a capitales menos productivos en esta rama?

 

En Argentina todo es menos productivo. Aquí no tuvimos la industrialización tardía de Japón, de China, de Brasil. Eso es lo que veo que está ausente y que podría darse. Sin embargo, yo no le asigno a la Argentina una gran viabilidad porque implica una centralización de capitales en manos del Estado como en Brasil (durante la dictadura) o el PC Chino.

 

EA: ¿Qué base de acumulación tendría el Estado para una política como ésta?

 

Se puede asignar algunos puntos del PBI. Lo que pasa es que el gobierno está completamente entregado a la política del Fondo de acumular superávit fiscal y de renunciar a cualquier tipo de industrialización. Supongamos que se asigne 1% de PBI. Son 2.000 millones de dólares, mucha plata. Transferirlo al sector productivo es algo que se podría hacer. No lo hacen por la debilidad de la burguesía industrial argentina, que tiene la convicción de acumular en base a los recursos naturales y de que el capitalismo argentino se tiene que mover con un 15% de desocupación y salarios muy bajos. Tiene que ver con la convicción de la mayoría de los empresarios (y de gran parte de la población) de que las mejores políticas son las de libre- empresa (neoliberales). El problema de este tipo de industrialización de recursos naturales es que no crea empleo. Tiene que ver con la propia naturaleza de esta producción, en base a una alta composición orgánica del capital. Esto es lo que pasa en el sector aceitero, a diferencia del sector textil o de calzado.

Esta especialización no permite una industrialización en el sentido clásico. Porque la rama uno (metalmecánica) no se desarrollaría aquí, sino en Europa, donde las maquinarias de adquieren con las divisas del sector primario. En Argentina las divisas no se utilizan para el desarrollo industrial porque no hay capitalistas dispuestos a hacerlo, por la baja rentabilidad y porque el estado no está dispuesto a ser el promotor de la industria. No tiene recursos como tenía hace veinte años el Estado brasileño. En Lavagna no hay una idea de retomar políticas de desarrollo industrial. La posición de gobierno es de resignación. Los pasos que da son muy pequeños en relación a la gestión de Lavagna en el período ’85-’86. Yo no digo que Brasil no tenga debilidad estructural, pero su tejido industrial es mucho más fuerte que el nuestro. En Argentina se combinan tres cosas: un sobredimensionamiento de la especulación financiera, una debilidad estructural muy grande y falta de políticas. Contrariamente al discurso de que se va a crear un capitalismo nacional, no hay nada.

 

EA: ¿Es decir que existiría la posibilidad de lograr un desarrollo del capitalismo argentino a escala internacional a partir de otras políticas económicas?

 

No. Con políticas más adecuadas el subdesarrollo Argentino sería menos patético. Sería más parecido a Brasil. La matriz de insumo-producto sería distinta.

 

EA: Pero salir de ese subdesarrollo implicaría la quiebra de muchos pequeños capitales…

 

Ahí hay una diferencia entre una destrucción schumpeteriana, que lleva a procesos de concentración y centralización, y la del estilo de Cavallo. Ésta consistió en una des-industrialización inducida, que el estado mediante protección arancelaria hubiera podido evitar.

 

EA: Pero hubiera protegido al interior capitales mucho menos productivos, hasta en términos nacionales…

 

No, porque si yo dejo entrar juguetes chinos y permito la destrucción de las fábricas de juguetes locales, no estoy terminando con los capitales menos productivos. ¿Menos productivos para quién? Todos los países tienen protección arancelaria, que evita el proceso de desindustrialización que se llevó a cabo aquí durante la Convertibilidad. Esto significó la desaparición de muchas ramas de la producción. Hubo un proceso de concentración y centralización en base a abrir las barreras para los juguetes chinos. Yo creo que ese proceso que se vivió en Argentina era evitable.

 

EA: ¿Sobre qué base el estado subvencionaría a estos capitales menos productivos?

 

Creo que en estas preguntas hay un equívoco. Que es un equívoco ideológico de quien interroga. Se me hacen preguntas para que yo quede como un ideólogo de la burguesía nacional. Lo que yo he dicho es que el modelo de industrialización argentina está basado en los recursos naturales. Que en Argentina la industria de bienes de capital no puede expandirse más de lo que está porque no hay inversión. Y que, tras un proceso de gran reducción del tejido industrial, el gobierno es incapaz de promover ningún tipo de reconversión.

 

EA: Yo sólo le estoy repreguntando…

 

No, no, se me está arrinconando para que quede como un ideólogo de la burguesía nacional. Yo no digo que haya base material. No hay base material. Imaginemos un escenario de un país socialista en el que Preobrajensky quisiera llevar a cabo un plan quinquenal. Un país con la estructura de la Argentina no llegaría a ser desarrollado ni en 40 años, por el atraso. De manera que yo no pienso que el capitalismo argentino se pueda industrializar. Todos estos países tienen un atraso brutal con respecto a EEUU y a Europa.


Chau petróleo

Una de las claves del superávit fiscal del gobierno son las retenciones a las exportaciones. Y con la suba del precio, las aplicadas al petróleo llegarán a casi 1.500 millones de dólares si se toman en cuenta las regalías provinciales (Página 12, 29/08/05). Esto indica que es una cifra cercana a lo que aporta la soja (US$ 1.800 millones). Aunque todos saben que se trata de un combustible no renovable, pocos lo toman en cuenta al analizar las perspectivas de la economía argentina. Sin embargo las cuencas nacionales están en progresivo vaciamiento. “En 7 años la Argentina se va a quedar sin petróleo”, señala en una entrevista con NEO Tomás Zapata, profesor de Geología de la UBA y gerente de exploración de Repsol-YPF. Y según señalan estudios realizados por el Grupo Fénix, se deberá empezar a importar en un par de años. Esto ocurrirá por el agotamiento progresivo de las reservas explotables. Existen muchas más, pero difícilmente sean usadas por los altos costos. “Las únicas cuencas que pueden ampliar las reservas son las de Malvinas Sur. Hay expectativas porque aún no fueron exploradas. De todas formas es poco probable su explotación porque se debe garantizar una ganancia que recupere los 200 millones de dólares necesarios para la exploración inicial”, explica Zapata. El agotamiento progresivo del petróleo argentino muestra que uno de los sostenes del “modelo K” tiene poca vida. Con esta merma del oro negro no sólo está en juego el superávit: si se agotan las reservas, habrá que importar, con la correspondiente suba de precios en un insumo que afecta en forma directa a toda la economía.

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