A nadie se le escapa que el gobierno nacional tiene en su mira a la educación. Plan Maestro, profundización de la NES (también llamada “Escuela del Futuro”), cambios en la educación especial, reforma de la educación técnica y en la formación docente, son algunas de las iniciativas más rimbombantes. Todas las medidas implican reorganización del currículum, de las formas de contratación docente con la consecuente reforma del Estatuto y mayor para-estatalización (de jardines, de escuelas secundarias, de la jornada extendida de primaria). Evaluación de los alumnos y de los futuros profesores (pruebas Enseñar) forman parte de la agenda oficial ayer y hoy.
Este sobre-interés educativo no es nuevo. Lo dijimos en números anteriores. Todos los gobiernos se llenan la boca
hablando de la educación: que los niños son el futuro (por eso sus reformas toman ese mote de título), que sin educación éste no existe y que si queremos tenerlo hay que invertir. Pero ese futuro nunca llega y menos aún la inversión.
Por eso, las reformas que atacan la forma nunca logran resolver el contenido y, de Onganía para acá, fracasan una tras otra. El resultado es siempre igual: los docentes y el gobierno de turno terminan enfrentados. En ese momento, los “futuristas” prefieren insultar a los docentes antes que reconocer que las promesas de campaña fueron solo eso y que no tienen una solución real. Por caso, Cristina ayer y Finocchiaro hoy levantaron por igual el dedo acusador.
Ahora bien, las estrategias que nos estamos dando los docentes para enfrentar la degradación educativa no alcanzan. Resulta curioso que quienes pretenden organizar el rechazo a la política educativa actual señalan que ni docentes ni estudiantes estamos siendo consultados, pero, al mismo tiempo, se niegan de cuajo a organizar cualquier debate. Emerge así, la política del boicot y se ubica en el centro de la escena. Boicot al operativo Aprender, al Enseñar, a la
escuela del futuro, a la supuesta privatización. Frente al Aprender y Enseñar, el argumento es que usarán los resultados en nuestra contra. Pero eso ya lo hacen. Con o sin datos, el Estado decidió resolver la crisis de la escuela según sus intereses generando vías de titulación paralelas lo que destruye al sistema educativo y prepara el despido de docentes.
Ya profundizó la precarización de la infraestructura, creó formas de contratación paralelas, vació el currículum y
convirtió a la escuela en una caja vacía. La reforma llegó hace rato. Hoy pretende introducir algunos cambios en una
reforma “a la finlandesa”. Que Argentina no es Finlandia es un “detalle” que no se nos debería escapar. No es un problema de modelos sino de sociedades.
La crisis educativa es un hecho y su degradación es parte de la degradación social. Cuando decimos “defendemos
la escuela pública” deberíamos advertir que es esa escuela en crisis la que vamos a defender. Por eso, en lugar de
boicotear el debate que se abre tenemos la obligación de subirnos a ese tren, de demostrarle al Estado que son ellos los responsables del estado de la educación. No podemos ubicarnos solo en el campo del rechazo. Debemos organizar
nuestro grito. Por eso organizar un gran Congreso Educativo de docentes, sindicatos, estudiantes, familias, investigadores es la tarea de hoy. Podemos subirnos al debate y ganarlo o dejar que pase el tren…