El Che, Perón y Kirchner. La oscura y persistente atracción del entrismo foquista en el peronismo.
Por Rosalía Rodas
Grupo de Investigación de la Izquierda en la Argentina – CEICS
El Grupo de Investigación de la Izquierda en la Argentina (GIIA) se ha propuesto discutir los distintos balances políticos de los ‘60 y ‘70 que se expresan en la historiografía sobre el período.1 En general, los trabajos dedicados al mismo no suelen analizar el asunto desde la necesidad de explicar la derrota de los ‘70. Muchos de ellos, incluso, no superaron la teoría de los dos demonios o tienen una visión “idealizada” y romántica del pasado. Nosotros planteamos que un balance correcto, que contenga lo que se hizo bien, lo que se hizo mal y lo que no se hizo, es necesario para extraer aquellos elementos que nos serán de gran valor en una futura coyuntura revolucionaria (el problema de las alianzas, los programas, las estrategias, etc.). Balances equivocados, por el contrario, tienen graves consecuencias. Es el caso de Vidas y Luchas de Vanguardia Comunista2, de Américo Soto, que es actualmente militante del Partido de la Liberación (PL). El objetivo principal pareciera ser el homenaje a los militantes de VC caídos en la lucha contra la dictadura. Este intento, además de tener una función “recordatoria”, tiene según el autor una función política, ya que “es un modo más de que sus banderas y sueños sigan presentes y sirvan como empuje y estandarte en la etapa actual y la futura que nos toque vivir en esta tierra latinoamericana” y “para que sean símbolos en la lucha en la cual ellos cayeron, para que sus asesinos sean castigados, y sobre todo, como requisito para ello, para que triunfe un proyecto revolucionario en serio” (p. 6).
Foquismo sí, foquismo no
En ese sentido, los primeros cuatro capítulos y el octavo están destinados a hablar sobre la militancia de cinco compañeros desaparecidos: Víctor Paciaroni, Beatriz Perosio, Emilio Jáuregui, Elías Semán y Roberto Cristina, estos dos últimos, los dirigentes más importantes de VC. Del relato hecho por Soto sobre su militancia, podemos extraer su “balance” sobre esta organización.
El tercer capítulo está dedicado a Emilio Jáuregui, quien fuera expulsado del PC a fines de 1964 por criticar la política stalinista. Soto sostiene que quienes tenían el proyecto de conformar un partido marxista leninista de esas características y además adherían al maoísmo (que entonces era la vanguardia política internacional, según sus propias palabras), sólo tenían a VC “como una alternativa casi única en este camino”. Jáuregui adhería a las tesis foquistas, había viajado a Cuba y estaba entrenado en el manejo de armas y explosivos, pero en los momentos previos a su incorporación se estaba alejando de dichas posiciones, lo que para Soto aceleró su ingreso a VC.
Sin embargo, el autor señala que los conocimientos de Jáuregui fueron un aporte importante para el partido (p. 17)3. Aquí parece haber una contradicción que, como veremos después, se hace explícita más adelante. La discusión entre VC y los foquistas fue expresada a través del trabajo de Elías Semán, El Partido marxista leninista y el guerrillerismo, en 1964. Este trabajo es abiertamente reivindicado por Soto en el capítulo 8, sobre todo por la caracterización del país y la importancia asignada a la lucha de la clase obrera. Discute con el foquismo el rol que éste asigna al campesinado y la suplantación del partido por el Ejército, reivindicando la lucha de Masetti y el EGP en Salta sólo desde el punto de vista de la entrega y el coraje, pero afirmando
la necesidad de crear el partido marxistaleninista como forma de organizar a las masas y tomar el poder. Semán criticó a organizaciones como Vanguardia Revolucionaria, El Obrero y
Pasado y Presente por sus posiciones oportunistas.
También criticó a las teorías que hablaban de Latinoamérica como una sola patria, ya que las tesis leninistas del “desigual proceso capitalista” mostraban que no era posible una única estrategia para todo el continente, debido a las grandes diferencias regionales. En la misma tesitura, descartó las teorías dualistas, que señalaban la existencia de “dos países” distintos en Argentina, que además creían que en las zonas industriales (Córdoba, Buenos Aires, etc.) residía la conciencia atrasada, a diferencia de lo que ocurría en el norte. Semán demuestra que en realidad sucedía todo lo contrario: de esas provincias era el proletariado industrial, la fuerza más “poderosa y combativa” de entonces. Soto reivindica la tarea de Semán, que en medio del momento de “alza del foquismo” defendía el papel de la clase obrera y particularmente de este sector industrial, que aparecería luego en el Cordobazo, “mostrando su potencial revolucionario y reclamando para sí la tarea de principal motor de la marcha hacia la liberación” (p. 115).
Luego de esta clara condena al foquismo por Semán avalada por Soto, el autor parece vacilar cuando sostiene que “si bien VC no desarrollaría adecuadamente un proyecto político-militar alternativo a las propuestas del militarismo, verificándose así un déficit en la línea práctica y estratégica, la cuestión estuvo en las discusiones sostenidas con Emilio, como dan cuenta los documentos partidarios” (p. 19). ¿Tenía VC que encarar la lucha armada o no? ¿Era correcta la crítica al foquismo o no? ¿Era una vacilación estratégica ya en aquella época o se trata de una “autocrítica” actual? Cuando el libro se desliza hacia “La Valoración del Che Guevara” (capítulo 7) Soto señala que, si bien VC reconoció en su momento los aspectos positivos del Che, el partido se equivocó a la hora de reseñar como negativo, entre otros aspectos, su adhesión a la vía foquista (p. 105). En sus trabajos, dice Soto, quedó claro que la guerrilla debía estar conectada con el pueblo, como condición sine qua non (p. 106 y ss.). ¿El Che no era foquista, entonces? ¿O VC debió haber buscado alguna variante de foquismo?
Parece que esa vacilación no sólo está en la auto-crítica contemporánea: en el 1° Congreso Nacional de VC, en 1971, Roberto Cristina sostuvo que “el poder oligárquico sólo podría demolerse por la fuerza, a través de la lucha armada” (p. 34) pero, al mismo tiempo afirmaba que lo que diferenciaba a VC de otras organizaciones como PRT-ERP y Montoneros, era la distinción entre la revolución y el “comandismo”. ¿El Che, acaso, no era “comandista”?
En un apartado del capítulo 4, dedicado a Cristina y que se titula “Algunos errores de Roberto y nuestro partido”, Soto parece mostrar más claramente su posición: se señala que uno de los errores de VC fue el “izquierdismo”, y que: “una nueva valoración de la década del ‘70 nos llevó también a la conclusión de que VC no había practicado la lucha armada contra la dicta-dura del ‘66-‘73, ni lo pudo hacer contra la instaurada en el ‘76. Que hubo errores teóricos y falta de experiencias concretas en estos temas relacionados con la estrategia de poder. No estamos hablando de priorizar esa forma de lucha ni de unilateralizarla sino de combinarla con las rebeliones obreras y populares, al servicio de una salida insurreccional y de guerra revolucionaria. No haber actuado de ese modo […] y haberse limitado […] a intervenir en un sindicalismo clasista, otros movimientos de masas y los Cordobazos, significó un límite de oportunismo de derecha…”
¿Se trataba entonces de una estrategia armada no foquista? Eso parece concluir Soto treinta años después. El problema es que resulta difícil de probar que el foquismo “clásico” no tuvo contacto con las masas y las luchas de la clase obrera, como cualquiera puede comprobar leyendo cualquier historia del PRT o Montoneros.
Peronismo sí, peronismo no
Cuando Soto habla de errores de izquierdismo, también señala algunas actitudes que se tuvieron con respecto al peronismo. El autor hace notar que hubo conductas sectarias frente a las bases populares de los partidos peronista y radical y reivindica las conductas de solidaridad que VC tuvo siempre hacía los compañeros de lucha, más allá de su ideología (como en el caso de Vallese, del EGP o de la masacre de Trelew). En particular, remarca el acercamiento a otras organizaciones revolucionarias “que se continuaría en el tiempo y que llevaría a renovar alianzas con sectores peronistas revolucionarios, característica de la nueva izquierda argentina”. Acercamiento que los llevó a estar “el 1° de mayo de 1974 al lado de la JP y de los Montoneros”. ¿En qué estamos? ¿Una política “sectaria” que en realidad se asemeja notablemente al entrismo más claudicante? Por otra parte, ¿una vacilación de aquel entonces o una continuidad que llega hasta el día de hoy? Así parece ser, porque la línea de “solidaridad sin sectarismos” los llevó también a ser “el único partido de izquierda que se presentó y que acompañó a los organismos de derechos humanos” el día en que Kirchner “devolvió” la ESMA (p. 93-94).
Kirchner sí, Kirchner no
El PL se dice parte de la oposición a Kirchner, (de hecho participó en la Asamblea Nacional de Trabajadores4), pero en un libro que “recuerda” a sus caídos, no sólo critica a estos por no haber organizado una guerrilla, sino también por “sectarios”, por no haberse acercado al peronismo. Se felicita por haber estado en la “entrega” de la ESMA, cuando es sabido que no fue más que una farsa utilizada, entre otras cosas, como forma de cooptación de los organismos de DD. HH. No es extraña esta nueva vacilación, porque VC creía (como cree hoy PL) que, como señalaba Cristina en aquel entonces, la “burguesía nacional” de los países dependientes posee un carácter contradictorio y dual (en oposición a las perspectivas trotskistas, que sostienen la absoluta incapacidad de las burguesías semicoloniales para oponerse al imperialismo). Para VC/PL la clase obrera debe “denunciar sus claudicaciones y luchar contra su cruel explotación”, pero a su vez debe “abarcarla en una política de unidad y lucha dentro de un frente popular democrático y antiimperialista” (p. 40).
Soto sostiene que esta burguesía nacional existe “en los centenares de miles de empresas medianas y algunas grandes de entre 50 y 200 obreros; en los 100 mil chacareros agrupados entre otras organizaciones en la Federación Agraria; en […] Fedecámaras y CAME; en las Apymes, […] en Credicoop; en cooperativas y exportadoras como ACA y FACA; en empresas cooperativas con base en la industria agroalimentaria como SANCOR…” y que se expresan dentro del peronismo en una parte de la corriente de Néstor Kirchner […]”. ¿Kirchner representa a ese sector de la burguesía nacional al que hay que abarcar en un frente? Entonces, ¿hay que ir a un frente con Kirchner o disputarle esas bases? Otra vez, la política del “acompañamiento” que dio en llamarse, históricamente, entrismo y que terminó en la liquidación de la vanguardia revolucionaria. En este caso, adobado con toques de foquismo retrospectivo.
En el texto de Soto es difícil discernir qué es reconstrucción fiel y qué “autocrítica” actual.
Un análisis más detenido del programa y las acciones de VC y su comparación con la política actual de su “heredero” PL, probablemente demostraría que el pasado fue mejor que el presente, aunque siempre dentro de una continuidad profunda, marcada por la debilidad histórica de la izquierda del período ante el foquismo y el peronismo.
Notas
1Véanse, por ejemplo, los “relatos” del PTS y de su más conocido representante, Christian Castillo (que adhiere a la versión populista de Pablo Pozzi), y de Gabriel Rot y su historia sobre los orígenes de la guerrilla argentina, en Sanz Cerbino, Gonzalo: “Durmiendo con el enemigo” y Grenat, Stella: “Los errores del presente”, en El Aromo n° 21, Julio de 2005.
2Nuevos Tiempos, Buenos Aires, 2004.
3Soto extrajo este dato de La voluntad de Anguita y Caparrós.
4Aunque señala que no participará de la VIIª y esgrime como una de las principales razones para ello las diferencias con el PO y su resolución de ir a las elecciones de octubre. Ver www.pl.org
Eu no se donde dice qué es el VC… Pilas