Caraduras y Caretones. A propósito del relanzamiento de Caras y Caretas
Por Leonardo Grande
Grupo de Investigación de la
Izquierda en la Argentina – CEICS
El lunes 4 de julio los canillitas de calle Corrientes querían matar a Felipe Pigna. Ocurre que la tan promocionada revista Caras y Caretas se había agotado en cuatro días y los clientes no paraban de pedirla. Error de cálculo o especulación marketinera, lo cierto es que el número de julio de 2005 (el 2.188) de Caras y Caretas, La Revista de la Patria, agotó al menos tres ediciones (36.000 ejemplares si le creemos a sus editores) en sus primeras tres semanas de vida. Éste sólo dato justifica una reseña. Más todavía si el nuevo director de la revista fundada por Fray Mocho en 1898, es responsable de dos volúmenes de divulgación de historia argentina que ya han vendido alrededor del millón y pico de ejemplares.
Sin embargo, lo más destacado del asunto, es que se trata de una revista que nuclea a un bloque de reconocidos intelectuales “progresistas” en torno a un proyecto abiertamente oficialista (incluidos el actual Secretario de Cultura, José Nun y Horacio González, miembro del staff de Biblioteca Nacional)1. ¿No estaremos ante el lanzamiento definitivo del frente de intelectuales kirchneristas?
Como explica Pigna en su artículo editorial: “Caras y Caretas vuelve porque hace falta una revista que nos ayude a pensarnos. Un espacio alternativo a la agenda mediática que nos propone ocuparnos de lo urgente para evitar hacernos cargo de lo importante.” (p. 4). Pigna se coloca por afuera de los “medios”, como si no hubiera cimentado su fama en la televisión, desde sus programas en Radio Mitre y las páginas de Clarín. Algo es cierto, sin embargo: Pigna rechazó el ofrecimiento directo del Presidente de la Nación para encabezar la lista de diputados en Capital, una tarea evidentemente coyuntural. Demostró con ello tener una mirada más amplia: en lugar de candidatearse a la Cámara baja, se candidatea como intelectual orgánico de la burguesía, una tarea de mucho mayor vuelo. Otra vez, sus palabras editoriales son muy claras. Se trata de: “Abrir las grietas del corazón y la cabeza de los argentinos, convocarlos a hablar seriamente del estado de nuestra educación, de nuestra salud, de las condiciones de vida de los hombres y mujeres de buena voluntad que quieren habitar dignamente el suelo argentino; en fin, del estado del Estado.”
Se dobla y no se rompe
Toda revista cultural puede y debe ser leída buscando el programa político, la ideología, los intereses de clase que explican su edición. En el caso de Caras… no hace falta mucha inteligencia para descularlo. Desde el título general (“Cómo repartir la riqueza en la Argentina”) y el subtítulo (“El desafío de refundar la política, la economía y la cultura”), la tapa explica las intenciones de este primer número. Los dibujos, que pretenden2 continuar el estilo de caricaturas que hicieron famosa a la vieja publicación, muestran siempre a la Patria rodeada de su buen Presidente, sereno, diferenciado de “los políticos ” malvados o absurdos que compiten para arrebatarse un pedazo del país (tapa y página 11). En la editorial, Pigna se ubica en el marco de la estrategia desarrollada por José Nun para la batalla cultural que se apresta a dar el kirchnerismo, como anticipamos en El Aromo de junio, la “refundación de la patria” aprovechando el próximo bicentenario:
“’Caras y Caretas vuelve, camino al Bicentenario de Mayo, para rescatar el programa de aquella revolución inconclusa, las ideas de Belgrano, Castelli y Moreno, la maravillosa utopía de un país justo, con educación, un país industrioso y próspero para todos”3
Reaparece aquí -como novedad- probablemente la más vieja de las caracterizaciones historio gráficas de la izquierda en Argentina, la teoría de la revolución democrático-burguesa incompleta que diseñara el Partido Comunista en los años ’20 para justificar su secuela de claudicaciones a l capitalismo por venir. Según este programa – repasamos- en nuestro país la Revolución de Mayo habría contado con ideales progresistas encarna
dos por pro hombres incomprendidos o, mejor dicho, que no contaban detrás suyo con una clase que apoyara sus ideas4. Una revolución burguesa sin burguesía. El Frente Popular del PC de los ’30, asentó en la clase obrera la idea estalinista de llegar al socialismo por etapas escalonadas, luchando primero con la burguesía industrial, nacional contra el imperialismo británico y yanqui. La clase obrera encontró luego más oportuno realizar esas tareas con otro personal político, el peronismo, al punto que muchos comunistas (como Puiggrós) y trotskistas “nacionales” (Ramos, Arregui, Galasso) creyeron que el 17 de octubre había sido una revolución5. Pero esta tendencia a la claudicación se mantuvo en las agrupaciones pro-peronistas de los ’70 (como Montoneros) y se continuó en los ’80 y hasta el día de hoy. ¿Qué fueron sino el “grupo de los 8”, el Frente Grande, el Frepaso, la Alianza y el Frenapo? Pues bien, Felipe Pigna y sus compañeros han decidido sacar una revista para volver a explicarnos su “renovado” proyecto de país.
Roca, Perón y Kirchner
Se trata de hacernos comprender que los problemas de Argentina pasan por la “refundación de un Estado Nacional”. El gran pecado de Menem fue el haberlo destruido. En el artículo principal del dossier, María Seoane (asesora periodística de la revista), coordina las opiniones de sociólogos de la UBA y el exterior, politólogos como Torcuato Di Tella o economistas como Lozano, para fundamentar que, al igual que hace doscientos años, Argentina carece de una burguesía capitalista con interés en desarrollar los intereses generales de la población. El modelo que se defiende en esas páginas es el del Estado Liberal de 1880 a 1930, que Julio Argentino Roca fundara bajo el lema “Orden y Progreso”. Seoane lo da como el ejemplo a seguir en temas como la educación o, incluso, ¡el trato hacia la clase obrera!: “La educación, está claro, vertebró la nación ante la inexistencia de una burguesía con espíritu capitalista que fortaleciera el Estado” (p. 16). “Por eso, en estas páginas hay un homenaje a Juan Bialet Massé, el catalán a quien el gobierno de Roca le pidió -de cara al Centenario relevar la situación de los trabajadores para definir un proyecto social en aquella Argentina.” (p. 12)6. De “cara al Centenario” de 1910 el único “proyecto social” que la burguesía argentina “definió” -muy bien informada por Massé y la Policía- fue la brutal represión y las leyes de Residencia y de Defensa Social. Este “hecho histórico” ocultado por Pigna y Cía. “de cara” al Segundo Centenario, nos deja bien claro de qué lado de los palos van a estar ellos de repetirse la historia. Lo que todavía no terminamos de comprender -o no queremos aceptar- es cómo Osvaldo Bayer decidió aportar su firma a una revista capaz de decir y de callar cosas como éstas, que él supo denunciar en cuatro poderosos volúmenes y una película.
Pero cien años no pasaron en vano. Si uno sigue leyendo la revista se encontrará con algunos ejemplos de nuestra historia patria donde sí hubo clases sociales tradicionales, con verdadero espíritu nacional, como la Burguesía Industrial entre -¿adivina?- 1945 y 1955:
“… el también diputado Claudio Lozano, suena más asertivo. ‘Mi impresión es que existió una burguesía nacional que encontró su punto de origen en la primera experiencia peronista, es decir, a partir de 1945. Luego se expandió y tuvo su mayor expresión, el punto más alto, en lo que se conoció como Plan Gelbard’” (p. 31)
Sí señor, el ejemplo es la burguesía peronista del Ministro Gelbard o de individuos nefastos como Jorge Antonio, fundador en los 1951 de Mercedes Benz Argentina: “Sobreviviente de una burguesía nacional casi extinguida […] el industrial Jorge Antonio […] puede ser considerado uno de los últimos sobrevivientes de aquella Argentina que fue y pudo ser” (Felipe Pigna dixit, p. 56). Quien, dicho sea de paso, es reivindicado por su entrevistador, Pigna, sin cuestionarle el haber encubierto en su empresa a criminales de guerra nazis como el mismísimo Eichmann, además de dejarle pasar una defensa pasiva de la Triple A. Eso sí, reconozcamos que el reformismo senil a veces descubre ciertas verdades obvias, como en el
artículo “La burguesía nacional: ¿es o se hace?”, que luego de comenzar dudando de la existencia de la burguesía en general, añorar con nostalgia su existencia bajo el peronismo, deducir que son mejores los empresarios nacionales pequeños y medianos (pymes) concluye que, mal que les pese, “parece necesario incorporar, o al menos pensar en sumar a cualquier nuevo proyecto, a las grandes firmas de capital nacional” (p. 32). O sea, que Macri y Pérez Companc no se asusten, en Caras y Caretas también hay lugar para ellos.
Pero el verdadero dilema argentino, según Caras…, es la descomposición de las instituciones republicanas. Exigen una educación centralizada (curiosamente siguiendo las propuestas de Adriana Puiggrós, quien apoyó la reforma educativa alfonsinista, precursora de la descentralización de la Ley Federal de Educación7), la re-industrialización, la redistribución igualitaria de los ingresos, etc., etc. Nada nuevo. La clave es que los argentinos recuperemos la confianza en la política burguesa, dejemos la acción directa en las barricadas y volvamos a confiar en los partidos y sindicatos tradicionales: “el politólogo Torcuato Di Tella pronostica la tendencia a que los argentinos dejen las ‘barricadas’ -entendidas como las asambleas barriales o las piqueteadas- rumbo a formas más concentradas de hacer política” (p. 17). Pigna y Seoane defienden también la anulación
de las leyes de obediencia debida con el lamentable argumento (que absuelve las amnistías de Alfonsín y Menem) de que ahora no lesionarán al Ejército, ya que los posibles imputables -luego de treinta años- no son parte activa de la institución castrense:
“En un hito histórico, ahora, la Corte Suprema de Justicia las consideró inconstitucionales: este fallo podría afectar a unos 400 militares, de los cuales se estima sólo que sólo el 10 por ciento está en actividad. Es un acto de justicia no sólo con los miles de ciudadanos asesinados, sus familiares, sino también con miles de nuevos soldados argentinos.” (p. 20)
O sea que debemos festejar porque las FF.AA. podrían así volver a legitimarse, con el consenso democrático necesario para reprimir si hiciere falta. Avalando lo que decimos, en ningún lugar estos intelectuales mencionan las leyes del Proceso que siguen siendo fundamento de las causas penales abiertas a miles de luchadores piqueteros en el país, como Castells, los presos de Santa Cruz o los de la Legislatura.
Sus ilusiones republicanas son tragicómicas, tanto que creen que con mejores jueces y con
una legislación progresista y pro-abortiva, se eliminarán los casos como el de Romina Tejerina8 y se liquidará el patriarcado. ¿No se le 8 ocurrió pensar a Dora Barrancos (UBA) 9 o a Diana Maffía, socióloga de Elisa Carrió, que en los “países en serio” donde esas leyes rigen hace por lo menos cuarenta años, el patriarcado sigue más vigente que nunca? Curiosamente (o no tanto, son feministas burguesas), piden aborto “legal” pero no gratuito… Para el colectivo de intelectual es de Caras…, el actual gobierno está haciendo lo necesario para refundar el país de cara al bicentenario. El presidente es el único que tiene un proyecto de largo plazo:
“El Presidente Néstor Kirchner pidió a los ministerios que trabajen sobre predicciones […] Pero la derecha bifronte integrada por Ricardo López Murphy y Mauricio Macri, o la centroizquierda que representa Elisa Carrió, la izquierda que tiene muchas cabezas, o los mismísimos ex presidentes Raúl Alfonsín […] o Eduardo Duhalde […] se ven demasiado preocupados en el día a día y no parecen lanzados a convocar a propios y/o extraños para proyectarnos a apenas cinco años.” (p. 15)
Por si fuera poco, para Caras… Kirchner nos sacará del pozo gracias a su estrategia internacional antiimperialista, el Mercosur, y el pago íntegro (con el producto de nuestro trabajo) de la deuda contraída por la burguesía nacional. Al punto que Pigna le entrega una página entera al Canciller y candidato Rafael Bielsa10 para que intente demostrar cómo hacer realidad su increíble definición del país:
“La Argentina tiene una presencia global acorde con su rol de potencia intermedia en la comunidad internacional. Integra un grupo de naciones con niveles razonables de recursos humanos, naturales, industriales, tecnológicos y -en cierta medida- institucionales para enfrentar el desafío de convertirse en una democracia industrializada capaz de garantizar a sus habitantes el estatus de ciudadanos con derechos civiles, políticos y sociales.” (p. 65)
Historia en historieta
En fin, este primer número de Caras… dejó mucha más tela para cortar. No queremos saturar la paciencia de nuestros lectores con tanta porquería mediocre junta. Sin embargo, no podemos dejar de reseñar la propuesta específicamente “histórica” del proyecto de Pigna. Caras y Caretas banaliza, al mejor estilo Todo es historia, el análisis social, llenando páginas con efemérides y anécdotas de taxista (tipo “¿sabía usted que acá, donde ahora toman sol esas chicas, estaba antes la Penitenciaria Nacional?”). Todo el “acierto” de Pigna parece consistir en el ingenio para armar “actividades escolares”, como las que algunos profesores “avanzados” usan en el secundario o la primaria para intentar llamar la atención de los chicos. Por ejemplo, la ridícula “entrevista” a Manuel Belgrano opinando sobre los desastres actuales del país. Lo peor no es que muchos crean que así -confundiéndose y confundiendo a los demás con estos anacronismos- Pigna haya descubierto “la manera de llegar a la gente”. L o peor es que el mismo Pigna no se dé cuenta que esa misma “entrevista” demuestra que la forma de organizar la vida que Belgrano y su clase fundaron hace casi 200 años – el capitalismo- no solucionó ninguno de los problemas que el mismo General se planteara en su momento. Ejemplo que habla muy bien, por último, de cómo considera “el historiador más vendido” a su público: como niños. Peor aún, como niños estúpidos, a los que se puede engañar al mejor estilo K, diciendo una cosa y haciendo otra. Si no, ¿cómo explicarnos que en una página (12) ataquen el uso fascista del nacionalismo del mundial del ’78 y en otra (77) le hagan un reportaje vindicatorio al director técnico del seleccionado de la dictadura? ¿Cómo debemos interpretar la actitud de intelectuales que despotrican contra la burguesía transnacionalizada e invasora y que al mismo tiempo trabajan para el pulpo empresario alemán dueño de Editorial Sudamericana que publicita sus productos en su propia contratapa? ¿Qué tipo de “especialistas” se preguntan por la existencia de la burguesía nacional y reivindican a las pymes mientras trabajan para el multimedios más grande de Latinoamérica, el Grupo Clarín? ¿Qué creer de individuos que argumentan contra los malsanos capitales financieros mientras la mitad de su pauta publicitaria son bancos y aseguradoras? ¿Intelectuales que combaten a la vieja política, a la derecha menemista, cuando la otra mitad de sus publicidades corresponden a los gobiernos provinciales de Neuquén, Salta y La Rioja? ¿Qué pensar de gente que publica sagaces artículos burlándose de la cultura snob de los millonarios de Puerto Madero, mientras le dedican cuatro páginas a la publicidad de su Casino flotante? Si concedemos que toda publicación de estas características es producto de la planificación detallada de su contenido, debemos creer que sus responsables consideran a su público, necesariamente, idiota. Más que en Caras y Caretas, debiera llamarse Caraduras y Caretones.
Notas
1La lista completa de los intelectuales que apoyan esta empresa es: Director, Felipe Pigna; Asesora periodística y editorial: María Seoane; Jefa de Redacción, Cecilia Fumagalli; Editor: Víctor Santa María; Editora Jefe: Cristina Ricci; Consejo Asesor: Dora Barrancos, Osvaldo Bayer, Silvia Bleichmar, Alejandra Boero, Esther Díaz, Griselda Gambaro, Horacio González, Rosana Guber, Adrián Iaies, Graciela Maglie, Mario Margulis, Felisa Miceli, Eduardo Mignona, Luis Felipe Noé, José Nun, Adriana Puiggrós, Mario Rapoport, Andrés Rivera, Graciela Römer, Daniel Schávelzon y Jorge Schvarzer.
2Decimos “pretenden”, porque las caricaturas de la vieja Caras y Caretas eran satíricas, es decir, contenían la intención de criticar la política nacional, mientras que las de la nueva son simples bufonadas obsecuentes del régimen.
3No podemos dejar de recordar con cuánto énfasis intelectuales como Horacio González, que hoy apoyan tan abiertamente declaraciones patrioteras como éstas, se enfurecían en las mesas redondas (Mercedes 2003, IIIas. Jornadas de Razón y Revolución 2003, Biblioteca Nacional 2004) en las que denunciábamos los intereses burgueses que encubrían sus posiciones.
4Idea que no sólo comparten Felipe Pigna y Tulio Halperín Donghi sino también algunos trotskistas como Milcíades Peña y el PTS, según su última publicación al respecto.
5Véase, para un análisis de este punto, Sartelli, Eduardo: La plaza es nuestra, Ediciones RyR, Buenos Aires, 2005 (Segunda edición).
6Aquí, como más adelante, las negritas son nuestras.
7Ver los artículos de Romina De Luca en Razón y Revolución nº 13, invierno 2004 y en El Aromo 2004 y 2005.
8“Las dos muertes de Romina” y “Esa chinita”, pp. 22 y 23.
9“Si Tejerina hubiera podido acceder al aborto legalmente, como en la mayoría de los países occidentales, su tragedia no hubiera tenido lugar” (p. 22), declara ufana Barrancos, sin pensar que tal vez Romina hubiera muerto de un aborto mal hecho, que es lo que suele suceder cuando se es pobre y no se pueden pagar las condiciones sanitarias más elementa
les, aunque sea legal hacerlo.
10Único “político” que escribe en la “Revista de la Patria”, además de un reportaje de página entera a la diputada kirchnerista Alicia Castro, con el sello de “aprobada”, en p. 29.