Sobre Absentha de Alejandro Acobino
Absentha, una pieza que desnuda las miserias de la condición de artistas e intelectuales en nuestra sociedad carcomida por la posmodernidad.
Por Rosana López Rodriguez (Grupo de Investigación de Literatura Popular-CEICS)
“Ni yo ni ustedes tenemos la culpa.
Vivimos en una época
de mierda para la poesía,
se mueren un par de viejos
y no queda nada…
Vivimos en una época sin idea-fuerza,
sin vanguardia ni retaguardia,
sin poética propia…
Una época gobernada
por una elite de analfabetos literarios
y una masa de analfabetos funcionales…”
Este cruel diagnóstico, vertido por Lato, coordinador de un taller de poesía, intenta explicar el fracaso estético que vienen enfrentando, encuentro tras encuentro, sus tres talleristas, Gapo, Mamu y Aitor. En esto radica el conflicto principal de Absentha1, escrita por Alejandro Acobino (con una hipótesis argumental de La Fronda2 sobre una idea de Rodolfo Demarco): a partir de esta sentencia del coordinador, la tarea de todos ellos tendrá finalmente, un nuevo sentido.
Esta obra, estrenada en el 2010, se presenta, a primera vista, como una crítica hacia los talleristas empeñados en continuar con la escritura de poemas deplorables y hacia los coordinadores que se aprovechan de ese deseo.3 Y, como toda obra de arte, es mucho más que ese argumento en la superficie.
Un cadáver no tan exquisito
Cada una de las especies poéticas que producen estos tres en eternos practicantes de la poesía presenta características bien diferenciadas entre sí. Aitor es el poeta de lo que podríamos llamar oscuro simbolismo del siglo XXI, el poeta del descenso a los infiernos de nuestra época, aquel que como renovado Oliverio Girondo, observa el entorno que lo rodea con acidez y le aplica un golpe violento. Su lema bien podría ser el del autor de “Espantapájaros”: “No hay prejuicio más ridículo que el prejuicio de lo sublime”. Su recurso principal es la yuxtaposición, que permite establecer cierta significación a partir de la metonimia. Veamos un fragmento de “Milkman”: “Mis ojos lloran leche de pus / sobre escenario vacío. / Mil moscas se aglomeran, / beben extasiadas, / patas y trompas friccionan, / violines semimudos en RE.” Y otro del prestigioso poeta ultraísta: “La mañana se pasea en la playa empolvada de sol. / Brazos. / Piernas amputadas. / Cuerpos que se reintegran. / Cabezas flotantes de caucho.”4
Mamu es el poeta del costumbrismo, de la vida cotidiana; su poema “Anotador playero” es prueba de ello. No descarta el ritmo, aunque sí la regularidad métrica y la rima. Su poética es acusada de “benedettosa” por Lato cuando exaspera el recurso de la anáfora (repetición de una o varias palabras a comienzo de verso).
Por último, Gapo, reconstruye la poética de los sentimientos, de lo sentimentaloide, del romanticismo más vulgar. Sus poemas tienen métrica regular, sus versos son monorrimos y sus imágenes, de tan transitadas, son calificadas como “arjonescas”. Él mismo incluso, reconoce que va al taller porque pretende que su poética humanística-amorosa tiene que ser reformulada en los tiempos que corren.
Lato, el coordinador, cuyo nombre alude al mito del escritor romántico,5 aislado en su torre de marfil, produciendo (o ayudando a producir) una poesía que no puede, en modo alguno, insertarse en el mundo real, que no tiene función6 y, lo que es peor, le falta lo fundamental para ser. En nuestra época, no hay modo de que la poesía pueda ser resucitada con las mismas características que supo tener en el pasado.
Comando Absentha o de cómo intentar romper aquello que ya está roto
Durante la primera parte de la obra, vemos a los “poetas” producir lo que, en un rapto de sinceridad, el coordinador calificará como “una mierda”. Dicha calificación se extiende a la actividad misma de los talleres de poesía y al mundo intelectual contemporáneo. Se trata de un mal de época. Nuestros poetas (el intelectual en general, diría Acobino) se encuentran en una contradicción insalvable: promotores necesarios de la novedad, la ruptura, el cambio chocan contra el límite de una época agotada que les exige ser artistas de vanguardia mientras les niega esa posibilidad. Los enfrenta a un deseo que no pueden cumplir, porque no se les permite desarrollarlo.
Lato, en su afán por obtener algún significado, alguna utilidad de las producciones del taller y de su vida misma, presentará a los muchachos el elixir que provocará la transformación definitiva: la absenta, bebida elaborada en base a ajenjo. Muchos artistas del siglo XIX y principios del XX la consumieron, pues se suponía que inducía a la inspiración. Wilde, Van Gogh, Baudelaire, Degas, Hemingway, Pessoa, Picasso, Verlaine, Rimbaud, Manet, Tolouse Lautrec, fueron algunos de los devotos del hada verde (o también diablo verde). Esa era una época en la que se podía, a juicio del maestro, ser artista.
El ajenjo, que tiene un valor simbólico (representa a los poetas malditos), arrastra a los personajes de Acobino a la invectiva, es decir, saca lo peor de sí mismos. Como la época “no da” para nada positivo, al menos cumplirán una tarea higiénica: si no pueden construir nada, al menos tratarán de destruir toda la poesía actual, espuria e insincera. La tarea del Comando Absentha será, entonces, la de arruinar cuanta presentación, peña, o recital de poesía encuentren: en los tiempos que corren nada hay edificante en la producción poética y por lo tanto, se dedicarán a desenmascarar a todos los farsantes que pululan por la ciudad poética.
Absentha es una sátira, pero no porque se burla de los talleres o de los talleristas o de los docentes o de la poesía actual, sino porque la diatriba contra todos esos elementos no es sino la punta de un iceberg de la crítica social que el dramaturgo muestra en uno de sus aspectos: el artístico-intelectual. Como en toda sátira, el principal recurso utilizado es el de la parodia. La parodia era la respuesta que daba la segunda mitad del coro griego a la mitad que iniciaba el canto. Como respuesta, la parodia es una imitación de las características originales. Poco faltaría para ser considerada como una respuesta burlona. O lo que es lo mismo una burla que retoma la voz del burlado. Así es como Absentha parodia distintas poéticas, desde la de Oliverio Girondo hasta la de Conrado Nalé Roxlo, incluyendo otras voces prestigiosas de poesía nacional como Alejandra Pizarnik y Leónidas Lamborghini.
El modelo de poeta actual, traidor a la poesía verdadera y entregado a la maquinaria cultural dominante es, a juicio de la obra, Washington Cucurto7, quien tiene su alter ego en el compañero de taller que se ha ido al comienzo de la obra y a quien nunca conocemos más que por el nombre, Walter Merlo. Como dijimos, Walter, a quien se refieren como el Negro, es criticado como traidor, tanto de clase, cuanto de “color”, y acusado de imitador trucho de Bukowski:
“GAPO. -¿Walter con el chetaje?
MAMU. –Claro. Si la está bukoskeando a lo perro…”.
La invectiva de Mamu contra Merlo “se intitula ‘Merlowsky’” y dice: “¿Será que tus nuevas amistades te mostraron, / Bukowski conurbano, que la marginalidad elegida / es un regio atajo para salir del populacho? / ¿O será que cucurtiano suena horrible, / y dos pa la negrada es mucho?”
Uno de los narradores de Cucurto dice en Hasta quitarle Panamá a los yanquis: “Tirifilas más putas que las palomas y putas de la banana, atorrantas por naturaleza (…), vendedores de flores y profilácticos (…). La raza inferior en toda su plenitud, sale, aplaude, se conmueve, desobedece, actúa, no piensa, coge. ‘Primero coja, después piense: primero póngala, después córtesela’.” Parodiado por Aitor en una de las invectivas, repite el segundo coro: “Retiro NAIT-puestito chori mila, RECUERDO. (…) Una villera sin dientes el sábado me la chupó (…) ¡Ser negro es una mierda!, dijiste. Y Poncharello te mandó a la concha de tu madre.”
Acobino, igual que todo satírico, se compromete con los problemas de la sociedad en la que está escribiendo y escribe “un libelo contra los individuos y comentarios críticos y hostiles contra la vida social y política.”8 En efecto, contra la vida social de una época que, habiendo proclamado el final de la historia, se encuentra desorientada, fragmentada e inconclusa. De este modo lo expresó el autor en la entrevista citada:
“Ya ni siquiera estamos en la posmodernidad. Podríamos hablar de una época de transición hacia otra cosa. Porque ya no nos sirve el slogan del fin de las certezas. Ya no se puede proclamar el fin de nada. El nuevo paradigma no es el que se imaginó, el siglo no fue ni será deleuziano, y el hecho de que el aleteo de las mariposas cree una tempestad al otro lado del mundo resultó una ingenuidad. Creo que hay una búsqueda de totalidad pero a la vez una gran confusión: en general, cuesta encontrar un discurso ideológico, estético o un marco teórico definido.”
Las producciones artísticas actuales están pensadas a partir de estos límites filosóficos y políticos: todo es lo mismo, todo está fragmentado, el individualismo es la única posibilidad. En ese marco, lo que queda es la crítica, la destrucción de aquello que nos cerca, que nos encierra en la torre de marfil, la denuncia de cualquier producción intelectual que no tienda a la unidad de contenido (significado) y de estética (forma): tenemos una forma, la invectiva y un objetivo, “romper gambitas”, dice Lato a los muchachos del comando Absentha. Pero esa tarea unificada es, como ellos mismos lo reconocen, autodestructiva. Tanto, que el grupo se disuelve y el propio Lato se convierte en el epítome de la impotencia.
Con las excelentes actuaciones de Rodolfo Demarco como Edmundo Mamulián (Mamu), José Mehrez como Aitor Arozarena (Aitor), Germán Rodríguez como Gaspar Rubén Sassone (Gapo), Fernando Migueles como Raúl Armando Latorre (Lato), la obra puede verse en el Teatro del Abasto, Humahuaca 3549, los viernes a las 23.30. Los sábados a las 23.30 va Hernanito, en la misma sala, precedida de Rodando, compañeras inseparables del recorrido a través de un autor ineludible de la escena contemporánea.
Notas
1 Tanto la obra, como los actores y el autor, recibieron múltiples premios: Premio Teatro del Mundo 2009-2010 (dramaturgia, dirección, iluminación, fotografía, vestuario, actuación); varios galardones para el Trinidad Guevara 2010; premio para Alejandro Acobino a la mejor producción del año 2010 de Argentores en la categoría Obra teatral para adultos.
2 La Fronda es un grupo de teatro que data de 1998. Sus tres primeras obras fueron dirigidas por Ciro Zorzoli y a partir del año 2006. Con el espectáculo Flia, la directora pasó a ser Ana Sánchez.
3 “Yo no quería trabajar sobre el tipo que no alcanza a producir algo publicable sino sobre los impunes –cuenta el autor–. Arlt decía que existe una especie de ‘hampa’ que escribe cosas espeluznantes sin pruritos ni complejos.” Todas las citas de Acobino están tomadas de “Ese deporte de la crítica”, entrevista de Cecilia Hopkins. Véase completa en http://goo.gl/Eqp8Pr.
4 Tomado de “Croquis en la arena” de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, de Oliverio Girondo.
5 Lato es el diminutivo de Raúl Armando Latorre, obvia alusión a la torre parnasiana.
6 Los personajes discuten en una escena, para qué utilizar determinadas imágenes, con qué fin escribir de determinada manera.
7 Seudónimo de Santiago Vega (1973).
8 Hodgart, Matthew; La sátira.