Una idea muy común sobre la educación es que esta es buen un negocio para las empresas. Por eso, su principal problema sería la “privatización”. Así, el kirchnerismo señala que mientras Menem y la dictadura (y ahora Macri) subsidiaron la educación privada, ellos “defendieron” la escuela pública y fomentaron la “inclusión” a través de la Ley de Financiamiento Educativo. Partidos de izquierda tienen una idea muy parecida, solo que cambian (o amplían) al responsable: como el capitalismo está en crisis, los empresarios buscarían nuevas fuentes de ganancia como la educación, la salud y todo tipo de servicios anteriormente provistos por el Estado. Atrás del plan privatizador estarían todos los gobiernos, el Banco Mundial y el FMI.
El libro que acá presentamos discute de lleno con estas ideas. Y lo hace con cifras en mano, como debe ser. Resultado de años de investigación, Romina de Luca –especialista en Historia de la Educación e investigadora del CONICET– pone de manifiesto que la educación se “estatiza”. Pero lejos de ser una buena noticia, esa “estatización” es acompañada por una mayor “degradación” (vea en este número la sección Educación). Para demostrarlo, la autora analiza la evolución de las matrículas y otros datos oficiales del Ministerio de Educación y de los sistemas educativos en Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. En esta segunda edición, agrega además un análisis de la profundización de esta tendencia bajo el kirchnerismo.
Brutos y Baratos explica que la expansión de la educación privada tiene un techo, porque el conjunto de la clase obrera difícilmente puede pagarla. Así, sobre un total de poco más de 12 millones de alumnos del sistema educativo en todos sus niveles para el 2014, el 73% concurría aun a colegios públicos. Incluso, la autora señala que la degradación es lo que permite explicar el crecimiento de la matrícula de la escuela privada. Como resultado del sistema de “promoción asistida” vigente, los alumnos circulan por el sistema, sin mantenerse en los cursos primarios. Por su parte, en la escuela secundaria pública, la deserción duplica a la privada, lo que “rejuvenece” la población de las escuelas de adultos y los programas de terminalidad. Así, la “privatización” es una ficción sólo posibilitada por la degradación.
Al contrario de lo esperado, De Luca concluye que la educación no es un buen negocio y los capitalistas no invierten fuertemente en ese sector. La lucha debería estar dirigida entonces a revertir el embrutecimiento al que conduce el capitalismo, antes que a la supuesta “mercantilización” educativa.
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