A juntar papelitos…Capacitación docente, formación continua y el discurso de la eficiencia en CABA
Poco se puede esperar de la medida actual más que una nueva sobrecarga de trabajo para los docentes, que deberán cursar y cursar en una oferta vaciada de contenidos y de sentido real para producir cualquier transformación en el ámbito educativo.
Romina De Luca
GES-CEICS
Desde hace unos días, Horacio Rodríguez Larreta tiene a la firma un decreto que reforma, una vez más, la clasificación de los docentes de la Ciudad de Buenos Aires. Tras la excusa de la “formación continua” la medida introduciría una serie de modificaciones en la actual clasificación. Como es sabido, el acceso a las horas y cargos en CABA se realiza a partir de un orden de mérito donde cada docente recibe un puntaje: 9 puntos por título docente habilitante, más 3 puntos por otros títulos, y una serie de puntajes por otros rubros como cursos de capacitación, antecedentes culturales, antigüedad y área. Hasta el momento, el máximo de puntaje al que los docentes de CABA podían aspirar a que les sea reconocido en materia de cursos de capacitación docente por las juntas de clasificación era de 6 puntos, a razón de 0,6 puntos por año como tope máximo. Una vez alcanzados esos 6 puntos, los docentes podían seguir capacitándose (léase cursos/formación continua), pero ese puntaje ya no le sumaba una vez que hubieran “saturado” el ítem.
Según la Ministra de Educación, Soledad Acuña, uno de los principales problemas en materia docente es la falta de incentivos para la capacitación continua. Opina la Ministra que el grueso de los docentes, desde 1999, no se capacitarían porque no tienen incentivo alguno para hacerlo. A la edad promedio de 37 años se alcanzaría el puntaje tope en materia de capacitación. Como hoy el 80% de los docentes promedian los 40 y 42 años, ya casi nadie realiza esa práctica que debiera ser permanente. Acorde con la bajada de línea nacional de revisar la formación docente inicial (la carrera para graduarse como docente) y continua (la capacitación y el perfeccionamiento del docente en ejercicio) se ideó la nueva reforma.
Para resolver ese, déficit de “incentivos”, a partir del año próximo, el puntaje por capacitación se eleva de 6 a 9 puntos y se puede acumular hasta 1,8 puntos por año. Pero como el sistema generaría incentivos acotados, se dispuso que, cada cinco años, el puntaje anual de los cursos caduque. Los docentes que ya saturaron deberán, ahora, sumar 3 puntos más y tendrán que revalidar 1,8 puntos tope por año. Al no estar publicado el Decreto, aún no es muy claro si se modificarán los topes de otros de los ítems que componen el puntaje docente tales como “antecedentes culturales”, rubro donde los docentes suman aquello referido a la producción pedagógico intelectual, como libros, artículos, capítulos, ponencias, asistencias a congresos y una larga lista de etc. Como veremos en esta nota, basta revisar el nuevo esquema para ver que más que una preocupación real, la reforma es el nuevo relato de una gestión que busca mostrarse “eficiente”.
¿Cursos S.A.?
Ni bien se conoció la medida se hicieron oír las primeras voces de rechazo. UTE y Ademys salieron al cruce. Adujeron que se trataba de la expresión del neoliberalismo o bien el síntoma de un gobierno dirigido por CEO’s mercantilizadores. UTE (más tibiamente) y Ademys señalaron que la medida busca generar un nuevo negocio y, con él, la mercantilización de la formación docente. Debemos recordar aquí que sindicatos, ONG’s, Institutos y Centros de Estudio brindan cursos de capacitación de diversos temas y formatos (de cursado presencial, semi-presencial o a distancia) arancelados. En marzo de 2016, un curso que acredita la mitad del puntaje anual requerido costaba $600. La formación continua docente ya tiene un circuito arancelado que compite con el ex CEPA o Escuela de Maestros. Si tomamos como parámetro los valores de los cursos al inicio del año, el nuevo negocio anual que se genera, al valor de marzo 2016, ascendería a 250 millones de pesos aproximadamente si los 52.000 docentes de CABA se capacitaran todos durante un año para saturar los 1,8 puntos. Aún si suponemos que la oferta se concentra en un único proveedor se trata de un “negocio” más bien chico, más aún si tenemos en cuenta que la formación continua está ampliamente fragmentada y que el propio Ministerio tiene su circuito de formación gratuita. Si bien se trata de una explicación fácil y que encaja con el esquema que concibe al gobierno de Mauricio Macri como el de los CEO’s, o inclusive como expresión del neoliberalismo, no pareciera ir por allí el asunto.
Otro es la explicación si pensamos cuál es la formación que se va a promover y cómo encaja este cambio dentro de la política oficial. Veamos ambos puntos.
Mejores y eficientes
La reforma en Ciudad busca proyectarse como faro de lo que vendrá. Allí donde el PRO fue “gestión” ensaya ideas que luego serán aplicadas a Nación. ¿Qué tipo de formación se está promoviendo? Por un lado, ya se anunció que para el 2017 y 2018 se privilegiarán áreas prioritarias: matemática, lengua, “ciencias duras” y habilidades socio-emocionales. Los cursos a distancia también tendrían más puntaje que aquellos presenciales, aunque la promesa es también avanzar en la capacitación en servicio. Que se promueva la formación a distancia suena por lo menos curioso para quien afirma preocuparse porque los docentes se capaciten. A ello se suma el problema de las áreas: con la actual estructura de la escuela media, las áreas privilegiarán a un grupo y desalentarán la capacitación para el resto, que deberá realizar más cursos para juntar el mismo puntaje.
Pero eso no es todo. El esquema propuesto evidencia un claro desplazamiento de lo cognitivo a lo actitudinal detrás de un lindo eufemismo: capacitación en habilidades. Los docentes deberán formarse no como especialistas de sus disciplinas sino como aquellos que garantizarán que los alumnos “aprendan a hacer”, aprendan habilidades y no contenidos. Esta propuesta también engarza con las discusiones que se vienen desarrollando en las jornadas de capacitación docente en la provincia de Buenos Aires. La bajada de línea es clara: no importa el contenido específico, porque en algún lugar del camino educativo el alumno lo alcanzará solo (de una forma que no sabemos). Hay que promover la enseñanza y el aprendizaje de habilidades y conductas. Eso solo. Esa es la “apuesta” de la formación docente integral a la que se apunta.
Llegados a este punto, debemos señalar que, ya en el proceso de lanzamiento de las pruebas Aprender 2016, Bullrich desarrolló esa misma idea. En el marco del operativo, el Ministro señaló que la “revolución educativa” se inició en CABA cuando los funcionarios entendieron que los alumnos no debían ser “buscadores de trabajo sino creadores”. La escuela debía cambiar su paradigma porque las actividades tradicionales ya no darían abasto, entonces, habría que “formar para crecer y progresar en la incertidumbre”.1 En esa agenda, los padres deberían ayudar a formar en habilidades socio-emocionales. Ahora los docentes, también. Y, en efecto, todo el debate de las Aprender colocó en la picota a los docentes. Como ya se advirtió desde Pizzurno que los resultados serían malos, el macrismo se encamina a mostrarse como una gestión “eficiente”, que va a trabajar ahora sobre la formación de los docentes.
Que es más un discurso que una realidad lo grafica el tipo de formación que se promoverá: vaciamiento curricular y capacitación socio-emocional. Por si hicieran falta más pruebas, la Escuela de Maestros a nivel nacional anunció, en el mes de noviembre, que las líneas de capacitación promovidas para los próximos años apuntarían a consolidar las áreas de lengua, matemática, procedimiento científico y capacidades intra e interpersonales.2
Es la degradación
Así las cosas, poco se puede esperar de la medida actual más que una nueva sobrecarga de trabajo para los docentes, que deberán cursar y cursar en una oferta vaciada de contenidos y de sentido real para producir cualquier transformación en el ámbito educativo. Ya en 2013, Bullrich indicaba que los docentes eran uno de los pilares de la transformación educativa y que en general se debían evaluar y publicar los resultados. Además se debían incorporar más docentes de apoyo y capacitar a todos de forma obligatoria.3 En teoría, toda esa iniciativa debía ir acompañada de mejores salarios. Basta con revisar las paritarias de todo el país para ver, si del Gobierno depende, habrá que seguir esperándolos por largo rato.
En aquella oportunidad, también destacó que la familia era un pilar indiscutible. Por eso era necesario que también los padres se fortalecieran y terminaran el secundario. No extraña que el macrismo abrazara el Plan Fines 2 durante su gestión nacional y que en CABA hubiera lanzado un programa de terminalidad propio online como “Terminá la secundaria”. Tampoco que junto a esos programas abrazara la para-estatalización. Para que no queden dudas, Bullrich destacó que
“debemos generar un sistema donde la escuela sea un engranaje más. […] tenemos infraestructura social absolutamente subutilizada en la Argentina: clubes sociales, clubes deportivos, bibliotecas, centros culturales, que no aprovechamos. Tenemos que involucrar y articular a esas instituciones formativas junto con las escuelas en un sistema integral y armónico”.4
¿Por qué no acercar a las empresas también? En el 22º Congreso de la UIA, Bullrich destacó que como “ignorancia es desempleo” se debe acercar también las empresas a las escuelas para ampliar las prácticas “profesionalizantes”. En ese esquema, destacó que el 90% de las escuelas son de jornada simple, situación que favorecería la articulación entre el sistema educativo y el circuito productivo y que los alumnos “conozcan los proyectos productivos de su zona y región, el trabajo de los empresarios argentinos”.5 Determinación, esfuerzo y constancia individual son los ejes que refuerza el Ministerio como vía para la auto-superación. Desde esa perspectiva, ningún límite estructural existe en el camino del progreso. Ideología falsa que atrasa siglos. Lo que sí es claro es que todo el discurso de Bullrich se asienta sobre un elemento común: aparentar eficiencia en el marco de la perpetuación de la degradación educativa.
Ya en 2015, cuando era el candidateable a Ministro de Educación nacional si Macri se consagraba como presidente, Bullrich señaló dos ejes como directrices a su gestión: universalizar la sala de 3 años y hacerla obligatoria, y que la escuela “sea generadora de nuevos lenguajes” que capacitaran a los alumnos para ser “creadores de trabajo”.6 Pero, tal como se reconoció luego, para alcanzar la meta de la obligatoriedad de la sala de 3, habría que construir, por lo menos, 3.000 jardines de infantes.7 Para avanzar en la jornada extendida o doble también hacen falta más escuelas. De allí que el macrismo suscriba todos aquellos planes y programas que apuntan a resolver, de forma ficticia, el problema. Jornada extendida en clubes, comedores, ONG’s, empresas vía pasantías. En la formación docente ocurrirá lo mismo.
Compañero docente, dispóngase a juntar más papelitos, porque su trabajo dependerá de ese puntaje. A aguantar, por lo tanto, largas horas de catarsis colectiva bajo la forma de “entrenamiento emocional”, donde parecerá que nos “capacitamos”. O de lo contrario, prepárese para la lucha.
NOTAS
1Esteban Bullrich: “Una nueva agenda educativa para la región”, II Congreso de Educación y Desarrollo Económico, 30 de junio de 2016, Bs As. Disponible en: http://goo.gl/rQNjat
2Spot oficial Nuestra Escuela. Se puede ver en: https://goo.gl/40jfi2
3Facebook oficial de Esteban Bullrich, 10/9/2013. Disponible en: https://goo.gl/KT40d3
4Bullrich, Esteban: “Un mejor sistema para una mejor educación”, 29/10/2016. Disponible en: https://goo.gl/jOCQIH
5Infobae, 22/11/2016. Disponible en: https://goo.gl/NPTX7U
6Parabuenosaires.com portal de noticias, 27/5/2015. Disponible en: https://goo.gl/iP1mT8
7La Nación, 13/4/2016. Disponible en: https://goo.gl/D6GSIg