Dos meses pasaron ya desde que un nuevo golpe de Estado fue perpetrado en América Latina. En aquel entonces, llamábamos a reponer, sin condiciones, al presidente depuesto Manuel Zelaya y a implementar, de manera inmediata la asamblea constituyente que las masas hondureñas venían reclamando.1 Sin embargo, Zelaya y la resistencia en Honduras han recorrido diferentes caminos en estos sesenta días de lucha. Senderos que los han llevado a veredas opuestas.
El intento de Zelaya
Antes del golpe, Honduras era testigo de la radicalización de un proceso reformista que tenía perspectivas de concretar ciertas transformaciones sustantivas. El presidente Mel Zelaya, ex integrante de uno de los partidos tradicionales burgueses, se hizo con el poder a través de un vuelco a la izquierda, posicionándose con la Venezuela de Chávez e incorporándose a la ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y El Caribe). A su vez, impulsaba la entrega de tierras, a trabajadores rurales movilizados, e incrementaba el salario mínimo a 4.500 lempiras en el área rural (cerca de 225 dólares) y 5 mil lempiras en zonas urbanas (cerca de 250 dólares). De hecho, en mayo de este año, El Heraldo de Tegucigalpa protestaba porque “Mel” dejaba a la economía hondureña “al borde del colapso”. En este proceso de supuesto descalabro, El Heraldo de Tegucigalpa, destacaba el aumento de “la masa salarial”, que en 2005 habría alcanzado los 13.719 millones de lempiras, en 2008 los 25.311 millones de lempiras, estimándose que en 2009 llegaría a los 27.512 millones. Escalada provocada por “el Estatuto del Docente y los aumentos salariales otorgados a la burocracia”.
El día del golpe, el pueblo se preparaba para una encuesta popular en la que decidiría la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, en donde las diferentes organizaciones sociales, populares y gremiales tendrían la posibilidad de iniciar una nueva etapa en la historia hondureña. La consulta incluía, también, la posibilidad de manifestar la opinión popular en torno a la reelección presidencial.
La importancia política de estos hechos debe realizarse atendiendo a las características de la sociedad hondureña. En este pequeño país centroamericano, de sus 8 millones de habitantes, más del 50% viven en situación de pobreza, según datos de la CEPAL. Esto lo convierte en el tercer país más pobre del continente, detrás de Haití y Nicaragua. A su vez, históricamente, Honduras y su clase dominante han sobrevivido gracias a sus lazos políticos, comerciales y militares con los EE.UU. En primer lugar, EE.UU. es su principal socio comercial, alianza enmarcada en un Tratado de Libre Comercio (TLC) avalado por ambos Congresos. Al mismo tiempo, James Petras ha estudiado la subordinación de las fuerzas armadas hondureñas al Pentágono, recibiendo entrenamiento, armas y financiación de los Estados Unidos.
En este marco, las tímidas reformas del bonapartismo intentado por Zelaya encontraron un estrecho límite en las posibilidades que la sociedad, la historia y la economía de su país le otorgaban. Con poco margen para experiencias reformistas, la débil burguesía hondureña se vio obligada a actuar radicalmente para sostener sus escasos márgenes de ganancia. De allí que en Honduras se haya quebrado rápidamente la cadena más débil de los bonapartismos latinoamericanos.
La radicalización de la resistencia
El Golpe de Estado fue rápidamente legalizado por la Asamblea Legislativa, colocando en la presidencia a Roberto Micheletti Bain, dirigente del mismo partido que Zelaya. Durante el golpe, la población fue incomunicada, cortándose los servicios de electricidad, teléfono y televisión, manteniendo en el aire solo algunos medios de comunicación oficialistas. Al mismo tiempo, el ejército era movilizado en las calles y reprimía a la resistencia con la excusa de una posible invasión militar venezolana. Mientras tanto, se apresaba a los principales enemigos de la dictadura: líderes sindicales, estudiantiles y de organizaciones sociales movilizados.
No obstante, el movimiento de masas no tardó en darse una organización para resistir al golpe, forjando el Frente Nacional contra el Golpe de Estado, constituido por organizaciones obreras, campesinas y populares, así como por los partidos y movimientos políticos de izquierda y centro que se han declarado en contra del golpe. El Frente acusó al conjunto de los partidos burgueses, a la cúpula empresarial, a las Iglesias católica y evangélica y a los principales medios de comunicación como responsables del quiebre institucional. También denunció la participación de los Estados Unidos y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), haciendo caso omiso de las declaraciones de Obama. Prueba de ello es la posición del embajador norteamericano Hugo Llorens, quien había declarado, días antes del golpe, estar en contra de la encuesta popular de Zelaya, asegurando que “no se puede violar la constitución, para crear otra constitución”, en declaraciones a La Prensa.
El Frente de resistencia caracteriza que el golpe es la respuesta al avance popular, expresado en la encuesta por la Constituyente que, de ser aprobada, ampliaría el poder del pueblo mediante la implementación de derechos civiles y laborales en beneficio de la clase obrera y el campesinado pobre. Frente a semejante ataque, la respuesta no se hizo esperar y las masas se lanzaron a protestar en las calles, en las plazas públicas y en la mismísima Casa Presidencial, enfrentando a miles de efectivos militares armados. A lo largo de estos meses, las protestas contra el gobierno de facto se sucedieron diariamente por toda Honduras con movilizaciones masivas, cortes de rutas y toma de edificios públicos.
A pesar de que la represión ya causó la muerte de tres manifestantes, más de 100 heridos y unos 2.400 detenidos, incluyendo la declaración de un estado de sitio de 3 días, el gobierno no ha logrado detener la resistencia. La clase obrera organizó, en la tercer semana, una movilización unificada con sus propios métodos de lucha: la huelga general y la toma de los centros de trabajo, comenzando con un paro general de 48 horas de las tres centrales sindicales del país (CUTH, CGT y CTH) los pasados 23 y 24 de julio, que se ha repetido el 30 y 31 del mismo mes.
Tomas Andino, del Partido Unidad Democrática de Honduras, declaró que “el frente de resistencia popular contra el golpe rechaza cualquier tipo de negociación con los golpistas, tanto como defiende la restitución incondicional del presidente Manuel Zelaya”. A su vez, añadió que las masas se han radicalizado debido a su propia experiencia, “ya no es cuestión de pedir un referéndum por la Asamblea Constituyente, queremos la Asamblea pero sin mediar negociaciones con las instituciones políticas que apoyaron el golpe”. Semejantes niveles de resistencia ya están haciendo mella en la dictadura, como plantea la Ministra de Finanzas, Gabriela Núñez, señalando que “la economía hondureña ha sufrido pérdidas por unos $36.8 millones diarios por las marchas callejeras y los bloqueos de carreteras del movimiento que apoya al depuesto presidente Manuel Zelaya”, como aseguró al Nuevo Herald, el 25 de agosto pasado.
La claudicación de Mel
Mientras el Frente de Resistencia profundizaba su enfrentamiento con el régimen, el presidente destituido se reunía con presidentes de toda América en busca de ayuda internacional. El 7 de julio, Zelaya viajó a Washington para reunirse con la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Días después, estuvo en la Republica Dominicana donde se reunió con el presidente Manuel Fernández, quien le otorgó su apoyo. El 4 de agosto fue el turno de México, donde Felipe Calderón lo recibió con los honores aplicados a los jefes de Estado, comprometiéndose a solicitar a EE.UU. la suspensión de toda la ayuda a Honduras. De allí, Mel partió hacia Nicaragua, en un avión prestado por el gobierno venezolano, continuando su gira por Ecuador, Brasil y Chile, donde consiguió el apoyo de los gobiernos sudamericanos.
El hecho trascendental de esta gira se dio en Costa Rica, donde la mediación realizada por su presidente proponía que Zelaya se reincorpore a la presidencia formando un “gobierno de unión y reconciliación nacional” que garantice “una amnistía general para los delitos políticos cometidos con ocasión de este conflicto”; se abstenga “de hacer llamamientos a la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente”; renuncie “a promover o apoyar cualquier consulta popular con el fin de reformar la Constitución para permitir la reelección presidencial”; y reafirme “el carácter profesional, apolítico, obediente y no deliberante de las Fuerzas Armadas hondureñas”.2
Lo llamativo de semejante “mediación” no es tanto que no dejaba en pie ni uno de los reclamos de las masas hondureñas, sino la aceptación de semejante propuesta por parte de Manuel Zelaya.3 A diferencia del gobierno golpista de Micheletti, que no retrocedió un punto de su programa, rechazando toda oferta que implique la reincorporación del presidente depuesto, Zelaya no tuvo ningún prurito en entregar las conquistas que el pueblo había conseguido con su lucha.
Pero el dato político central de este proceso es el rechazo de la mediación por parte del Frente de resistencia. La Confederación Unitaria de Trabajadores de Honduras (CUTH), mediante Juan Barahona, secretario general de la misma y coordinador del Bloque Popular, declaro que “con las negociaciones que se están llevando a cabo en Costa Rica nosotros, los movimientos sociales, creemos que no hay muchas expectativas en las mismas lo que se está haciendo es ganar tiempo a favor de este gobierno de facto para que ellos se consoliden en el poder y cavarnos nuestra resistencia a los movimientos populares”.4 Al mismo tiempo, el Frente de resistencia emitió un comunicado rechazando la mediación de Óscar Arias, señalando que el objetivo principal de la lucha es la conformación de una Asamblea Constituyente y solicitando que, en adelante, se tenga en cuenta la posición de la resistencia hondureña como una organización independiente. En una carta abierta al presidente costarricense, el Frente manifestó que “mantenemos nuestra posición de alcanzar procesos políticos incluyentes que permiten la participación democrática de hombres y mujeres, por medio de la instalación de una Asamblea Nacional Constituyente”.5 A pesar que no han renunciado al combate por la restitución de Zelaya, el Frente ha dejado en claro que no acepta ningún negociado que abandone el llamado a una refundación de Honduras y el juzgamiento de los responsables del golpe. Así lo expresó su periódico Resistencia, en agosto; “¡El pueblo exige la Constituyente! (…) La instalación de una Asamblea Constituyente Nacional para que redacte una nueva Constitución de la República, continúa siendo la exigencia fundamental de los sectores sociales que aspiran a superar el sistema social y económico que los oprime”.6
¡Asamblea Constituyente ya! Por un gobierno de trabajadores
Mel Zelaya, impulsado por las masas hondureñas, intentaba implementar un régimen bonapartista que otorgue ciertas concesiones al pueblo movilizado. Sin embargo, la debilidad de la economía nacional y los fuertes vínculos con los EE.UU. imposibilitaron la experiencia reformista cuando ésta comenzó a radicalizarse, determinando la rápida reacción de la burguesía hondureña. El golpe dejó en claro, una vez más, que los bonapartismos latinoamericanos no son el resultado de presidentes inspirados, sino del pueblo movilizado. A lo largo de estos 60 días de resistencia, mientras que las organizaciones sociales hondureñas radicalizaron su programa, Zelaya claudicó completamente entregando la sangre de las masas a cambio de un boleto de regreso. Los senderos se bifurcaron en Honduras y los trabajadores han profundizado sus niveles de conciencia revolucionaria. Mel Zelaya aceptó el programa del enemigo, lo que impone para nosotros, la lucha por una Asamblea Constituyente y por un gobierno de los trabajadores… ¡Sin mediaciones!
NOTAS
1Razón y Revolución: “Un nuevo ataque a los trabajadores. Golpe de Estado en Honduras. 28 de junio de 2009”, en El Aromo, n° 49,2009.
2Arias Sánchez, Óscar: “Acuerdo de San José para la reconciliación nacional y el fortalecimiento de la democracia en Honduras”, 22 de julio de 2009.
3La Tribuna, Honduras, 18/7/09.
4Tercera Información, España, 21/7/09.
5Frente Nacional contra el Golpe de Estado: “Carta abierta a Óscar Arias”, 19/7/09.
6Resistencia. Órgano de divulgación del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado, n° 14, Tegucigalpa, Honduras, Agosto de 2009.