El Cordobazo marcó el cierre del período de reflujo relativo de la clase obrera y la apertura del proceso revolucionario en la Argentina. Por su trascendencia, fue estudiado desde enfoques que intentan dar cuenta de sus causas, del accionar de las masas o de sus consecuencias políticas. Aquí nos interesa plantear cómo impactó en una de las organizaciones con más trayectoria de la nueva izquierda: el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-MALENA).
En el caso del MLN, la insurrección popular actualizó las discusiones sobre cuales eran las tareas adecuadas para llevar adelante la transformación social e impulsó en su interior una serie de cuestionamientos a su programa. Una fracción de su dirección, compuesta por Ismael Viñas, Osvaldo Pedroso, Raúl Montes y Julio Calderón,1 comenzó a realizar una serie de planteos a la línea programática que se había llevado adelante a lo largo de casi diez años de militancia. Por un lado, se criticó la estructura organizativa, el “movimientismo”, que la definía hasta el momento. Por el otro, se cuestionó al programa de liberación nacional que guiaba su accionar. Ambas críticas derivaron en una nueva propuesta organizativa que, sin embargo, no cristalizó en un proyecto sólido capaz de trascender las limitaciones del MALENA. A pesar de esta limitación, el análisis que presentamos pone de relieve un punto clave que aún hoy divide aguas en el campo popular: qué hacer con la burguesía nacional.
El MLN y el Cordobazo
Como anticipamos, al poco tiempo de ocurrida la insurrección popular, una fracción de la dirección del MLN llamó a una reunión de Junta Nacional, que fue realizada en Capital Federal. En ella, plantearon que el Cordobazo habría manifestado la incapacidad de la organización para dirigir el proceso y, además, la caducidad de sus planteos programáticos. Frente a esta situación, su planteo fue que el MLN se autodisolviera. Opuestos a este planteo, se encontraban Susana Fiorito (separada hacía algunos unos años de la Dirección Nacional, pero convocada para la discusión), Pico Vazeilles y “El Colorado”, entre otros. Este último sector resolvió separar a la fracción crítica de la dirección y enviarlos a militar a Dock Sud, en donde habría una célula con poco desarrollo militante. El grupo disidente habría entendido esta sanción como un envío al “ostracismo”, por lo que no acató la sanción y resolvió no cumplir con las actividades encomendadas.2
Como parte de esta lucha de tendencias, en noviembre de 1969, los disidentes editaron una publicación, Cuadernos de Polémica.3 En ella planteaban que había un déficit en las formulaciones teóricas sobre la relación entre la etapa mundial de la revolución y la etapa o carácter de la revolución en cada país, particularmente en la Argentina. Asimismo, sostenían que existía una ausencia de investigaciones de la realidad nacional, necesaria para resolver el problema anterior. Sin embargo, aclaraban que no se encontraban en condiciones de desarrollar esta iniciativa, en tanto implicaba abandonar “las tareas de la militancia política”.4 A su vez, planteaban que en la Argentina se había abierto una situación revolucionaria y que, frente a ella, la izquierda se evidenciaba incapaz de responder a las “exigencias concretas de la clase obrera” mostrando, de este modo, la crisis en la cual se encontraban. En tanto miembros de la dirección del MLN, el grupo asumía su cuota de responsabilidad en las desviaciones del Movimiento.
Con respecto a las críticas vertidas en contra de la estructura organizativa, el grupo urgía sobre la necesidad de formar el Partido de la clase obrera y de intensificar la presencia de revolucionarios profesionales que pudieran sostener su estructura. Tomando distancia de las formulaciones originales del MNL, afirmaban que siendo la Argentina un país plenamente capitalista, en el cual la revolución democrática burguesa ya había tenido lugar, la tarea del momento era bregar por la revolución socialista. Por lo tanto, consideraban imperioso construir una vanguardia revolucionaria. Esa construcción ya había estado planteada en el MALENA, pero sus límites programáticos habrían impedido la posibilidad de darle forma:
“los grupos que queríamos construir una vanguardia revolucionaria […] estábamos confundidos […] aprisionados entre un poderoso movimiento burgués nacionalista con gran fuerza en el proletariado”.5
Como podemos observar, la crítica hacia la estructura organizativa, hacia el “movimientismo”, derivaba de una crítica al nacionalismo burgués, defendido por el MLN. Éste último, diferenciaba entre la oligarquía aliada al capital monopolista imperialista y la burguesía de tipo nacional. Por ende, consideraba que aún quedaban tareas democráticas por realizar. A diferencia de otras corrientes, más ligadas al populismo, su planteo era que el sujeto que debía impulsar dichas tareas era el proletariado, aunque debía marchar en una alianza con la burguesía nacional. Esta posibilidad de incorporar al programa a una fracción de la burguesía y a vastos sectores populares, dio como resultado un planteo organizativo de tipo “movimientista”, capaz de contemplar los intereses de diferentes sectores objetivamente contrapuestos. Al cambiar la caracterización respecto al lugar de la burguesía nacional en el proceso de transformación social, los disidentes defienden otra forma de organización: un partido independiente de la clase obrera. La propuesta concreta del grupo de Viñas y Pedroso es la formación de una vanguardia de cuadros profesionales:
“el MLN necesitaba, para el desarrollo de su política, pensarse como un partido de vanguardia, como un partido de cuadros [una] organización muy ligada al pensamiento leninista respecto de la estructura, la modalidad e incluso la autoconcepción”.6
A su vez, realizan una crítica aguda sobre qué tipo de alianzas puede realizar la clase obrera durante el proceso revolucionario
“el MLN […] era un obstáculo […] Se hablaba de liberación nacional como si hubiera habido intereses objetivos de clase entre una burguesía nacional y el imperialismo y otros sectores burgueses altos asociados al imperialismo. Todo eso no existía […] porque la alianza burguesa era mucho más profunda […] y eso alejaba toda chance de imaginar que había ahí una potencialidad revolucionaria que pudiera acompañar, siquiera durante un período, al proceso por el poder. Y que más bien estaba centrado en el proletariado como núcleo, obviamente de vanguardia [junto] a todos los trabajadores y la pequeña burguesía no explotadora.”7
A pesar de estas críticas al programa de liberación nacional, este grupo arrastraba algunas concepciones ligadas a la caracterización anterior como la relación de dependencia que mantendría la Argentina con los países centrales y el lugar del monopolio imperialista en el atraso de su economía. Luego de esta lucha de tendencias, a fines de 1969 se llamó a una reunión de Junta Nacional en Córdoba, donde el grupo disidente ganó la votación y el MLN se dio por disuelto. Al poco tiempo, aquel formó Acción Comunista, mientras el resto de los militantes pasaron a incorporarse a otras organizaciones ya existentes o a militar sin ninguna relación orgánica con una estructura partidaria.
La caída
El proceso que inicia el Cordobazo provocó no sólo una crisis al interior de la burguesía, sino también en el interior de las organizaciones de la clase obrera. Ninguna crisis revolucionaria puede ser considerada como tal si no lo hace. Ninguna organización política puede permanecer al margen de estas convulsiones. En el caso del MNL, la lucha de clases impulsó la delimitación política en su interior: la liberación nacional contra el socialismo, el proletariado como sujeto contra el pueblo. El MALENA sufrió los mismos debates que atravesaron la política revolucionaria durante este período. Puede decirse que la victoria de la fracción que luego se constituirá en Acción Comunista responde a la inserción del programa revolucionario en el elemento militante. Al fin y al cabo, en medio de un movimiento cercano al peronismo surgió una fracción socialista cuya posición se impuso. Sin embargo, es también síntoma de su debilidad. En primer lugar, porque implica que, en momentos decisivos, una de las organizaciones importantes de la izquierda argentina no había resuelto cuestiones fundamentales de la acción política, como es el programa. En segundo, porque Acción Comunista no llegó a ser más que un grupo minoritario que no logró inserción en las masas ni la construcción de un corpus científico.
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1Estos cuatro militantes ocupaban cargos en la dirección de Capital desde casi toda la existencia de la organización y en el Secretariado Nacional. En el caso de Ismael Viñas él fue el fundador del MLN. Los dos últimos nombres son seudónimos.
2Entrevista realizada por la autora a Osvaldo Pedroso en marzo de 2009. Estas afirmaciones son compartidas por Ismael Viñas en otra entrevista efectuada por la autora en noviembre de 2007.
3Aguirre, Osvaldo, Calderón Julio, Montes Raúl y Viñas, Ismael: Cuadernos de Polémica nº 1, noviembre de 1969. De esta publicación salió un número solo. Osvaldo Aguirre es el seudónimo de Osvaldo Pedroso.
4Idem, sin numerar.
5Idem.
6Entrevista a Osvaldo Pedroso.
7Idem.