Juan Manuel Corvalán
Por estos días, la burguesía embanderada en el proyecto “K” sale a ganar la conciencia de las masas blandiendo el llamado a la “argentinidad”. Así, los “padres de la patria”, son convocados para decir que nuestro lugar de residencia o nacimiento pesan más que las diferencias de clase (“Todos somos argentinos” reza la propaganda oficial), para dar testimonio de la continuidad del orden burgués, para frenar el desarrollo de la lucha de clases: una fuerza auxiliar del orden y la continuidad de un sistema social puesto en cuestión por el Argentinazo. Sin embargo, la acción de estos “próceres” desmiente la manipulación kirchnerista. Veamos.
El estado argentino es el producto de un cambio en las relaciones sociales. Todo proceso de transformación social implica un enfrentamiento entre la clase detentadora del poder y la que aspira a la conquista del mismo. Esta lucha se desarrolla en diversos frentes, por lo cual las clases en pugna se dan una organización y un personal político adecuado a cada uno de ellos. A fines del siglo XVIII y principios del XIX, el desarrollo de la naciente burguesía del Rio de la Plata se veía obstaculizado por el régimen colonial imperante. Este conflicto se resolvió por medio de la lucha entre las fuerzas revolucionarias de la burguesía y las ligadas al estado colonial, proceso que se dio en llamar Revolución de Mayo. Parte integrante de este movimiento es el, por esta época del año, tan recordado Manuel Belgrano.
Propietario rural e hijo de comerciantes, Belgrano se formó intelectualmente en España, donde se nutrió de las encendidas teorías que expandía la burguesía europea. Una vez finalizados sus estudios, vuelve a Buenos Aires para emprender un programa de desarrollo burgués pero aún dentro del orden vigente: una estrategia reformista. Así, es nombrado secretario del Consulado de Buenos Aires. Desde su puesto impulsó reformas que tenían por objeto el desarrollo de la producción agrícola y manufacturera. Sin enbargo, su actuación se vio frustrada por la acción de los comerciantes monopolistas. Estos se apoyaban en su poder en el Consulado para mantener sus beneficios y anular todo desarrollo productivo al interior de la colonia. Desoídas sus propuestas, se mantuvo en el Consulado, divulgando sus ideas en diversas publicaciones en las que atacaba el régimen vigente. Es durante este período en que Belgrano pasa de cuadro reformista al interior del sistema, a militar activamente por el partido de la revolución. Comienza su actuación militar combatiendo en las invasiones inglesas e integrando la cúpula directiva del Cuerpo de Patricios, donde interviene para fraguar las elecciones en pos de asegurar una dirección burguesa. Participa en las insurrecciones del 22 y del 25 de mayo y el triunfo lo sitúa como miembro de la Junta. En 1811 dirige la expedición militar al Paraguay, con el objeto de expandir la revolución. Fracasa. Su acción militar no anula su activa militancia en el campo intelectual. Dota al movimiento de una bandera propia, poderoso productor de fuerza moral y ejemplo del arte al servicio de la lucha. Como miembro de las fuerzas revolucionarias, liquidó opositores sin ahorrar sangre. Su acción sacudió el orden, rompió la continuidad, impulsó la transformación social más profunda que existe: la revolución social.
Belgrano fue uno de los cuadros dirigentes más importantes de una clase en ascenso, la burguesía argentina, que creaba un mundo nuevo destruyendo el anterior sin ninguna contemplación, a sangre y fuego. Su transformación actual en un adocenado personaje que acepta el statu quo, contradice la verdad histórica. Que un tímido reformista, como Kirchner, se apoye en un revolucionario de ayer como forma de frenar la revolución de hoy, habla del agotamiento de la clase a la que pertenecen uno y otro. Lo que Belgrano ayudó a construir, progresivo en su momento, debe hoy ser liquidado porque su momento histórico ya pasó. Nada mejor que recordar cómo hicieron los “padres” cuando, como “hijos”, cometieron ese parricidio llamado “Independencia”, ahora que otros vástagos se aprestan a sacudir de sus hombros el peso muerto de la historia.