El jueves 7 de agosto murió Liborio Agustín Justo, (a) Lobodón Garra, (a) Quebracho, (a) Bernal. Suena a noticia vieja. Muchos lo daban por muerto pero ésta era una de las tareas que le quedaban pendientes. Podría decirse que no debía haber muchas otras. Ya en la década del 30 había escrito su autobiografía bajo un título desafiante “Prontuario”. Y lo tenía. Para la leyenda quedó congelado su “abajo el imperialismo” en la cara del presidente yanqui F.D.Roosevelt y del argentino Agustín Justo, su padre. Pero había más. Dirigente universitario reformista, ballenero en las Georgias -de donde volvió con su libro “La tierra maldita”-, un inmigrante más en el Buenos Aires de la desocupación del ’30, bajando desde Antofagasta con los expulsados por la crisis de la pampa salitrera chilena, mensú en un obraje del Alto Paraguay, militante trotskista en el Harlem neoyorkino.
Entre finales de los ’30 y comienzos de los ’40 jugó un rol importante en la organización del trotskismo en el país. Militó en el “antientrismo” al Partido Socialista pugnando por garantizar una publicación periódica de la Cuarta Internacional. Lo consiguió con “La Internacional” que fue la base del G.O.R. Participó de los debates centrales de la época: el carácter de la revolución en la Argentina y del partido.
En el primero su caracterización de la Argentina como país semicolonial y la lucha antiimperialista dividió aguas. No llevó hasta el final esta concepción y eso le costó no posicionarse correctamente frente a la emergencia del nacionalismo de masas. Terminó enfrentado a Trotsky por el apoyo de éste a la nacionalización del petróleo de Cárdenas, asimilando las limitaciones de la burguesía mexicana a una mera maniobra del imperialismo yanqui en detrimento del británico.
Con respecto al segundo, Alejandro Barton analiza en RyR 9 su planteo de “partido de cuadros” en un momento de reflujo (1939) en contraposición con la concepción de Nahuel Moreno de “ir hacia la clase obrera”.
Pasada esta etapa se convirtió en un francotirador, un outsider que polemizaba con una ironía cada vez más ácida sobre todo y contra todos.
Llegó a los 100 años. Sospecho que debe haber barruntado la ocasión: los periodistas se encandilan con los aniversarios. Militantemente afiló una declaración con la paciencia del ballenero de las Georgias. El periodista apareció como lo había previsto y entonces Liborio disparó: “»Al cumplir 100 años de vida y de acuerdo con los ideales que la distinguieron y por los que he luchado, declaro que los problemas que aquejan a la Argentina, donde he nacido, no tienen solución dentro del capitalismo sobrevivido y podrido en que vivimos, por más ajustes, planes y blindajes con que se trate de componerla».
Buen final.
Lupín, lupo, lobo: primeros síntomas de una traición anunciada.
Eduardo Sartelli El Hombre-que-amenaza, alias Néstor Kirchner, ha comenzado a mostrar su