Por Fernando Dochevsky – La idea de que el mundo es rehén de la OPEP1 pareciera sintetizar el sentido común acerca de por qué sube el precio del petróleo. Se suele entender a ésta como portadora de un poder ilimitado para ejercer presión sobre los precios. En la bibliografía específica sobre el tema encontramos dos grandes posiciones con respecto a este problema. Una corte más liberal suele enfatizar en las violaciones al libre juego de mercado provocadas por la situación monopólica de la industria. Este es el planteo de autores como James Griffin y David Teece, quienes enfatizan el carácter no competitivo y cartelizado de la producción de crudo.2 Esta concepción trasladada al sentido común es harto conocida: presenta la elevación en los precios del petróleo como resultado del poder desmedido de los personajes políticos que dominan las empresas estatales, dueñas del crudo en estas regiones. Así es que pueden hacerse de recursos para reafirmar su control económico y el sometimiento de la población. La solución, entonces, es quitar del medio a este personal y devolver las empresas al capital privado. Al cercenar el poder de quienes manipulan, acorde con sus caprichos, el precio del crudo, este tenderá a colocarse en su justo punto de equilibrio; al mismo tiempo que las mujeres podrán andar con minifalda por las calles de Medio-Oriente.
Frente a esta posición, una visión nacionalista del problema coloca las subas en el precio del crudo en términos de una revancha de los países del Tercer Mundo contra los países centrales. El accionar del personal político de los países petroleros es presentado como ejemplo de defensa de la soberanía nacional. En la bibliografía específica, esta posición es reconocible en autores como el irakí Al-Chalabi quien califica la suba del precio, sucedida a principios de los setenta, luego de la creación de la OPEP, como un fenómeno excepcional en la historia del comercio internacional. Según el autor, la “revolución” generada por la OPEP vino a dar vuelta la relación de términos de intercambio desfavorable para los países exportadores de materias primas.3
Si bien estas posiciones se presentan como enfrentadas, ambas comparten un mismo presupuesto: reducen el problema de las subas de precios al accionar de los terratenientes petroleros, tomándolos en forma aislada. Por lo tanto, colocan a las acciones políticas de los terratenientes como único determinante en las fluctuaciones del precio, sobre todo, desde su asociación a comienzos de los setenta en la OPEP. Esta organización, más allá del signo que se le adjudique, es examinada en abstracción del desarrollo de la rama y su vinculación con la marcha de la crisis mundial.
La aparición de la OPEP
El precio del petróleo es un punto axial en el debate sobre el devenir de la economía mundial. Su condición de insumo básico para el desarrollo económico lo convierte en un factor esencial que determina las posibilidades de crecimiento de la industria. De hecho no son pocos los autores que plantean una relación directa entre el formidable crecimiento económico de posguerra y la posibilidad de acceso a petróleo barato. Entre 1945 y 1970 el precio promedio estuvo alrededor de los 13 u$s de 2005 por barril, frente a un promedio de 40 u$s entre 1974 y 2005.4 Entre estos dos períodos se encuentra la crisis de 1973-74 como punto de inflexión.
Hacia finales de la década de 1960, la industria del petróleo venía sufriendo una transformación de suma importancia. A partir de la posguerra y durante las décadas de 1950 y 1960 los países de Medio Oriente comenzaron a desplazar a Estados Unidos en tanto principal región productora de crudo.5 En consecuencia, estos países cobraron fuerza en la definición del precio del petróleo. Así, en 1960 y como respuesta a la baja del precio oficial del crudo por las grandes compañías distribuidoras, se creó la OPEP. Su objetivo fue encargarse de coordinar las medidas a seguir por los países asociados. El petróleo de estos países contaba con una doble ventaja: una alta concentración de reservas y costos sustancialmente menores para su extracción. Esto daba lugar a que la comercialización internacional del petróleo permitiera la apropiación de una masa de renta por encima de la ganancia media de la economía. La posibilidad de apropiación de renta trajo consigo disputas por su apropiación entre las petroleras (que en su momento dominaban la producción de estos países) y el Estado.
Las primeras manifestaciones de estas disputas se observaron en cláusulas por las cuales las petroleras debían consultar al organismo estatal correspondiente el precio a fijar. La puja por el precio continuó y tomó forma en la Conferencia de Teherán, reunida en 1971 e impulsada por Libia. Aquí se sancionó un alza en el precio del petróleo del orden del 2,5% para compensar la inflación mundial. Sin embargo, la situación monetaria empeoró y se profundizó la devaluación del dólar. Esto impulsó a los países productores a encarar colectivamente la negociación con las petroleras, lo cual desembocó en un nuevo acuerdo, en 1972, por el cual el precio del crudo volvía a incrementarse. Esta vez en un 8,5%.
Al mismo tiempo, se instauró un mecanismo por el cual se corregían automáticamente los precios ante cualquier modificación en el poder de compra del dólar. Hacia 1973 los países de la OPEP, luego de una reunión realizada en Kuwait, en octubre de ese año, determinaron que, en lo sucesivo, los países miembros resolverían las variaciones de los precios de manera totalmente independiente de las petroleras. A su vez, durante esta reunión los precios fueron colocados un 70% por encima de los acordados en el Acuerdo de Teherán y luego pasarían a triplicar los valores previos. A partir de aquí comenzó el cambio en las relaciones entre los Estados y las petroleras privadas, que desembocó en las nacionalizaciones que se sucedieron promediando la década del 1970.6 Fue, a su vez, durante estos años cuando la OPEP cobró trascendencia a nivel internacional. La OPEP tuvo en adelante un lugar protagónico en el devenir de la industria petrolera y constituyó el eje de las discusiones sobre las variaciones en el precio del crudo. Sobre este punto encontramos que la mayoría califica a la OPEP como un cartel que rompe con la lógica de mercado. Un ejemplo de esta posición la vemos en Griffin y Teece. En su obra ya citada, comparan el comportamiento de la OPEP con tres modelos ideales de comportamiento competitivo. Su conclusión los conduce a rechazar los tres modelos y a afirmar que el que mejor cuaja para la OPEP es el de cartel. En consecuencia, el período 1971-1983 es entendido como un período de cartelización de la rama. En contraste, autores como Bina observan un movimiento contrario. El autor plantea que los sucesos de 1973-1974 respondieron a una crisis de reestructuración de la industria petrolera: lo que aparecería aquí es un pasaje de la cartelización a la descartelización. El autor reconoce la existencia de un período cartelizado, pero previo a la denominada crisis del petróleo. Él entiende esta etapa inicial, cartelizada, como un período necesario de acumulación originaria en la rama, y la crisis de 1973 como un traspaso de una situación en la que la industria petrolera se encontraba dominada por carteles norteamericanos, a un momento de génesis de un mercado mundial competitivo y de formación de rentas diferenciales a nivel internacional. Así, lejos de ser resultado de decisiones arbitrarias de la OPEP, con la conformación de un mercado mundial del petróleo, el precio pasó a determinarse en torno a los pozos menos productivos. Es decir, los norteamericanos.
En este sentido, Bina marca una relación directa entre las subas de precios durante los setenta y la caída en los rendimientos de los pozos formadores del precio. Así, el autor parte de una concepción radicalmente distinta de la OPEP. Según él, no tiene facultad de influir a su antojo en el precio de mercado. Esto lo demuestra con un estudio en el cual coteja las fluctuaciones de precios y las reuniones de la OPEP durante las últimas décadas. A partir de aquí concluye que todas las reuniones en las que se decidió influenciar el precio, imponiendo cuotas de producción a los miembros, el precio varió en la medida que se desprendía o se anticipaba de la tendencia que venía siguiendo. A su vez, muestra como las cuotas de producción pocas veces fueron respetadas por los miembros. En definitiva, concluye que la OPEP, más que un cartel, siempre fue una asociación de competidores.7
Competencia y crisis
La obra de Cyrus Bina nos permite superar la falsa oposición planteada por liberales y nacionalistas. Tanto unos como otros dejan a un lado el análisis del desarrollo histórico concreto de la rama, para focalizarse en el accionar de los terratenientes tomados en abstracto. A su vez, consideramos que Bina contribuye a las discusiones sobre el monopolio que encaramos en ediciones anteriores de El Aromo. Allí, frente a quienes ven el capitalismo actual como una etapa dominada por grandes monopolios, reafirmamos que lo prevaleciente es la competencia y, en definitiva, la Ley del valor8. En esta discusión, la obra de Cyrus Bina tiene una gran importancia., porque descubre la competencia aún en una rama donde se suponía inexistente. En este sentido, constituye un duro golpe contra la teoría del capital monopolista. A pesar de estos méritos, consideramos necesario prestar especial atención a la vinculación orgánica entre la rama y el contexto económico general para entender la evolución de los precios. Mirando sólo la rama no es posible explicar por completo las variaciones de precios. Es que la suba de estos no fue un fenómeno que afectó únicamente al petróleo, sino que repercutió en los commodities en general. Este movimiento apareció como antesala de la crisis económica general de los setenta. El “calentamiento” de la economía, en un contexto de agudización de la competencia entre los capitales, presionó los precios hacia arriba de la mayoría de los productos básicos. Esto lo observamos en el gráfico que acompaña este artículo. Allí apreciamos como la crisis se manifestó de manera proporcionalmente similar en otros commodities además del crudo. A su vez, vemos que el movimiento similar, de los artículos seleccionados, se repite en la caída de los ochenta. La causa de esto se encuentra en el aplacamiento de la demanda provocado por efecto de la recesión internacional. Hoy, devaluación del dólar mediante, vemos subir los precios nuevamente; no sólo el del crudo. Imagine el lector lo que sucederá si la crisis del mercado inmobiliario en los EE.UU. desemboca en la recesión…
Notas
1Organización de Países Exportadores de Petróleo.
2Griffin, James y David Teece: OPEC behaviour and world oil prices, Ed. George Allen & Unwin, Australia, 1982.
3Al-Chalabi, Fadil: La OPEP y el precio internacional del petróleo: el cambio estructural, Siglo XXI, México, 1984.
4Véase British Petroleum: Statistical Review of Energy, 2006, en www.bp.com.
5Véase Energy Information Aministration, en www.eia.doe.gov y OPEP: Annual Statistical Bulletin, 2005, en www.opec.org
6Sobre el problema de la producción petrolera y la nacionalización, veáse: Dachevsky, Fernando: “Capitalismo siglo XXI. Sobre las nacionalizaciones petroleras en Venezuela”, en El Aromo, nº 35, 2007
7Las nociones del autor aquí sintetizadas puedenverse en: Bina, Cirus: “Some controversies in the development of rent theory: the nature of oil rent”, en Capital & Class, nº 39, 1989 y en Bina, Cirus y Minh Vo: “OPEC in the epoch of globalization. An event study of global prices”, en Global Economy Journal, Vol. 7, 2007.
8Veáse Kornblihtt. Juan: “Goodbye Marx. Las teorías sobre el capital monopolista y el supuesto fin de la competencia”, en El Aromo, nº 37, 2007.