Por Romina De Luca – La dinámica social no se evidencia a simple vista y a veces ciertos hechos necesitan ser desandados para entender sus causas profundas. La muerte de dos compañeros docentes (una maestra y un auxiliar) el pasado 2 de agosto en la Escuela Primaria 49 de Moreno, provincia de Buenos Aires, evidenció la decadente situación de miles de escuelas en la mayor jurisdicción educativa del país. Sin embargo, la mayoría de las explicaciones que se dieron refieren solo a una parcialidad. El hecho fue interpretado como una “tragedia” que podría haber sido mayor si se producía con los niños en la escuela. También como consecuencia del ajuste de Vidal y del FMI.
Pero veamos que comienzan a multiplicarse casos por doquier: en Melchor Romero un trabajador terminó electrocutado en una escuela cuyos “desperfectos” datan de 2005. Docentes y alumnos se intoxican con monóxido en escuelas de Vicente López, Tigre, Cañuelas, General Rodríguez, Marcos Paz y la lista continua y se extiende en el resto de las provincias. Explotan calderas y “chanchas” en escuelas de Mar del Plata, de Entre Ríos, Neuquén, Santa Cruz y Río Negro. La larga lista muestra que el deterioro de las escuelas acumula décadas: edificios viejos que no se mantienen, escuelas en zonas de riesgo ambiental (contaminación por fábricas, zonas inundables, napas contaminadas), instalaciones eléctricas colapsadas, falta de gas, de mobiliario, déficit en las paredes, en los pisos, cloacas colapsadas, reparaciones parciales, ampliaciones ad hoc (cierre de patios para crear aulas, aulas modulares) son algunos ejemplos sin repetir ni soplar. Resulta todo un síntoma que la publicación de los datos del Censo de Infraestructura, del 2014, solo se haya publicado en un “muestreo” y aguarden eternamente su procesamiento. Que el último Censo completo sea el de 1998 habla de la magnitud del problema de eso que nadie quiere medir.
Obviamente, los oportunistas de siempre piensan en cargar las tintas sobre Vidal y su ajuste. Va de suyo que la gobernadora es responsable por el estado de las escuelas en la provincia y por las dos muertes laborales de Sandra y Rubén. Pero ella no es la única: todo el personal político, de Vidal a Cristina, pasando por Macri, Alfonsín y Menem, gestionan la degradación educativa. La infraestructura es un capítulo más. En efecto, la reiteración aquí y allá de escuelas que se convierten en un potencial Cromañón requiere otro tipo de explicación que la de las “fatalidades” y de los accidentes que se suceden como si se tratara de una maldición. Se explican más bien por la crónica falta de inversión en las escuelas argentinas, situación que ha sido además consolidada al aceptar la “para-estatalización”. El argumento pro-fines que defendía que cualquier espacio puede convertirse en una escuela le hizo flaco favor a esa degradación que hoy se cobró dos víctimas. Estamos ante un crimen social porque es la dinámica del funcionamiento de la sociedad capitalista la que privilegia (en todos los planos) la ganancia a la vida. El Estado (burgués) es guardián y garante de ese modus vivendi. Por eso no estamos frente a un “accidente” ni a una “fatalidad” sino frente al resultado del funcionamiento de esta sociedad capitalista en descomposición. La sociedad actual pone a miles de trabajadores en situaciones de riesgo permanente, generando muertes o accidentes evitables producto de las pésimas condiciones de infraestructura escolar. Todas las escuelas son un Cromañón en potencia y de no mediar un verdadero plan de infraestructura bajo control de los trabajadores, el episodio de la 49 se volverá a repetir.
En realidad las escuelas argentinas son un cromañon en más de un sentido. La degradación social y escolar es permanente. La escuela se hunde reforma tras reforma, década tras década. Hoy la prensa burguesa reconoce lo que dijimos hace muchos años ya: la promoción automática garantiza la circulación de la matrícula que pasa por la escuela pero al egresar los alumnos no consiguen comprender un texto sencillo. Un horizonte embrutecedor que encuentra a la vuelta de la esquina el regreso del analfabetismo. A ellos no les importa pero a nosotros sí. La escuela-cromañón hace de la escuela un lugar sinsentido, degradado y degradante que gestiona de forma eficiente la descomposición social. Porque desde la década del ’80 para acá, la pobreza y el desempleo estructural se consolidaron en un 30% en promedio y, con ellos, la fragmentación de la escuela y su degradación para cumplir con ese destino. Este sistema social crea y sostiene escuelas pobres para pibes pobres, donde su vida y su educación no valen absolutamente nada. Vidal es la última llegada a esta fiesta decadente.
Para peor, los docentes parecemos acostumbrarnos a que estos son problemas de otros. Otros hablan de la crisis de infraestructura que se lleva nuestras vidas, hablan de los resultados y la calidad. No vaya a ser que nos acusen de meritocráticos. Otros hablan de la crisis educativa y gestionan supuestas soluciones que no son más que la profundización de un cuadro senil y, también son otros los que hacen propuestas para la implementación de la ESI, valga de ejemplo la cruzada de la Iglesia. Una vez más, es hora de tomar el problema en nuestras manos. Repetimos una vieja fórmula: si la escuela quiere salir del atolladero debe poner en cuestión el sistema social que la coloca como máquina de la reacción, de la represión y del embrutecimiento masivo. El camino es largo porque implica poner en pie otra sociedad. Si queremos construir una escuela laica y científica debemos abrazarnos a la construcción del socialismo. En ese camino tenemos mucho que pensar. Hay que recuperar a la escuela: Congreso Educativo para decidir qué escuela necesitamos.