Por Marina Kabat – En Propuesta indecente Robert Redford ofrecía dinero a una pareja por pasar una noche con la esposa, interpretada por Demi Moore. Ese film despertó un debate que giró en torno al interrogante ¿aceptaría usted una oferta semejante? De esta manera, se sometía a juicio la moralidad de la pareja, sin cuestionarse la del galán. Nadie preguntó, ¿pagaría por acostarse con una mujer casada? Citando a Sor Juana, “¿quién es más de culpar, la que peca por la paga o el que paga por pecar?”. Quien se ve en la necesidad de prostituirse es criticado y no quien ha motorizado esa prostitución. Es más, esa persona aparece en el rol de juez. Al entorpecer los planes de la pareja, Redford parece estar dándoles una lección, sancionándolos. Él los ha puesto a prueba y al fallar, los castiga. Puede darles lecciones de moral, mientras la suya propia nunca es cuestionada. Por supuesto, tampoco se discute la moralidad de un sistema que convierte en mercancía todo lo que toca.
Algo similar sucede con El método. En este caso siete aspirantes a un cargo ejecutivo competirán entre sí por el puesto, siendo ellos mismos los encargados de eliminar a los candidatos. Nuevamente, ya desde la campaña de la publicidad nos plantean el dilema moral en términos individuales1 ¿Qué harías por conseguir un empleo? ¿Hasta dónde serías capaz de llegar? Nadie pregunta ¿qué haría su empresa para seleccionar los mejores ejecutivos? ¿Qué métodos utilizaría? El derecho de la empresa no se cuestiona y resulta, por ello, legitimado. Muchos ven en la película una aguda crítica al “capitalismo exacerbado”, a las grandes corporaciones o al FMI. Sin embargo, esta crítica que nunca abarca al sistema como tal, no se realiza desde una mirada superadora, sino desde un escepticismo que se torna reaccionario. Más allá de alguna buena ironía respecto de la flexibilidad laboral, el discurso del film resulta derrotista y, como en Propuesta indecente, la verdadera crítica termina recayendo sobre el más débil.
Su divinidad, el capital
En el film el poder del capital aparece magnificado. No se sabe a qué se dedica la empresa, quién o quiénes evalúan a los aspirantes. Por el contrario, la empresa lo ve y lo sabe todo, es omnisapiente y todopoderosa. El escenario de la acción parece un gran panóptico destinado a vigilar y castigar a los aspirantes. El encierro, habilita una segunda operación, su separación de las relaciones sociales. Sólo al inicio, mientras se pasan los títulos, se enfoca el mundo externo a la empresa y a los aspirantes en su entorno preparándose para la entrevista. Pero una vez en la oficina toda referencia a ese mundo desaparece, cada uno es desgajado de los vínculos que lo constituyen. La escena del baño, que algunos han juzgado fuera de lugar, resulta desde esta perspectiva necesaria. Pues lleva al paroxismo esta visión atomística de la existencia humana: incluso la sexualidad aparece como un acto individual que requiere del otro sólo como soporte.
La omnipotencia del capital se refuerza incluso mediante elementos que superficialmente podrían ser vistos como críticos o progresistas, pero que en el conjunto refuerzan el mensaje reaccionario. La gran marcha antiglobalización no altera en nada la vida de la empresa, lo que acentúa la imagen de su poder. Incluso, la firma utiliza esta movilización para tenderles tretas a los aspirantes. Si su voluntad no fuera insondable, uno pensaría que ha escogido el día de la entrevista para que coincidiera con este suceso. Cuando les sirven a los postulantes un refrigerio, se les advierte que ha llegado frío por la manifestación. Pareciera que no es cierto. La empresa ha procurado adrede una comida no sólo fría, sino repugnante para evaluar la reacción de los aspirantes al presionarlos a comerla. Además, la movilización será una excusa para testear la posición política de los participantes. Pero, más importante, los juicios sobre la manifestación condensan el mensaje del film. Todos coinciden en que las osas están mal y, sin embargo, descreen de una posibilidad de cambio. Ricardo, el personaje representado por Echarri, dice mirando la movilización: “les admiro la convicción” y pregunta “¿acaso vos no saldrías a gritar a la calle si creyeras que algo cambiaría?” El aludido responde, “si creyese…”
La mirada de Piñeyro
Es importante analizar cómo aparece la manifestación, puesto que es uno de los elementos que podrían interpretarse como progresistas. En primer lugar, es poco lo que de ella realmente se ve. Al inicio encontramos algunas imágenes mediadas por la televisión, luego se observan problemas en el tránsito, pero la movilización no se enfoca directamente. Los protagonistas intentan verla desde afuera, desde lo alto del edificio de la empresa. Finalmente, la única imagen directa es la calle vacía, los desechos estériles que quedaron y que componen esa apocalíptica escena final. Ya en Tango Feroz Piñeyro había filmado una marcha para marcar su descreimiento de que ésta sirviera para algo. Allí Tanguito busca a Cecilia Dopazo, se la lleva de la marcha y suben a la terraza donde tienen sexo. La marcha se sigue viendo, nuevamente, desde afuera y desde las alturas.2 Tanguito le pregunta por qué marchan, y cuándo ella le responde que lo hacen contra las detenciones del día anterior, él, cínico le responde “¿y mañana van a marchar por los que detengan hoy?” Otra vez, la marcha como una acción inútil, que es vista a la distancia por los verdaderos protagonistas.
Se reconoce que las cosas están mal, pero nada puede ser cambiado. Este escepticismo queda atestiguado, en la imagen final, Nieves, derrotada y herida personalmente, se aleja de la empresa, camina sola a su hogar, la calle brinda un panorama desolador, la movilización no ha dejado tras de sí más que carteles quemados, una calle vacía y sucia. Antes, se había apelado a una ironía de cierto cinismo: mientras los concursantes se destruían mutuamente, se escucha el grito de la calle “el pueblo unido jamás será vencido”. La película parece decirnos, que esa unión nunca será posible, que la solidaridad no existe. Que el hombre es cruel y que la empresa es capaz de potenciar y aprovechar para sí esa supuesta naturaleza humana.
La voz de la conciencia, viene paradójicamente del personaje de Echarri, miembro de la empresa disfrazado de aspirante. Es él quien les remarca a los concursantes que están siendo humillados, quien señala que si las cosas pudieran cambiarse se las cambiaría, quien alimenta el miedo por el poder de la empresa y les repite a todos “¿tendrá un secreto de cada uno guardado?” Esto mismo hace el autor, disfrazado de uno de nosotros viene a susurrarnos que las empresas pueden hacer con nosotros lo que quieran, que su poder es gigantesco e inconmensurable, que no son molestadas por las manifestaciones en contra del sistema, sino que pueden aprovecharlas para sus fines.
Al eliminar al narrador, el autor pretende borrar su subjetividad y simula así mostrarnos la realidad sin mediaciones. Pero todas las opciones que ha tomado reflejan una filosofía de nítidos contornos. El film reproduce una visión foucaultiana con todos sus errores. Por un lado, se predica la omnipotencia del poder/ empresa. Pero, al mismo tiempo, se lo diluye al plantear que está en todas partes: el egoísmo está en todos los que pertenecen al sistema, son los mismos aspirantes quienes cruelmente descartan a sus competidores. Ambos argumentos se refuerzan y ese poder que parece estar en todos lados, incluso en nosotros mismos, es por ello más fuerte e insondable. Afuera, los que protestan, portadores de una convicción que, por carecer de razones, es emocional y en última instancia equivocada o condenada al fracaso.
Planos generales
¿Quién que haya salido a buscar empleo no se ha sentido humillado o ha realizado con cesiones? Largas filas y esperas para luego no resultar entrevistado; ocultar los motivos de “desvinculación” del anterior trabajo, cuando no posiciones políticas o sindicales; mentirse católico para conseguir un puesto en un colegio religioso; presentarse con pollera y maquillada porque eso nos piden al decir “buena presencia”. Por eso el malestar por la película y por la pregunta de su publicidad. Éstas arrojan dudas sobre la moralidad del débil, mientras que no cuestionan el sistema culpable de la situación. Bajo el capitalismo los obreros son esclavos que deben buscar su amo. El film retrata a un grupo peleando entre sí en esa búsqueda. Los examina en detalle en primeros planos que nos van mostrando a cada uno de ellos en su lucha aislada contra el resto. Por supuesto, allí en el individuo no puede encontrar respuesta, de ahí la caída en el escepticismo. Por eso es bueno recordar que la realidad no se compone de la sumatoria de planos cortos, de individuos. Existe la acción colectiva. Hay competencia, pero también la solidaridad; el poder del capital puede ser conocido y combatido. El obrero solo está a merced del capital, pero mediante la organización puede combatirlo. Es cierto que se dirá que los personajes no pertenecen al mundo obrero, que son aspirantes a puestos gerenciales. Pero en ningún lado aparece ningún contrapunto que nos permita saber que el director distingue entre unos y otros, ni que permita al espectador distraído hacer la distinción entre “gerente” y “ser humano en general”. Así, fácilmente se pasa de esos aspirantes a cargos directivos a los aspirantes a cualquier cargo.
El problema del arte es que sus razones martillan en lo más hondo de la persona. Esto explica parte del profundo efecto desmoralizador de la película. Por eso aconsejo al espectador a quien el film le haya dejado un mal sabor, que busque solaz en otra expresión artística. Para ello le recomiendo un cuento, “El cigarrillo”3. Verá allí que no todo es competencia y que aún en los momentos difíciles, brilla la solidaridad. Quizás entonces recuerde otras vivencias: los consejos, las pequeñas ayudas de desconocidos que en esas horas de espera y vulnerabilidad en la búsqueda de un empleo le habrán prestado su ayuda, como me ha ocurrido a mí.
Notas
1 La búsqueda de una respuesta en términos morales individuales sólo puede llevar al escepticismo, como ocurre en este film, o al idealismo, como sucede con el Partido Socialista y su búsqueda de un superhombre. Ver: Pacheco, Julieta: “Teatro, moral y socialismo. Acerca de la temática del superhombre en la ideología del Partido Socialista”, en Razón y Revolución n° 13, invierno del 2004 y también “Cultura socialista, cultura reformista” en El Aromo, n°11, junio de 2004.
2 Una analogía puede hacerse entre estas escenas de Piñeyro y la muestra del pintor Mariano Sapia que reseñara Nancy Sartelli. Allí también el punto de observación escogido, siempre ubicado en las alturas, representaba la externalidad y la distancia del autor frente a lo representado. Ver: “Miradas desde el puente”en Razón y Revolución n° 7, verano del 2001.
3 Julio Cesar Silvain: “El cigarrillo”, en Primer concurso literario Las flores del aromo, Ediciones ryr, 2004.