Alemania, el Brexit y la crisis en Europa
La UE fue construida por las burguesías alemana y francesa. Lenta y trabajosamente luego de la posguerra. Más aceleradamente, a partir de la crisis de los ’70. La crisis que atraviesa puede llegar a derivar en un nuevo salto: la hegemonía exclusiva de Alemania. Su entrada en la disputa mundial como potencia seria, en medio de una crisis galopante, amenaza con incubar un escenario cercano al que desató las dos guerras mundiales.
Nadia Bustos
Grupo de Análisis Internacional
El pasado 23 de junio el Reino Unido llevó adelante una consulta respecto a la permanencia o salida de la Unión Europea (UE). La opción que llevaba al país a abandonar el bloque ganó con el estrecho margen de 51,9%, causando alboroto en los mercados y en la dirección de la UE. Estamos ante la profundización de un proceso que comenzó a construirse en la posguerra, pero que toma su impulso final con la crisis de los ’70 y la caída de los estados obreros. Para entender el problema, hay que repasar la historia de la integración de capitales en Europa bajo la forma de Unión Europea, el funcionamiento de la unidad y los conflictos entre las diferentes burguesías nacionales.
A la conquista de Europa
La cuenca del Ruhr fue, desde fines del siglo XVIII, un lugar importante para la provisión de carbón para las industrias y la producción energética. Por este motivo, la zona fue foco de disputa entre Alemania y Francia en varias oportunidades, durante todo el siglo XIX y gran parte del XX. Luego de una serie de enfrentamientos que llevaron a la destrucción del corazón del capitalismo, en ese momento Europa, Alemania pareció sumergirse en un abismo profundo, económico y político.
El fin de la Segunda Guerra Mundial trajo aparejado el control sobre las posibilidades de rearme germano. Pero la aniquilación de capital sobrante durante el enfrentamiento, permitió un relanzamiento de las condiciones de acumulación en la región. Luego del Plan Marshall, la primera manifestación fue la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), acordado en París, en 1951, que estableció la libre circulación de estos productos, sin derecho de aduana ni impuestos. Alemania fue la gran organizadora. En ese mercado se integraron los países que en 1944 habían conformado la unión aduanera conocida como Benelux: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. La adopción de decisiones se realizaba mediante la Alta Autoridad, formada por nueve miembros de los países involucrados. Además, se creó una Asamblea, encargada del control del organismo, conformada por 78 diputados delegados de los Parlamentos Nacionales. Alemania, Francia e Italia poseían 18 diputados cada uno, convirtiéndose en los países con mayor representación. Pero Alemania era el principal productor de carbón y acero. El establecimiento de un mercado común para esos productos era esencial, ya que permitía el acceso a estos recursos a las industrias locales a un bajo costo.
Hacia 1957, se crean dos nuevas comunidades, una de carácter económico (CEE) y otra específica para la energía atómica (EURATOM). A diferencia de la CECA, la CEE permitía la integración de otras ramas de la economía en una unión aduanera. Obligaba además, a la supresión de las barrearas no arancelarias, el establecimiento de la libre circulación de personas, servicios y capitales. Establecía una política agrícola común, que establecía los precios y la cantidad de mercancías a producir. Esta política beneficiaba fundamentalmente al sector agrícola francés. La toma de decisiones dentro de la CEE se realizaba a través de un Consejo formado por los jefes de los Estados miembros. Se establece además una Comisión que posee el monopolio de la iniciativa legislativa, conformada por representantes de los gobiernos. Es decir, en un comienzo la Comunidad Europea representaba una alianza de la burguesía alemana con la francesa.
Hasta el momento, el Reino Unido se había retirado de todas las conversaciones para participar de la comunidad, dada su alianza con EE.UU. Como respuesta a la CEE, creó en 1960 el European Free Trade Associaction (EFTA) con Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal, Suecia y Suiza. Finalmente, en 1962 el Reino Unido solicitó su adhesión, aunque Francia vetó sistemáticamente su ingreso. El fin del gobierno de De Gaulle en 1969, permitió dar lugar a la solicitud británica, que se incorporó a la comunidad en medio de la crisis de 1973, junto a Irlanda y Dinamarca.
Las tres comunidades (CECA, CEE y EURATOM) se unificaron en julio de 1967, conformando la Comunidad Europea (CE). El Consejo y la Comisión que anteriormente conformaban la CEE y el EURATOM se convirtieron en instituciones comunes a las tres comunidades. La institución más importante de la CE fue la Comisión Europea, que representaba los intereses vinculados a la industria del carbón y el acero alemán. Le seguía en importancia el Consejo de Ministros, más influida por los intereses de los estados miembros. También se conformó un Parlamento Europeo, un Tribunal de Justicia y un Comité Económico y Social.
Hacia 1979, Grecia se incorporó a la comunidad y la siguieron España y Portugal, en 1985. Ese mismo año se estableció el Sistema Monetario Europeo que puso un límite a las fluctuaciones cambiarias entre las monedeas de los países miembros. El establecimiento de un límite a la devaluación o sobrevaluación de las monedas fue el primer intento de subordinar las economías nacionales a la productividad alemana. Este proceso recién se concretó en 1999, con el establecimiento de la moneda única.
Hacia 1985 se realizó un informe detallado del estado de la integración, conocido como Libro Blanco. Allí se propuso una serie de medidas orientadas al establecimiento de un verdadero mercado interior con libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. En este marco, se reformularon, en 1987, los acuerdos de la CECA, CEE y EURATOM a través del Acta Única Europea. El acta implementó la toma de decisiones por mayoría cualificada dentro del Consejo. Esto implicaba una ponderación de votos función de su peso demográfico. Otra victoria germana y francesa. La nueva disposición eliminó el voto por unanimidad en todas las áreas salvo fiscalización y circulación de personas. También se le otorga un mayor peso al Parlamento Europeo.
El tratado que da origen a lo que hoy conocemos como Unión Europea fue impulsado por Francia y se firmó en Maastrich, en 1992. Allí se proponía crear una unidad económica, monetaria y política. Se estableció por primera vez la cooperación en materia de política exterior y de seguridad común. Las orientaciones generales eran definidas por el Consejo Europeo, pero aquellos ámbitos de acción común fueron establecidos por el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores y se coordinan junto con la OTAN. En consecuencia, actualmente los estados miembros pueden poner a disposición alguna de sus fuerzas para coordinar operaciones de carácter humanitario, establecimiento o mantenimiento de paz en el extranjero.
A finales de 1992, el bloque europeo atravesó una crisis económica que llevó al abandono del mecanismo de cambios a la libra esterlina británica y la lira italiana, vigente desde 1979. Esta fue la primera señal de la incapacidad británica para hacer frente al gigante alemán.
En 1994 se incorporaron a la comunidad Austria, Finlandia y Suecia. La incorporación de nuevos países llevó a una reformulación del funcionamiento del bloque. La discusión respecto al proceso de integración apareció a partir de la firma del tratado de Maastrich. Por un lado, Alemania propuso niveles de integración con un “núcleo duro” de países formado por Francia, Alemania, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, que avanzaría rápidamente hacia la integración monetaria, política y económica. Alrededor de este núcleo se formarían círculos de países con menores compromisos de integración. Esto es lo que se conoce como un proyecto de Europa “a múltiples velocidades” o “círculos concéntricos”. Francia apoyó el proyecto, pero fue rechazado por el Reino Unido, España e Italia. Como contrapartida, el primer ministro británico John Major propuso una cooperación entre estados soberanos, donde cada país pudiese decidir la política que mejor se ajuste a sus intereses nacionales. Esta perspectiva se conoce como una Europa de “geometría variable o flexible”.
El debate se resolvió en la práctica, a partir del establecimiento del Euro como moneda única en 1999. El Reino Unido decidió mantener el control de su política monetaria y mantuvo a la libra como moneda oficial. El establecimiento del Euro obligó a la fijación los tipos de cambio y a la designación del Banco Central Europeo (BCE) como organismo encargado de su gestión. La nueva divisa coexistiría con las monedas nacionales hasta julio de 2002, cuando se convertiría en el único medio de pago legal en los países que forman parte de la Unión Económica y Monetaria (UEM).
Participar en la UEM implicaba que todos los países coordinaban sus políticas económicas y fiscales. El BCE funciona hoy como institución independiente a los gobiernos. Es el encargado de fijar los tipos de interés para los préstamos y de gestionar las reservas de divisas de los estados miembros. Se encarga, además, de aprobar la fabricación de billetes por parte de los miembros de la zona euro, control de los bancos centrales e instituciones de crédito de cada país. La política del BCE se determina en el Consejo de Gobierno, compuesto por los miembros del Comité Ejecutivo y los gobernadores de los estados miembros de la zona euro. La capacidad de voto de los gobernadores está dada a partir del tamaño de sus economías. Los países más pequeños poseen cuatro votos y los más grandes once. El Comité Ejecutivo está compuesto por un presidente y vicepresidente y otros cuatro miembros. Todos los cargos son designados por los gobiernos de los estados miembros.
En 2003 se produjo la incorporación de los Estados que se consolidan con la caída de la URSS: Chipre, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Eslovenia. En 2005 Bulgaria y Rumania firmarán sus tratados de adhesión. La incorporación de nuevos estados obligó a reformular el mecanismo de toma de decisiones. El tratado de Lisboa de 2009 introdujo la votación por doble mayoría en el Consejo Europeo. Esto significaba que el 55% de los países del bloque debían votar a favor de la legislación o aquellos que representan al menos, al 65% de la población de la UE.1 La votación por doble mayoría entró en vigor en noviembre de 2014. También se creó la figura de presidente del Consejo Europeo y se dispuso que el Consejo de Ministros sea el organismo encargado de tomar decisiones detalladas y aprobar la legislación de la UE. Dentro del Consejo, quienes tienen hoy mayor representación son Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, con 29 votos cada uno. La función legislativa del Consejo de Ministros es compartida con el Parlamento Europeo. Alemania posee la representación más importante dentro del organismo con 96 diputados, lo sigue Francia con 74, y el Reino Unido con 73.
La incorporación de nuevos países con economías más inestables permitió a Alemania posicionarse en mejores condiciones para hegemonizar la UE. El tamaño de su economía fue un factor clave en este proceso. El Reino Unido se incorporó al bloque intentando mantenerse fuera de la influencia germana y salvaguardar los intereses de sus capitales nacionales. Sin embargo, la crisis de 1992 mostró la incapacidad de esta estrategia. La reticencia a la incorporación a la zona euro obedece a las mismas causas. El control de la política económica y monetaria permite hacer frente a situaciones de crisis resguardando a los capitales que acumulan en su interior.
Ayuda a cambio de espacio
Como todo proyecto de Estado, la Unión Europea posee distintos mecanismos de financiamiento para cubrir sus gastos presupuestarios. Uno de los principales ingresos proviene del aporte de un porcentaje de la renta nacional bruta de los estados miembros. También obtiene ingresos por la recaudación de impuestos como IVA y del personal empleado para la organización. Recauda una parte de los derechos de importación de las mercancías procedentes de países no miembros de la UE y multas a empresas que violen normativas europeas.
El presupuesto de la UE se estipula para un período de siete años. El último aprobado abarca los períodos 2014-2020 y representa un 3,7% menos que el período anterior. Es la primera vez que se reduce el presupuesto comunitario. La principal razón reside en la presión de Alemania y Reino Unido, que piden replicar la austeridad que demandan hacia los estados miembros.
Según datos de 2014, Alemania es el país que más contribuye a las arcas de la UE, seguido por Francia, Italia y Reino Unido. Al observar los países que más dinero reciben por la comunidad, Francia se encuentra en primer lugar, seguido por España, Alemania, Italia y Grecia. Estos datos son importantes para ver la proporción del aporte en función de lo recibido. De esta manera, vemos que quienes sostienen a la comunidad europea son Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia. Como contrapartida, Grecia es el país que más dinero recibe en comparación de lo que aporta, seguido por Bélgica, Portugal y España. Es decir, que la UE subsidia economías menos eficientes a cambio de ampliar la escala de acumulación, de centralización y concentración del capital y del abaratamiento de la mano de obra.
Existen diversas vías para transferir dinero a los países con dificultades. Una de ellas es el control de la emisión cambiaria, otorgando al BCE el control de la capacidad de endeudamiento de cada país. Además, posee una línea de asistencia de liquidez de emergencia que otorga préstamos a los bancos centrales locales a tasas más altas. Grecia, Irlanda y Chipre han utilizado este mecanismo de financiamiento para evitar la quiebra de sus bancos.
Otro mecanismo es mediante el Banco Europeo de Inversiones (BEI). La institución tiene por objetivo el préstamo de dinero para inversiones en áreas estratégicas para la UE, como energía y transporte. El financiamiento del BEI no proviene de las arcas de la UE, sino mediante la emisión de obligaciones en los mercados financieros internacionales. El banco gestiona préstamos para empresas grandes u organismos del sector público. Los préstamos a pequeñas y medianas empresas son realizados a través de líneas de crédito a disposición de los bancos comerciales e instituciones financieras.
En marzo del año pasado el BCE inició la compra de deuda de los países de la eurozona y sus instituciones públicas. Entre los países beneficiados por la compra de deuda pública se encuentran Alemania (152.823 millones), Francia (121.578 millones) e Italia (104.796 millones)2. En marzo de este año el plan se extendió hacia la compra de deuda de entidades privadas, designadas por la entidad en base a su grado de inversión en el continente.
Otro de los mecanismos de financiamiento es el mantenimiento de las tasas de interés en niveles muy bajos. Luego de la crisis del 2008 las tasas descendieron hasta llegar niveles negativos. El mantenimiento de tasas de interés bajas o negativas, beneficia no solo a los estados en cuestión, sino a los capitales que acumulan en esos espacios nacionales.
La UE fue construida por las burguesías alemana y francesa. Lenta y trabajosamente luego de la posguerra. Más aceleradamente, a partir de la crisis de los ’70. La crisis que atraviesa puede llegar a derivar en un nuevo salto: la hegemonía exclusiva de Alemania.
La participación en la zona euro les permite a los países más débiles obtener financiamiento para compensar su ineficiencia. Sin embargo, el sometimiento a la política del BCE y su sistema cambiario implica también ajustarse a la productividad alemana y sus políticas. Algo que para Gran Bretaña siempre fue problemático. Sobre todo, en función de su alianza con EE.UU.
Las causas del Brexit
El Reino Unido atraviesa desde hace tiempo un estancamiento en su economía. Según la Oficina Nacional de Estadísticas el crecimiento pasó desde el 0,7% en el último trimestre de 2015 al 0,4% en el primer trimestre de 20163. Uno de los principales problemas es el déficit en la balanza comercial, producto de la caída de las exportaciones. El gobierno intentó revertir la situación con una devaluación de la libra, pero los problemas continúan. Uno de las causas reside en que el 60% de las exportaciones de alimentos, bebidas y pescado de Reino Unido van hacia la UE, que se vio afectada por la recesión de los últimos años.4 Una de las ramas más importantes de la economía británica es la financiera. Hacia 2008, registró un superávit comercial de £ 41bn, desde entonces las exportaciones de esto servicios cayeron en un 16%. Por otra parte, la producción de gas y petróleo de Reino Unido cayó un 40% entre 2008 y 2012, producto de problemas técnicos en el Mar del Norte.5
A esta situación se agrega el problema de la sobrepoblación relativa. En el mes de marzo, la UE realizó un acuerdo con Turquía para que este país reciba el afluente de refugiados proveniente de Medio Oriente. A cambio, el gobierno británico le enviaría un aumento en la ayuda humanitaria y solicitaría la eliminación del visado para el ingreso de sus ciudadanos en la comunidad. Sin embargo, el acuerdo no resuelve el problema de fondo. Según datos de 2014, el Reino Unido es el país que más inmigrantes recibe (551 mil), después de Alemania (790 mil). Parte del afluente migratorio proviene de países de los estados miembros de la UE que buscan mejores condiciones de vida. Solo en el Reino Unido, se estima que la presencia de inmigrantes españoles supera los 100 mil habitantes.
Por otro lado, la UE intentó, en 2011, hacer frente a los problemas presupuestarios a través del establecimiento de reformas impositivas. La propuesta consistía en introducir un nuevo impuesto a los bancos y restringir el sector financiero de Londres. Como era de esperarse, Cameron vetó el proyecto.
La propuesta de salida de la UE ganó popularidad en los últimos años a partir del descontento de la población con las políticas del laborismo y los conservadores. Quien logró capitalizar la crisis fue el United Kindom Independence Party (UKIP), partido que defiende el abandono de la UE desde 1993. El UKIP mantuvo una presencia marginal hasta 2014, cuando obtuvo el 27,5% en las elecciones europeas.
Cameron, atento a estos reclamos, incluyó el pedido de referéndum en su campaña 2015. Sin embargo, el primer ministro era uno de los principales partidarios a permanecer dentro de la comunidad. La posibilidad del referéndum profundizó la ruptura dentro del partido conservador. El alcalde de Londres, Boris Johnson, miembro del partido conservador, encabezó la campaña por el Brexit. Su principal aliado fue Michael Gove, ministro de Justicia. La crítica de Gove hacia la UE se centraba en pretensión de controlar el sistema impositivo y bancario de los países miembros. Es decir, la potestad de financiamiento de las arcas del Estado. Gove remarcó la incapacidad de asegurar acuerdos comerciales con India, China y Estados Unidos. En su perspectiva, la salida no solo permitiría llevar adelante esos acuerdos, además permitiría el ingreso a la zona de libre comercio del EFTA compuesta por Islandia, Noruega, Suiza y Liechtensein. Entre los motivos esgrimidos para llamar al referéndum se encuentra el problema del afluente migratorio que el país no puede absorber. Es decir, la salida permite endurecer las políticas hacia la sobrepoblación relativa y liberarse de la población proveniente de los países miembros UE.
Aquello que aparece como problema por la pertenencia al bloque europeo o inmigración obedece en realidad a una crisis generalizada. El referéndum ofreció una oportunidad a la población británica de manifestar su descontento frente a todo el sistema político, permitiendo el ascenso de figuras desconocidas. Una especie de “que se vayan todos”. Frente a la incapacidad de la política europea británica de resolver la crisis, la opción nacionalista gana terreno, aunque no ofrezca una solución viable. Por esto último, todos los dirigentes que propiciaban el Brexit, se vieron sorprendidos y no se hicieron cargo de la responsabilidad política que le entregaron las urnas.
¿Un nuevo mapa?
El referéndum cambió el panorama de alianzas en el continente. El 62% de la población escocesa votó por permanecer en la UE. El resultado dio un nuevo impulso al nacionalismo y posiblemente se llame a un nuevo referéndum sobre la independencia de Escocia con respecto del Reino Unido. En Irlanda del Norte, el 56% de la población votó permanecer en la UE y, al igual que Escocia, está evaluando distintas posibilidades para evitar la salida de la comunidad. Dentro de las propuestas se encuentra la unificación con Irlanda del Sur.
Apenas se supieron los resultados, Merkel, Hollande y Renzi se reunieron para fijar una posición común y evitar otros “exit”. Allí decidieron que no habrá ninguna negociación sobre la salida de Reino Unido hasta que no presenten formalmente su solicitud. En este sentido Merkel fue muy clara: una vez fuera de la UE, no habrá posibilidad de acceso al mercado común o la obtención de beneficios por parte del bloque. La imposibilidad de negociar no da lugar a las medias tintas y deja a Reino Unido a una situación vulnerable. Dicho de otra forma: Alemania está dispuesta a hacerse cargo de todo el mercado europeo, sin compartirlo con la burguesía británica. Y si puede sostener la comunidad, habrá logrado convertirse en un tercero en la disputa entre EE.UU y China.
Las compañías que forman la Mesa Redonda Industrial, representante de las mayores empresas industriales y tecnológicas europeas, advirtieron esta situación y declararon que la salida de la UE debilitará a Reino Unido. De allí el “arrepentimiento” de gran parte de la dirigencia británica. Obama, por su parte, aclaró que a pesar del Brexit, el Reino Unido seguía siendo uno de sus socios, pero que ocuparía un lugar de baja prioridad comercial. Además, advirtió a los líderes británicos que cualquier acuerdo de libre comercio entre ambos países aún debe esperar. La intransigencia alemana no solo aleja al país de la UE, también lo hace de la órbita de Estados Unidos. El Reino Unido ya no es un socio atractivo para el país norteamericano si no puede ser cabeza de puente para debilitar al bloque europeo. Con este panorama y sin acceso al mercado común, la salida del Reino Unido implica una profundización de su crisis económica y política.
Cameron ya advirtió que no pagará el costo político de un proyecto inviable y presentó su renuncia para el mes de octubre. Boris Johnson parecía ser el principal candidato para suceder a Cameron. Sin embargo, se retiró de la campaña luego de que Michael Gove le retirara su apoyo. Entre los principales candidatos se perfilaban Andrea Leadson y la actual Ministro de Interior, Theresa May, que finalmente asumirá aureolada como la nueva Margaret Thatcher. Quién también dimitió fue, Nigel Farage, líder de UKIP, argumentando que su misión de sacar al Reino Unido de la UE “ya estaba cumplida”. Ante este panorama, George Osborne ya anunció medidas de ajuste. El aumento de impuestos y la reducción del gasto público serán cargados sobre las espaldas de la clase obrera.
La crisis en la que está sumergido el Reino Unido obedece en parte, al crecimiento del poder alemán. Recientemente, el país teutón confirmó que aumentará su presupuesto de defensa de 34.300 a 39.200 millones de euros. Además, está colaborando con las operaciones de refuerzo de la OTAN frente a Rusia. La alianza resolvió mantener de forma permanente soldados en Polonia, Letonia, Estonia y Lituania. Si Alemania gana la pulseada, el Reino Unido quedará a merced de sus intereses para acceder al comercio con el bloque.
La crisis capitalista solo ofrece dos opciones posibles para el capital inglés: permanecer en el bloque del euro y someterse a la política común o mantenerse afuera, tomar el control del problema de la sobrepoblación relativa y esperar una ayuda de EE.UU. En ambos casos, la crisis económica demandará un aumento en las políticas de austeridad que se cargarán sobre la espalda de los trabajadores. Es decir, peores condiciones de vida para los trabajadores británicos y los inmigrantes. Además, la entrada de Alemania en la disputa mundial como potencia seria en medio de una crisis galopante, amenaza con incubar, a largo plazo, un escenario cercano al que desató las dos guerras mundiales. Con un agravante: aquella vez, el Socialismo aparecía como una alternativa real en el seno de las masas. Es necesario reconstruir esa salida, si no queremos volver a pasar por la barbarie ya tan conocida.
NOTAS
1 http://goo.gl/vHX1WK
2 http://goo.gl/dozMLc
3 https://goo.gl/kFGRfD
4 https://goo.gl/xYO7Cw
5 https://goo.gl/RerC7b