Es habitual que hablemos de una “burocracia” que dirige nuestros sindicatos. Algunos le atribuyen características progresivas. Otros le endilgan ser el chaleco de contención de la lucha de la clase obrera. Hay que señalar que en realidad, la burocracia es una dirección burguesa de los sindicatos y organizaciones corporativas obreras. En su mayoría, expresan una conciencia reformista (lo que no quiere decir que no puedan integrarse al ajuste o a la contrarrevolución, dado el caso). Aun así, la burocracia procede de filas obreras. El modelo típico suele ser Vandor: un burócrata que consigue algunas (pocas) mejoras, se queda con algún vuelto de los patrones, se liga al juego sucio, tiene un grupo de matones y no mucho más.
Sin embargo, esa característica ha cambiado parcialmente en Argentina. ¿De qué manera? En la actualidad, los principales dirigentes sindicales poseen medios de producción propios. Es decir, son burgueses sindicales. Veamos algunos casos concretos.
El caso de Armando Cavalieri, Secretario General del Sindicato de Empleados de Comercio, es categórico. Es propietario de una red empresarial que abarca varios rubros. Los mismos incluyen concesionaria de autos, un garaje, una empresa de repuestos automotrices, una productora cerealera, un tambo, hoteles en Miami en sociedad con Triaca (padre) y “La Estrella”, la aseguradora de retiros que creó con la Banca Nazionale del Lavoro, el Trust Bank y el Grupo Juncal.
Por su parte, Roberto Fernández, Secretario General de la Unión Tranviaria del Automotor y su predecesor, Juan Manuel Palacios, aparecen vinculados a la empresa Calema S.A. Hasta el 2003, Fernández era el presidente de la empresa rotando desde 2016 con su esposa Silvia Antonia Bevk. Mediante esa sociedad, llevaron a cabo la compra de múltiples y millonarias propiedades rurales para su explotación.
Otros propietarios rurales son también Omar Maturano, Secretario General de La Fraternidad y el recientemente fallecido Gerónimo “Momo” Venegas, Secretario General de Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores.
A su vez, varios sindicalistas fundan empresas que prestan servicios al gremio o a empresas ligadas a él. Así lo han hecho el propio Venegas (con empresas de servicios informáticos) o Sergio Sasia, Secretario General de la Unión ferroviaria (con empresas de tercerización de limpieza).
La mayoría, sin embargo, recurre a testaferros o vericuetos legales. A Moyano, se le adjudica un holding compuesto por varias empresas entre las cuales se destaca la constructora Aconra S.A., la textil Dixey S.A., la prestadora médica contratada por su propio gremio (Iarai S.A.) y la ART que utilizan los afiliados camioneros (Caminos Protegidos S.A.), todas a nombres de familiares u hombres de confianza. Ocurren situaciones similares con Omar Viviani, Secretario General del Sindicato de Peones de Taxis (propietario de taxis y pizzerías… ¡en Roma!) o Antonio Caló, Secretario General de la UOM (propietario de proveedoras de servicios de salud para el propio sindicato).
Como vemos, ya no se trata tan solo de una burocracia a la que combatimos para conquistar la conciencia de las masas, sino de burgueses con cargos sindicales. Esa es la razón más profunda por la cual son capaces no ya de soportar, sino de llevar adelante planes de ajustes sin verse perjudicados. A su vez, esa falta de una base común de recaudación entre ellos y sus diferencias con los burócratas “clásicos” -junto con la desaparición de una estructura política que los discipline, como el PJ- ayuda a explicar la interminable fractura en la dirección sindical, a pesar de que todos se reclamen peronistas.