Metonimia y ninguneo – Por Eduardo Sartelli

en El Aromo n° 19

Metonimia y ninguneo. El 1º de mayo, la constitución y la lucha ideológica

Por Eduardo Sartelli

Historiador y Director General de Razón y Revolución Organización Cultural

La metonimia es una figura literaria que crea sentido por contigüidad. Detrás de un par de vulgares zapatillas deportivas, pasa corriendo un tigre: la publicidad nos insinúa que la “potencia”, la “garra” y el “coraje” pasarán a formar parte de nuestro acervo de virtudes si adquirimos los mencionados adminículos. La última edición de la revista Genios, del multimedios Clarín, culmina con una operación de este tipo, el ocultamiento, el ninguneo, dicho en criollo, del 1º de mayo como día del trabajador. Teniendo en cuenta que se trata de una publicación para niños de primaria dedicada, precisamente, a proveer de materiales para el trabajo en el aula y para “hacer la tarea”, resulta de particular interés el examen detenido de la historia de esta pieza burda de ideología burguesa.

La escuela argentina moderna, militarmente ritualizada, fue producto de la acción de José María Ramos Mejía, a comienzos del siglo XX. Precisamente, este “patricio” de apellido tan sonoro, es quien admite con el mayor desparpajo la función que le asigna a la escuela:

“Sistemáticamente y con obligada insistencia se les habla (a los niños) de la patria, de la bandera, de las glorias nacionales y de los episodios heroicos de la historia, oyen el himno lo cantan y lo recitan con ceño y ardores de cómica epopeya, lo comentan a su modo con hechicera ingenuidad, y en su verba accionada demuestran cómo es de propicia la edad para echar la semilla de tan noble sentimiento.”

La tarea litúrgica de Ramos Mejía se inicia en 1908, al llegar a la presidencia del Consejo Nacional de Educación, fijando como directiva central “la educación patriótica”. La epopeya patria encarnada en una historia oficial despunta en el Centenario, de la mano de la represión violenta del movimiento obrero y el festejo jactancioso del 25 de Mayo. Efectivamente, la “patria” era la vacuna necesaria contra la emergencia del anarquismo y el socialismo entre el proletariado. Se trataba de un verdadero programa de contención ideológica, que había arrancado poco antes como reacción a la “marea roja”, que parecía cernirse sobre la Argentina desde las primeras huelgas generales de 1902 y 1904. La represión del Centenario había sido el broche de oro para una década de violencia estatal sistematizada en las leyes de Residencia y de Defensa Social. Esa violencia creyó poder eliminar las ideologías “apátridas” del seno de la clase obrera y, por un momento, entre 1910 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial pareció que lo conseguiría. Escuela y palo, remedios supuestamente infalibles. Como si faltara algo, la burguesía promueve una reforma electoral, la Ley Sáenz Peña, que le quita al anarquismo la última excusa para reivindicar la acción directa: con un presidente democrático, no corresponde otra cosa que el “diálogo”.

La guerra trae, sin embargo, malas noticias. En primer término, el renacimiento del movimiento obrero, al calor de la lucha contra la caída de salarios que provoca la crisis. El proceso arranca con las exitosas huelgas de la FOM1 y la 1º constitución de la FORA IX , en 1916 y 1917,2 como la central sindical más importante de la historia nacional hasta la llegada de la CGT. El crecimiento del movimiento obrero es notable, especialmente en su vertiente sindicalista: de la mano de la FOM, la FORA IX se transformará en la primera central sindical de alcance verdaderamente nacional, del Chaco a la Patagonia sin excluir Tucumán y Mendoza. Es en la pampa húmeda donde penetra con profundidad inédita. No por casualidad, la mayor imagen del peligro revolucionario está asociada en la destrucción de las cosechas. Cada pueblo de la campaña tendrá su sindicato de estibadores u oficios varios y desarrollará una intensa actividad en los años ’19, ’20 y ’21. A esta movilización de fuerzas obreras se suma la de los chacareros, que desde 1910 vienen protagonizando manifestaciones casi anuales y que, en 1920, firman un pacto de asistencia mutua con la FORA IX. El ascenso del anarquismo, revivido por la coyuntura, agrega un plus de dramatismo al proceso, azuzado por la poderosísima impresión que causa en la burguesía la Revolución Rusa. El clima llega a su paroxismo en la Semana Trágica, pero el énfasis excesivo en este hecho central en la historia de la clase obrera, hace que se pierda de vista la segunda parte del proceso. Porque el ascenso del movimiento obrero se prolonga luego de las jornadas de enero, pero también porque el proceso de desarme material y moral de esa fuerza social comienza luego de los episodios en los talleres Vasena. El ciclo recién termina con la fracasada huelga general de 1921, con la que se inicia la desorganización del movimiento obrero.3

En este contexto de gran movilización social, se produce una lucha curiosa, un enfrentamiento extraño aunque con la misma ferocidad que caracteriza a aquellos que se vuelven habituales en esos días: una pelea por banderas, por colores y feriados. Efectivamente, la burguesía argentina, amenazada por peligros reales e imaginarios, entiende que sólo un programa de nacionalización violenta puede reencauzar la situación: no puede ser que la bandera roja sustituya a la celeste y blanca, que su sangriento color lo tiña todo y que, en particular, exista un día, el 1º de mayo, en el que se exalte una identidad de clase, el trabajador. Se trata de un enfrentamiento entre dos formas de identidad (de conciencia) social: la identidad “nacional” y la de clase. La primera exalta la “igualdad” por encima de las diferencias que privilegia la segunda. El que “todos somos argentinos” implique sólo una igualdad simbólica, formal, es precisamente lo que cuestiona la clase obrera cuando se constituye como clase para sí con conciencia socialista: la falsa igualdad de los “compatriotas” se trueca, en la vida real, en la desigualdad de las clases sociales; la falsa desigualdad de los “no compatriotas” de la misma clase, se trueca, en la vida real, en la igualdad de la clase obrera a través de las fronteras.

La constitución de un día específico del año en el que la clase obrera se celebra a sí misma era algo que desde temprano preocupaba a la burguesía, argentina y extranjera. La enorme preocupación por transformar el sentido de la fecha es temprana y se remonta hasta hoy: día del trabajo (en lugar de del trabajador) o día de la Constitución (en una implícita oposición entre clase y ciudadano, entre identidad clasista y democracia burguesa). El 1º de Mayo es un momento de condensación simbólica propia de la identidad del nuevo sujeto social, al mismo tiempo demostración de fuerza, auto-identificación y delimitación de un “nosotros” por remisión a una historia y a una experiencia, un instrumento de ampliación, de incitación a la identificación de aquellos que aún no lo hicieron. En el 1º de Mayo de 1920, en Firmat, provincia de Santa Fe, tenemos un buen ejemplo:

“En esta localidad se conmemoró el 1º de Mayo con un éxito insuperable. A pesar de todas las trabas opuestas por las autoridades policiales, por un lado y las difamaciones de algunos compañeros siempre con sus miras políticas e ideológicas por otro, los trabajadores de la localidad hemos demostrado a propios y extraños que solos seremos capaces de afrontar la lucha por nuestra total emancipación. Así se demostró con la paralización de la máquina productiva; el martillo yacía inmóvil sobre el yunque; la garlopa sobre el banco, aguardaba el momento de volver a la vida productiva, los proletarios del campo, abandonaron también sus faenas. La aurora del 1º de Mayo fue saludada con una salva de bombas. A las 9 la banda de música recorrió las principales calles de la localidad, tocando diversos himnos revolucionarios. A las 11, la estación del ferrocarril ya se hallaba completamente invadida de trabajadores, quienes esperaban ansiosos la llegada del compañero Emilio Márcico, delegado de la FORA, entidad que agrupa a los trabajadores organizados sindicalmente del país. A las 12 en punto, los compañeros ferroviarios hicieron abandono del trabajo durante cinco minutos (…) cantando durante ese corto tiempo Hijos del pueblo. A las 14, realizóse la manifestación encabezada por la banda de música y dos banderas rojas. También había varios carteles alusivos, conteniendo algunos pensamientos de Carlos Marx. En esa forma la manifestación recorrió las calles de la localidad por espacio de una hora y media en manifestación muda de protesta y repudio por las bárbaras leyes de excepción denominadas de “residencia” y “defensa social”, en virtud de las cuales y por su participación en las luchas obreras muchos compañeros sufren condenas en las cárceles capitalistas…. Llegada la manifestación a la plaza pública, punto de conferencia, el compañero Vasconi (…) presentó al compañero Mársico, quien disertó sobre el significado histórico del 1º de Mayo y el alcance que le daba este año la clase trabajadora… Grandes núcleos de trabajadores que estaban apostados en las esquinas contemplando el espectáculo que ofrecía la manifestación al oir las primeras palabras del orador, se apresuraron a engrosar las filas para escuchar mejor”. (La Organización Obrera, 5/6/20)

La acción violenta contra la reunión obrera era una de las actividades predilectas de los miembros de la Liga Patriótica, asociación fascistoide y patronal. Y se entiende: la reunión, la paralización, los himnos, la ocupación de los centros públicos (la plaza, la estación del ferrocarril, las calles), el nombre del demonio en los carteles, la solidaridad de clase (los compañeros presos), la denuncia de la barbarie (las leyes represivas), la palabra, la bandera roja, todo anuncia un proceso de inclusión y autosuficiencia inquietante. El 1º de Mayo de 1921 en Gualeguaychú demuestra como reacciona la burguesía frente a esta realidad insoportable. La Liga provoca a la manifestación generando un serio incidente, con muertos y heridos, que sirve de excusa a la represión generalizada al movimiento obrero entrerriano. La Liga había festejado allí el 2 de febrero, aniversario de la batalla de Caseros y festeja ahora el 1º de Mayo del trabajo libre, con las organizaciones de rompehuelgas formadas por ella como punta de lanza de la represión. Ocupar el día simbólico por excelencia era la forma de rematar en el plano ideal el desplazamiento que operaba desde abajo:

“El éxito más satisfactorio coronó la obra civilizadora. El día de hoy es la consagración definitiva del primero de mayo argentino. Si media República saluda a las brigadas entrerrianas en el día de su triunfo definitivo contra el desorden del sindicalismo revolucionario, se puede afirmar que dentro de una año, el primero de mayo de 1922, toda la República campesina, constituida por la población útil de esta tierra, con la bandera nacional y bajo la égida de la Constitución, saludará el día del trabajo libre en la República Argentina.”

El 1º de mayo “argentino” es casi una contra dicción en sus propios términos: la violencia verbal expresa la violencia material. El vector de la ciudadanía y la nación es la “brigada”, que “triunfa” contra el “desorden”. La represión de la identidad clasista es una necesidad imperiosa: ciudadanos sí, obreros no. Argentinos sí, obreros no. En el peor de los casos, ciudadanos argentinos obreros pero obreros sólo, no. “Obrero” independiente, obrero nada más, eso es “desorden”. Y es correcto: es el caos del mundo burgués, la revolución. Arcádicamente, el proletariado es transformado en “república campesina”, población “útil”: trabaja y no protesta. La “bandera nacional” y la “constitución” son los marcos reordenadores del orden burgués desquiciado. El “trabajo libre” es su logro mayor: obreros transformados en átomos, negada la posibilidad de una representación colectiva, este obrero contra este patrón, individuo frente a individuo. Nación y democracia burguesa son la máxima expresión de la individualización y desorganización de la clase obrera. Trabajo libre, flexibilidad laboral, no son otra cosa que la fuerza bruta del mercado, es decir, de la burguesía, atropellando individuos indefensos. Destruir, cortar, tronchar, despedazar: objetivos clave de la burguesía ayer y hoy.

No debería resultar sorprendente que hoy, con la Plaza de Mayo recuperada para el Primero de mayo socialista, asistamos al mismo tipo de maniobras. Ante cada conato de independencia, la burguesía agitará siempre el nacionalismo y la democracia como armas contra el proletariado, incitándolo a unirse “fraternalmente” a sus enemigos de clase. No debería resultar extraño, entonces, que una publicación para niños de primaria, destinada a servir “para la tarea”, dedique un suplemento especial al 1º de Mayo, “día de la Constitución” y relegue a una simple notita de cuarto de página una alusión menor al “día del trabajador”. Eso se llama, en criollo, ninguneo.

¿Y la metonimia? Ah, sí: en la misma página, sobre ese mismo cuarto mezquino, contiguo a él, quiero decir, la revista Genios nos recuerda que el 29 de abril… es el día del animal…
 

1Federación Obrera Marítima, sindicato del personal de a bordo de los buques de cabotaje y ultramar. La FOM fue el gremio estructurante de la FORA IX, ocupando un papel central similar al que tendrían los metalúrgicos en las décadas del ’60 y ’70.
2La Federación Obrera Regional Argentina fue fundada en 1904 bajo influencia anarquista, quienes impusieron a la organización la profesión de las doctrinas libertarias, provocando la secesión de socialistas y sindicalistas revolucionarios. Con la caída de la influencia anarquista, luego de 1910, la tendencia sindicalista revolucionaria, inicial mente a la izquierda del socialismo reformista, se impone como conducción en el IX Congreso, en 1915, eliminando el requisito de compromiso ideológico. La FORA IX se declara, entonces, “apolítica”, pero en la práctica tenía muy buenas relaciones con el gobierno radical. Los anarquistas se retiran y reconstruyen la vieja FORA anarquista, que recibe el nombre de V, por el quinto congreso, aquel en el que se le había impuesto a la central sindical la profesión de las ideas libertarias.
3Para un desarrollo más detenido de esta problemática, véase “Celeste, blanco y rojo. Democracia, nacionalismo y clase obrera en la crisis hegemónica, (1912-22)”, en Razón y Revolución nº 2, otoño de 1997. Para la Semana Trágica en particular, véase el capítulo 2 de nuestro La Plaza es nuestra, Ediciones ryr, segunda edición, Bs. As., 2005.

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