La bala de plata. La crisis de la política burguesa y el futuro del bonapartismo kirchnerista
Fabián Harari
Laboratorio de Análisis Político – CEICS
La leyenda del hombre lobo, antes de ser confinada al campo de la literatura, asoló cuantas sociedades agrarias encontró a su paso. Mitad hombre, mitad bestia, el engendro -se solía creer- reunía en su cuerpo dos voluntades y, mezclándose entre cristianos, sorprendía a los suyos de noche y sin piedad. Estas creencias en seres duales, con un pie en cada mundo, son el producto de una relación de fuerzas entre los hombres y la naturaleza. Una lucha en la que aún los primeros no se habían impuesto, pero la segunda tampoco hacía y deshacía a su antojo. En una sociedad pastoril, el principal bien es el ganado, que da leche, carne y vestimenta. En ese mundo, las fuerzas productivas son bajas, por lo tanto, no hay comida para todos. Pero tampoco se puede asegurar al ganado (es decir, la vida) contra su apropiación indebida. Así, lobos, nómades y expulsados de la propia comunidad se transforman en seres realmente peligrosos. La llegada del capitalismo destruye estas condiciones de paridad y, con ellas, los miedos que suponen. Al hombre lobo se lo puede matar ahora con una bala de plata, una perfecta condensación del capital: riqueza, tecnología y destrucción. En la Argentina se desarrolló la leyenda del “lobizón”. Se trataba del séptimo hijo varón, que martes y viernes hacía de las suyas. No es difícil ver allí el problema de la sobrepoblación familiar con respecto a los recursos. Efectivamente, muchas familias se deshacían de ese último hijo. Un presidente argentino tuvo que tomar cartas en el asunto y decretar que el mandatario iba a ser el padrino de estos pobres chicos. Entre todos los nombres con el que se conoce al político más relevante desde el 2003, el más acertado tal vez sea el menos conocido por los porteños: “Lupo”, que supimos traducir en “lobo”. El vocablo remite a lupo mannaro, término con el que el monstruo cuadrúpedo fue conocido en Italia. Decimos que es el más acertado para Néstor, porque expresa su naturaleza dual: producto de una insurrección (y sus límites) a la que quiso representar, evitó im- plementar todos los dictados de su clase. Y, sin embargo, nunca dejó de intervenir en su favor. Puede parecer una casualidad, pero aquel presiden- te que decidió apadrinar legalmente a los séptimos hijos no fue otro que Juan Domingo Perón, por el decreto nº 848, en 1973.
¿Ha pasado la tormenta?
En estos meses, la conducción política ha entrado en una crisis y han aparecido varios candidatos a darle muerte. Sin embargo, la tarea no es tan sencilla como ganar una elección. El kirchnerismo no es, un “modelo económico”ni un “estilo político”. Es el nombre que lleva el régimen producto de una relación de equilibrio entre la clase obrera y la burguesía. Esto implica ciertas conquistas económicas y cierta fuerza política del proletariado. Como contraparte, supone una debilidad en el campo de la clase dominante. Por lo tanto, el restablecimiento de la plena hegemonía requiere de un ataque profundo a las condiciones materiales de las masas, pero también del desarme moral de la fuerza que protagonizó la insurrección. Al lobizón no se lo mata como a cualquier perro…
Ahora bien, también ese equilibrio tiene un límite. La sociedad debe recuperar su conducción plena. Asimismo, en algún momento, las condiciones económicas impulsan a uno u otro contendiente a la ofensiva. La crisis con el campo fue la expresión del agotamiento de la base económica y política del bonapartismo.
El voto de Julio Cobos pudo haber fastidiado al matrimonio presidencial, pero lo cierto es que les asestó una derrota digna y necesaria. Un voto “no negativo” hubiera profundizado la crisis y habría dado inicio a una discusión sobre la continuidad de Cristina en el cargo. Un desenlace por el que ninguna parte apostaba. Sin elementos de recambio, la oposición apuesta, por ahora, al des- gaste. Lo cierto es que ha ganado esa primera batalla: a fines de este mes (agosto) el gobierno festeja que Cristina mantenga el 29% de imagen positiva. La Quinta de Olivos, como cocina de las decisiones políticas, ha dejado su lugar a la poco decorosa negociación en los pasillos del Congreso con propios (que dejaron de serlo) y ajenos, ya sin risas, fotos ni whisky de por medio. Muchos analistas han experimentado una especie de ardor por la vigencia de la “democracia” y el “pluralismo”. Pocos, sin embargo, notaron la importancia real del cambio: en estos me- ses, se dilapidó la única victoria real del kirchnerismo en las últimas elecciones, el quórum propio. El caso de Aerolíneas es emblemático: tiene a la conducción del gremio a su favor, tiene un preacuerdo con la empresa y, sin embargo, no puede hacer aprobar su proyecto. Menos podrá hacer- lo con la movilidad jubilatoria, Moyano ya ha planteado sus críticas.
Durante los meses del conflicto, el gobierno perdió el apoyo de la burguesía agraria. Desde Aapresid (asociación que nuclea a los capitales más concentrados) hasta los “autoconvocados” se pronunciaron en su contra. Con todo, parecía contar con el resto del arco capitalista. En estos días, esa extraña fe se reveló como una ilusión. Como analizamos en este suplemento, una parte de la UIA lanzó sus críticas directas al programa económico y comenzó a posicionarse con Duhalde.1 Puede no parecer extraño, ya que se trata de un conglomerado liderado por De Mendiguren. También parecen previsibles los enojos de John Wel- ch (Bear Stern), Jorge Vega (Micro- soft), Alfredo Piano (Banco Piano) y Amadeo Vázquez (ex Telecom). Sin embargo, estallaron descontentos en los lugares menos esperados. Han criticado al gobierno nada me- nos que Jorge Brito (Banco Macro) y Eduardo Eurnekian.2 Ambos habían sido los empresarios mimados de la era K. La CGT se ha partido y el sector descontento se ha mani- festado opositor. No es muy prometedor lo que ha quedado, ya que el moyanismo ha comenzado una reconstrucción de sus vínculos con el peronismo disidente, a través de la relación entre Recalde y Solá.
En estas condiciones, no sorprende que ya nadie hable de una continuidad patagónica para el 2011. Más aún, a esta altura, la prensa debería estar reflejando las disputas facciosas por acceder a las candidaturas oficiales de las elecciones del 2009. Pues bien, parece que no hay candidatos a la vista. La razón es simple: el conflicto mostró que detrás del kirchenrismo no hay un movimiento de masas, sino simple- mente una crisis en la política burguesa. Cuando una fracción de la clase dominante retoma la iniciativa, el gobierno aparece como lo que es y debe retroceder. Ante este lamentable espectáculo, se presentan los personajes más insólitos, que se ofrecen para dar el tiro de gracia.
Francotiradores
Para analizar los candidatos a ultimar al engendro, deberíamos realizar una distinción entre los núcleos políticos y las caras visibles. Los primeros parecen ser el duhaldismo, la Iglesia y los restos de la UCR. Los segundos, De Ángeli, Cobos, Buzzi. Con respecto a Duhalde, ha lanzado el Movimiento Productivo Argentino, reeditando la nomenclatura de la alianza devaluadora que embistió contra De la Rúa. Ya ha compro- metido a De Mendiguren y a Javier González Fraga, quien será la cara visible en Capital. Para ese distrito, ya ha establecido contactos con los restos del PJ y con el macrismo. Ha cosechado los elogios de Eduardo Buzzi, quien pidió el dólar a $3,80. Su vínculo con la Federación Agra- ria aparece a través de Nicolás Mattiauda, ladero de De Ángeli y vicepresidente de Recrear en Entre Ríos. Con Carbap tiene un vínculo más directo a través de Jorge Srodek, Secretario General de la entidad. Ha armado una estructura a nivel na- cional y ha dejado al PJ en condición de cáscara vacía. Asimismo, su presentación contó con la presencia del periodista Daniel Muchnik.3 Sus contactos sindicales alcanzan a la CGT “Azul y Blanca” de Barrionuevo y a las 62 Organizaciones que dirige Jerónimo Venegas.
La otra estructura puesta en alerta es la Iglesia. En una acción sin precedentes, envió una serie de leyes al parlamento. Se trata de la regulación del trabajo y de la asistencia social. Entre sus puntos más importantes, está la flexibilización de condiciones para tomar mano de obra y la posibilidad de que el monotributista pueda contratar obreros. Más importante que el proyecto en sí es el conjunto de organizaciones que acordaron con Casaretto (responsable de la Pastoral Social): la mesa de enlace, la UIA, la CGT y la CGT rebelde, la CTA, ABA, ADEBA, AMIA y Aciera (evangelistas). En este contexto, el macrismo se encuentra en una debilidad relativa. Por un lado, no tiene estructura nacional, por lo que debe- rá pactar con el duhaldismo, movimiento que Macri no quisiera hacer a la vista de todos. Por el otro, aún le quedan 4 años de administración en la ciudad, que pueden terminar de desgastarlo. Hoy, el mejor candidato es aquel que no gobierna. Corolario que únicamente Carrió se encargó de desmentir.
Por el lado de los candidatos, han surgido los dirigentes ruralistas y Cobos. Sorprendentemente, luego de dirigir un movimiento político de envergadura, aparecen reuniéndose con los personajes más impresentables. Quienes creen que el campo fue un movimiento popular pueden atribuir tales desatinos a la poca experiencia política. Sin embargo, los límites a su candidatura son la médula misma del dato más importan- te del conflicto del gobierno con el campo. Efectivamente, De Ángeli protagonizó un movimiento político, pero no un movimiento de masas. Si lo hubiera hecho, ya tendría su partido hecho y derecho. Y, por supuesto, no habría pedido ninguna audiencia. Lo mismo vale para Buzzi. Mucho más para Cleto,que no hizo más que desempatar una votación.
La crisis argentina examinada arroja dos datos de magnitud. En primer lugar, el alto grado de descomposición política es lo único que permite que la oposición se estructure alrededor de un personaje que perdió todas las elecciones en los últimos 10 años y tuvo que renunciar a la presidencia en medio de un escándalo nacional. La intervención de la Iglesia en la arena inmediatamente política, no necesariamente opuesta a Duhalde, expresa también la incapacidad del personal burgués de labrar una oposición. Así, la Pastoral Social cumple el papel de canalizar las ex- presiones corporativas en un proyecto político concreto. Como figuras, a elementos que tenían un destino decorativo (Cobos) o dirigentes cor- porativos que arriaron chacareros y señoras de Recoleta. La ausencia de una alternativa política burguesa habilita estos engendros.
En segundo lugar, hay que señalar una particular separación: por un lado aparatos que buscan candidatos, por el otro, candidatos que buscan aparatos. Se trata del síntoma más visible de la incapacidad de la burguesía de estructurar organizaciones que tengan una vida real. Puede en- tenderse, así, la sinceridad de los di- rigentes cuando afirman que quieren que Cristina gobierne.
Una muerte lenta
El tiro certero, el del final, no siempre viene de manos ajenas. Para vivir, no debe descartarse que sea el gobierno mismo el que cierre aquello que no abrió, pero de lo cual se alimentó. Ya se han comenzado a liberar tarifas y el flamante Jefe de Gabinete afirmó, en el Council of America, que van a aumentar otras más. En este camino, el gobierno encuentra dos obstáculos de peso. El primero, más inmediato, es Guillermo Moreno y el Indec. Su ad- ministración ha cosechado todo tipo de críticas. No obstante, el sinceramiento de la inflación puede disparar un doble avance. Por el lado obrero, una oleada de huelgas por aumento de salarios. Por el lado burgués, una oleada de juicios por la indexación de los títulos. Esa contención a derecha e izquierda, es lo que sostiene a Moreno. De Vido, por su parte, es quien ostenta el pre- supuesto con el que el kirchnerismo subsidiaba a las empresas y acordaba con los sindicatos. Un ajuste en ambos sentidos implicaría des- armar toda esa estructura y, por lo tanto, descabezarla. Ponerse el fusil en la sien no es imposible, pero no es tan sencillo como un movimiento de brazos.
Existe sin embargo, un arma que porta el elemento mortal. Está en desarrollo, pero está allí. En estos años, ha hecho caer a dos gobiernos en la calle (Santa Cruz) y ha terminado con la carrera política de otro (Neuquén). Representa al sector más dinámico de la clase obrera hoy: los docentes. Ahora van por Scioli y Macri. Han demostrado ser capaces de establecer amplias alianzas y de pasar de las reivindicaciones sindicales a las políticas. Son la tierra fértil donde no puede florecer bien sino la izquierda. Allí, en estos piqueteros, está la bala de plata.
Notas
1 Véase Baudino, Verónica: “¿La base está? Las fracturas en la UIA en torno al gobierno kirchnerista”, en Boletín del La- boratorio de Análisis Político, nº 4.
2 La Nación, 27 de agosto de 2008.
3 Véase www.mpargentino.com.ar