Por Leonardo Grande – El 1º de mayo de 1886 el movimiento obrero organizado en EE.UU. dio un ultimátum a su burguesía: a partir de ese día no aceptaría trabajar un segundo más allá de las 8 horas. La fecha resumía 20 años de encarnizada lucha. Ese día acciones directas masivas garantizaron el cumplimiento efectivo de la huelga y la victoria de las 8 horas para la mayor parte de las ramas de la industria. El movimiento despertó el ataque acérrimo de los burgueses, a través de su prensa y de su Estado. El punto más alto de la reacción se vivió en Chicago. Allí montaron una provocación, se declaró el Estado de Sitio y 8 dirigentes anarquistas y socialistas fueron enjuiciados y condenados a la horca por crímenes falsos. Los “Mártires de Chicago” fueron asesinados legalmente el 11 de noviembre de 1887. Un asesinato selectivo: sólo 8 militantes entre millones de obreros en pie de lucha. El juicio no fue contra la reforma de las 8 horas (aceptada ya en el empleo estatal, por ejemplo), sino contra su uso “político” en manos de propagandistas y agitadores anarquistas y socialistas. Los activistas -cuadros dirigentes del movimiento- fueron condenados por resumir en la consigna de las 8 horas una serie de planteos políticos más generales: denunciar el deterioro físico y moral con que el capitalismo embrutecía a los obreros; el hambre, el alcoholismo y la violencia familiar; y la lucha por un trato igualitario para todos los trabajadores, ya fueran varones, mujeres, niños, inmigrantes o nacidos en el país. En síntesis, la consigna así entendida planteaba el derrocamiento del capitalismo como única meta deseable. La burguesía seleccionó -con pedagogía cruel, como siempre- para explicar los límites “aceptables” del derecho obrero, a quienes no se conformaban con una reforma parcial del sistema.
Tomando el guante, en 1890 los partidos obreros revolucionarios impulsaron la fecha para organizar actos, manifestaciones y huelgas y desarrollar una conciencia independiente e internacionalista entre las filas de los explotados. En Rusia, por ejemplo, cada 1º de mayo era acicateado por el partido de Lenin para fusionar al partido revolucionario con el movimiento obrero. El bolchevismo usó “el día internacional del trabajador” para transformar las peticiones sindicalistas de reformas parciales y darles un sentido político, revolucionario, socialista. Con ello, cada 1º de mayo el socialismo internacional batallaba contra las direcciones reformistas “espontáneas” o “apolíticas” del sindicalismo, que buscaban reducir sus reclamos a los márgenes del sistema democrático burgués. Décadas más tarde, a diferencia de lo que terminó ocurriendo en Rusia, la derrota de las corrientes anarquistas, socialistas y comunistas entre las masas norteamericanas dejó el espacio libre para la constitución de uno de los sindicalismos más fuertes del mundo, que se dedicó a negociar reformas menores. Al punto que las centrales obreras pactaron con su gobierno la celebración del “Día del Trabajo” -no ya de los trabajadores-en setiembre, desligándose así de su propio pasado revolucionario.
Hoy, a 120 años de aquel primer 1º de mayo, la dirección oficial del sindicalismo argentino -ante padecimientos causados por el mismo régimen social- vuelve a hacer lo que tradicionalmente acostumbra en estos casos: funcionar de correa de trasmisión de los intereses burgueses en el seno del proletariado. La movilización contra las muertes de 6 obreros en los talleres clandestinos de Luis Viale han dejado al descubierto -otra vez- la situación de la clase obrera en Argentina: sea cual fuere su edad, género o país de nacimiento, sigue viviendo hacinada, sin condiciones humanas de vida, sin tiempo de ocio para dedicar a sus relaciones sociales más básicas, obligada a padecer extenuantes jornadas laborales por salarios miserables, respirando y bebiendo la peste industrial de las fábricas aledañas a sus barrios, sin atención médica ni educación. Sin embargo, los dirigentes sindicales peronistas -Moyano, Santa María, Cavallieri y compañía- negocian el descontento de su clase por reformas menores, como el tope del 19 % a los aumentos salariales, muy por debajo de la caída real de los salarios con la inflación existente y proyectada. Con la novedad que es el mismo gobierno quien negocia las paritarias, ocupando directamente la silla de la patronal.
Contra ellos, hoy como ayer, vuelve a plantarse una dirección revolucionaria para los reclamos obreros. El movimiento piquetero ha relanzado su plan de lucha nacional. Pretende así dirigir la conciencia sindical hacia el problema político que hace imposible mejorar las condiciones de vida del proletariado ocupado y desocupado en Argentina. Canaliza, por lo tanto, decenas de luchas parciales que se dan en prácticamente todas las ramas y en todo el país, hacia un frente común, que plantee una salida política contra el régimen de miseria, hambre y muerte que impera en el país. Este mes de mayo, la Plaza que simboliza el poder político desde hace 200 años verá dos escenarios completamente diferentes que, sin embargo, disputan la conducción de la misma clase. Los dirigentes sindicales harán honor el día 25 al nuevo “pacto social” entre burgueses y obreros para decir sí a la esclavitud de los últimos y la continuidad en el poder de los primeros. Los dirigentes obreros piqueteros elegirán el 1º, otra vez, para decir no al capitalismo argentino y sus secuaces, a la esclavitud capitalista y sus “gestos” de maquillaje. Como siempre, los explotados y oprimidos del país podrán sacar sus conclusiones y elegir, llegado el momento, qué dirección para qué programa, es decir, en última instancia, qué plaza visitar en mayo.
El 1º de mayo de 1886 el movimiento obrero organizado en EE.UU. dió un ultimátum a su burguesía: a partir de ese día no aceptaría trabajar un segundo más allá de las 8 horas. La fecha resumía 20 años de encarnizada lucha. Ese día acciones directas masivas garantizaron el cumplimiento efectivo de la huelga y la victoria de las 8 horas para la mayor parte de las ramas de la industria. El movimiento despertó el ataque acérrimo de los burgueses, a través de su prensa y de su Estado. El punto más alto de la reacción se vivió en Chicago. Allí montaron una provocación, se declaró el Estado de Sitio y 8 dirigentes anarquistas y socialistas fueron enjuiciados y condenados a la horca por crímenes falsos. Los “Mártires de Chicago” fueron asesinados legalmente el 11 de noviembre de 1887. Un asesinato selectivo: sólo 8 militantes entre millones de obreros en pie de lucha. El juicio no fue contra la reforma de las 8 horas (aceptada ya en el empleo estatal, por ejemplo), sino contra su uso “político” en manos de propagandistas y agitadores anarquistas y socialistas. Los activistas -cuadros dirigentes del movimiento- fueron condenados por resumir en la consigna de las 8 horas una serie de planteos políticos más generales: denunciar el deterioro físico y moral con que el capitalismo embrutecía a los obreros; el hambre, el alcoholismo y la violencia familiar; y la lucha por un trato igualitario para todos los trabajadores, ya fueran varones, mujeres, niños, inmigrantes o nacidos en el país. En síntesis, la consigna así entendida planteaba el derrocamiento del capitalismo como única meta deseable. La burguesía seleccionó -con pedagogía cruel, como siempre- para explicar los límites “aceptables” del derecho obrero, a quienes no se conformaban con una reforma parcial del sistema.
Tomando el guante, en 1890 los partidos obreros revolucionarios impulsaron la fecha para organizar actos, manifestaciones y huelgas y desarrollar una conciencia independiente e internacionalista entre las filas de los explotados. En Rusia, por ejemplo, cada 1º de mayo era acicateado por el partido de Lenin para fusionar al partido revolucionario con el movimiento obrero. El bolchevismo usó “el día internacional del trabajador” para transformar las peticiones sindicalistas de reformas parciales y darles un sentido político, revolucionario, socialista. Con ello, cada 1º de mayo el socialismo internacional batallaba contra las direcciones reformistas “espontáneas” o “apolíticas” del sindicalismo, que buscaban reducir sus reclamos a los márgenes del sistema democrático burgués. Décadas más tarde, a diferencia de lo que terminó ocurriendo en Rusia, la derrota de las corrientes anarquistas, socialistas y comunistas entre las masas norteamericanas dejó el espacio libre para la constitución de uno de los sindicalismos más fuertes del mundo, que se dedicó a negociar reformas menores. Al punto que las centrales obreras pactaron con su gobierno la celebración del “Día del Trabajo” -no ya de los trabajadores-en setiembre, desligándose así de su propio pasado revolucionario.
Hoy, a 120 años de aquel primer 1º de mayo, la dirección oficial del sindicalismo argentino -ante padecimientos causados por el mismo régimen social- vuelve a hacer lo que tradicionalmente acostumbra en estos casos: funcionar de correa de trasmisión de los intereses burgueses en el seno del proletariado. La movilización contra las muertes de 6 obreros en los talleres clandestinos de Luis Viale han dejado al descubierto -otra vez- la situación de la clase obrera en Argentina: sea cual fuere su edad, género o país de nacimiento, sigue viviendo hacinada, sin condiciones humanas de vida, sin tiempo de ocio para dedicar a sus relaciones sociales más básicas, obligada a padecer extenuantes jornadas laborales por salarios miserables, respirando y bebiendo la peste industrial de las fábricas aledañas a sus barrios, sin atención médica ni educación. Sin embargo, los dirigentes sindicales peronistas -Moyano, Santa María, Cavallieri y compañía- negocian el descontento de su clase por reformas menores, como el tope del 19 % a los aumentos salariales, muy por debajo de la caída real de los salarios con la inflación existente y proyectada. Con la novedad que es el mismo gobierno quien negocia las paritarias, ocupando directamente la silla de la patronal.
Contra ellos, hoy como ayer, vuelve a plantarse una dirección revolucionaria para los reclamos obreros. El movimiento piquetero ha relanzado su plan de lucha nacional. Pretende así dirigir la conciencia sindical hacia el problema político que hace imposible mejorar las condiciones de vida del proletariado ocupado y desocupado en Argentina. Canaliza, por lo tanto, decenas de luchas parciales que se dan en prácticamente todas las ramas y en todo el país, hacia un frente común, que plantee una salida política contra el régimen de miseria, hambre y muerte que impera en el país. Este mes de mayo, la Plaza que simboliza el poder político desde hace 200 años verá dos escenarios completamente diferentes que, sin embargo, disputan la conducción de la misma clase. Los dirigentes sindicales harán honor el día 25 al nuevo “pacto social” entre burgueses y obreros para decir sí a la esclavitud de los últimos y la continuidad en el poder de los primeros. Los dirigentes obreros piqueteros elegirán el 1º, otra vez, para decir no al capitalismo argentino y sus secuaces, a la esclavitud capitalista y sus “gestos” de maquillaje. Como siempre, los explotados y oprimidos del país podrán sacar sus conclusiones y elegir, llegado el momento, qué dirección para qué programa, es decir, en última instancia, qué plaza visitar en mayo.