Los despidos están a la orden del día. No sorprende, en el capitalismo la variable de ajuste somos los laburantes. Cuando la crisis estalla y las ganancias están en peligro, el capitalista busca salvarla. Suelen empezar tanteando el terreno con retrasos en los pagos de los sueldos o con suspensiones. Luego, se sigue con despidos. A veces, de un parte del personal para volver a hacer “viable” la empresa. En otros, de todo el plantel, para invertir en otro sector más rentable. “Hay que achicarse”, nos dicen. Claro, y nos achican a nosotros.
Generalmente, aparece un argumento para justificar esto. Sobre todo si se trata de empleo público. “Sobran trabajadores”. Desde la lógica de los capitalistas, parece razonable. Las ventas se reducen, el stock se acumula y seguir la producción, al menos al mismo ritmo y al mismo costo, solo agrava el problema. ¿Qué hacen? Ya sabe, achicarse, achicarnos. Claro que se parte de un punto que no aparece en cuestión nunca: la ganancia. Eso es lo que ordena a toda sociedad capitalista.
El Socialismo es, por el contrario, una forma de sociedad completamente distinta. Tal cual explicamos en LHS nº 8, se acaba la ganancia y, en consecuencia, esta deja de ser la cuestión que le da sentido a todo. Lo que aparece como central son las necesidades humanas. Estas son las que pasan a ordenar toda la sociedad. Parece más razonable, ¿no?
Desde esta perspectiva, el problema del desempleo desaparece. En primer lugar, porque ya no se mide en función de si es rentable para un parásito que vive como faraón. Allí donde haya necesidades, se cubrirán. En segundo lugar, porque la incorporación de tecnología y maquinaria lo que va permitiendo es ahorrar trabajo y achicar jornadas. Un capitalista, cuando incorpora máquinas, reduce el tiempo de trabajo y despide a los trabajadores que “le sobran”. En cambio, en el Socialismo si un trabajo que dos obreros hacían en 8 horas, se reduce a la mitad por la incorporación de tecnología, la jornada se reduce a 4 horas cada uno.
Es que ese tipo de sociedad tiende a liberarnos, convirtiendo el tiempo de trabajo, para todos, en una mínima porción de nuestras vidas. Y nos saca de la miseria, porque que podamos ir a un hospital equipado o llevar a nuestros chicos a una escuela en las condiciones necesarias para aprender, no depende de que sea rentable.
Pensemos nuestro presente desde la lógica socialista. Teniendo en cuenta las necesidades humanas, ¿sobran trabajadores? No parece. Veamos algunos datos. En la Argentina hay apenas 2 enfermeros por cada 1.000 habitantes y, según la Organización Mundial de la Salud, el número debía ser cercano a 4 (lo cual es bastante discutible, pero tomémoslo por bueno). A pesar de contar con la mitad de personal necesario, vemos en los diarios que se está despidiendo enfermeros de los hospitales… El año pasado, solo en CABA, 12.000 chicos se quedaron sin vacantes en escuelas públicas y no se cubrieron 144 cargos de maestro. Es decir, hacen faltan docentes y faltan escuelas. Más aún, falta un plan de obras públicas para llevar servicios básicos a barrios que no los tienen, o nuevas y mejores redes de transporte (desde rutas hasta subtes), que permitan viajar en menos tiempo y en condiciones seguras, y un largo etcétera de obras que el lector conoce de sobra.
Podríamos seguir mencionando datos y ejemplos, para llegar siempre al mismo resultado: hay mucho por hacer porque hay cientos de necesidades humanas por cubrir que una sociedad basada en la ganancia y sin ninguna planificación, no puede resolver. Es hora de que tomemos el camino más razonable, el del Socialismo.