Cuando el ajuste va avanzando, solemos escuchar a los defensores de los subsidios. Parece un discurso relativamente “amigable”, sobre todo si pensamos en los subsidios al consumo. Del mismo modo, vemos industriales pidiendo subsidios para compensar su ineficiencia: “si subsidiás, protegés e incentivas la industria nacional”, “promovés el mercado interno” son las tonterías que nos suelen argumentar. Los principales defensores de este esquema son kirchneristas, peronistas de variado pelaje y progres. Incluso, la izquierda, que se apropia de un discurso peligroso. Sin embargo, el problema está mal encarado.
Los subsidios son transferencias estatales de plusvalía, es decir de lo que nos sacaron los patrones, que tienen el fin de impulsar la acumulación de los capitalistas. Cuando los burgueses en cuestión son ineficientes, necesitan y hasta suplican por subsidios. Así, el subsidio puede ser directo (plata transferida directamente) o indirecto (por ejemplo, subsidio en las tarifas de servicios).
Pensemos un poco en el asunto de los servicios. Desde su asunción, Macri pretende reducir el déficit fiscal, ajustando subsidios dentro de sus posibilidades. Claro, ¿cuál era el esquema bajo el kirchnerismo? Congelar las tarifas y con eso, beneficiar a los empresarios. ¿Por qué? Primero, porque les permitía mantener salarios bajos que no aumentaban lo necesario para hacer posible un pago de servicios. Segundo, porque las empresas que contrataban servicios para producir, también pagaban menos. Mientras tanto, para no perder, las empresas que prestaban dichos servicios eran compensadas con… subsidios por 85.618 millones de dólares en doce años, y sin contar los subsidios al agua. ¿Todo esto qué significa? Que en lugar de favorecernos, los subsidios fueron una variable fabulosa para “congelar” nuestros salarios mientras compensaban a los capitalistas. O sea, sirvieron para explotarnos mejor. Una vez que esto se volvió insostenible, quedó al descubierto que ganamos una miseria y que ni siquiera podemos pagar la luz.
Ahora, el asunto es más grave si pensamos de dónde sale la plata de los subsidios. Puede salir de la renta agraria (que en realidad es plata que sale del trabajo de todos los obreros del mundo, incluso los argentinos) y de los impuestos al consumo (IVA) que lo pagan básicamente los obreros. Pero con los K, también salió del ANSES (o sea, de los obreros jubilados), el BCRA (deudas que pagarán los futuros obreros) y de las cajas de las obras sociales (que son descuentos realizados a los obreros). Finalmente, de nuestro salario (impuesto a las ganancias) y donde más duele: la inflación (otra vez, nuestros salarios). Los que ponemos la plata para los subsidios, en realidad, somos siempre nosotros.
Esto no significa que Macri nos saca los subsidios para dejar de beneficiar a los capitalistas. Macri fue sacando subsidios para “sincerar” la economía y relanzarla sobre bases más competitivas, algo que resulta imposible si consideramos que de esta burguesía no se puede esperar mucho más que esto. Para eso, nos tiene que seguir abaratando más de lo que ya estamos. Y de paso, llevarse puesto a varios burgueses “del mercado interno”, que precisamente nos invitan a pelear por ellos.
Sin embargo, nosotros necesitamos una salida propia, no conciliar con enemigos de clase. Los obreros no tienen por qué pagar los tarifazos, ni sostener con subsidios a ningún burgués. En lugar de defender los subsidios, hay que abolir todos los impuestos que pesan sobre el salario y el consumo. Que la plata la pongan los capitalistas, que paguen la crisis que generaron.