“Todas las cosas del mundo”, de Diego Manso1
La obra teatral que aquí se reseña, altamente recomendable, presenta una composición artística compleja y combina temáticas sociales y de género, en dónde el autor ha realizado un arduo trabajo con el lenguaje que lo hace oscilar permanentemente de la riqueza de lo culto a la coloquialidad de lo popular.
Rosana López Rodriguez
Grupo de Análisis y Crítica Teatral
“y lo llevó al desierto (…) donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso. Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquel que no muere.”
Jorge Luis Borges, Los dos reyes y los dos laberintos
La pampa, despoblada e ingente, es la cuna de todos los conflictos. Por ella transitan y viven sus penurias Sancho e Iberia, un matrimonio que supo tener épocas relativamente exitosas como empresarios a cargo de un espectáculo ambulante de fenómenos. La actualidad los encuentra quebrados y al borde de la disolución matrimonial. Cuando se inicia la acción solo les queda la Niña Foca, pues los encontramos en trance de enterrar al último intento de recuperación de su negocio: el Niño Jirafa.
Iberia es la parodia de lo que su nombre señala: una argentina estafadora que con el dinero robado a una tía huyó a España, donde se ganó la vida durante un tiempo con sus no demasiado buenas artes de tonadillera. Ella, que aspiraba a lo grande, a la península ibérica toda, es ahora nada, en virtud de una inoportuna cirugía a la que fue sometida en sus cuerdas vocales a instancias de su marido. Él porta otro nombre de prosapia hispánica, y así como su homónimo famoso, es la cara de la ambición y el deseo de salir de la miseria. Ella tiene ínfulas; él, un realismo mezquino y cínico rayano con la delincuencia. Son sin dudas, tal para cual, hasta el momento en que Iberia decide que nada de esa ambición podrá realizarse si se queda con Sancho.
Un sacerdote y Amílcar, el único empleado que les ha quedado luego de la debacle, vienen a completar el cuadro de estos sobrevivientes pampeanos. El conflicto que envuelve a todos radica justamente en cómo permanecer y recuperar viejos esplendores en un medio completamente hostil. Puesto que tal como lo dicen los personajes, la exhibición de freaks es un espectáculo propio del siglo XIX, Sancho y el padre Justo Garzone pergeñan una salida acorde con los tiempos y los públicos: intentarán convertir a la Niña Foca en una sanadora milagrosa. Embaucarán con ello a los pobres primero y luego servirá a los intereses del cura, quien presentará el caso ante el Vaticano a fin de recuperar una posición digna dentro de la Iglesia. Garzone, involucrado en un caso de pedofilia, ha sido desplazado a este lugar perdido del mundo.
Como la trama de esta historia hunde sus raíces en la proliferación barrocamente folletinesca, siempre parece haber una vuelta de tuerca que, en lugar de resolver, va complicando la historia: el vínculo amoroso entre la Niña Foca y Amílcar, la madre de la Niña que regresa para recuperar a su hija2, el ladrón que roba a otro ladrón, la venganza de Iberia, el intento de asesinar a Garzone, que emprenden la Niña y Amílcar.
El dinero no es todo, pero…
En 1932 se estrena Freaks de Tod Browning, cuyo conflicto principal se producía entre aquellos que eran los prototípicos personajes “buenos” hollywoodenses y los fenómenos, quienes habían pactado un código de defensa colectiva: se vengarían de todo aquel que se aprovechara de ellos. Casi huelga decir que esto es, precisamente, lo que sucede. Hay en la obra de Manso sin dudas, una filiación con esta línea, en la cual los débiles (o raros) establecen una alianza defensiva contra los “normales”, que se aprovechan de ellos. Es así como la Niña Foca y Amílcar pretenden quedarse con el dinero obtenido espuriamente por la exhibición milagrera y matar al cura con una bebida preparada a base de cicuta.
Examinando más detalladamente a los personajes, todos tienen una debilidad, o lo que es lo mismo, todos son freaks. Los tres personajes “dominantes” pecan por ambición: Sancho es, además, borracho; Iberia, es un oxímoron en sí misma, una cantante sin cuerdas vocales; el cura suma varios pecados en su haber: pederasta y reaccionario3, manipulador y antisemita.
Luis Mazas ha dicho en su reseña en la revista Veintitrés que en TCM, “nadie es inocente”. Sin embargo, en tanto el adjetivo “inocente” alude a una valoración ética y moral no es el más adecuado para caracterizarlos. Una cosa es “ser culpable” y otra, muy distinta, “ser raro/freak/deforme”. Quiero decir con ello que la valoración positiva o negativa de los bloques de personajes (los “buenos”: la Niña Foca, Amílcar, Aurora; los “malos”: Sancho, Iberia, Garzone) tienen un elemento común. A saber, todos se comportan o se comportaron en alguna medida, por fuera de los parámetros de lo socialmente aceptable, de lo reglamentado, aunque más no sea ideológicamente. La Niña Foca y Amílcar son ladrones y podrían convertirse en asesinos, en tanto que Aurora es una madre que ha abandonado a su hija.
“Pasto, pasto, pasto. Todo lo que veo es pasto.”, dice Iberia. Y así es. El campo ocupa todo, ese espacio que supo ser fuente de riqueza ahora es, en su propia inmensidad, como el desierto del cuento de Borges: un laberinto del que no se puede salir. Una paradoja en sus propios términos, la pampa no tiene rejas ni muros y sin embargo, resulta ser la prisión más efectiva que sepultará las ilusiones y las soberbias de sus moradores. Ese escenario omnipotente es la sinécdoque de nuestro país, o lo que es lo mismo, cuando hablamos de la Pampa argentina, hablamos de la Argentina toda y en especial si se trata de una historia que cuenta el relativo éxito y la descomposición de una clase de un siglo a otro.
Tanto los personajes como la realidad en la que están inscriptos y los sueños que pretenden alcanzar, son deformes o están deformados por sus puntos de vista, ya sea por mezquindad o por aspiraciones imposibles.
De víctimas y victimarios
En la obra aparecen dos grupos de personajes, los que someten y dominan (con mayor o menor fortuna) y los oprimidos (antes o durante la acción dramática). En el primero están Sancho e Iberia, que representan a la burguesía en decadencia, pues ya no pueden siquiera seguir cumpliendo con su tarea específica. Nadie a quien explotar, nada para hacer. Ambos representan las ilusiones frustradas del sueño de “Hacer la América”. También está en este grupo el padre Garzone, cuya declaración de principios es elocuente: “En el Piedra, papel o tijera de la vida, Iglesia mata a Estado.”, dice. Allí, en medio del desierto pampeano, el Estado está ausente y el clero corrupto se constituye en la única ley, que intenta dominar cada palmo de la conciencia ajena en beneficio propio.
El otro bando está formado por la Niña Foca, su madre (Aurora Sanjurjo de Kovalevsky) y Amílcar. La Niña está encerrada en una jaula, es hija de una obrera del pasado. Tiene una tarea intelectual en la trama. Es una desaparecida mostrada en el siglo XXI como un fenómeno: intocada, virgen, imposible y excepcional, es exhibida a los pobres como la nueva excepción de la época, con un contenido engañoso y religioso, o sea mistificado, la figura del desaparecido de los 70 como objeto de mercado. Como si no fuera suficiente con ello, Aurora vuelve de ese pasado en el que no pudo hacerse cargo de ella, en el que no ganó la batalla de la maternidad, cuando no pudo llevar adelante la vida que había parido, y hoy, aburguesada y culposa, la vuelve a secuestrar (se la lleva contra su voluntad), la “desaparece” de la vida libre que la hija había estado planeando. De hecho, Aurora es la que termina de frustrar la esperanza gestada en la botella de licor envenenado con la que la Niña y Amílcar habían renovado los lazos de esa alianza setentista para escapar del yugo de la explotación: la pequeña burguesía universitaria y la clase obrera. Ella, la Niña, descubre e idea la posibilidad de envenenar a sus enemigos preparando una botella de licor con cicuta; él encuentra el veneno y se dispone a poner el plan en práctica. Ella, la intelectualidad; él, hijo de una sirvienta paraguaya, un iletrado que no ha hecho durante toda su vida otra cosa que obedecer a sus patrones, la fuerza de trabajo.
Si Sancho es el capital, Iberia es la artista, el arte que se apoya en lo material, mientras tanto le permita desplegarse. O lo que es lo mismo, la ideología. Cuando eso se termina, la voluntad de ese artista es renovar el amo, procedimiento que es visto como liberación (no del capital, sino de la miseria y descomposición que no permite crear). La carta que Iberia escribe a Luis Aguilé expresa ese intento. Incluso, Aguilé es el espejo que le muestra a Iberia cuán grande ha sido su error al venirse a estas pampas soñando con el despliegue de su arte. El capital argentino no está en condiciones de promover las producciones artísticas, no hace sino sumir a sus artistas en la miseria.
Así como la obra tiene una estructura dividida en torno a la lucha de clases, esta estructura admite un cruce con otra determinación: la de género. Las mujeres son las únicas sobrevivientes, a ellas se les han otorgado los dones: para ellas, el arte (Iberia), la intelectualidad (Niña Foca) y el poder. Aurora, regresa a la historia munida de un poder que no tuvo en el pasado, distinta a esa maternidad/paternidad de los ‘70 que, impotente, fue derrotada. Esta nueva situación le permite detentar la intelectualidad, a quien suprime con ese nuevo robo, la hace desaparecer nuevamente, la derrota, porque la deja sin posibilidad de encontrarse con el sujeto de la acción política contra el poder, la clase obrera.
Nuestro último intento histórico de lucha/resistencia fue el Argentinazo; que una mujer luego de enviudar del doctor K(ovalevsky) vuelva por su hija, detentando un poder obtenido por una suerte de herencia o nepotismo conyugal, que llegue para cooptar los últimos bastiones de las luchas por los DDHH y las conciencias intelectuales, no parece ser de muy complicada interpretación: Aurora es Cristina.
El autor nos da la clave para explicar porqué el único personaje que salva el pellejo, Iberia, se libera y no lo hace por la vía de cometer atropello alguno, sino simplemente, como producto de un hecho fortuito: “Me parece que yo tengo una ligazón bastante más profunda con la generación de mis abuelos que con las de mis padres, que es la generación del 70. Una generación que yo no banco ideológicamente y probablemente tampoco me interese demasiado su producción cultural, pero sí la de mis abuelos, esa cultura popular mestiza. Una cultura que, de alguna manera, ha sido la que inventó todo: el tango, el fado, la copla, en la Argentina el género chico, teatral, quiero decir.”4 De alguna manera, Iberia es Manso.
La política ni-ni: ni las luchas del pasado inmediato, ni las del kirchnerismo; ni la cultura de los 70 (ni la vanguardia artística ni la política), sino la nostalgia, el vínculo muy remoto con ese momento originario en el cual todavía se creía que el sueño de Hacer la América era posible. Todavía no habíamos probado el fruto prohibido, esa pretensión de quererlo todo todavía no había minado ni las relaciones ni la sociedad; Argentina era aún el Paraíso.
Todas las cosas del mundo
“Los argentinos vivimos queriendo lograr lo imposible, sin ningún criterio de realidad.”
Diego Manso
Lo dijimos: la obra es larga. Dos horas y cuarto de pura incontinencia verbal de los personajes en los que cada pensamiento es hablado. Pero ese horror al vacío típico del Barroco nunca es confuso ni aburrido. Cada palabra tiene su razón de ser, puesto que Manso ha realizado un arduo trabajo con el lenguaje que lo hace oscilar permanentemente de la riqueza de lo culto a la coloquialidad de lo popular. Este contraste entre niveles de uso de la lengua provoca un efecto humorístico como el que se observa en los esperpentos de Ramón del Valle Inclán, en cuyas obras la realidad aparece deformada, como vista en un espejo cóncavo.5
Esta poderosa y acertada celebración de la palabra, no deja de llamar la atención en el marco de una tendencia en la dramaturgia actual que muchas veces adopta un ropaje de brevedad, más por debilidad que por necesidad del propio desarrollo dramático. Rubén Szuchmacher, el director, es consciente de esta voluntad de exponer un texto que va contra la corriente: “Esta obra de Diego Manso (…) se constituye como una protesta contra ese teatro de tiempos cortos, superficialidades y desgano actoral. Todas las cosas del mundo nos ha devuelto el placer de enfrentarnos a la complejidad artística, una condición imprescindible para que el Teatro vuelva a ser una experiencia inolvidable.” En el mismo sentido, el autor señala que no hay que aceptar “la banalización constante del oficio. Un dramaturgo transformado en un transcriptor, un director en un puestista, un actor en un performer. Y eso es contra lo que nosotros vamos.”
Esta verborragia de niveles contrastantes es el elemento formal más característico de la obra. Esta aspiración al todo (a decir todo, a exponer todo, a resolver todo), típicamente barroca, expresa tanto un contenido imposible como deforme y destinado al fracaso. Es por eso que, el otro elemento que se manifiesta en todos los personajes, su condición de freaks, es en efecto, la metáfora que anticipa el resultado final. Todos estos personajes que aspiran a todo, resultan impotentes para lograr su cometido, salvo una… que vino por todo y cuyo destino final todavía tiene que escribirse.
Es una obra altamente recomendable, que se disfruta durante todo su largo recorrido. Excelentes como siempre Ingrid Pelicori (como Iberia) e Iván Moschner (como el padre Garzone). Gran trabajo también de Paloma Contreras en la piel de la sufriente Niña Foca. La iluminación y la escenografía logran que sintamos en carne propia esa pampa de los sueños rotos.
1En el Teatro Payró, San Martín 766, de jueves a domingos.
2La Niña fue entregada, apenas nacida, a Iberia quien iba en busca de freaks para sostener el show. La madre, Aurora Sanjurjo, era tan joven y tan pobre que nada pudo hacer para mantener a su hija a su lado, la entregó luego de firmar un papel sin valor alguno.
3Va por la vida citando al beato José María. Se refiere a Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, la fracción que representa a la burguesía más reaccionaria dentro de la Iglesia Católica, y que fuera beatificado por Juan Pablo II en 2002.
4En http://todoteatro.com.ar/lo-obsceno-y-lo-pop/
5“Valle Inclán en el esperpento ya no ve el mundo y sus personajes de rodillas (…). Ha optado por enfocarlos desde el aire, que es mirar a distancia (…). El mismo principio de subversión de las normas clásicas lo aplica al lenguaje: todos los registros del habla popular, vulgar y desgarrada y de la culta, discreta y elegante, el exabrupto y la blasfemia, el argot y la jerga se dan cita en estos textos en un esfuerzo descomunal y fascinante por captar la lengua viva. Ahora bien, detrás de lo bufo, lo grotesco, lo cómico y lo absurdo se vislumbra siempre una situación dramática. Esa frontera indecisa entre tragedia y farsa es el armazón sobre el que se construye el esperpento.” En http://www.cervantesvirtual.com/portal/catedravalleinclan/pcuartonivel.jsp?conten=autor&pagina=autor16.jsp (Margarita Santos Zas)
Buenísimo este comentario disfruté muuucho de la obra y escribí esto Estoy Felizzz de tanto disfrutar, de llenarme los ojos con actuaciones conmovedoras, hilarantes y muy disfrutables!!!Les re contra recomiendo de forma especial una de las mejores obras que ví, y eso que ví mucho, mucho a lo largo de mi vida…. y que soy Coreógrafa, y Bailarina, y Psicoterapeuta, y Criticona , además de haber sido Crítica de Danzas.. y Exigente, muy muy Exigente con las producciones teatrales, y con los estilos de teatro.. y con los Actores… pero ESTA OBRA es un EXCELENTE espectáculo teatral en nuestro querido Teatro Payró sobre calle San Martín a la vuelta del C.C.Cult. Borges. De Jueves a Domingo: pueden deleitarse con » Todas las Cosas del Mundo » con la cada vez más Genial INGRID PELLICORI encabezando un Elenco buenísimo. la dirige con gran maestría RUBÉN SZUCHMACHER, esta Obra estridente en las emociones, expresadas con fruición de significado y precioso lenguaje en la perfección de su texto, Este texto tan bello y TAN bien construído de DIEGO MANSO, es tan pleno de sentido , incluso dentro de su delirio.. Es una delirio absolutamente creíble! Es intenso, muy intenso!tiene un curioso estilo clásico a «lo Del Valle Inclán», espeluznantemente actual , con su humor irónico, preciso y corrosivo, nos hace pensar cuando conseguimos tranquilizar las carcajadas! un Verdadero placer! me hizo decir : Al Fin! Teatro! con gran suspiro con el pecho henchido de placerrrrr Graciasssssss! a todos ellos!!!!! Y Ustedes que están leyendo no se lo pierdan!! corran a sacar entradas para MAÑANA MISMO