Sobre la reforma laboral en Francia
La nueva ley laboral constituye un nuevo ataque a los trabajadores franceses, empeorando sus condiciones de vida. Hace una década que varias generaciones obreras enfrentan los repetidos intentos de la burguesía local por marcar un nuevo nivel de la tasa de explotación. Es hora, para el proletariado francés, de despertar del letargo que impuso la socialdemocracia.
Julia Egan
TES-CEICS
Desde marzo, las principales ciudades de Francia presencian movilizaciones de miles de trabajadores, que reclaman por la anulación de la reforma de la Ley de Trabajo. El gobierno de Hollande, con la excusa de disminuir el desempleo –que ha alcanzado un máximo histórico del 10% y asciende al 21% entre los jóvenes– pretende hacer pasar un aumento de la jornada de trabajo y la descentralización de diversas negociaciones hacia el ámbito de las empresas, entre otras modificaciones importantes que atentan contra conquistas históricas de los trabajadores franceses. Debido a la resistencia opuesta a la nueva ley, el ejecutivo tuvo que apelar al artículo 49.3 de la Constitución, que le permite aprobar una ley sin que pase por la Asamblea Nacional. El movimiento, dirigido por la CGT Francesa y Forza Obrera, va perdiendo su ímpetu en la medida en que solo se plantea como lucha sindical y no cuestiona el problema políticamente. No se trata de una imposición de un gobierno “traidor” y neoliberal, como plantean estas organizaciones, sino del intento de resolver los problemas de la burguesía francesa en medio de una crisis económica que aún no muestra sus límites.
La reforma
Los principales aspectos de la reforma tienen que ver con la prolongación del horario de trabajo, la menor regulación de las jornadas, la baja salarial y la flexibilización de las condiciones de despido. Veamos.
Si bien las 35 horas semanales se presentan como una conquista, en su aplicación real no resulta tal cosa. En la práctica, las reglamentaciones legales permitieron introducir la flexibilidad horaria según la conveniencia de los empresarios. La posibilidad de extender la jornada semanal por un máximo de 48 horas fue utilizada para variar la distribución de las horas de trabajo de una semana a la otra, sin pagar horas extras o dar descansos supletorios. Así, si un obrero trabaja 30 horas durante una semana, a la siguiente podría trabajar 40, por un máximo de un mes si no tiene convenio colectivo de empresa o rama, y un máximo de un año en caso de tenerlo, según establece el Código de Trabajo. La reforma pretendía pasar estos tiempos a cuatro meses y tres años, respectivamente. Es decir, que pretende profundizar la flexibilidad que ya existía. Con la última modificación del proyecto, se logró que sea necesario tener un convenio de rama para que la empresa pueda exigir el límite de tres años, mientras que los convenios de empresa tendrán que respetar un máximo de cuatro meses. En cambio, no se consiguió mantener los límites de la jornada diaria, que era de diez horas y ahora será de doce, con el solo acuerdo con la empresa, cuando antes se necesitaba de la aprobación de la inspección del trabajo o de un acuerdo por rama para extenderla.
Otra modalidad de trabajo es la del “acuerdo anual de días de trabajo”, para aquellos trabajadores que por la naturaleza de su trabajo puedan “gestionar” su tiempo de trabajo, sin superar un máximo de 218 jornadas. De por sí, esta modalidad permite modificar la jornada de trabajo según las necesidades empresariales, ya que pueden realizarse las mismas maniobras mencionadas respecto de la jornada semanal. Pero además, el empleador puede desconocer los descansos diarios a cambio de un 10% de aumento de salario. Actualmente, se necesita firmar un acuerdo de rama o empresa para implementarlo, pero la reforma pretendía que pueda aplicarse unilateralmente en las empresas de menos de 50 empleados y que el empleador pueda fijar las condiciones del acuerdo. Es decir, que las empresas menos competitivas puedan aumentar la explotación de forma absoluta. Finalmente, se logró que haya una negociación previa con los sindicatos o representantes de los trabajadores. También se logró detener la extensión de la jornada máxima de 40 horas trabajo nocturno, que en la actualidad puede asignarse durante tres meses y se pretendía extender a cuatro. Otra modificación que se retiró fue la relacionada con la autorización para la implementación de la jornada a tiempo parcial. Según la ley actual, debe ser autorizada por la inspección del trabajo, pero se intentó que pueda aplicarse sin ella. Una avanzada que también se contuvo fue la que se quería realizar sobre los descansos diarios. Actualmente, se prevé que el trabajador debe contar con once horas consecutivas de descanso diario, que se querían dividir en “paquetes de días”, lo que hubiese permitido aumentar la jornada de trabajo según las necesidades empresariales. Algo similar sucedió con las guardias, que con la reforma iban a ser contadas como descanso en caso de que el trabajador de guardia no debiera intervenir durante su turno. Esto no se logró imponer, pero sí se eliminó la obligación de notificar el turno de guardia con 15 días de anticipación. Ahora los trabajadores pueden ser avisados hasta un día antes del mismo.
En cuanto a los salarios, el mayor golpe viene de la mano de los “contratos para mantener el empleo”. Actualmente, las empresas, en acuerdo con los sindicatos, pueden cambiar los contratos de trabajo por causas económicas, aplicando reducciones de salarios y aumento de las horas de trabajo, por un periodo de cinco años. El trabajador que se niegue puede ser despedido, aunque puede ampararse en la legislación vigente y exigir su reincorporación o una compensación más la correspondiente indemnización. Con la nueva ley, no es necesario apelar a cuestiones económicas para realizar estos contratos. Además, si el trabajador se niega a la nueva modalidad, es despedido con causa justa, por lo cual no tiene derecho a compensación alguna. Cuando las empresas no logren imponer estos contratos, tienen a mano otra alternativa. Anteriormente, para realizar despidos por razones de crisis, era necesario demostrar el cierre de la empresa, reorganización necesaria para su subsistencia, cambios tecnológicos o dificultades económicas. Ahora, además de estos criterios, se suma la posibilidad de demostrar un trimestre de disminución en sus beneficios o dos trimestres consecutivos de merma de las ventas o pedidos, que serán suficientes para justificar este tipo de contratos. Estas circunstancias pueden darse también en situaciones de ausencia de crisis, por ejemplo, en las actividades estacionales, lo que permitirá introducir estos contratos precarios en situaciones de normalidad económica.
Otro recorte salarial se explica por el ataque a las horas extras. Hoy en día, las primeras ocho horas son pagadas al 25%, mientras que las siguientes se pagan al 50%. Tras la reforma, un simple acuerdo de empresa puede permitir el pago al 10%, aun cuando el acuerdo de la rama prevea aumentos más altos. Algo similar ocurre con las horas extras de los trabajadores a tiempo parcial, que tenían una escala más favorable y ahora se pagaran indistintamente al 10%.
También se cambian los términos de la indemnización por despido. En caso de despido injustificado, se preveía una primera instancia de reincorporación, que de no ser cumplida, era penada con un pago no menor a los últimos seis salarios, además de la correspondiente indemnización. Ahora, se establecen límites máximos según la antigüedad del empleado, pero sin poner un piso mínimo de pago. Además, no se establece qué criterios se deben tener en cuenta para calcular el resarcimiento.
Un aspecto importante de la reforma tiene que ver con la negociación colectiva. Actualmente, la negociación salarial es anual. Sin embargo, desde el 2015 es posible que sea trienal, si se consigue el acuerdo del 50% de las empresas de la rama, pero la nueva ley consiguió disminuir este acuerdo al 30% de ellas. Por último, la reforma introduce cambios en las licencias, como la de “solidaridad familiar”1, cuidado de familiares, enfermedad o discapacidad de un pariente, por desastres naturales y la licencia sabática, que en el Código de Trabajo tenían términos explícitos y ahora pueden ser reguladas por acuerdos de rama o empresas, que establecerán su duración y condiciones de acceso.
Las movilizaciones
La clase obrera francesa viene enfrentando desde hace años diferentes embates. Los sucesos más importantes fueron la lucha de los “jóvenes mileuristas” entre 2005 y 2007 y la oposición a la reforma jubilatoria en 2010. La resistencia a la implementación de la reforma laboral es otro capítulo de esta historia reciente.
Los trabajadores franceses comenzaron el 2016 combatiendo en diferentes flancos. Por una parte, el 26 de enero hubo una movilización de empleados públicos y una huelga docente, con eje en el pedido de aumento salarial. Los docentes también pararon en contra de la reforma educativa, que prevé, entre otras cosas, una mayor autonomía de los centros educativos para establecer nuevas modalidades de enseñanza. Por otra parte, el 30 de enero hubo una gran movilización contra la declaración del estado de emergencia, un conjunto de normas inspiradas en el combate contra el terrorismo y que en la práctica implica el endurecimiento de las tareas represivas del Estado.
Las movilizaciones contra la reforma laboral comenzaron a partir de la filtración de algunos artículos importantes. Al día de hoy, se realizaron al menos nueve movilizaciones. La primera incluyó la ocupación de 90 liceos y congregó a 500 mil personas, según las centrales sindicales. Para la tercera marcha, los sindicatos aseguran que asistieron más de un millón de trabajadores en todo el país. En las posteriores, el piso se mantuvo en los cien mil asistentes. A mediados de mayo, se sumaron las huelgas “renovables”, que se repiten semana a semana, en general los miércoles y jueves, con participación de los principales sindicatos: ferrocarriles, aeropuertos, metro y autobuses parisinos, puertos, camioneros, refinerías, recolectores de basura y centrales nucleares. Los ferroviarios reclamaban porque la patronal ya pretendía adaptar su convenio a la reforma laboral. Puntualmente, exigían cambios en la regulación del tiempo de trabajo. Los recolectores de basura reclaman contra la degradación de las condiciones de trabajo y en contra de la privatización del servicio de limpieza y recolección, que está directamente asociado con el trabajo precario y temporal. Hacia finales de mayo, seis de las ocho refinerías francesas estaban paradas total o parcialmente, por lo que tiempo después el gobierno anunciaba el desabastecimiento de combustible. A la vez, los trabajadores de las centrales eléctricas cortaban el suministro a industrias y realizaban reconexiones a las familias sin servicio. Los camioneros, que habían comenzado a bloquear las rutas, consiguieron un acuerdo que logró que las horas extras se mantengan en el 25%, como establece la ley actual.
El 14 de junio se realizó una movilización preparada con mucha antelación, que resultó la más convocante hasta el momento. La CGT señala la presencia de un millón doscientas mil personas y el Ministerio del Interior, 135 mil.2 Implicó una reversión de la tendencia, ya que la presencia obrera en las calles venía en clara disminución y tras los anuncios de modificaciones y el fracaso de la “moción de censura” impulsada por parte de la oposición y de miembros del propio Partido Socialista3, no parecía vislumbrarse una alternativa a la aplicación de la ley. Sin embargo, el mayor límite a este gran combate es la dirección que se ha impuesto, encarnada fundamentalmente en la CGT y también en Fuerza Obrera, que hasta el momento se limitan a la crítica del texto legal.
“Nosotros no queremos cambiar de gobierno, queremos cambiar de ley” (Philippe Martínez, CGT)
La oposición a la reforma laboral es fundada. La nueva ley constituye un nuevo ataque a los trabajadores franceses, empeorando sus condiciones, como la jornada de trabajo, la estabilidad laboral y la protección ante los despidos. Además, plantea un reforzamiento de la empresa como unidad de negociación, en detrimento de los acuerdos por rama de actividad. Así, los trabajadores que no se encuentran organizados al nivel de la empresa o que producto de la naturaleza de su trabajo se encuentran dispersos, pierden poder de negociación frente a la patronal. Todo ello hará que sufran de un mayor grado de explotación.
En ausencia de direcciones revolucionarias, surgieron experiencias como Nuit Debout (Noche de pie en francés), un grupo autonomista similar a los Indignados españoles, que emerge como expresión de la crisis política. Con una forma asamblearia por consenso, se convocan todas las noches en los principales puntos de las grandes ciudades francesas. Además de la Asamblea General, que se realiza de forma diaria, funcionan diferentes comisiones que tratan temas operativos y de organización y también discuten temas sociales, educativos, laborales, de género, ecológicos, entre otros. Esta experiencia fue opacada a medida que las movilizaciones contra la reforma se hicieron masivas.
El Front de Gauche (Frente de Izquierda) votó en contra de la ley y apoyó la moción de censura contra Valls, pero no parece trascender el plano legislativo.4 Las direcciones sindicales se encuentran divididas. Por un lado, la Confederación Francesa de Trabajadores Cristianos (142 mil afiliados) y la Confederación Francesa Democrática de los Trabajadores (860 mil afiliados), dos centrales de origen confesional, apoyan el proyecto. Por otro lado, la CGT (720 mil afiliados), reivindicada como el ala combativa, Fuerza Obrera (500 mil afiliados), Solidaires (SUD, con peso de servicios de comunicación y transporte) y la Federación Sindical Unitaria (FSU, 165 mil afiliados, fundamentalmente docentes) se opusieron desde el principio a la reforma y son los que encabezan el movimiento. Sin embargo, mantienen un margen de negociación con el gobierno, que implica la posibilidad de discutir el polémico artículo 2, que indica la preeminencia de las negociaciones por empresa sobre las de la rama.
Los sindicatos acusan a Hollande de haberlos traicionado y virado hacia una posición conservadora, aunque un intento similar fue iniciado por el presidente en 2013, poco tiempo después de haber sido electo. Es por eso que todavía se da a lugar al debate parlamentario y se sostienen las huelgas parciales, en vez de aprovechar la fuerza del movimiento y convocar a una huelga general. Sus ilusiones reformistas no les permiten comprender que para salir de la crisis que sufre el capitalismo, la burguesía francesa necesita incrementar la explotación, lo que solo se logra atacando las condiciones de trabajo y de vida de los obreros.
Aun así, en el interior de esta Mesa Intersindical, surge cierta oposición, representada en la solicitada publicada bajo el nombre de On bloque tout! (¡Bloqueemos todo! en francés), firmada por cien militantes de distintos gremios de la Intersindical. Proponen el bloqueo de la economía mediante la huelga general y argumentan que la única solución al desempleo es la reducción de la jornada de trabajo a 32 horas, sin ninguna de las artimañas que permite la ley. Además, afirman que los trabajadores no tienen que tener confianza en los políticos que gobiernan en la actualidad ni en los que serán elegidos en 2017.5 Pareciera ser que existe un núcleo militante con mayor claridad respecto del problema y las acciones necesarias para una resolución, al menos parcialmente, en favor de los trabajadores, aunque sea de forma embrionaria. El gran desafío que tienen por delante es combatir el profundo arraigo del reformismo en la clase obrera francesa y su expresión en las direcciones sindicales. Hace una década que varias generaciones obreras se enfrentan a los intentos de la burguesía local por atacar sus condiciones de trabajo y de vida. Es hora de despertar del letargo que impuso la socialdemocracia y poner en pie una organización que construya una alternativa política independiente.
Notas
1Para cuidado de familiares en caso de que compartan el mismo domicilio y se encuentren en una fase avanzada o terminar de una enfermedad grave o corra peligro su vida.
2Clarín, 15/6/16, disponible en http://goo.gl/447in2.
3La moción de censura es un mecanismo constitucional que permite la destitución de un Primer Ministro o Presidente del Parlamento, mediante el voto de los congresistas. El Primer Ministro Francés, Manuel Valls, se enfrentó a tres mociones de censura desde que fue elegido hace dos años. La justificación de esta última fue que “la situación de Francia hace necesarias profundas reformas que este Gobierno es incapaz de sacar adelante”. El País, 12/5/16, disponible en http://goo.gl/r1AuAW.
4El Frente de Izquierda es una alianza electoral organizada en 2012, que incluye al Partido Comunista Francés, el Partido de Izquierda (desprendimiento del Partido Socialista de Hollande), Izquierda Unida (anticapitalista), Federación por una Alternativa Social y Ecologista, República y Socialismo, Convergencias y Alternativas, Izquierda Anticapitalista y el Partido Comunista Obrero Francés.
5La solicitada completa puede leerse en http://onbloquetout.org/