Un Capitán Swing brasileño – Roberto Muñoz

en El Aromo nº 95

Capitán SwingUn Capitán Swing brasileño. Prólogo a Vivir es muy peligroso. Mesiánicos y cangaceiros en los sertones brasileños, 1890-1940, de Andreas Doeswijk.

La importancia de “rescatar” estas experiencias no radica en resaltar la predisposición a la lucha de sus protagonistas, sino en sacar a la luz los elementos que explican su incapacidad para quebrar el sistema social imperante. 

Roberto Muñoz

Taller de Estudios Sociales – CEICS


En todo el mundo, las profundas transformaciones que ha experimentado la agricultura en las últimas décadas, producto del acelerado proceso de concentración y centralización de capital en la rama, implicó una masiva expulsión de población rural hacia las ciudades. Aún así, y en aparente contradicción, se observa el incremento y vitalidad de movimientos de base rural que se reivindican campesinos y/o indígenas. El fenómeno abarca, fundamentalmente, vastas zonas de América Latina, Asia y África. Dentro de ese marco, el viejo y largo debate entre campesinistas y descampesinistas cobró un nuevo impulso, en el que los primeros parecen estar ganando la batalla. No solo en el mundo académico, también para prácticamente el conjunto de la izquierda, la lucha por la tierra y la necesidad de la reforma agraria siguen siendo un elemento central de la lucha de clases.

Brasil se ha constituido en un exponente destacado de ese proceso, en donde el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), a pesar de su mismo nombre, logró instalarse como un referente mundial de la activación política del supuesto campesinado. El 17 de abril de 1996, en el Estado de Pará, al sur del país, cerca de 1.500 personas que habían ocupado parte de una hacienda de alrededor de 90 mil hectáreas, se movilizaban –organizadas por el MST– hacia la capital estadual para exigir la expropiación de esa tierra a su favor. Era una de tantas acciones comunes. Por ese entonces, las ocupaciones de tierras consideradas improductivas comenzaban a masificarse. La manifestación, sin embargo, nunca llegó a destino. En la ciudad de Eldorado de Carajás se enfrentaron con la policía militar, que asesinó a 21 de ellos y dejó un tendal de heridos. A partir de allí, esa fecha se fijó como el Día Internacional de la Lucha Campesina y el MST se instalaba a nivel mundial como uno de los máximos exponentes de esa lucha.

Tanto esta organización como gran parte de la abundante bibliografía que se ocupa de ella, inscriben su accionar dentro de una larga historia de revueltas agrarias en el país vecino, cuyo horizonte se habría mantenido inalterado y funcionaría de hilo conductor: “la tierra para quien la trabaja”. Precisamente, los ensayos historiográficos que componen el libro que presentamos en esta oportunidad, abordan tres grandes hitos que suelen ser señalados como antecedentes primigenios de esa historia: por un lado, el movimiento de Canudos (1893-1897) y la Guerra del Contestado (1912-1916) –ambos durante la Primera República–; por otro, las últimas expresiones de un fenómeno de larga data en el campo brasileño: los llamados cangaceiros durante el varguismo, en la década de 1930. Avanzar en una caracterización social ajustada de estos fenómenos puede resultar una tarea de importancia para clarificar las tendencias actuales que atraviesan los espacios rurales latinoamericanos.

¿De esclavos a campesinos?

Hacia 1850 se pone fin al tráfico de esclavos en Brasil. La entrada de cautivos al país pasó de alrededor de 54 mil en 1849 a poco más de 3 mil en 1851. Cerrada la importación, el aprovisionamiento de esclavos se realizó a través del tráfico interprovincial, con el traslado forzado de fuerza de trabajo de las regiones en decadencia, sobre todo el nordeste azucarero, hacia la región centro-sur, en plena expansión cafetalera. No obstante, esa masa de población comenzaba a resultar escasa para las necesidades de las diferentes fracciones burguesas.1 Era el principio del fin de las relaciones sociales esclavistas, que culminan en 1888 con la Ley de Abolición.

Varios autores plantean que, con la disolución de la esclavitud, pasa a primer plano la cuestión campesina.2 Una contradicción hasta entonces latente, que se hace explícita al quedar liberado el esclavo: de ahora en más serían campesinos y terratenientes los sujetos centrales de la lucha por la tierra. Los que sostienen esta tesis, se basan en las características particulares que presentaba la organización del trabajo esclavo en las explotaciones agrarias, momentos antes de su desmantelamiento. Se ha constatado que los esclavos estaban habilitados a desarrollar tareas de autoconsumo y para la venta en pequeñas parcelas. Por ello, concluyen que, al producir por cuenta propia para el mercado, el esclavo se transformaba también en un campesino. Además, tras la Abolición, y ante la necesidad de asegurarse una fuerza de trabajo siempre disponible para las diferentes tareas estacionales que demanda la producción agropecuaria, los terratenientes estimularon el asentamiento en el campo de esta población recién liberada, habilitando diferentes regímenes de tenencia de la tierra. Como señala Piñeiro3, de este proceso derivan las distintas denominaciones que recibió esa masa supuestamente campesina –arrendatarios, foreiros, meieiros, agregados, parceiros–, y que refieren a las distintas formas que asumía la relación entre la fuerza de trabajo y el capital terrateniente.

Es importante no perder de vista que nos estamos refiriendo a un período en donde todavía no se han completado todas las tareas necesarias para el desarrollo capitalista en Brasil. Precisamente, los planteos “campesinistas” no logran captar la lógica general de la tendencia en curso. Son los momentos iniciales de la conformación de un mercado de trabajo asalariado, en base a la población esclava liberada y, de manera creciente, a la migración europea. Simultáneamente, son años en los que se termina de estructurar un mercado de tierras, formalizando la propiedad privada en los espacios agrarios vacantes. En ese sentido, los ritmos estacionales propios de los cultivos capitalistas en expansión son los que determinan la existencia, no de campesinos autosuficientes, sino de obreros con tierras. El capital agrario en su conjunto se ve obligado a ceder parte de la tierra para poder asegurarse la disponibilidad de la fuerza de trabajo en los momentos de mayor actividad. Es sobre este telón de fondo que se suceden un conjunto de revueltas agrarias a lo largo del territorio brasileño, es decir, en un contexto marcado por el desarrollo de las fuerzas productivas, la consolidación y centralización del poder estatal y la ruptura de antiguas relaciones sociales de producción. Reacciones más o menos violentas ante el avance de las relaciones capitalistas y la consiguiente proletarización en marcha que, en este período transicional, solo pudieron tener como horizonte una vuelta idealizada al pasado.

Las revueltas agrarias ante el avance de la proletarización

La historiografía brasileña suele periodizar las formas predominantes que asume la conflictividad rural de la siguiente manera: un primer momento, caracterizado por la irrupción de movimientos mesiánicos, que se abre y se cierra durante el transcurso de la Primera República; una segunda fase, en donde adquiere preeminencia un fenómeno ya presente en la fase anterior pero que se extiende durante los primeros años del varguismo, el bandidismo rural (cangaceiros); y, finalmente, el sindicalismo rural y la constitución de las Ligas Campesinas, a partir de la década de 1940.

Como dijimos, Doeswijk analiza casos paradigmáticos de los primeros dos momentos, que se destacan por su envergadura y la reacción estatal que animaron. Le interesa discutir con las interpretaciones dominantes en la temática, que parten de dos presupuestos básicos: los protagonistas de estas revueltas no estaban aún capacitados para comprender la realidad en la que vivían y por lo tanto solo podían desarrollar una falsa conciencia, o bien, se trataría de una población inmersa en un ambiente religioso específico y aislado, que solo la habilitaría a desarrollar salidas fanáticas, mesiánicas o milenaristas. Nuestro autor, en cambio, sostiene la necesidad de dejar de juzgar estos hechos en términos de su eficacia histórica, para rescatar todas esas luchas más allá de sus resultados.

Lucha de clases y falsa conciencia, ayer y hoy 

La importancia de “rescatar” estas experiencias no radica en resaltar la predisposición a la lucha de sus protagonistas, sino en sacar a la luz los elementos que explican su incapacidad para quebrar el sistema social imperante. En este sentido, el análisis histórico adquiere un inmediato interés político. Los casos analizados cobran especial relevancia a partir de sus falencias: su falta de una ideología coherente, estrategia y organización.4 Hoy en día, cuando una porción considerable del proletariado rural brasileño, pese a su condición estructural, se organiza en torno a una identidad campesina, se vuelve imprescindible señalar que esta última no surge espontáneamente, ni es preexistente o innata, sino que es el resultado de la intervención de distintos sectores de la burguesía, que propician así la fragmentación de la clase obrera. El derrotero político del MST, actualmente formando parte de la base social del Partido de los Trabajadores (PT), es particularmente sintomático al respecto. En ese sentido, la izquierda revolucionaria tiene por delante una lucha teórica de primer orden. Si pretende salir de la política seguidista en la que se encuentra sumida, es de vital importancia dar batalla por la conciencia de la clase obrera y su unidad en una política de clase independiente. En ese contexto y para esta tarea esencial, este libro es de lectura imprescindible.

 

Notas

1Hablamos de fracciones burguesas porque aun cuando existan relaciones esclavistas ello no implica que estemos ante un modo de producción esclavista. Estas relaciones las podemos hallar en diferentes sistemas sociales a lo largo de la historia, sin que la clase que se reproduce a través de ellas se transforme en clase hegemónica. En Brasil, en este período que estamos analizando, gran parte de las tareas de la burguesía han sido realizadas o están en vías de completarse. La más tardía de ellas, en este caso, es la conformación de un proletariado moderno y, precisamente, la abolición formal de la esclavitud va en ese sentido. Para un desarrollo más acabado de esta cuestión véase Harari, Fabián: “El barro de la historia”, prólogo a James, Cyril L. R.: Los jacobinos negros, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2013.

2Al respecto, véase: Cardoso, C. F. S.: Escravo Ou Camponês? O Proto-Campesinato Negro Nas Américas, Brasiliense, San Pablo, 1987 y Cardoso, C. F. S. (coord.): Escravidão e abolição no Brasil: novas perspectivas, Jorge Zahar, Rio de Janeiro, 1988.

3Piñeiro, Diego E.: En busca de la identidad. La acción colectiva de los conflictos agrarios de América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2004

4Hobsbawn, Eric J.: “Notas para el estudio de las clases subalternas”, en Marxismo e historia social, Instituto de Ciencias de la Universidad Autónoma de Puebla, México, 1983.

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