Un camino que defender. A propósito del documental Una historia de Madres. Apuntes sobre 40 años de lucha, dirigido por Ernesto Gut – Ana Costilla

en El Aromo nº 97

Un camino que defender. A propósito del documental Una historia de Madres. Apuntes sobre 40 años de lucha, dirigido por Ernesto Gut.

En la coyuntura del 2×1, la izquierda abandonó la línea que el documental reseñado reivindica, forzando a los organismos que se nuclean en el EMVJ a marchar con los mismos que sostuvieron a un represor como Milani al frente de las FF.AA.

Ana Costilla

Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina


A 40 años de la primera ronda en Plaza de Mayo, se estrenó en abril el documental Una historia de Madres, centrado en reconstruir la historia de Madres de Plaza de Mayo, desde la perspectiva afín a Línea Fundadora. En efecto, son protagónicos los testimonios de Nora Cortiñas, Mirtha Baravalle, Elia Espen y María del Rosario Cerrutti. También participan referentes históricos del movimiento de derechos humanos como Adolfo Pérez Esquivel, Osvaldo Bayer, Herman Schiller y Vicente Zito Lema. Si bien buena parte del documental está dedicado a los inicios de la lucha por conocer el destino de los detenidos-desaparecidos en plena dictadura, luego profundiza en su continuidad bajo los gobiernos posteriores, especialmente el kirchnerista. Así, la película deja entrever los dos caminos divergentes que se abrieron dentro del movimiento de derechos humanos, entre quienes optaron por limitar su lucha al terreno de las violaciones cometidas por el “terrorismo de Estado” en los ‘70, y aquellos organismos que, en vinculación con la izquierda, continuaron denunciando la represión en democracia.

 

Senderos que se bifurcan

 

Caracterizado por la ausencia de una voz en off, el hilo histórico del documental se apoya en un trabajo de archivo audiovisual, y en el contexto que reponen con su relato los entrevistados. La centralidad que adquieren los testimonios de las madres, pone en primer plano su perspectiva como ángulo general de la película, que repasa desde sus primeras acciones individuales y colectivas en reclamo por la aparición de sus hijos, hasta la difusión de su lucha a nivel internacional.

La película contiene varios aciertos. Uno de ellos es el de señalar los antecedentes represivos en el gobierno peronista. En este sentido, se enfatiza en la existencia de presos políticos, torturados y desaparecidos mucho antes del golpe del ‘76, así como la implicancia de Perón en el armado de la Triple A. También se hace mención a la complicidad de la Iglesia, y se destaca el desinterés de Raúl Alfonsín por acompañar a las organizacionesen su reclamo por la identificación de los cuerpos que aparecieron en la costa atlántica en 1977, enterrados como NN. Es decir, que sobre este período los testimonios permiten romper con dos imágenes equívocas sobre los ‘70: la de un Perón ajeno a la represión a la izquierda y el activismo sindical, así como la de un Alfonsín abanderado de los derechos humanos. La primera, pierde de vista el papel que tuvo Perón dentro de la estrategia de la burguesía para contener el proceso revolucionario en ascensodesde 1969; la segunda, el cometido del gobierno de Alfonsín, de terminar de recomponer el orden social y la hegemonía burguesa en democracia, para lo cual fue necesario condenar a la dictadura que inició ese proceso y enjuiciar a sus principales cabezas. Luego, el documental avanza sobre la independencia política que mantuvieron estas madres -ruptura mediante con la dirección de Hebe de Bonafini- respecto a los gobiernos posteriores.

A partir de una sucesión de imágenes, entre las cuales aparecen la insurrección de diciembre del 2001 y el asesinato de Darío y Maxi, llegamos a 2006 y la desaparición de Jorge Julio López. Aquí los testimonios apuntan hacia la responsabilidad del Estado y del gobierno de Néstor Kirchner. Carlos “Sueco” Lordkipanidse (de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos) sostiene que deberían haber parado el país para buscarlo. En lugar de ello, voceros y organismos defensores del gobierno negaron el asunto (como las declaraciones mediáticas de Aníbal Fernández afirmando que López estaba en lo de la tía, y de Bonafini rechazando que se tratase de un desaparecido).

Por último, el documental se traslada a La Rioja para abordar la designación de César Milani como Jefe del Ejército en 2013. Los entrevistados son Ramón Olivera, quien denunció al entonces Subteniente de Inteligencia por comandar el operativo de secuestro de su padre e interrogarlo después; y, por otro lado, la familia de Alberto Ledo, el soldado conscripto que desapareció siendo asistente de Milani, en Tucumán. En este punto, no solo se deja en evidencia la claudicación de los organismos que lo entronizaron, si no también lo poco que hizo el kirchnerismo en la esfera de la Justicia. En cuanto a lo primero, aparece la entrevista de Bonafini con Milani, en el que ella lo alienta a sacarse la “mochila injusta” de los ‘70, siendo tiempo ya de romper la barrera existente entre las fuerzas militares y los organismos de derechos humanos. En segunda instancia, la familia de Ledo señala la cantidad mínima de represores condenados con sentencia firme en doce años y, por otra parte, la utilidad que habrá tenido para los fines represivosdel gobierno de Cristina la experiencia en espionaje que traía Milani. En este sentido, Espen afirma que los derechos humanos fueron utilizados, y que no se tratan solamente de “nuestros desaparecidos” sino de las condiciones de vida actuales de la población. Igualmente, Nora Cortiñas reivindica su posición asumida frente a la represión kirchnerista, manifestándose, por ejemplo, contra el Proyecto X y la Ley Antiterrorista. Los organismos de derechos humanos -afirma- deben conservar su independencia del gobierno para poder recibir denuncias actuales, y salir a la calle.
El descarrilamiento de la izquierda

 

El documental deja entrever la existencia de dos líneas dentro del movimiento de derechos humanos. Por un lado, la de los organismos vinculados a la izquierda revolucionaria, que mantuvieron independencia política de los gobiernos en su lucha (particularmente durante el kirchnerismo), encarnada hoy en el Encuentro Memoria Verdad y Justicia (EMVyJ). Por el otro, la línea de aquellos que no solo defendieron a un gobierno que representaba los mismos intereses sociales que los verdugos de sus familiares, sino que incluso optaron por el consentimiento y la complicidad cuando la estrategia represiva del mismo recurrió al reciclaje de personajes de probada implicancia en la desaparición de personas, como Milani. En este sentido, Nora Cortiñas tiene claro que “todos tenemos que salir a la calle, pero no podemos ir tomados de la mano”.

Sin embargo, a poco de estrenarse el documental asistimos a un episodio lamentable: el de la izquierda, y sobre todo los partidos del FIT, arrastrando al EMVyJ a lo que resultó ser una marcha ciudadana “de la democracia”, despojada de toda denuncia a la represión actual del macrismo y los gobernadores kirchneristas. Lo que iba a ser una movilización, el 11 de mayo, convocada por el Encuentro para repudiar la represión del gobierno no solo de Macri, sino también de Alicia Kirchner a los trabajadores santacruceños, y que ya había contemplado la incorporación de la consigna contra la aplicación del 2×1 a los represores de la dictadura, se bajó gracias a una maniobra política exitosa del kirchnerismo, que convocó su marcha para el día anterior, y del macrismo, que la capitalizó. La responsabilidad de ese éxito le cabe a la izquierda que, en su afán electoralista por presentarse como una izquierda “responsable”, obligó a bajar esas banderas incluso a quienes no estaban de acuerdo en hacerlo. En este sentido, en la coyuntura del 2×1, la izquierda abandonó la línea que el documental reseñado pone sobre la mesa, forzando a los organismos que se nuclean en el Encuentro a marchar con los partidos del régimen. Amén de que, para el día 10 de mayo a la tarde, ya se había sancionado de forma express los límites al 2×1. La marcha, entonces, no tuvo otra consecuencia que el apuntalamiento del régimen, convirtiéndose en un frente común ciudadano contra tres jueces de la Corte.

Para comprender la gravedad de lo que hizo el FIT con el 2×1, es necesario distinguir que de las dos líneas dentro del movimiento de derechos humanos se desprenden dos políticas diferentes. Mientras una la lleva a ser un elemento de apuntalamiento de la burguesía, porque pone el eje en la denuncia de los “militares” y encubre la continuidad de clase entre dictadura y democracia, la otra ofrece una perspectiva revolucionaria a la lucha de los organismos de derechos humanos. Esto es importante, porque la lucha por los derechos humanos en sí misma tiene un contenido despolitizado, siempre al borde de los límites que pone la burguesía. Si el movimiento de derechos humanosse restringe a la lucha del pasado, pierde perspectiva política y está condenado a desaparecer. Primero, porque ya no quedará mucho tiempo hasta que la biología haga lo suyo con los represores. Segundo, porque no ofrece ninguna intervención en las luchas del presente. Por eso la tarea de la izquierda es vincularse a esos organismos, para que se plieguen al movimiento real de la clase obrera y se conviertan en agentes de su defensa contra el Estado y cualquier otro elemento de la clase dominante. Incluso, esto le tiende un puente entre los organismos y la lucha socialista, toda vez que los derechos más elementales de los trabajadores no pueden garantizarse plenamente en una sociedad regida por el capital.

En este sentido, la convocatoria del 11 de mayo expresó una política de derechos humanos que se coloca al frente de la lucha contra la represión actual, independiente del gobierno de turno. Por ello, muchos compañeros, de lo más combativo del movimiento, estaban dispuestos a batallar contra el 2×1, pero no solo contra eso. Sin embargo, la izquierda se negó a darles una dirección política independiente, abortando lo que, de haberse sostenido y agitado, podría haber sido una manifestación igualmente masiva (si es que eso es lo único que les importa). En el terreno de los derechos humanos, la claudicación de la izquierda el 10 de mayo ante el democratismo burgués, implicó el abandono de la perspectiva de que estos organismos desarrollen la lucha no anclada exclusivamente en el pasado, sino en el presente (y en el futuro).

 

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