Sobre novelas y políticas. Entrevista a Martín Kohan

en El Aromo n° 37

Por Mara López y Rosana López Rodríguez – Sabiéndolo molesto por nuestras críticas a Dos veces junio y Museo de la Revolución, El Aromo invitó a Martín Kohan a escribir su respuesta. Prefirió la forma de una entrevista, cuyo resumen publicamos a continuación.

¿Qué pensás de la narrativa argentina actual?

Para mí el estado de situación de la narrativa argentina de los últimos años es muy bueno. Hay muy buenos escritores y muy buenos textos escritos, publicados, circulando… También creo que hubo un cierto desencuentro momentáneo entre los escritores y sus lectores posibles. Eso se ha acomodado un poco mejor en un circuito verosímil de producción literaria, recepción, lectura. Esos lectores están llegando a esos libros, esos libros están llegando a esos lectores…

¿Ese desencuentro, a tu juicio, no tendría que ver, además de la filiación de tipo estético, literario, con afinidades políticas o con cierto rol asignado a la literatura o al escritor?

Conozco tu argumento… Si yo tengo que decir, por ejemplo, los escritores que sí conseguían esa conexión, no veo que tengan una posición política determinada. Te doy el ejemplo de Andahazi. Los libros que tienen mayor resonancia y visibilidad no definen nada políticamente, ni sus escritores, ni los autores de los libros.

De todos modos, eso definiría una forma de posición política…

Claro, sin duda hay posición política, lo que yo no veo, yendo a tu pregunta, es una correlación donde, quienes asumieran una determinada función política o alguna función política para la literatura, estarían adquiriendo, logrando más visibilidad o más notoriedad.

Independientemente de que para vos no sea un criterio válido, ¿cuál es la explicación que vos le encontrás a la escasez de ventas de la “nueva generación”?

Yo ahí no creo que haya nada muy distinto a lo que puede haber sido la lógica de mercado de cualquier otro momento. O sea, hay una literatura más accesible, más potable, más digerible, más pre-digerida, lista para consumir, más consumible, en el peor sentido de la expresión, si es que tiene algo de bueno, que trabaja sobre lo establecido, no complica las cosas, ratifica lo existente, da al lector exactamente lo que quiere, trabaja sobre una medianía del horizonte de lo dado, ratifica, confirma y por lo tanto obtiene una respuesta…

¿Hay alguno de los nuevos que te parezca original?

Ah, pero obvio, muchísimos, muchísimos. Sergio Chejfec… Boca de lobos y Los planetas de Sergio Chejfec me parecen dos novelas extraordinarias. Me parece sencillamente una estupidez que alguien pueda haber pensado que no pasaba nada en la narrativa argentina en los años en que, por ejemplo, se publicaban esos dos libros. A mí me bastaría como argumento esos dos libros. Hay muchos más: los libros de Gustavo Ferreira, de Juan José Becerra, Carlos Gamerro, Aníbal Jarkowski. Esos son los escritores donde me parece, claramente, que está pasando algo y la literatura está haciendo algo valioso y que es signifi cativo y que va a durar y que debería durar y llamar la atención.

¿Querés decir algo sobre nuestro análisis de Dos veces junio?

Bueno, sí claro, para mí está completamente equivocada. Imaginate que si yo creyera que un libro funciona de esa manera, no lo publicaría. No, obviamente creo que la lectura es totalmente incorrecta.

Bueno, pero mi balance de tu novela parte de una determinada caracterización de Foucault, a quien vos pensás como un tipo de izquierda, revolucionario… Las críticas que se le han hecho desde el marxismo a Foucault tienen que ver, precisamente, con esa falta de sujeto social, con la idea de la imposibilidad de la revolución o de la transformación social porque no ve un sujeto social sino un sujeto individual…

Me parece que, en verdad, puede remitir, eventualmente, a un Foucault inicial, a un Foucault más estructuralista. Pero Foucault tampoco se mantuvo en una única posición: el Foucault de Las tecnologías del yo de ninguna manera responde a esa caracterización de la supresión del sujeto, al contrario. Me parece que Foucault lo que hace es una rearticulación del modo de concebir el sujeto que no es lo mismo que su supresión, que es la objeción que se le dirigió al estructuralismo en términos generales. Pero pensar que si yo en una entrevista me remito a Foucault me estoy remitiendo a la negación estructuralista del sujeto es de mala fe. Otra cuestión que a mí me parece decisiva para una correcta comprensión del asunto: Foucault no niega la macrofísica del poder.

¿Cuál es, concretamente, la macrofísica de Foucault?

Es que Foucault no estudia la macrofísica, estudia la microfísica. Pero es un problema de campos: uno no niega lo que no estudia.

Ahora bien, ¿en qué medida ese ejercicio de la microfísica del poder pone en riesgo, cuestiona, hace peligrar, puede transformar la macrofísica?

No se transforma desde ahí, Foucault no plantea que se transforma desde ahí. Pero es importante. Porque, al mismo tiempo, ¿desde dónde se le ejerce resistencia al poder sino desde la cotidianeidad?

Pero es que no pasa de ser una resistencia…

Bueno, “no pasa”, no es menor, ejercer la resistencia al poder no es menor.

¿De qué modo se logra la transformación?

Se logra como se logró en la Unión Soviética.

Pero no por la vía de la resistencia, Martín…

No, pero Foucault no dice que se logra por la vía de la resistencia, Rosana. Foucault lo que está trabajando es qué pasa con la microfísica, él no habla de la resistencia de la microfísica sino de la toma del Palacio de Invierno. Pero si se hace eso y las relaciones y la concepción del saber, produciendo la atipicidad o la anormalidad de la psiquiatría, la anormalidad de la sexualidad, si eso se mantiene intacto, la sociedad no está siendo verdaderamente transformada. Y en eso yo creo que tenía razón. De esto es un error concluir que para Foucault el cambio de la microfísica es suficiente, porque no dice eso.

No es suficiente…

No es suficiente, pero tampoco es suficiente lo otro. Y eso es un hallazgo teórico descomunal. Es un hallazgo. A mí, personalmente, me interesaba: ver cómo ciertos mecanismos de poder funcionaban, no en la denuncia, que yo no me proponía hacer, pero no porque no crea que eso esté bien o no sea importante decirlo. Es porque estoy escribiendo una novela sobre otra cosa. Yo quería ver cómo, concretamente, se obtiene obediencia. ¿Cómo se produce la obediencia de alguien que no está adoctrinado? No está adoctrinado y sin embargo obedece.

Pero está atravesado por la ideología, lo señalás en la novela desde la intervención familiar incluso…

Por ejemplo, pero eso es Foucault: sin Foucault eso no lo pensás. Eso no es negar lo que llamamos macrofísica, la novela no postula que no hubo una articulación represiva del poder estatal, dictatorial. No estoy diciendo eso. Tengo todo el derecho a escribir una novela sobre otra cosa y tengo todo el derecho a no ser leído desde la exigencia de una denuncia que no hay por qué pedirle a todas las novelas. Si una novela quiere hablar de otra cosa, tiene derecho a hablar de otra cosa. Yo quería hablar, meterme con la cuestión de cómo se produce la obediencia, el deseo de obedecer, cómo hay en el corazón de los hechos más inmoralmente aberrantes un principio que aparece como moralidad. Un cuidado por el buen hacer. Una forma aberrante, claro, pero de rectitud y de corrección. Me interesaba muchísimo porque me parece un dispositivo crucial para entender cómo pasan ciertas cosas. Trabajé eso, me interesó eso, ¿tengo que pedir disculpas?

Hablemos de Museo de la revolución…

Yo de la reseña te confi eso que no entendí bien la objeción. Porque la de Dos veces junio la entendí y no la comparto. Entendí que las objeciones para mí estaban equivocadas, no sobre mi novela: me permitió mejor ver lo que yo consideraba equivocado, porque para mí era equivocada la lectura de Arendt, de Adorno y de Foucault. Acá me ponés con Kirchner y no entendí bien por qué…

Lo que pasa es que yo la leí pensando en la escritura de la novela con posterioridad al 2001…

No veo bien la relación entre la revolución y el 2001, que no fue un episodio revolucionario. Para mí eclosionó algo… terminó el menemismo… ¿Cómo percibo yo aquel momento? El país produjo, durante una década, aproximadamente, millones de pobres, la mitad de la población en estado de pobreza y procedía como si eso no estuviese ocurriendo: es un caso de autismo premeditado que eclosiona con una mostración brutal. No creo que sea lo que hace caer a De la Rúa, a De la Rúa lo hace caer la falta de apoyo de los gobernadores peronistas. Coexiste con la maniobra sobre los ahorros de la clase media, que reacciona como reacciona la clase media: en cuanto más o menos se acomodaron, se acabó. Digo, “piquete y cacerola, la lucha es una sola” se cantó, como mucho, una semana. Resumiendo, no hubo mucho retroceso porque no hubo mucho avance tampoco.

Yendo a la novela…

Yo a la novela la pensé desde el contraste entre los setenta y los noventa. Haciéndome cargo, igual la escribí en el verano del 2004 al 2005. Y la trabajé a partir de los textos ensayísticos, o sea, de lo que está escrito adentro del manuscrito. Y lo trabajé desde un cierto juego entre la actualidad y la inactualidad. O sea, apostando, como yo creo que la novela apuesta, a la vigencia de esos contenidos y, al mismo tiempo, a su desfase, desfase objetivo: la realidad, lamentablemente, no está siendo pensada desde ahí. Y después quería buscar, en la construcción de una trama, donde fuese verosímil que apareciera ese manuscrito. Pensé en trabajar, fundamentalmente, el contraste setenta-noventa, donde ahí sí había un momento máximo de repliegue y no lo pensé desde el kirchnerismo, aunque eran mis condiciones de enunciación, si lo querés pensar así.

Sí.

Sí, pero la relación no es tan mecánicamente directa: porque no es que cuando vos escribís durante el kirchnerismo estás pensando el kirchnerismo.

¿Y las dos lecturas posibles de Norma con relación a la publicación del manuscrito de Tesare?

Sí, me acuerdo de eso, me acuerdo de esa parte. A mí me interesaba plantear ese problema, plantearlo y desplegarlo y desarrollarlo y ver qué pasa. No sé si dar una respuesta… ¿Qué sentido tiene dar una respuesta y decir “es contrarrevolucionario, no hay que hacerlo” o “es insurreccional”, hay que…? Me pareció mejor plantear el conflicto y uno diría “se publica y no se publica o no se publica y sí se publica”. Quiero decir: la novela contiene el manuscrito…

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo n° 37

Pre-anarquía

Por Fabián Harari – Desde sus primitivos comienzos, la ciencia no tuvo otro
Ir a Arriba