Recetas importadas Las propuestas de los organismos internacionales frente a la violencia escolar

en El Aromo nº 65

a65obamabankimoonNatalia Alvarez Prieto

Grupo de Investigación de educación argentina – CEICS

¿Usted creía que la idea de exigirle a estudiantes y docentes que se las arreglen como puedan frente a la violencia escolar es una originalidad de los políticos argentinos? Lea este artículo y entérese por qué los organismos internacionales no tienen nada que envidiarles.

 Desde mediados de la década del ’90, la violencia escolar fue constituyendo un tema de preocupación a nivel mundial, despertando el interés de numerosos científicos y ganando cada vez más importancia en el terreno de las investigaciones educativas. Incluso, se fueron creando organizaciones -públicas y privadas- especializadas en la materia. En ese marco, los organismos internacionales ocupan un lugar destacado. Ahora bien, ¿qué ideología intentan imponer en torno a las causas de la violencia y el modo en que puede ser erradicada? Veremos cómo, al igual que los planteos locales, sus propuestas son meramente formales y voluntaristas. En ese sentido, soslayan las condiciones concretas por las que la violencia se expande y, por tanto, no pueden dar ninguna respuesta al problema. De hecho, su recetario dialoguista y “participativo” ya ha sido aplicado en diversos países sin ningún éxito.

Una preocupación mundial

La preocupación sistemática por el problema es más bien reciente. Una de las primeras instituciones especializadas fue el Observatorio Europeo sobre la Violencia en la Escuela, creado en 1998 y financiado por la Unión Europea. Se trata de una ONG que reúne a una red de investigadores y personal de las administraciones públicas europeas con el objetivo de avanzar en el conocimiento del fenómeno. Con el tiempo, en tanto sus actividades superaron ampliamente el marco europeo, el organismo se convirtió en un Observatorio Internacional. En nuestra región, en el año 2006 fue creado el Observatorio Iberoamericano de Violencia en las Escuelas, con sede en Brasil. Dicho organismo fue desarrollado por iniciativa de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). A su vez, distintos países cuentan con sus propios observatorios. En Argentina, el observatorio fue creado en el año 2004 -poco tiempo después del caso de Carmen de Patagones-1 como una iniciativa conjunta entre el Ministerio de Educación de la Nación y la Universidad de San Martín. En algunos países, incluso, se establecieron observatorios a nivel local. Ese fue el caso, por ejemplo, del Observatorio de las Violencias en las Escuelas del Estado de Pará, Brasil, creado en 2004 por la Universidad de la Amazonia con ayuda del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF/ONU). Como puede verse, organizaciones burguesas tan poderosas como la Unión Europea, la ONU y la OEI intervienen activamente en relación al fenómeno. En ellas, participa un conjunto de intelectuales muy influyente que estrecha vínculos con los organismos internacionales de crédito. Este es el caso, por ejemplo, de la especialista en violencia escolar Miriam Abramovay, Coordinadora del Observatorio de Violencia en las Escuelas de Brasil, Secretaria Ejecutiva del Observatorio Iberoamericano entre 2006 y 2008 y, también, consultora del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo. Como vemos, la preocupación por el problema y su estudio a nivel mundial se inició recién en la década anterior. Veamos ahora qué es lo que plantean estos organismos.

Una ideología reaccionaria

El año pasado, UNESCO publicó un texto titulado “Poner fin a la violencia en la escuela: guía para los docentes”. Contribuyeron en su elaboración una serie de reuniones, seminarios y conferencias realizadas previamente. Entre ellas, se destacan la reunión de expertos “Poner fin a la violencia en la escuela: ¿Qué soluciones?”, desarrollada en la Sede de la UNESCO, en París, en 2007 y la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Violencia en la Escuela y las Políticas Públicas, patrocinada por la institución y organizada por el Observatorio Internacional de la Violencia en la Escuela en Lisboa, de 2008.

Desde la perspectiva del organismo, la violencia escolar tendría como causas las distintas concepciones culturales, los factores socioeconómicos, la vida familiar de los estudiantes y el entorno externo de la escuela. En términos generales, para prevenirla proponen dos reformas claves: la necesidad de hacer participar a los estudiantes en la toma de decisiones y la adopción de un enfoque integral que involucre a los padres, los educadores y la comunidad en la vida escolar. Sostienen, además, que: “A pesar de que lamentablemente algunos estudiantes son víctimas de la violencia en el hogar, los maestros pueden inculcarles otros modos de ser” (p. 7). Es decir, si las escuelas y los docentes se lo propusieran seriamente, lograrían erradicar la violencia. Para ello, deberían emplear un enfoque de la educación basado en la “cultura para la paz y los derechos humanos”. Dicho enfoque mejoraría la calidad de la educación al promover prácticas pedagógicas centradas en el estudiante que favorecerían su participación en la vida escolar. Entre las soluciones prácticas que ofrecen, se destaca el enseñar a los estudiantes aptitudes de negociación: definir el conflicto (“¿Acerca de qué estamos discutiendo? ¿Por qué y cómo surgió el problema?”), intercambiar posiciones y propuestas (“Creo que debería ser de esta manera porque…”), examinar la situación desde los dos puntos de vista (por ejemplo, mediante actividades teatrales o debatiendo), llegar a un acuerdo sensato…etc.
Como decíamos, la guía elaborada por la UNESCO retomaba algunas ideas desarrolladas en la reunión de expertos realizada en París en 2007. En aquel contexto, también se sostenía la necesidad de establecer la cooperación entre las familias, los maestros, las administraciones y las comunidades para enfrentar la violencia escolar. Asimismo, se proponía la participación de los niños en las tomas de decisiones como una herramienta para enfrentar el problema. Por otra parte, se había establecido la existencia de dos tipos de violencia, una generada en la propia escuela y otra procedente del contexto social externo. Ejemplo de la primera sería el castigo corporal y de la segunda la violencia de pandillas o la discriminación de género. En relación a la primera, uno de los especialistas, Clive Harber, sostenía que su origen debía ubicarse en la estructura del sistema educativo, basada en un modelo autoritario. En ese sentido, los contextos pedagógicos promoverían una educación con fines de control en lugar de una educación con miras a la conciencia crítica. Por tanto, no se enseñaría a los niños a analizar los valores ni a tomar decisiones responsables. Todo ello redundaría en la creación de contextos escolares proclives a presenciar situaciones de violencia.
Ahora bien, todas estas reflexiones y propuestas forman parte de la ideología dominante que se ha construido en torno al fenómeno. Ideología que supone que el núcleo del problema reside en cuestiones formales, limitadas al espacio escolar, tales como lograr la participación de los estudiantes en la gestión de los conflictos. La solución sería, entonces, más democracia en las escuelas.

Sus mentiras

Sin embargo, la realidad ha desmentido de forma sostenida tales supuestos. Nuestro país es un claro ejemplo de ello. El reemplazo del régimen de disciplina escolar basado en las amonestaciones por los Consejos y/o Acuerdos de Convivencia fue gestado ideológicamante durante el alfonsinismo2, pero comenzó a implementarse a fines de los años ’90. En su momento, fue presentado como una victoria histórica frente a la tradición represiva del sistema escolar. Recordemos que tanto los Consejos como los Acuerdos de convivencia -según la jurisdicción- suponen la participación de directivos, docentes, estudiantes y padres en la regulación de los conflictos en las escuelas. Luego de una década de reformas, los resultados saltan a la vista. Podría enumerarse una larga lista de episodios violentos. Sin ir más lejos, pueden citarse las cifras estimadas por los propios organismos que proponen más de lo mismo: de acuerdo a un informe publicado en 2011 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL/ONU), un 58,6% de los estudiantes de las escuelas primarias argentinas declaró haber sido víctima de algún tipo de violencia [3]. Argentina se ubicó en cuarto lugar dentro de un ranking constituido por 16 países de América Latina, siendo superado sólo por Colombia (63,2%), Costa Rica (60,2%) y República Dominicana (59,9%). A su vez, presentó el índice más elevado de violencia verbal y física con un 37,2% y 23,4%, respectivamente.

La escuela capitalista es un espacio que reafirma la condición de origen de los estudiantes. En ese marco, resulta extremadamente idealista esperar que sean “participativos” si la escuela y lo que ésta tiene para ofrecerles sencillamente no les interesa. Al mismo tiempo, resulta difícil suponer que niños y adolescentes que sufren día a día la violencia en sus cuerpos fuera del espacio escolar, puedan escindirse, generando otras formas de conducta que aquellas que una sociedad degradada ha hecho que naturalicen. Siendo el mundo exterior una guerra, no se ve cómo la escuela se convertirá en un islote de paz. Parece difícil, entonces, que la palabra pueda reemplazar todo aquello que la realidad niega. Bajo la formalidad de un sistema educativo más democrático, la burguesía oculta su desinterés por lo que ocurre en las escuelas, reduciendo el espacio escolar a un “aguantadero”. Tal vez por ello, los organismos que la representan se empeñen en proponer una salida que ya ha demostrado su inviabilidad hace tiempo. Más importante aún, erradicar la violencia de las escuelas supondría denunciar y batallar contra el sistema que abrazan y defienden.
Notas
1 En septiembre de 2004, un estudiante de 15 años disparó contra sus compañeros dentro de una escuela ubicada en la localidad bonaerense de Carmen de Patagones. Tres de ellos murieron y otros cinco resultaron heridos.
2 Véase Alvarez Prieto, Natalia: “A las patadas. Los cambios en el régimen de disciplina escolar y el origen de los Consejos de Convivencia”, en El Aromo, nº 50, 2009.
3 Román, Marcela y Murillo, Javier.: “América Latina: violencia entre estudiantes y desempeño escolar”, en Revista CEPAL, nº 104, Publicación de las Naciones Unidas, agosto de 2011.

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