Quién retiene y para qué

en El Aromo n° 43

Osvaldo Regina

Colaborador del OME

Somos un país comercialmente exitoso. La brecha entre el precio promedio de las exportaciones y el de las importaciones (términos del intercambio) mejoró para Argentina 48% en el primer trimestre de este año comparando con el mismo pero calamitoso lapso de 2002. Medidos en dólares, los precios de las exportaciones argentinas aumentaron 86% desde entonces, para mal de los pobres del mundo y los esclavos sin pan (incluidos los de Argentina) y para bien de los exportadores, las arcas fiscales y las reservas internacionales del BCRA. Sin embargo, la suba sería de apenas un 9% si la valuamos en euros. Esto significa que, en gran medida, la supervalorización de las exportaciones argentinas obedece a la superdepreciación del dólar, que cayó a casi la mitad de su cotización desde 2002. El retroceso del dólar se profundizó por la fuga de capitales depositados en la plaza yankee ante el riesgo financiero y la baja de tasas inducida por la FED -banco central de EE.UU.- desde la crisis hipotecaria iniciada a mediados de 2007. Esto significa que las buenas cotizaciones actuales del agro y del petróleo se podrían evaporar rápidamente si se iniciara una recuperación del dólar. Ya salvada la banca, con escaso aumento del desempleo y con renovado temor por la inflación, la FED podría encarecer el crédito a los bancos en EE.UU., atrayendo al capital especulativo que vendería sus inversiones en euros (y pesos, etc.) del resto del mundo (incluida Argentina) para comprar dólares e invertirlos en EE.UU. Además, los ministros de finanzas del G- 8 (EE.UU., Francia, Italia, Reino Unido, Canadá, Rusia, Japón y Alemania) reunidos en Osaka a mediados de junio, acordaron inducir por distintos medios una baja en los precios mundiales de los alimentos y el petróleo. Algo parecido ya sucedió en los años setenta, con el consiguiente deterioro de las pequeñas economías productoras de materias primas (como la nuestra). Mientras tanto, Argentina se abocó a la puja interna por quedarse con ese plusvalor generado en la exportación. Como parte de su estrategia de consolidación en el tiempo, el kirchnerismo intentó retener una parte mayor, enfrentando a los empresarios díscolos del agro y de la exportación. Las mayores ganancias del sector primario expresadas en pesos podrían, de trasladarse al mercado interno, convertir a la actual inflación galopante en una feroz caída del salario real, reflotar el temor a otra hiperinflación y arrasar con las alianzas y el crédito público que alumbraron esta moderna versión 2008 del bonapartismo en tacos altos. Pero el gobierno no enfrenta al agro como parte de la resistencia obrera y popular por mejorar las condiciones de vida, sino en virtud de su estrategia burocrática de concentración ilimitada del poder político y administrativo. Por eso mismo tiende a emanciparse -de hecho y en algunos casos, también de derecho- de cualquier control popular, sea legal constitucional, contable o estadístico. La ejecución presupuestaria (donde las retenciones representan un ingreso sustancial) devino incontrolable y sujeta a cambios discrecionales por el Poder Ejecutivo, siendo usada como recurso de corrupción sobre las más diversas expresiones políticas: desde provincias hasta sindicatos y seudo piqueteros. El sistema de subsidios masivos a las empresas de servicios públicos le otorga a la Presidenta una enorme influencia sobre la conducta política de esos empresarios. El respaldo de oro y divisas más grande en la historia del BCRA le otorga un enorme poder de disciplinamiento y redistribución de los ingresos entre capitalistas a través de un mercado cambiario totalmente manipulado, enriqueciéndose de paso “la corona” por vía especulativa. Por eso es que confunde escuchar a una parte de la izquierda “reclamando” al gobierno que haga más de lo mismo, pero con más fuerza. Y confunde también que no se denuncie, en el mismo lugar, que la devaluación y la política cambiaria “competitiva” causan el aumento de la renta de la tierra al encarecer los bienes de exportación y disminuyen el poder adquisitivo de los salarios. Ni que el financiamiento ilegal de esta burocracia estatal, tan sabido como impune, se nutre del presupuesto estatal y del control institucional, sostenido éste también con represión.

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