Que la inocencia te valga. «María Antonieta», la última tilinga posmoderna

en El Aromo n° 35

Por Rosana López Rodríguez – María Antonieta: la reina adolescente, dirigida por Sofía Coppola (SC) y estrenada en Buenos Aires a fines de enero, viene precedida de cierto revuelo internacional desde su presentación en el Festival de Cannes en mayo del año pasado. Allí, la película protagonizada por Kirsten Dunst (la chica de El hombre araña y también de Las vírgenes suicidas, la primera obra de SC) fue objeto de múltiples abucheos y escasos aplausos.

Con todo, la película fue elogiada a nivel estético: “Es indiscutible la magia estética y el buen gusto que la hija de Francis Ford Coppola imprime en todos sus filmes. Y para ser coherente con esto, el principal atractivo de su última película es la imagen”, se lee en el suplemento femenino del diario Clarín. Si a alguien se le ocurre que este elogio forma parte de la fascinación europeizante de una cronista perdida del Tercer Mundo, estará equivocado: el efecto “María Antonieta” hace furor en el mundo de la moda yanqui y europeo. La Vogue americana le ha dedicado tapa y dossier; el perfume (reconstruido, por supuesto) de la reina se vende en Versalles; John Galliano, Karl Lagerfeld, Carolina Herrera, Versace y Oscar de la Renta han incluido el estilo MA en sus próximas colecciones, y los diseños de zapatos, peinados y maquillaje están al día con la tendencia de la película. Los más críticos han visto este aspecto como una marca más de frivolidad de la historia, del personaje y de la directora, considerada por algunos como cool, posmo y fashion.

La película se basa en la biografía escrita por la historiadora británica Antonia Fraser en el 2001 (Marie Antoinette, the voyage). Cuando se publicó la edición en inglés, la autora dijo en una entrevista: “Seguramente el libro es revisionista. Es increíble el nivel de hostilidad misógina que hay hacia María Antonieta en otras biografías. Yo he intentado analizarla en frío y sus triunfos y fracasos, en términos de sus circunstancias”. El libro, una reivindicación de la Dama Decapitada, cierra su prólogo con la frase “Vive la reine!”.

Más allá de los anacronismos (elogiados como recursos o defenestrados como falsedades) como la presencia de una banda sonora que incluye a grupos como The Strokes, The Cure, Phoenix, New Order y Siouxie and The Banshees, la película no es una biografía que respete la verdad histórica, según su propia directora, quien dice privilegiar la crónica de las emociones.

Esta reina, aquella reina

Esta película tiene puntos en común con las anteriores de Coppola: sus protagonistas son muchachas en conflicto con el entorno inmediato y con las condiciones de pasaje a la adultez. Se trata esta vez de una adolescente de catorce años, hija de la emperatriz María Teresa de Austria, entregada en matrimonio a la corte de Versalles para sellar la alianza entre Habsburgos y Borbones. Su función, ser la madre del futuro heredero del trono francés. Con un esposo casi tan joven como ella, la experiencia matrimonial es, durante siete largos años, un fracaso. Los herederos no llegan dado que la relación no se consuma. No sólo debe enfrentar este conflicto: la reina adolescente llega como una joven vulnerable a la corte versallesca y aparece ante ella como una extraña, a quien el protocolo de la nobleza le es ajeno, muestra sus emociones y sentimientos enfrentados a la fría etiqueta francesa que debe obligarse a cumplir.

Cuando comienza a aprender las reglas de juego, también encuentra una válvula de escape. Las tortas, las ropas, los zapatos, las fiestas, la bebida, el juego, las drogas, un amante… Disfruta de las bondades que la vida cortesana le ofrece, pero, según la película, no dejará de ser una niña que pide juguetes caros, como la granja que su marido le regala, el Petit Trianon, hoy reconstruida y convertida en museo. Allí juega a ser una campesina: pasea entre los animales, hace representaciones teatrales en el auditorio para sus amigos aristócratas o se encuentra con su amante. Cierto espíritu rousseauniano sobrevuela en la concepción de la reina que tiene SC: lo salvaje no sólo es bueno sino, por supuesto, también bello. La idealización de una vida bucólica y agreste, pura, genuina que ella misma nunca experimentaría. Queda claro en la película que esta actitud, amén de un capricho adolescente, aparece como el síntoma del problema más agudo que acusa la protagonista: una vida absolutamente desgajada de la política, de la realidad en la que estaba involucrada, una existencia de encierro y, por lo tanto, de desconocimiento. Ése es el ángulo desde el cual SC nos muestra a la pareja real. Tanto Luis XVI como ella han crecido entre las convenciones de su clase y no pueden escapar a ellas, no son capaces de llevar adelante ninguna decisión propia: él se ve en la obligación de realizar una tarea absolutamente desconocida y ella vive en una burbuja de derroche mientras afuera, el pueblo sin rostro, el pueblo desconocido, el pueblo que carece de importancia, avanza hacia ellos enardecido por la crisis económica. Inocentes por ignorancia, ése es el veredicto de la buena de Sofía, o después de todo, siguiendo la lógica de la monarca misma, nada que sea tan bello puede ser tan malo.

Luis Alberto Romero, en su artículo “Estrella en el teatro de la monarquía”1, rescata dos “imágenes míticas e históricas” de María Antonieta: la de “madame Déficit”, responsable con sus despilfarros del desastre francés y justificativo de la Revolución; y la de la “reina mártir”, víctima de los excesos jacobinos, la imagen que la Restauración ha venido a legar a la historiografía. Aunque por la vía de considerarla ignorante, la biografía y la película están en la línea de la Restauración. La Reina es inocente. O lo que es lo mismo, SC de jacobina no tiene nada… La María Antonieta real brindó a la historia, según Romero, ambas opuestas imágenes: en el periodo pre-revolucionario fue la consejera del rey en “el camino de la intransigencia absolutista, en momentos en que los reclamos de reforma arreciaban.” Luego de 1789 y hasta 1893, año en que fue decapitada, vivió en varias prisiones y fue una “esposa y madre ejemplar, digna soberana y hasta elocuente defensora de sus derechos, capaz de hacer vacilar a los jueces.” Romero se niega a juzgarla, coincidiendo, hasta cierto punto con la hija del gran Francis Ford. Como veremos, ello constituye una crítica implícita y negativa sobre la justicia revolucionaria.

Crimen y castigo

A partir de la interpretación en clave etaria, como la que pretende la película, sus comentaristas y el público, María Antonieta podría inscribirse en el género de la Bildungsroman, una novela de aprendizaje o iniciación. Tal vez por eso en EE.UU. ha cosechado el mayor éxito entre las adolescentes. Es cierto que este elemento no está ausente, pero más bien es el mecanismo sobre el cual se asienta el problema más importante planteado por la película: el de la responsabilidad moral de los individuos. ¿Por qué los revolucionarios cortaron el bello cuello de alguien que, en última instancia, no era más que una adolescente superficial e ignorante, pero no carente de cierta simpatía? ¿Quién no fue alguna vez adolescente? ¿Vamos a castigarla por eso? Colocándose aún más a la derecha que la moral liberal progre, aun cuando coincida en la perspectiva individual, el posmodernismo de SC resulta ser una expresión de la reacción. Al menos la moral kantiana de Hannah Arendt (y su alter ego local, Elisa Carrió), para quien “nadie debiera ignorar la vida que vive, y es un deber ser conscientemente una persona íntegra.”2, reconoce la existencia de la responsabilidad social de los individuos y de la obligación del conocimiento de la vida.

La película pretende desligar de toda culpa a la protagonista por los males de Francia al retomar la imagen de la Restauración. La interpretación jacobina de la historia indicaría que María Antonieta, cuyo final no vemos pero conocemos, se merece ese desenlace. Para obstruir esa lectura, las imágenes de la miseria han sido limitadas el extremo, porque la película podría generar una recepción perfectamente opuesta a la buscada por la directora: no la empatía, sino la antipatía, pues una mujer que frente a tanta miseria, vive en medio del despilfarro, es culpable y merece ser castigada. Sutilmente, Sofía la Adolescente da entrada al pueblo hacia el final y no sufriendo sino agrediendo…

El problema se decanta en contra de la directora y la reacción cuando se recuerda que el crimen que castigan los jacobinos no es individual y por lo tanto no consiste en el derroche, ni en la ignorancia. María Antonieta, es cierto, no podía actuar de otra manera dada su pertenencia de clase. Ella era (es) el epítome de la monarquía, la quintaesencia del estado feudal, la expresión de una clase que sobrevive a instancias de la explotación feudal. Trotsky señala que las crisis sociales se inician en la clase dominante y el síntoma de una crisis hegemónica se revela en que sus representantes son decadentes, inútiles para resolver los problemas que se presentan. María Antonieta y Luis XVI eran los representantes de una clase en descomposición y su crimen consistía en negarse a abandonar la escena histórica prolongando una situación insostenible, su crimen yacía en la persistencia de una explotación despiadada e inútil. Del mismo modo que la revolución bolchevique no dejó con vida a ningún miembro de la familia Romanov, incluyendo a los cinco hijos, los jacobinos no podían permitir que la contrarrevolución se organizara, que se recompusiera el partido monárquico. Llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias, tomar el poder y sostenerlo, implicaba para el Rey Sol y la Reina Burbuja, una muerte anunciada, pero además, un castigo merecido. Ésta no es una película que discute y confronta las imágenes opuestas de María Antonieta, ni la historia de una adolescente confundida, ni un catálogo de modas para adolescentes no menos confundidas, sino una obra sobre la culpa (y por lo tanto, sobre el perdón), una reflexión (posmoderna) sobre la responsabilidad y el castigo. Y que concluye, finalmente, que la explotación no debe ser motivo de venganzas ni arrebatos justicieros.

La película intenta declarar inocente a la protagonista (y por elevación, al personaje histórico) con argumentos insostenibles (edad, inexperiencia) y resulta ser así una apología de la explotación. Tal vez por eso, en el ambiente cinematográfico y político europeo3 en el cual la política yanqui está siendo cada vez más cuestionada, la obra de Sofía la Reaccionaria no fue recibida con los aplausos que se esperaban.


Notas

1Ver en: http://www.clarin.com/suplementos/cultura/2007/01/20/u-01347429.htm
2Véase “Un misticismo inútil”, de Julieta Paulos Jones, en El Aromo nº 34, diciembre de 2006.
3Y también en EE.UU. Ciertos sectores del ambiente cinematográfico ya enfrentan la política de Bush: actores y personalidades de Hollywood, entre los que se cuentan Sean Penn, Susan Sarandon y Danny Glover, encabezaron una marcha y una huelga de hambre contra la guerra en Irak. Véase: http://www.clarin.com/diario/ 2006/07/03/um/m-01227274.htm

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