Postales marplatenses. La academia, el peronismo y la censura en las jornadas Interescuelas de Historia – Marina Kabat

en El Aromo n° 98

El kirchnerismo fue a las jornadas a disputar el sentido de la historia y a militar las PASO. En ese contexto, nuestra intervención en sus mesas generó fuertes polémicas, mientras el resto de la izquierda miraba para otro lado.

Marina Kabat

Grupo de Investigación sobre el Peronismo-CEICS

 


La política peronista, según los peronistas

En la mesa coordinada por Carolina Barry, Oscar H. Aelo y Adriana Kindgard escuchamos  una ponencia de Ariana Leuzzi sobre la Escuela Superior Peronista, un trabajo de Federico Ortega sobre la Alianza Libertadora Nacionalista de la época de Perón (organización paraestatal de derecha) y una exposición de Juan Ignacio Nápoli sobre el conflicto desatado por el intento de devaluar la jerarquía académica del Instituto Tecnológico del Sur, tras la caída del gobernador Mercante.

Las dos primeras exposiciones parecían corresponder a un correcto desarrollo inicial de investigación sobre temas relevantes no tratados por la bibliografía. Precisamente, como se trataba de temas nuevos, los comentaristas no tenían aportes que realizar. No por ello se privaron de recomendar bibliografía. Resulta llamativo que a la historiadora que expuso sobre la Escuela Superior Peronista, Oscar Aelo la aleccionara sobre la necesidad de un mayor diálogo con la bibliografía. Aelo reconoció que pedía algo casi imposible porque no existe bibliografía sobre el tema, pero aclaró que en esos casos, “hay que adaptar la investigación a la bibliografía.” ¿Qué quiere decir eso? ¿Hay que seguir investigando hasta el hartazgo lo que ya se conoce para poder citar la bibliografía “adecuada”?

Juan Ignacio Nápoli, explicó cómo ante la caída en desgracia de Mercante (primer gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires), se intenta quitar jerarquía académica al Instituto Tecnológico del Sur, lo que generó un movimiento de protesta que logró revertir la medida. Nápoli cree que esto prueba que el peronismo no era un régimen represivo, sino que tenía un amplio dinamismo político, en el cual grandes movimientos se producían de abajo hacia arriba, sin ser censurados o reprimidos y que esto refuta a las visiones antiperonistas.

Aelo comentó el trabajo. Aclaró que no podía criticarlo porque sería como criticarse a sí mismo, dando por sentado que él dirigía esta investigación. Podría haber buscado otro comentarista, evitando esta situación, pero habría perdido la oportunidad desplegar su  propaganda peronista: dijo que la investigación de Nápoli demostraba que Perón no planchaba la vida política, no la limitaba ni cercenaba en modo alguno. Por el contrario, fomentaba una dinámica democratizante que multiplicaba este tipo de hechos.

Cuando se abre el debate al público, intervine aportando datos y fuentes útiles para las investigaciones sobre la Alianza Libertadora Nacionalista y la Escuela Superior Peronista. En particular, señalé que en la Escuela Superior Peronista, entidad partidaria destinada a formar los cuadros peronistas, se intentó resistir el golpe de 1955, pero que esto fue infructuoso. Las autoridades trataron de montar guardias en el edificio, pero el personal del mismo se rehusó a participar. Planteé que esto fue la consecuencia de la desmoralización a fines del gobierno peronista y del hecho de que un organismo partidario funcionara sobre la base de empleados públicos transferidos a dicha jurisdicción. Señalé que la misma actitud tuvieron las empeladas públicas que habían sido destinadas a dirigir Unidades Básicas del Partido Peronista Femenino y contrasté esto con lo que ocurre con la Alianza Libertadora Nacionalista, la única entidad que defiende al Gobierno.

En respuesta, Carolina Barry planteó que en las unidades básicas femeninas solo las delegadas o subdelegadas censistas eran empleadas públicas. Dijo que quien se queja de esto, debería quejarse hoy de los empleados públicos que están en las esquinas con globos amarillos. También indicó que en los ‘50 no había una reglamentación respecto  a la distinción entre partido y Estado (lo que implícitamente indica que lo de Macri es peor, porque ahora sí hay leyes en contra de estas prácticas).

Oscar Aelo planteó que la crítica al  uso de empleados públicos como militantes partidarios es propia de una lógica liberal. Un investigador del instituto Jauretche argumentó que los sectores humildes solo pueden dedicarse a la política mediante empleos públicos. La coordinadora Adriana Kindgard justificó estas prácticas planteando que el objetivo de todo militante es tener un puesto en el Estado, naturalizando la lógica de la militancia en partidos burgueses. Pero, el comentario descollante fue el de Juan Ignacio Nápoli quien hizo un llamamiento a la ética que él creía ausente en otros investigadores (en abierta alusión a mi persona). Declaró ser militante partidario, pero adujo que al momento de ponerse la camiseta de investigador se quitaba la camiseta del partido, actitud que no veía en otros investigadores presentes. Pasó luego a criticar al antiperonistmo en términos generales.

Pedimos y se nos volvió a dar la palabra. Reconducimos el debate al terreno en que lo habíamos planteado: la debilidad política de un partido que arma su estructura en base no a militancia voluntaria sino, en gran parte, a empleados públicos y cómo esa debilidad se expresó en el terreno político en el momento del golpe: las subdelegadas censistas que no eran otra cosa que empleadas públicas cerraron las unidades básicas y se fueron a sus casas. Los empleados de la escuela superior peronista no se presentaron a defender el edificio, ni cuando fueron requeridos por efectivos policiales.

Respondimos a Barry que en la Unidades Básicas eran empleadas públicas, justamente quienes tenían más responsabilidad y a quienes se les encargaban tareas delicadas que solo un verdadero militante podría cumplir con efectividad. Por ejemplo, las tareas de inteligencia en las iglesias y lugares públicos. Expliqué que, a diferencia de la forma en que se nos quería presentar el joven militante/investigador reconocíamos matices, pero planteábamos los problemas que veíamos. En particular, uno puede diferenciar entre los informes de inteligencia elaborados por delegadas de aquellos escritos por mujeres comprometidas con el peronismo (tuvieran o no un cargo público) de aquellas que solo cumplían administrativamente con las tareas encomendadas en su carácter de empleadas públicas adscriptas a las unidades básicas. Insistí en que la presencia numéricamente importante de estas últimas explica en gran parte la ausencia de una resistencia al golpe.

Cuestioné el llamado a la ética del militante investigador y su excesiva seguridad al creer que sus propias posiciones políticas no estaban permeando sus investigaciones. Al respecto, planteé que rechazaba la idea que cualquier movilización en cualquier momento podía demostrar el pluralismo y democracia del peronismo (no es igual el grado de represión en 1946 que en 1954, ni es lo mismo un conflicto local que puede afectar a un intendente o, a lo sumo, un gobernador, que un movimiento que cuestione en forma directa una posición de Perón). De esa manera, la ponencia presentada por el joven no demuestra, como él y su mentor creían, la ausencia de autoritarismo en el peronismo.

Carolina Barry respondió que en la ausencia de reacción al golpe incidió el miedo y  que algunas de estas mujeres sí lucharon después en la resistencia peronista. No se volvió a dar la palabra al público y cerró Oscar Aelo, presentando un giro respecto de alocuciones anteriores  (donde hablaba asumiendo un consenso). Aelo pasó aquí a celebrar el debate que se daba en la mesa (y su propia pluralidad por propiciarlo). Hay que reconocer que efectivamente esta debió haber sido una de las pocas mesas en las que hubo cierto debate y donde el público pudo al menos hablar más de una vez, para dar un inicio a un intercambio. Más allá del exabrupto de Napoli, se produjo una confrontación en un tono honesto y correcto. De todas formas, dado el tono de algunas ponencias, y sobre todo de los comentarios, en nuestra ausencia la mesa hubiera sido en gran medida –al menos en el bloque que presenciamos-, una tribuna peronista.

 

La cultura peronista, según los peronistas

 

La mesa “Arte, cultura y política durante el primer peronismo” tuvo el mismo tono que la anterior pero más acusado. En el bloque que presenciamos la coordinadora Yanina Leonardi describió el suplemento cultural de La Prensa. Afirmó que la diversa trayectoria de su staff, así como la presencia de una figura disidente del peronismo refutaba la visión autoritaria del peronismo y las tesis de Silvia Mercado y Pablo Sirven respecto a las listas negras y la censura. Alejandra Giuliani (quien también  ofició de comentarista) expuso sobre la “Exposición del Libro Argentino” de Mar del Plata 1953, defendiendo la tesis de que la edad de oro del libro se relacionó con el peronismo. Juana, Constanza (no visiblemente vinculada a los organizadores de la mesa) expuso sobre los juegos panamericanos con aportes interesantes sobre la relación peronismo-deportes- valores de gérnero. Finalmente, Oscar Aelo (coordinador de la mesa anteriormente analizada y ponente y comentarista en esta) presentó junto a Karina Muñoz una ponencia sobre “Baluarte”, una revista peronista editada solo dos años  por un diputado peronista con circulación en el barrio donde este activaba. Más llamativo que el intento de darle trascendencia a esta publicación menor, era la tesis defendida. La publicación tenía una sección llamada “doctrina peronista”. Aelo sostuvo que, debido a que quienes escribían la revista recortaban de los discursos de Perón lo que querían, merced a esta edición ellos se constituían en los verdaderos constructores de la doctrina peronista. Esto probaría, una vez más, el pluralismo del peronismo, su dinamismo y su carácter popular, pues su doctrina se construía de abajo hacia arriba.

Los comentarios estuvieron a la altura de las circunstancias. Cabe señalar una extrema endogamia: las figuras centrales de esta mesa y de la anterior se comentaron entre sí. Solo hubo críticas para los “externos.” Cabe resaltar que Aelo, le pidió a la investigadora que analizó los juegos panamericanos que dejara a Perón de lado: estaba bien analizar los valores que se ponían en juego en estos festejos deportivos, pero mencionar a Perón y relacionarlo con su estrategia de propaganda política era innecesario y enturbiaba el trabajo; (¿enturbiaba el trabajo o la imagen de Perón que Aelo defiende?). Al igual que el día anterior, Aelo en su rol de comentarista corporizó sin ningún prurito una censura académica-político-ideológica.

De todos modos, en su apología militante Aelo fue superado con creces por Alejandra Giuliani, quien le comentó su ponencia. No se presentó ninguna evidencia del grado de circulación que tuvo la revista, de la cual no hay más noticia que los ejemplares que se conservaron en la Biblioteca Nacional. Sin embargo, esto no detuvo a Giuliani quien, sobre tan pobre base, logró montar una arenga política: dijo que podía imaginarse a los militantes del barrio activando con la revista, a los compañeros discutiéndola, a los jóvenes repartiéndola… La revista bien podría haber servido solo para envolver huevos. No hay registro de nadie que la recuerde ni es citada por otras publicaciones, pero dos días antes de las elecciones no era el momento para manifestar semejante prurito historiográfico… Giuliani recuperó también el argumento de Aelo: negó categóricamente el verticalismo que los antiperonistas le adjudican al peronismo, y dijo que la ponencia probaba lo contrario: la construcción desde las bases. Alentó a sus compañeros a no andar con eufemismos ni temer las críticas de los antiperonistas, dijo, es tiempo de decirlo abiertamente: el peronismo se construyó de abajo hacia arriba.

En este clima, nuestra intervención cayó como un balde de agua fría: planteé que me llamaba la atención cómo, en varias ponencias y en las alocuciones de los comentaristas se extrapolaban conclusiones generales de una evidencia muy limitada. Sin ninguna evidencia se imagina que una revista era el vértice de una gigantesca vida política y una prueba contundente de la democracia interna del peronismo o que se sostuviera que una voz disidente en La Prensa, refutaba todo la evidencia existente respecto a la censura oficial.  Señalé que esta operación era más fácil si los autores molestos eran descartados simplemente por antiperonistas. Cuestioné a Giuliani haber operado de esta manera con Sirven: descartarlo simplemente por considerarlo un panfleto “antiperonsta” equivale a perder mucha información que él presenta. Expliqué que, gracias a que Pablo Sirvén planteó la existencia de una sección especial de la subsecretaría de prensa dedicada a actividades de inteligencia, yo pude hallar los archivos de esta sección especial que contenían censos prolijos y meticulosos sobre la orientación política, los recursos económicos y otros datos de los gremios, organizaciones sociales y personalidades político culturales, incluso dentro del mismo peronismo. Señalé que esta información mostraba que cualquieras fueran las iniciativas desde abajo que se construyeran, estas enfrentaban luego la censura desde arriba que el régimen imponía, incluso a sus mismos partidarios.

La respuesta fue típica de sectores kirchneristas: la victimización: los antiperonistas a nosotros nos tratan peor, no nos citan por ser peronistas, nosotros somos minoría en la academia, etc. Nuestra intervención forzó un drástico cambio del tono: la  comentarista que había cerrado su intervención con un llamado a enfrentar a los antiperonistas y afirmar abiertamente sin titubeos que el peronismo se construyó de abajo hacia arriba, retrocedió de su postura inicial y pasó a sostener que el peronismo se construyó tanto de arriba hacia abajo como de abajo hacia arriba.  En este caso no se dio lugar a una segunda intervención por nuestra parte.

 

El justo medio, según la “izquierda” académica

 

Presentamos dos ponencias sobre peronismo una sobre los obreros rurales y otra sobre la persecución a los docentes. Ambas resumían aportes incorporados a mi libro Peronleaks. Una relectura del peronismo en base a sus documentos secretos. Las dos generaron amplia polémica. En el primer caso, los coordinadores rechazaban la idea de que el peronismo fuera tan represivo hacia los sectores rurales como nosotros planteábamos. ¿Nos preguntaron entonces por qué los obreros eran peronistas? Silvia Nassif pregunto ¿por qué los obreros que ella entrevistó le dijeron que nunca estuvieron mejor que en el peronismo? Le respondimos que debía ser más cuidadosa con el manejo de fuentes orales: no debía asumir como verdad histórica el relato actual permeado una construcción histórica de la memoria: obreros ferroviarios han declarado que su gremio no tuvo huelgas bajo Perón y eso no hace desaparecer la huelga de 1951. Además, señalamos que no todos los obreros rurales eran peronistas. En particular, puntualizamos que en Santa Fe una gran parte de los sindicatos rurales  –según fuentes oficiales- eran neutrales u opositores al gobierno. En actitud, más propia de un panel televisivo, que de un debate intelectual, Nassif me pregunta ¿me estás diciendo que los obreros de la FOTIA –azúcar- no eran peronistas?

A lo que respondí: estoy diciendo que gran parte de los sindicatos rurales de Santa Fe involucrados en cultivos cerealeros que podrían haber obtenido mejores salarios sin las reglamentaciones oficiales (que entre otras cosas les prohibían explícitamente el uso de la huelga) no eran peronistas.

Alejandro Jasinski cuestionó la interpretación de una fuente que trabajábamos: en un acto electoral miembros de la CGT local llaman a votar por la reelección de Perón, pero en el ámbito local no señalan ninguna conquista, sino que enumeran el incumplimiento de las leyes laborales y la miseria de los obreros rurales. Jasinski, quien dijo haber leído la fuente, insistía en que los oradores señalaban lo que quedaba por hacerse, pero que eso no negaba los avances. Esta interpretación sería correcta si las tareas pendientes se puntualizaran junto a los logros: pero en este caso no se señala ninguna conquista que haya afectado a los trabajadores a nivel local: todo faltaba.  Juan Manuel Villulla preguntó ¿entonces por qué la patronal agraria se quejaba? A lo que respondí que la patronal siempre se queja porque siempre quiere mayores beneficios. Pero, que mientras en la exposición de la Sociedad Rural de 1945 se canta contra Perón, en 1946 este preside el evento sin ningún incidente. Los años subsiguientes Perón cultivaría esta relación por la vía de recortar los derechos de los obreros rurales.

Nassif quería llevar el debate al punto central, donde creía tener una carta de triunfo, por eso pregunta: ¿en el balance general el Estatuto del peón rural y la legislación rural fue un avance o no? Mi respuesta, si bien se desprendía de toda la evidencia presentada parece haberlos tomado por sorpresa. No: la legislación laboral rural no es un avance para el obrero rural porque sus aspectos progresivos no se cumplen, mientras que los regresivos sí se efectivizan, limitando el accionar colectivo de los trabajadores y, por ende, su capacidad para obtener mejoras.

Juan Manuel Villulla reaccionó casi ofendido y planteó que era incorrecta la historiografía que le daba la razón en forma exclusiva a los chacareros y creía que el peronismo daba todo tipo de beneficios a los obreros rurales, pero consideró que mi posición era igualmente equivocada. Villulla no argumentó más, quizás en la creencia de que la teoría del justo medio respaldaba su posición.

En la mesa coordinada por Laura Caruso, Agustín Nieto y Andrea Andujar la discusión tuvo otra dinámica. Los coordinadores, incómodos porque denuncié que la mesa había censurado una ponencia de compañeros de RyR sobre la represión kirchnerista, se abstuvieron de todo comentario y no participaron del intercambio que suscitó mi trabajo, casi como si quisieran que mi participación pasara lo más rápido posible. La ponencia analizaba el accionar de un servicio de inteligencia en el Ministerio de Educación bajo el segundo gobierno peronista que redundó en la cesantía de 1000 docentes por motivos políticos. Comentó mi ponencia Gustavo Contreras. Contreras, planteó la existencia de muchos gremios docentes bajo el peronismo y postuló la idea de que las internas del gobierno o su propio interés en debilitar a la CGT podían haber sido favorables para la emergencia de los gremios docentes. Respondimos que es cierta esta pluralidad de organismos sindicales, indicamos que incluso en un momento se intentó afiliar a los docentes a UPCN. También señalamos la forma en que los conflictos internos afectaban al sindicalismo y señalamos que el gremio UDA consigue la personería jurídica a cambio de apoyar la iniciativa del vicepresidente Tessaire de crear una Confederación General Profesional como contrapeso a la CGT. Pero señalamos que el planteo de fondo es errado pues se asume en forma equivocada que esto beneficia a los trabajadores, cuando en realidad los debilita: los gremios deben buscar permanentemente mentores políticos y adecuarse a sus planes. Esto es una faceta más de un régimen por demás autoritario que limita en forma creciente el poder de acción de la clase obrera, subordinándola a las distintas facciones gubernamentales, lo que fragmenta la actuación hasta gremial de los trabajadores. Cuestioné a los historiadores que subestiman el peso que la censura, el espionaje y la represión estatal tuvo sobre el movimiento obrero durante el primer peronismo. Nuestra crítica apuntaba contra la línea defendida por los investigadores presentes nucleados en torno a PIMSA o a la Revista Archivos[1]. Pero ni el comentarista ni ninguno de los presentes recogió el guante.

 

El ladrón cree que todos son de su condición (o cómo quienes censuran a nuestros compañeros nos acusan de miserables) 

 

Al momento del cierre de la mesa coordinada por Agustín Nieto y Laura Caruso ellos hicieron una aclaración. Dijeron que los coordinadores habían sido acusados injustamente de censurar una ponencia y adujeron que ese no había sido el caso. Afirmaron que la censura como práctica no es su forma de construir conocimiento ni redes académicas y que  era una acusación infundada. Argumentaron  que los autores no mandaron el abstract a su mesa, sino a otra que lo rechazó y recién entonces la organización de las jornadas los consultó si podían aceptarla. Dicen que lo rechazaron porque no coincidía con la temática de la mesa al no tener planteo de género ni de comunidad. Agregaron que cuando rechazaron ese abstract no sabían que se iba a caer. En contraste, señalan que meses después, cuando una mesa no consiguió suficientes ponencias, la organización les consultó sobre la posibilidad de incluirlas en su mesa y aceptaron. En ese bloque estaba mi ponencia que probaría de por sí que no hubo censura en el primer caso.[2] Laura Caruso agregó que no hubo censura porque al evaluar el abstract no conocían a las personas y no sabían a dónde pertenecían.

Los argumentos son falaces: si bien el título de la mesa incluye las palabras “comunidad” y “género” no era una temática excluyente y muchas ponencias presentadas no trataban ninguno de estos aspectos y, sin embargo, fueron aceptadas. Si bien al rechazar el abstract no sabían que quedaría afuera ya sabían que había sido rechazado por otra mesa, con lo cual ese resultado era bastante probable. Además, podían haber revisado su decisión permitiendo la exposición de la ponencia, pero no lo hicieron.

Laura Caruso miente: el abstract que evaluaron indicaba la pertenencia institucional de los autores. A saber, CEICS. Caruso no ignora qué es el CEICS porque ella misma lo integró hacia 2002-2003, antes de irse a engrosar la periferia del Partido Obrero, integrando sus listas gremiales y de orbitar en torno a la revista Archivos, ambos espacios que rivalizan con el CEICS y Razón y Revolución. Entonces, en contra de lo afirmado por Caruso, los coordinadores de la mesa sabían bien a qué espacio pertenecían los autores, un espacio que confronta con los de ellos, lo que agrava el hecho de la censura.

Finalmente, la idea de que haber aceptado a posteriori un bloque de ponencias de una mesa que se desarmaba, dónde estaba incluida la mía, no altera en nada la censura anterior. Mi ponencia no es aceptada en términos individuales, sino en bloque con otras. Aceptarlas es un gesto hacia los coordinadores de la otra mesa (que de hecho intervinieron en la discusión de censura agradeciendo la “generosidad” de Nieto, Caruso y cía.) Por otra parte, esto ocurre una vez que la denuncia de censura ya se había hecho pública. A esta altura era difícil que la mesa excluyera una segunda ponencia de Razón y Revolución. Ante esta situación, mi decisión de exponer en esta mesa que yo no había elegido se vincula con que era la única posibilidad de denunciar en la misma la censura sufrida por mis compañeros. Cabe señalar que los carteles que los autores pegaron con gráficos de la represión kirchnerista, pertenecientes a la ponencia censurada fueron repetidamente retirados del aula donde funcionaba la mesa.

No conformes con haber censurado una ponencia de estudiantes sobre la represión kirchnerista, de brindar excusas falsas y hasta de  mentir con alevosía negando conocer a la pertenencia de los autores, los coordinadores pasan a acusarnos de la miseria que les es propia: Nieto comenzó por decir que era miserable de nuestra parte tratar de alegar censura. Como eso no fue suficiente luego agregó: “Están dándole promoción a algo que lleva mucha agua para su molino. Me parece bien o legítimo que ustedes quieran elegir eso. Está bien. Son opciones. Pero a mí me parecen miserables.” El filoperonista Nicolás Iñigo Carrera aportó la frutilla del postre al tratarnos de provocadores. En un sentido distinto del que él proponía quizás tuviera razón: mientras todo el progresismo pseudo izquierdista-seudo peronista vinculado con PIMSA y Archivos –becarios del PO incluidos-, miraba para otro lado, nosotros provocamos una discusión con el peronismo en su propio terreno, provocamos a la academia al presentar una ponencia sobre la represión kirchnerista, provocamos a este progresismo que prefirió censurarnos que poner en juego sus propias alianzas académico-políticas. No cabe duda, en el sacromundo académico somos unos provocadores, y estamos orgullosos de serlo.

Notas

[1]Inocua revista académica, dirigida por Hernán Camarero, a la cual consagran sus esfuerzos muchos becarios y estudiantes del PO.

[2]Julia Soul, sin conocer el caso defendió a los coordinadores sobre la base de este argumento. Creemos que una delegada de ATE CONICET debiera tener más cuidado en pronunciarse sobre prácticas académicas que afectan a los trabajadores de su sector.

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