Pasar (mal) la noche. Una recorrida por los paradores nocturnos en Capital Federal

en El Aromo nº 79

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En la ciudad más rica de América Latina, cada vez más personas están sin techo. Vea la pobre respuesta y el maltrato del Estado que lleva a muchos a dormir en la calle en lugar de en los paradores.

Por Nicolás V. (TES-CEICS)

En mayo de este año, Chiara Flores de 5 años murió atropellada en su precaria vivienda de Barracas cuando un colectivo trepó a la vere­da. Sus familiares dijeron que habían pasado por paradores, pero los abandonaron por cómo eran tratados en ellos. La cantidad de personas sin techo que pernocta en los paradores por­teños se incrementó en los últimos años. En el 2000, un promedio de 510 personas con­curría a los albergues cada noche. Esa cifra se ha cuadriplicado y el año pasado el promedio de personas asistidas en los paradores trepó a 2.176. La falta de respuesta estatal lleva al ha­cinamiento por falta de lugar en los paradores que explica el comportamiento de la familia de Chiara.

El Aromo se acercó al Parador Retiro (ubicado en la calle Gendarmería Nacional 522, donde asisten hombres solos mayores de edad) y al pa­rador Azucena Villaflor (sito en Piedras 1583, donde duermen mujeres solas o con hijos me­nores de edad). Estuvimos allí conversando con la gente que temprano en la tarde hace fila para asegurarse un techo para la noche. A con­tinuación, los datos que relevamos de la com­posición social de los asistidos y las condiciones en las cuales viven en estos establecimientos.

Sin lugar para los débiles

La presencia de personas en paradores es causa del déficit habitacional y la ausencia de un sala­rio o su escasa capacidad adquisitiva. Quien ac­cede a estos establecimientos lo hace porque no puede pagar un alquiler. En este sentido, una encuesta realizada por el gobierno porteño en el año 2008 a 516 individuos que duermen en paradores y transitan por los hogares estatales muestra que el mayor porcentaje (47,4%) ha­bía sido inquilino con o sin contrato antes de acceder al establecimiento. Además, hace mu­cho tiempo que los asistidos abandonaron su antiguo hogar. El 36,7% de los encuestados no había tenido vivienda estable en el transcurso del año anterior al relevamiento. Mientras que, el 54,5 carecía de un hogar estable desde los 2 a más de 10 años previos. En la mayoría de los casos, se trata de una población adulta (el 77% tenía entre 40 y más de 60 años) y desocupa­da (60%).1

En la actualidad, el gobierno porteño cuenta con 7 paradores y 6 centros de inclusión pri­maria propios. Durante el año 2013, en ellos se albergó diariamente a 717 personas prome­dio. Además, la administración estatal terceriza una parte del servicio de asistencia a personas que duermen en la calle. Por ello, firma conve­nios con 23 organizaciones no gubernamenta­les (ONG), laicas y religiosas, donde pernoctan por día 1.459 personas.

Por otra parte, la presencia de personas en si­tuación de calle (876 según el censo del 2011) y la ausencia de lugares para los “sin techo” po­nen en evidencia que los establecimientos asis­tenciales no abastecen a la totalidad de quienes carecen de un hogar. Por ello, en el invierno, el Estado establece convenios con clubes barriales para que oficien de paradores, dado que las ins­tituciones oficiales y privadas destinadas a ello se encuentran desbordadas. Por ejemplo, en el Operativo Frío 2013, el Estado firmó conve­nios con 4 clubes. Por esta misma razón, en años anteriores, el macrismo fue denunciado por alojar personas en instituciones deportivas que no contaban con las condiciones adecua­das, como ocurrió en el 2011 a partir del alber­gue de 100 personas en el Club Cultural y De­portivo 17 de Agosto.2

En dichos operativos, el Estado pone a dispo­sición micros que trasladan a los paradores a quienes duermen en la calle. Sin embargo, no siempre se asiste al conjunto de los necesitados. Un integrante de Proyecto 7, una ONG que socorre a personas en situación de calle, men­ciona que algunos individuos no pueden acce­der al servicio de asistencia estatal:

“…hacen colas desde las 4 de la tarde, afuera, a la vista de todos y muertos de frío, cuando el parador se abre a las 19 quizás no puede alber­gar a todos los que estaban en la fila, entonces esa persona esa noche queda en la calle”.3

Debido a la ausencia de una plaza para poder pernoctar y las bajas temperaturas, en cada in­vierno mueren personas que viven en la ca­lle. Si bien no existen cifras oficiales, algunas ONG’s contabilizaron 67 defunciones durante el año 2011 y 73 en 2012 como consecuencia del frío.4

Hasta que la muerte nos separe

A partir de nuestro relevamiento, constatamos el deterioro físico de la población que asiste a los paradores, situación que, sumado a su avan­zada edad, dificulta su inserción laboral. Los entrevistados señalan problemas de adicción, enfermedades como VIH, disfunciones rena­les, epilepsia y depresión. Uno de ellos mani­festó la imposibilidad de conseguir un empleo en blanco por haber sido rechazado en los exá­menes pre-ocupacionales.

Por su parte, los paradores no poseen infraes­tructura para garantizar un ámbito saludable para quienes padecen enfermedades. En este sentido, el parador Azucena Villaflor no dispo­ne de piezas en su planta baja ni cuenta con as­censores, situación que perjudica a las personas con movilidad reducida. Tampoco ofrece un servicio oportuno para los asistentes enfermos. Por ejemplo, una mujer de 59 años que sufría una insuficiencia renal con tratamiento de diá­lisis mencionó que debía estar en un ambiente limpio. Por esta razón, pidió el traslado a otro sitio, ya que el hacinamiento en los paradores crea focos de infección. Por ello, fue derivada al hogar “El Amparo” dependiente del Ejército de Salvación. Como estaba saturado, el perso­nal de la entidad la envió a un cuarto para que durmiera aislada del resto de los asistidos, el cual era utilizado como depósito de acolchados sucios. Luego de una semana, la persona deci­dió volver al parador del estado. Esto muestra, en contra de toda creencia religiosa, la preca­riedad de la asistencia clerical que se propone como alternativa al Estado para proteger a los más necesitados.

A su vez, el colapso en los paradores crea pro­blemas de higiene. Por ejemplo, la elevada can­tidad de personas que asiste al establecimiento de Retiro provoca la saturación en los baños donde los inodoros se tapan. Con frecuencia dejan de funcionar y no se arreglan de manera inmediata. Según una entrevistada:

“A veces son 100 personas compartiendo 6 u 8 baños. Por la mañana, suele ocurrir que no podemos tomar el desayuno porque tenemos que controlar el baño porque no funciona bien el agua, tenemos que apurarnos. Yo a veces me voy sin bañarme”.5

Por otra parte, los paradores se rigen por horarios de entrada y salida con intervalos en torno a las comidas que brindan en el día (2 ó 4, según la institución). De este modo, los asistidos deben ingresar por la tarde y retirar­se a la mañana siguiente, situación que impide la permanencia en el establecimiento. Su cierre durante el día representa verdaderas trabas en la vida cotidiana. En la medida en que el re-in­greso no está asegurado y la permanencia en el parador se torna un hecho azaroso, las personas deben regresar todos los días antes de la apertu­ra de la entidad para hacer fila y garantizarse un lugar. En este sentido, la gente llega al estable­cimiento a las cinco de la tarde. Quienes traba­jan, aunque sea con changas o cartoneando, no pueden concurrir en ese horario. Además, no pueden dejar las pertenencias. Esto dificulta el desarrollo de otras actividades, como por ejem­plo, estudiar. Uno de los pocos jóvenes que en­trevistamos menciona que:

“…pensaba estudiar este año para completar el secundario, pero por estar en el hogar tengo que llevarme las cosas todos los días, no tengo donde dejarlas y no puedo ir a la escuela con las cosas”.6

En este contexto, los subsidios habitaciona­les para alquilar una vivienda son una pers­pectiva deseada por los asistidos. Sin embar­go, los montos no alcanzan y el beneficio tiene una duración máxima de 10 meses. Además, el atraso en los pagos del subsidio obliga a los perceptores a abandonar el alquiler y retornar al parador, como expresa otra entrevistada:

“…mucha gente vuelve al parador porque se atrasa una cuota del subsidio y el dueño de la pensión los pone enseguida de patitas en la calle”.7

Como vemos, los paradores carecen de una in­fraestructura acorde a la población que asiste. Por su parte, el propio régimen de horarios crea dificultades para la búsqueda de alternativas laborales. A esto se suman las limitaciones de los subsidios habitacionales que duran poco o se retrasan los pagos. Ambas situaciones ponen trabas para trascender la vida del parador.

¿Faltan paradores y sobran casas?

La situación en la que se encuentran quienes asisten a los paradores expresa la degradación absoluta en las condiciones de vida. Se tra­ta de una población adulta, con deterioro físi­co y con dificultades de insertarse laboralmen­te. Todo este sistema sin sentido mantiene las peores características de las instituciones para pobres creadas al influjo de la revolución in­dustrial. Incluso algunas instituciones son las mismas- como el Ejército de Salvación, una de las entidades a las que el estado porteño dele­ga esta tarea. Hoy- como ayer la gente mientras puede se mantiene lejos de ellas y muchas veces prefiere vivir en la calle que caer en su órbita. En contraposición a este déficit en la asistencia a personas “sin techo” (sumado al crecimien­to de la población que reside en villas y en ho­gares precarios), en la ciudad porteña existen 340.975 viviendas que no están habitadas, se­gún el censo del 2010. Mientras que mueren personas por falta de paradores, en la ciudad sobran casas. Esto que parece una paradoja es, en realidad, todo un síntoma de las contra­dicciones a las que nos tiene acostumbrado el capitalismo.

Notas

1 GCABA: “Encuesta a personas sin hogar alo­jadas en Hogares de Tránsito y Paradores Noc­turnos”, 2008. http://goo.gl/aUMGXE.

2 Télam, 4/7/2011, reproducido en http://goo. gl/mAZ6IF.

3 Télam, 16/5/2013, reproducido en http:// goo.gl/11N3z9.

4 Ídem.

5 Entrevista a M. en parador Azucena Villaflor, el 04/04/2014 (Para preservar el anonimato de los entrevistados los identificaremos con una letra).

6 Entrevista a H. en parador Retiro, el 17/03/2014.

7 Entrevista a E., en parador Azucena Villaflor, el 04/04/2014.

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