Ojos que no ven… Las debilidades subjetivas de la fuerza social revolucionaria ante el golpe de 1976

en El Aromo nº 59

aromo59_ojosqnovenGuido Lissandrello

Grupo de investigación de la lucha de clases en los ’70-CEICS

El golpe militar del 24 de marzo de 1976 perseguía el objetivo explícito de aniquilar físicamente a la fuerza social revolucionaria, única forma de cerrar definitivamente el proceso abierto con el Córdobazo en 1969. Por lo tanto, su naturaleza era contrarrevolucionaria. Su ejecución fue posible debido a que las fracciones más concentradas de la burguesía lograron constituirse en Partido, bajo un programa común que les permitió acaudillar a amplias capas de su clase. Trazó alianzas, además, con el personal técnico más adecuado para dar la batalla en el plano militar: las Fuerzas Armadas. Con núcleo en la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE) y bajo la iniciativa de la burguesía agraria, el Partido del Orden, en marzo de 1976, concretó su estrategia golpista.(1)

Del otro lado, la fuerza social revolucionaria se encontraba en un estado aún larval, producto de una debilidad subjetiva que le impidió constituirse en Partido y hegemonizar a fracciones mayoritarias de la clase obrera. Primaba en su seno la dispersión de fuerzas, la ausencia de un comando único y la multiplicidad de programas. Uno de los elementos que explican esa debilidad subjetiva es la cuestión político-estratégica: una amplia porción de la vanguardia revolucionaria adoptó una estrategia foquista ajena al movimiento obrero argentino.(2)  La asunción de la lucha armada, expresó, también, una confusión en la caracterización de la etapa, que llevó a confundir el inicio de un proceso revolucionario con el momento militar del mismo. De modo tal que, focalizando sus esfuerzos en la construcción de ejércitos y la realización de hechos armados, las organizaciones políticas revolucionarias no lograron profundizar su inserción dentro de la clase obrera. Esto les impidió acelerar el proceso de ruptura de la clase obrera con las direcciones burocráticas burguesas (el peronismo), que se inició en 1969. Esto no equivale a decir que las organizaciones armadas estuvieron ajenas a las luchas del movimiento obrero, el Partido Revolucionario del Pueblo y su Ejército (PRT-ERP) es un ejemplo de una organización que asumió la lucha militar como la tarea principal, pero ello no le impidió desarrollar sus frentes sindicales y crecer políticamente.(3)

Teniendo en cuenta estas consideraciones, resulta de vital importancia recuperar el análisis que las propias organizaciones políticas de los ‘70 realizaron respecto de las relaciones de fuerzas políticas previas al golpe, lo cual implicaba tanto el autoconocimiento como el conocimiento del estado de fuerzas del enemigo.

Entre el dicho y el hecho

Entre fines de 1975 y los primeros meses de 1976, los balances de las organizaciones que componían la fuerza social revolucionaria, eran muy disímiles entre sí. Probablemente haya sido la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) quien mejor logró caracterizar las relaciones de fuerzas. En primer lugar, advirtió el proceso de construcción de hegemonía al interior de la burguesía:

“Ante esta situación de inestabilidad del gobierno y ante el cúmulo de contradicciones internas que se agudizan en el conflicto Lúder-Isabel, se ha comenzado a operar un proceso de acumulación política por fuera del gobierno peronista y del mantenimiento del parlamentarismo de derecha, con claras connotaciones golpistas […] En el seno de la burguesía ha comenzado a cerrarse la fase de equilibrio inestable de fuerzas que se operó hasta ahora y tiene como objetivo acumular en una línea de oposición abierta para promover un recambio golpista del gobierno. […] Este proceso de acumulación debe ser relacionado con la actitud y el proceso que se opera en las FF.AA., centro fundamental en el que la burguesía deposita progresivamente su expectativa de recambio a fin de que le garantice ‘estabilidad’ y seguridad a sus negocios.”(4)

En segundo lugar, advirtió cierta “estabilidad” en el estado de las masas luego de los acontecimientos de junio y julio, reconociendo que la falta de unidad al interior de la vanguardia complotó contra las posibilidades de encauzar ese momento de efervescencia:

“La clase obrera, luego del auge general de junio y julio, entró en una situación de relativa estabilidad. No dejó de llevar adelante movilizaciones, pero las mismas tuvieron un carácter fragmentado y descentralizado. Particularmente, la lucha contra la desocupación fue el centro de su actividad, teniendo en la mayoría de los casos un carácter espontáneo. […] Conspiró contra la disminución de las movilizaciones obreras la fractura de las fuerzas revolucionarias y combativas que no le brindaron un canal de centralización política más sólida y coherente. […] El movimiento de masas debe constar de un instrumento adecuado para poder adquirir envergadura y generalización.”(5)

No obstante, pese al acertado balance, se trata de una organización que, si bien tuvo inserción en el movimiento obrero, como lo demuestra su participación en las Coordinadoras Interfabriles del ‘75, no logró crecer políticamente lo suficiente como para poder incidir en el proceso más general de la lucha de clases. En ese sentido, deben atenderse las dos organizaciones más influyentes del momento: el PRT-ERP y Montoneros.

Si bien el PRT-ERP logró visualizar la salida golpista que preparaba el enemigo, acabó subestimándolo al sobrevalorar las propias fuerzas. Diagnosticó así un momento de auge de masas de una magnitud capaz de quebrar el proyecto de la burguesía:

“El generalizado repudio de la clase obrera y los sectores democráticos expresan cada vez con mayor firmeza y con más amplitud hacia el criminal accionar de los militares, es un obstáculo insalvable en el cual se estrellan los propósitos de los mismos, de contener mediante el terror la lucha popular y lograr aislar a la guerrilla de las masas. Es que el auge de las masas obreras que se ha mantenido ininterrumpidamente, muestra como aspecto esencial un extraordinario vigor que no han podido mellar los bárbaros crímenes de la represión, ni las amenazas, ni las intimidaciones. […] La movilización obrero-popular, respaldada por el enérgico accionar de la guerrilla, será un elemento fundamental en el seguro fracaso de los planes represivos de las FF.AA. contrarrevolucionarias.”(6)

Montoneros, por su parte, a pocos días de ocurrido el golpe realizó un sugestivo balance del estado de la fuerza revolucionaria y de la de sus enemigos. Allí visualizaba la falta de unidad y centralización en la vanguardia:

“el hecho más destacado es la gran dispersión de las fuerzas populares y nacionales, como en las proimperialistas, esta dispersión fue producto de la falta de factores de unificación y conducción, que pudieran reunir y organizar a sus fuerzas alrededor de una propuesta político-militar única”(7)

Más importante aún es el reconocimiento del defasaje temporal entre el momento de activación de la clase obrera y el de la vanguardia política, que impidió acelerar y concretar la ruptura de las masas con su estrategia reformista:

“[Hacia 1975] se observó un avance de las fuerzas propias resultado de la corrección de nuestras propuestas políticas, reivindicativas y militares, creciendo nuestra capacidad de conducción. Hemos generado así dispositivos que están en condiciones de dar respuesta en todos los planos […] No obstante en el avance organizativo estamos retrasados respecto del alto grado de respuesta espontánea de las masas. En junio julio las masas obreras desnivelaron al enemigo y lo obligaron a dar marcha atrás, haciendo fracasar el proyecto integral del lopezreguismo. Allí se vio con claridad el retraso de la vanguardia respecto del movimiento de masas.”(8)

En un extremo inverso a OCPO, PRT-ERP y Montoneros, se encuentra el Grupo Obrero Revolucionario (GOR) y Política Obrera (PO), organizaciones que no sólo caracterizaron un momento de ascenso de la combatividad de la clase obrera, sino que incluso no previeron el advenimiento de la salida golpista. El caso de PO es de particular interés ya que se trata de una organización que rechazó la lucha armada en los ’70 y criticó duramente a quienes la emprendieron, evidencia así que la incapacidad para leer con claridad la realidad no fue exclusiva de las organizaciones armadas. Más aún, PO fue una de las organizaciones que más sobreestimó el estado de las masas al plantear la continuidad del estado de efervescencia desde junio y julio de 1975, sin advertir que hacia septiembre de ese año sólo quedaban luchas aisladas sin coordinación a nivel nacional:

“Ni el gobierno, ni las fuerzas armadas, ni los partidos burgueses opositores han podido imponer una salida patronal y reaccionaria debido a que han sido rebotados una y otra vez por las luchas obreras y de la juventud. […] Y lo que es superfundamental: Alsogaray y el alto mando militar han planteado que no pueden aún lanzar un golpe de estado porque temen, en el actual estado de la movilización obrera, juvenil y democrática, que un golpe precipite tanto una revolución popular como una división física del ejército en las calles. Que quede perfectamente definido: el proletariado tiene la iniciativa política, los explotadores se baten en retroceso y actúan contragolpeando. El proletariado, con su iniciativa, ha mantenido a raya a la burguesía, impidiéndole consumar una salida antiobrera a la crisis y obligándola, en principio, a buscar esa salida en torno a un adelantamiento de las elecciones. Es necesario destacar dos manifestaciones fabulosas de esa iniciativa de las masas producidas en las dos últimas semanas. Nos referimos, en primer lugar, a la movilización inigualada del SMATA, con 30.000 mecánicos en la calle, que se impuso contra el intento de regimentación gubernamental armado por Ruckauff-Miguel […] El otro hecho fueron las elecciones en las universidades, realizadas contra el gobierno, la policía y el terror, y que han abierto un nuevo período de ascenso de la juventud.”(9)

El caso del GOR es aún más sintomático, el golpe encontró a sus militantes en su Primer Congreso, discutiendo la necesidad de construir un Partido Revolucionario. El testimonio de Daniel Pereyra, militante de GOR, es esclarecedor:

“Cuando salimos de la casa donde estábamos realizando el Congreso, recién ahí nos enteramos que se había producido el golpe. De vuelta a Buenos Aires, el vehículo en el que viajábamos cayó en una pinza, de la que afortunadamente zafamos. […] El golpe no figuraba como una pieza clave de nuestro Congreso. […] Medio que nos sorprendió, en lo práctico, en lo concreto. El Congreso no nos preparó lo suficiente para lo que vino después del Golpe. Eso fue más bien una tarea que se hizo a posteriori en los sucesivos Comités Centrales, de adecuación tanto de un análisis político como de consecuencias prácticas”(10)

Pedagogía de la derrota

Tal como podemos observar, una primera aproximación a los documentos da muestras de la debilidad existente en aquellos organismos que se dieron la tarea de dirigir el proceso revolucionario, para evaluar las fuerzas propias y las de sus enemigos. El estado de ánimo de las masas fue sobreestimado, señalando un momento de ofensiva. A su vez, el grado de organización político militar del enemigo, la burguesía y las FF.AA., fue subestimado. Hechos que, en la coyuntura previa al golpe, derivaron en una debilidad para justipreciar las relaciones de fuerzas políticas. En un plano más general, este acercamiento muestra, también, elementos para visualizar la debilidad subjetiva de la fuerza social revolucionaria expresada en su incapacidad para realizar el pasaje de fuerza social a Partido. La centralidad de dicha tarea fue advertida por la vanguardia revolucionaria. Sin embargo, no revisó en ningún momento su estrategia armada. En este marco, primó la dispersión de fuerzas y la ausencia de un comando centralizado. Con todo, no se trata de renegar de las experiencias revolucionarias del pasado, sino aprender de ellas, para que los errores de ayer se conviertan en los aciertos de hoy.

Notas:

(1) Sanz Cerbino, Gonzalo: “Dios, patria y productividad. La formación del Estado Mayor contrarrevolucionario en los ’70”, El Aromo nº 51, noviembre-diciembre 2009.
(4) Definimos foquismo como una estrategia de acumulación de poder político militar a partir de un núcleo armado. Estrategia exitosa en sociedades con débiles burguesías nacionales y amplias bases campesinas, en las cuales fue posible el desarrollo de organismos político militares de masas alejados de las fuerzas represivas del Estado. Sobre este punto ver: Sartelli, Eduardo: “Teoría y praxis”, El Aromo n° 49, julio/agosto de 2009 y Grenat, Stella: “Armas y revolución en la Argentina”, Razón y Revolución n° 19, Ediciones ryr, 2 do. Semestre de 2009, p. 167-197.
(3) Sobre la inserción de la izquierda armada en las Coordinadoras Interfabriles de 1975 ver: Löbbe, Héctor: La guerrilla fabril, Ediciones ryr, Bs. As., 2006.
(4) OCPO: “Informe Político”, 1 de octubre de 1975.
(5) Ídem.
(6) “Nuevos crímenes militares, más resistencia popular”, El Combatiente, Año VIII, n° 196, 17 de diciembre de 1975.
(7) “Los trabajadores hundiremos al régimen, porque queremos el poder para el pueblo”, en Evita Montonera n° 12, febrero-marzo de 1976.
(8) Ídem.
(9) “Declaración del Congreso Nacional de Política Obrera ‘Fischer-Bufano’”, Política Obrera nº 1, enero-febrero 1976, p. 11-12.
(10) Entrevista a Daniel Pereyra en: “Grupo Obrero Revolucionario, el trotskismo armado en la Argentina”, Lucha Armada en la Argentina, Revista Trimestral, año 1, Nº 3, Buenos Aires, 2005.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo nº 59

Ir a Arriba