Mucho ruido y pocas nueces – Dolores Martínez González y Giselle Vinokur

en El Aromo nº 91

Ni una menosUn balance de la encuesta sobre la violencia machista del Colectivo #Ni Una Menos
En esta nota analizamos los aciertos y errores de la encuesta “Contra la violencia machista”, elaborada por el Colectivo Ni Una Menos. Su aparición da cuenta, una vez más, de la necesidad de establecer definiciones precisas sobre los distintos tipos de violencia para abordar la problemática desde una perspectiva objetiva. Pero, sobre todo, de la urgencia de un Nunca Más sobre violencia de género.

Dolores Martínez González y Giselle Vinokur

Grupo de Estudio del Femicidio en Argentina


En el marco de la marcha del pasado viernes 3 de junio, el colectivo Ni Una Menos elaboró y presentó una encuesta para medir la violencia machista en nuestra sociedad y construir un “mapa” de la misma. En este artículo analizamos el cuestionario y evaluamos la validez de las cifras.

¿Quiénes conforman el Colectivo Ni una Menos?

El Colectivo Ni Una Menos se define como “un grito colectivo contra la violencia machista. Surgió de la necesidad de decir “basta de femicidios”. La primera marcha organizada por el grupo, que causó un enorme impacto social, estuvo precedida por una seguidilla de hechos impactantes. Ya para comienzos de 2015, las cifras que año a año presentaba la Casa del Encuentro habían logrado una repercusión en los medios mayor de la esperada, todo un síntoma de que el problema estaba en la calle.

En efecto, la secuencia de femicidios es elocuente acerca de la visibilidad que va adquiriendo el fenómeno. El 26 de marzo un grupo de mujeres organizó una maratón de lectura en la Plaza Boris Spivacow, fecha que coincidió con el hallazgo del cadáver de Daiana García, el mismo día en que se cumplían diez años de la desaparición de la estudiante neuquina Florencia Pennacchi. El 12 de mayo apareció enterrada Chiara Paéz, asesinada por su novio en la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe. Once días antes, en el barrio de Caballito, Gabriela Parra era asesinada en una confitería por una ex pareja.

A partir de estos casos, la relevancia y alarma que produjo el tema, llevó a un grupo de mujeres a organizar una convocatoria para el 3 de junio. Así nació el Colectivo Ni Una Menos, conformado por un grupo de periodistas, intelectuales, activistas y artistas entre las que se encuentran Florencia Abbate, Mariana Carbajal, Ximena Espeche, Vanina Escales, Agustina Paz Frontera, Virginia Giannoni, María Pía López, Carolina Marcucci, Marcela Ojeda, Ingrid Beck, Mercedes Funes, Ana Correa, Soledad Vallejos, Valeria Sanpedro, Micaela Libson, Hinde Pomeraniec, Marina Abiusoy y Florencia Etcheves. Tenían un objetivo claro y conciso: instalar la demanda en la agenda pública y política. El resultado fue un éxito, indudablemente. Al final de la marcha se leyó el documento “En qué creemos y qué pedimos”, que establecía una serie de puntos programáticos básicos.1 Como resultado se obtuvo que la justicia iniciara la confección de un registro de femicidios2 -del que ya nos hemos ocupado en otra oportunidad-3 y más de 15 proyectos de ley que declaraban la emergencia nacional en torno a la violencia de género.

Para el 2016, la convocatoria se transformó en marcha y se establecieron más demandas que ya no solo apuntan al femicidio, sino que también tienen por objetivo eliminar la violencia machista en la vida cotidiana. Ese mismo día el colectivo lanzó una encuesta on line para medir la violencia machista en la Argentina y evitar que el Ni Una Menos se transforme una efeméride más que se recuerda una vez al año.

 

¿Qué entienden por violencia machista?

 

Para poder medir la violencia machista, primero hay que definir qué es. El Colectivo Ni Una Menos se basa en los criterios establecidos por la LEY DE PROTECCION INTEGRAL A LAS MUJERES (Ley 26.485) y entiende por violencia machista “aquella que se ejerce mediante toda acción, u omisión, dentro del marco de una relación desigual de poder, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como privado, afecta tu vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, y por el hecho de ser o sentirte como una mujer.4

Esta definición general engloba los distintos tipos de violencia machista, los cuales adoptan variantes o modalidades. La violencia machista puede ser física, es decir, aquella a través de la cual se produce o existe riesgo de producir daño, dolor, en el cuerpo, o cualquier otra forma de maltrato que afecte la integridad física. También psicológica, cuando se causa un daño emocional, que afecta la autoestima, perjudica o perturba el desarrollo personal, por medio de la degradación, el control, la amenaza, el acoso, el hostigamiento, la humillación, la manipulación y el aislamiento. Puede ser un tipo de violencia sexual, cuando se vulnera en todas sus formas, con o sin acceso genital, el derecho a decidir voluntariamente sobre la propia vida sexual o reproductiva, mediante la amenaza, el uso de la fuerza o la intimidación. O de tipo económica y patrimonial, cuando se busca menoscabar los recursos económicos o patrimoniales de la mujer mediante diversas acciones que incluyan desde la pérdida de sus bienes hasta el control y limitación de sus ingresos. Y por último, identifican un tipo de violencia simbólica: aquella que naturaliza la subordinación de las mujeres en la sociedad, mediante la transmisión y reproducción de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos que promueven la dominación, desigualdad y discriminación.

Para el colectivo Ni Una Menos –según lo expresado en algunos de sus documentos-, se trata de un problema que atraviesa al conjunto de la sociedad y para cuya solución es necesario construir “en conjunto”. Denuncian la existencia de una cultura de violencia contra las mujeres, cuyo punto más extremo de manifestación es el femicidio, al cual identifican como una categoría política, aquella que denuncia el modo en que se naturaliza en la sociedad la violencia machista. Se trata, así, de un tipo de violencia particular, no un asunto del ámbito privado, sino un problema público, en tanto que atraviesa a toda la sociedad y que es legitimado por diferentes actores sociales, principalmente por los medios masivos de comunicación.

El documento concluye que el femicidio, como la violencia machista en general, constituyen un problema que exige una respuesta múltiple por parte del Estado, pero también, por parte de la ciudadanía.

 

El que mucho abarca, poco aprieta

 

La encuesta de la que hablamos se trata de una “iniciativa que cuenta con el trabajo colaborativo de especialistas de distintas disciplinas, que elaboraron un extenso cuestionario que incluye preguntas sobre las distintas violencias que padecen las mujeres: social, física, psicológica, obstétrica, simbólica, económica, sexual, reproductiva, familiar.” Es anónima y estará disponible desde el 3 de junio hasta el 3 de septiembre, donde se analizarán los primeros resultados. Es una encuesta descriptiva, que intenta reflejar en qué situación se encuentran las mujeres frente a la violencia machista.5

Técnicamente hablando, se trata de un cuestionario cerrado de más de 180 preguntas, que están divididas en varias secciones temáticas, que abarcan desde datos personales –lo que incluye si es mujer o transgénero, si es o ha sido lesbiana, trabajadora sexual, refugiada o solicitante de asilo, migrante, miembro de un grupo indígena, trabajadora migrante o prisionera-, hasta los relacionados con la naturaleza de los hechos objeto de la consulta. Se pregunta, entonces, por violencia de género social, sensaciones, sentimientos o experiencia, aislamiento, control, desvalorización, amenazas e intimidaciones, maltratos no físicos, violencia emocional, violencia sexual, física, económica, a la salud sexual y reproductiva o contra hijos o hijas. Se inquiere también sobre acciones emprendidas y características sociodemográficas. Las opciones de respuesta son sencillas, variando sobre la cantidad o frecuencia de hechos, o sobre su existencia (si/no/no sabe/no contesta).

En este sentido, pareciera una encuesta exhaustiva, que intenta comprender y abarcar todas las dimensiones que conforman la violencia machista, tomando como base los criterios establecidos por la Ley 26.485. Sin embargo, hay una serie de problemas u aspectos que en un futuro podrían poner en duda la validez del instrumento elegido. Por un lado, en relación a la forma en que se implementa el cuestionario: la modalidad de hacerlo vía web presenta algunos inconvenientes que afectan a la recolección de los datos. Primero, no define y selecciona una muestra con las técnicas existentes para ello, sino que se espera que sea completado por la mayor cantidad de personas posible en todo el país de forma anónima e indistinta. Es imposible, con este criterio, conocer cuán representativas y generalizables serán las repuestas, ni el margen de error esperable.

Por otra parte, es imposible controlar de manera efectiva las respuestas al no existir un encuestador que supervise la situación: es probable que, por su tamaño, muchas encuestadas lo abandonen antes de llegar al final; o también, que se lo complete más de una vez o que sea llenado sin guardar, perdiéndose los datos; existe el peligro, también, de que el/la encuestada no pertenezcan al universo que se quiere examinar. Por otra parte, la gran mayoría de las preguntas se encuentran orientadas a relevar la percepción de la encuestada respecto de diferentes situaciones, dando por sentado que comprende y conoce las características de los hechos por los que se le pregunta. Hubiera sido mejor preguntar por los hechos y no por su caracterización: en lugar de hablar sobre un posible hecho de “violencia simbólica”, enunciar un conjunto de tales, de los que el analista de la encuesta pueda deducir el contenido.

Por otra parte, existe un sesgo de clase y etario en el instrumento elegido. Quienes pueden responder una encuesta de este tipo, no solamente tienen acceso a una computadora con internet y el tiempo necesario para usarla, sino, además, saben leer y escribir y tienen ya la libertad física y mental para participar de la iniciativa, además de una familiaridad con la tecnología moderna que los mayores de cuarenta años no tienen. Por último, la difusión del instrumento no ha sido homogénea en todo el país, no por falta de voluntad del colectivo, sino porque algunas provincias que no se han ocupado de ello lo suficiente.

No obstante, las observaciones, se trata de un esfuerzo que debe ser valorado y apreciado más que positivamente. Quizá lo más importante de la encuesta no sea su valor científico, sino, otra vez, la necesidad imperiosa de un “Nunca Más” del femicidio, encarado con los recursos que solo el Estado nacional puede poner sobre la mesa. Se trata de una deuda que debe ser encarada como consigna por el movimiento de mujeres en general y por el Ni una menos en particular.

 

La punta del iceberg

 

Todo lo que sabemos acerca de los femicidios y la violencia contra las mujeres se lo debemos a organizaciones políticas y no gubernamentales que, en general, realizan un trabajo bien intencionado pero sin los recursos necesarios. Se trata de un tema del que todo el mundo tiene algo para decir, pero que a la hora de realizar un análisis objetivo, resulta muy difícil la construcción de indicadores y herramientas objetivas. La iniciativa impulsada por el colectivo Ni Una Menos no es la excepción. La falta de recursos lleva a realizar una encuesta de la forma más económica posible: vía internet. Los problemas que esto trae ya los hemos señalado más arriba.

No obstante, esa no es la única diferencia, dentro de un campo de lucha compartido, que tenemos con este colectivo. Si bien consideran que la violencia machista es resultado de la naturalización de una serie de conductas denigrantes hacia la mujer, observan el tema desde el ángulo de los “derechos humanos”, apelando así a una responsabilidad compartida entre el Estado, “los organismos de poder” y la ciudadanía. Es decir, no se trata de una expresión más de la violencia propia de una sociedad de clases. De esta manera, el colectivo elabora una crítica pequeño burguesa liberal de la cuestión, donde el problema no es el capitalismo, y el patriarcado que opera con él y dentro de él, sino la cuestión ciudadana del derecho a la libertad e igualdad sobre la propia vida. Como si, en una sociedad de clases, la “libertad” y la “igualdad” pudieran construirse sin poner en cuestión ese orden de clase. En el mismo sentido, a la ilusión liberal se suma la percepción posmoderna de la cuestión, que focaliza en los discursos el origen del poder, al centrar la violencia machista en la manipulación de la información ejercida por los medios de comunicación. Estas consideraciones son válidas, pero resultan insuficientes para el abordaje y la lucha contra esta determinación social. Detener el examen de la violencia contra las mujeres allí, es limitar la lucha dentro de los canales burgueses y olvidar que bajo estas relaciones de clase, la desintegración y descomposición social de la Argentina van en aumento, con un correlato de violencias de todo tipo, dentro de las cuales se encuentra el femicidio. Cuando hablamos de descomposición social, nos referimos a mucho más que el “empobrecimiento” material, lo que afectaría solo a la clase obrera y a la pequeña burguesía. Nos referimos a la ruptura generalizada de relaciones sociales, algo que afecta al conjunto de la población, lógicamente, en forma diferenciada según la clase. Desde este ángulo se explica no solo la violencia contra las mujeres obreras, sino contra el conjunto de las mujeres, otra vez, con las diferencias que surgen de la mediación de clase.

No podemos abordar seriamente este problema complejo sin tener datos serios a mano. Creemos que el primer paso, es la construcción de conceptos y herramientas que diferencien los tipos de violencia y permitan establecer un estudio particular de que cada una de ellas. Se trata de un paso previo a la medición de la magnitud. Solo el Estado puede aportar los recursos necesarios para esta tarea. Otra vez, necesitamos un “Nunca Más” sobre la violencia de género.

 

NOTAS

1Ver http://goo.gl/ReRoXU

2Ver Martínez González, Dolores y Vinokur, Giselle: “Espejitos de Colores” en El Aromo, n° 90, mayo/junio de 2016

3Ibid.

4http://goo.gl/lrdygO

5http://goo.gl/CbxwLW

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