Mala prensa. Condiciones de trabajo de los periodistas

en El Aromo nº 73

malaprensa

Mala prensa
Condiciones de trabajo de los periodistas

A la hora de explotar a sus trabajadores, los medios oficialistas y opositores muestran que sus diferencias políticas son secundarias. Unidos por el pago de salarios miserables y fuera de contrato, nada han dicho de la rebelión que surge de sus redacciones.

Nicolás V. – Ianina Harari
TES – CEICS

Nadie duda que un tornero asalariado sea un trabajador. Sin embargo, no todos los obreros son usualmente reconocidos como tales. Ciertos sectores de la clase obrera aparecen para el sentido común como algo distinto. Reciben un salario, pero su tarea no es manual y pareciera que gozan de mejores condiciones que sus compañeros de overol. No obstante, como hemos visto en el caso de bancarios y médicos [1], estas capas aparentemente privilegiadas, sufren la degradación laboral tanto como el resto de sus compañeros de clase.
Los periodistas no escapan a esta tendencia. Sin embargo, entre los trabajadores de prensa, la lucha estaba prácticamente ausente o se daba de manera aislada. La organización gremial resultaba tan débil que ni siquiera se convocaba a paritarias generales. Los conflictos que se llevaban adelante eran de carácter defensivo y buscaban, mayoritariamente, frenar despidos. Desde el año pasado, se comenzó a avanzar en la organización colectiva, al menos en los medios gráficos. Este año, comenzó una lucha por las paritarias generales del sector, que lleva ya más de dos meses y produjo dos paros generales.

Degradados y fragmentados

El oficio del periodista sufrió, al igual que la mayor parte de los trabajos que requieren cierta formación intelectual, un proceso de descalificación que se acentuó en las últimas décadas a partir de la introducción de la informática. Hoy en día, se necesita una menor calificación para ejercer la profesión que en la época de la máquina de escribir o cuando no existían grabadores ni internet. Un ejemplo es el conocimiento de ortografía o de sinónimos: el Word corrige y sugiere palabras, lo cual facilita la tarea del redactor. Algo similar sucede con internet: el acceso a la información resulta más sencillo y simplifica el trabajo de archivo. De la mano de este proceso de descalificación, se dio una proliferación de escuelas de oficio, lo que generó una mayor disponibilidad de fuerza de trabajo para las empresas periodísticas. Esto permitió, en parte, que las patronales avanzaran sobre las condiciones de trabajo. Gustavo Massimino, delegado de ANSA, quien ejerce la profesión desde hace 30 años, comenta este proceso:

“Hasta los años ‘80 se subestimaba la formación académica en el periodismo. Esto cambió radicalmente en esa década. Paradójicamente, el periodismo se precariza y empieza a ceder terreno en cuanto al salario, cuando se incrementa la formación académica de los profesionales. O sea, aquella vieja guardia periodística quizás veía al periodismo como a una profesión intelectual más que como un laburante.” [2]

Lo que aparentemente resulta contradictorio –la aparición de instancias de educación formal del oficio y la caída salarial-, en realidad es la expresión de un mismo proceso. La formación masiva de periodistas generó una mayor oferta laboral. En los tres años que dura la carrera de periodismo en un terciario, se forma un redactor capaz de producir una nota en los tiempos que impone un cierre. Estos tres años representan una fracción menor del tiempo que antes demandaba la formación de un periodista. Los medios disponen, así, de una masa de jóvenes que no cuentan con mayores opciones que trabajar casi ad honorem para conseguir algún lugar en los medios. Así, por ejemplo, la figura del pasante se hizo presente en las redacciones. Como expresó otro entrevistado: “TEA era la gran oficina de empleo precario del gremio de prensa.”[3] Los problemas que sufre este sector no son muy diferentes de aquellos que afectan a sus compañeros de clase. Uno de ellos es la fragmentación existente entre trabajadores de distinto tipo de medios. Por un lado, la división aparece entre los trabajadores de televisión, radio y medios gráficos. Pero a la vez, dentro de éstos últimos, hay una diferencia entre los diarios y las revistas, que tienen escalas salariales distintas, debido a que se negocia con dos cámaras patronales: AEDBA, representa a los diarios y AAER, a las revistas. Por ejemplo, para el cargo de redactor el convenio firmado con AEDBA fija un salario básico de 6.531 pesos, mientras que el pactado con AAER es de 5.000. En la práctica, según Klimenzuc y Massimino, alrededor de un 70% de los periodistas ocupados en diarios estarían cobrando alrededor de mil pesos por encima del básico.
Existe un sector cuya situación laboral es sumamente inestable. Se trata de los colaboradores. Estos trabajadores no están contratados de forma estable y viven de las notas que los medios le pagan. Según una encuesta realizada por Colectivo de Trabajadores de Prensa, un 75% de los colaboradores deben facturarle a los medios como monotributistas. Las colaboraciones se cobran, usualmente, entre $200 y $400 pesos pero el 50% de los colaboradores reciben el pago entre los 30 y 60 días después de la publicación de la nota. Si bien la figura del colaborador está prevista en el estatuto del periodista, allí se establece que luego de 24 colaboraciones el trabajador debe ser contratado formalmente. Sin embargo, como señala el informe citado, lo que habitualmente sucede es que antes de llegar a esa cifra, los medios dejan de publicar notas del colaborador para evitar cumplir con la normativa vigente.
Los colaboradores no son una fracción marginal. Esta forma de precarización laboral no discrimina entre medios opositores y defensores del modelo. Por ejemplo, en La Nación, se calcula que hay 400 periodistas de planta y 400 colaboradores, de los cuales 200 son permanentes y 200 eventuales. En La Razón, un 40% del plantel periodístico estaría conformado por colaboradores. A su vez, se estima que, en Página 12, uno de los suplementos se había confeccionado con un 97 % de colaboraciones durante 2012 y existen secciones del diario que se confeccionan con colaboradores.
En los medios provinciales la situación parece aún peor que en los nacionales. En un relevamiento que realizó el Colectivo de prensa de La Plata, sobre 19 medios de esa ciudad, sólo se encontraron seis en donde los trabajadores tenían empleo en blanco, con obra social y aguinaldo. Por ejemplo, en Diario Hoy encontraron que de 52 periodistas, sólo 5 o 6 estaban en blanco, mientras el resto debía facturarle a la empresa como monotributistas. Es llamativo que los comentarios que aparecen en el blog donde está colgado el informe de colaboradores del Colectivo de Trabajadores de Prensa, y que se centra en la Ciudad de Buenos Aires, figuran comentarios de periodistas de pueblos del interior del país que aseguran que allí la precarización es mayor. Es decir, que pareciera existir una fragmentación regional según la cual fuera de capital, donde los medios son más chicos, las condiciones de trabajo empeoran.
Incluso dentro de capital, la situación en los medios más pequeños también resulta desfavorable. Este el caso de los trabajadores de los portales de noticias en internet, las llamadas “.com”. Allí, la polivalencia funcional está a la orden del día. Como relata una delegada de Infonews: “Las .com siempre fueron, desde que empezaron, el lugar de precarización laboral, donde entraban los más jóvenes y tenías que ser multitarea: salir a la calle, saber editar fotografía, hacer videos y escribir.”[4] Además, otra forma de ahorrar costos por parte de algunas empresas es la publicación de una misma nota en diferentes medios del mismo grupo, sin pagarle ninguna retribución extra al periodista.

La lucha no será publicada

Este año, los periodistas lograron aunar en las negociaciones paritarias a 26 medios gráficos. En un gremio acostumbrado a negociaciones aisladas, esto resulta un avance importante. La lucha lleva dos meses e incluyó dos huelgas generales luego de más de 30 años, en los cuales este tipo de medidas habían estado ausentes. Además, en algunos medios se logró plegar a los editores al retiro de firmas. Más importante que eso resulta haber recuperado instancias de representación gremial en redacciones donde se había perdido la comisión interna, como el caso de Clarín, que la había despedido en el año 2000. La patronal de ese diario no sólo se vio obligada a recibir a los miembros de la comisión interna, sino que tuvo que devolverles las llaves de la cartelera sindical y soportar que sus empleados adhieran a las medidas de lucha. Los logros que se han conseguido este año a nivel organizativo tienen como antecedentes procesos de lucha aislados en algunas redacciones contra los despidos, como en BAE, Perfil y El Cronista [5].
Este proceso de recuperación gremial va en dirección de amalgamar aquello que la patronal intenta fragmentar. Por un lado, se creó una comisión ad hoc de colaboradores para discutir específicamente su situación y el pedido de aumento para las colaboraciones –se reclama 1.000 pesos por colaboración- es uno de los puntos en el pliego de reivindicaciones [6]. Además, se reclama una escala salarial y se sumó a la paritaria a las .com y a las agencias de noticias. Si bien queda camino por recorrer, como la unificación con otro tipo de medios y con el resto de los obreros de esas empresas –pasantes, gráficos, administrativos-, se ha logrado comenzar a movilizar un gremio en donde, hasta el año pasado, las paritarias estaban prácticamente ausentes. El crecimiento de la izquierda revolucionaria en el gremio, con presencia en diez redacciones en conflicto, es otro de los puntos a destacar.
Los periodistas son obreros, pero una capa particular. No tanto por sus condiciones de trabajo (que, como vimos no tienen nada de privilegiadas), sino por la función que cumplen en el terreno cultural. Al igual que lo que sucede con los docentes, a medida que van visualizando con mayor claridad su condición de explotados, comienzan a cuestionarse ciertos aspectos de esas relaciones sociales que la burguesía pretende que ayuden a reproducir. Emprender una lucha gremial no implica necesariamente una impugnación a la existencia de esa explotación, ni a la función que la burguesía les atribuye, pero es un inicio prometedor, si la izquierda se da la tarea de dar una discusión que trascienda el terreno meramente gremial.

Notas

1 Véase Fernández, Rocío: “Una situación imbancable”, El Aromo, nº 72, mayo-junio de 2013 y Viñas, Nicolás: “Scrubs, versión argentina”, El Aromo, nº 70, enero-febrero de 2013.
2 Entrevista a Gustavo Massimino.
3 Entrevista a Patricio Klimezuk.
4 Entrevista a Marina Giacometti.
5 Entrevista a Ezequiel Dolber.
6 Entrevista a Rubén Schofrin.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo nº 73

Ir a Arriba