Los militares y el terrorismo industrial. Documento emitido por la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires, el 2/12/75

en El Aromo nº 50

Argentina y EEUUDocumento emitido por la Embajada de EE.UU. en Buenos Aires, el 2/12/75, para el Departamento de Defensa de EE.UU. y las embajadas de EE.UU. en los países latinoamericanos sobre “guerra de guerrillas” en las fábricas.

Tema: “Terrorismo industrial: guerra de guerrillas en la fábrica”

Introducción: El terrorismo es un hecho y una forma de vida en Argentina. Las actividades guerrilleras en las zonas rurales de Tucumán y en las zonas urbanas de Córdoba y Buenos Aires han sido objeto de comentarios en todo el mundo y de interminables análisis. Sin embargo, otra forma de guerra de guerrillas, probablemente incluso más insidiosa, y a la cual se le ha prestado -hasta el momento- muy poca atención, está en plena operación en Argentina. Es la guerra que la guerrilla industrial está llevando a cabo, que opera en la planta de producción, en el sindicato y, cada vez más, en concierto con la gerencia. Sus tácticas son las usadas por sus pares rurales y urbanos, pero perfeccionadas de acuerdo a las necesidades de su medio ambiente específico. Ésta tiene como objetivo radicalizar a los trabajadores, alienarlos de sus dirigentes legítimos y de su gobierno y ganarse su apoyo y solidaridad para así poder convertirlos en sus serviciales cómplices o dóciles seguidores.
Los esfuerzos de la guerrilla industrial han tenido un considerable éxito y recién ahora el gobierno y la población se están dando cuenta del peligro y el alcance de estos esfuerzos. Por consiguiente, podría esperarse, en un tiempo cercano, la misma acción formal, probablemente militar, para combatir a la guerrilla industrial (ver Reftel). Sin embargo, las acciones represivas por sí solas no pueden erradicar los problemas subyacentes que alimentan a los terroristas. Por ende, es probable que la guerrilla industrial siga siendo un hecho de la vida argentina en el futuro inmediato.
Se hace imposible realizar un análisis objetivo de la guerrilla fabril debido a que no se puede obtener información concreta sobre sus planes y operaciones. Por consiguiente, este informe intenta solamente esbozar el alcance del problema, para dar cuenta de la conciencia y la preocupación cada vez mayor del público y citar ejemplos de las tácticas de la guerrilla industrial como son descriptas por una gran variedad de fuentes políticas, gerenciales y laborales.

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Los informes de las embajadas han señalado en forma consistente la alienación de la dirección de los sindicatos en Argentina por parte de las masas. Con la excepción de unos pocos sindicatos, los actuales dirigentes sindicales nacionales están hoy en día virtualmente divorciados de los trabajadores que representan. Su autoridad se ha erosionado al punto que sindicatos paralelos de masas, por lo general denominados “comités de lucha” de fabrica, o “comités coordinadores” han virtualmente remplazado a los dirigentes sindicales electos en negociaciones al nivel de la planta. Invariablemente, esos comités de bases son mucho más militantes que sus dirigentes legítimos. Como resultado, las huelgas “ilegales” y las tácticas de los gánster se están convirtiendo cada vez más en algo muy común.
Desde el punto de vista de muchos dirigentes militares, políticos y de los trabajadores, esa militancia incrementada es provocada por subversivos de izquierda que intentan ganar el control de la clase trabajadora. Mientras que ese punto de vista no está basado en su totalidad en un análisis objetivo, dado que muchos creen que toda militancia obrera es lo mismo que  subversión, existen pocas dudas que, de hecho, algunas bases tiene. Aunque no está demostrado estadísticamente el grado de responsabilidad que tienen las organizaciones terroristas en la nueva militancia, son extremadamente activas y hay suficiente evidencia de que han tenido un considerable éxito en la fábrica.
Los medios de comunicación y los argentinos en general están cada vez más preocupados con este aspecto de la actividad subversiva. No pasan muchos días sin que se haga referencia a ello en los medios. En lo público y en lo privado, los políticos, empresarios y dirigentes militares y de trabajadores hacen hincapié en la seriedad de problema. Debajo se detallan algunas observaciones representativas.
Balbín, presidente del Partido Radical (UCR), comento a los medios en una entrevista que estaba altamente preocupado dado que era obvio que “la guerrilla fabril está sirviendo intereses extranjeros”. El diputado nacional Antonio Troccoli, quien representa la provincia de Buenos Aires, le dijo a Emboff, el 24 de noviembre, que los terroristas fabriles eran una “influencia desastrosa” y que ellos controlaban las principales plantas industriales en el gran Buenos aires. El senador Eduardo Angeloz, quien representa la provincia de Córdoba, se lamentó ante Emboff que muchas de las fábricas en Córdoba estaban controladas por el ERP y Montoneros y que la gerencia en esas fábricas ahora negocia directamente con los comités internos controlados por terroristas más que con los dirigentes sindicales electos.
Tanto los empresarios americanos, como argentinos, contactados por el oficial de información afirmaron que los terroristas son los responsables por la gran mayoría de los casos de indisciplina de los trabajadores en la fábrica. Durante la visita a las plantas, los gerentes americanos de las fábricas de automóviles y neumáticos de propiedad estadounidense le informaron al oficinal de información que, por medio de su sistema de “espías” de la administración, habían identificado 120 y 80 empleados terroristas, respectivamente. Ellos dijeron que los tenían bajo vigilancia pero que ni ellos ni el gremio podían neutralizarlo. (Sin embargo, como en casi todos los casos de este tipo, se identificó a los empleados terroristas sólo como “agitadores comunistas”. Los gerentes no pudieron ser más específicos y, de hecho, dejaron lugar a duda que ellos consideraban a cada trabajador “agitador” como a un infiltrado comunista.)
Excepto en unos pocos casos, los dirigentes sindicales contactados por el oficial de información tendían a estar de acuerdo con los empresarios que todos los oposicionistas de las fábricas eran subversivos comunistas. Ellos, más que cualquier otro grupo, ven la mano de los “intereses extranjeros” en los desafíos militares a su autoridad. La única diferenciación que pudieron hacer cuando se les pidió mayor especificidad fue que los “Montoneros controlan el área del Gran Buenos Aires y que el ERP controla las áreas del interior”. Aunque están altamente preocupados por el problema, no han sido capaces hasta ahora de encontrar un medio efectivo de combatirlo. La única “solución” sugerida es que la policía y las fuerzas militares repriman cualquier accionar “no autorizado” de los trabajadores.
Aunque los militares no están aun preparados para imponer disciplina a los gremios, están cada vez más preocupados con los aspectos subversivos del problema. Pero, al igual que los demás sectores, los militares tienen dificultades en distinguir entre subversión real y una militancia de trabajadores más legítima. Por ejemplo, durante una entrevista a principios de noviembre publicada en Mercado, a la cual se le dio luego amplia difusión, el general de ejército Carlos Delia observó que la guerrilla fabril no era de especial preocupación para los militares. Luego de comentar que los infiltrados se estaban armando para pelear contra los empleados de la administración, él dijo que la subversión se estaba llevando a cabo por medio de “ausentismo, sabotaje industrial y del control obrero sobre la producción”. No hace falta señalar que el ausentismo es un problema de varias facetas, del cual solo una pequeña parte puede ser atribuido a actividades subversivas, y el control obrero es un principio de la filosofía obrera peronista.
Aunque los Militares son conscientes del problema, su participación hasta ahora ha sido de muy bajo perfil. Un entendido oficial del ejército le informó al Secretario de Defensa que el Ejército, en respuesta a los pedidos hechos por los gerentes de plantas, había tenido que asignar algunos soldados a algunas plantas durante los últimos meses. La primera participación militar, altamente divulgada, en la guerra contra la subversión fabril ocurrió el 20 de marzo de 1975, cuando siguiendo la denuncia del Ministro del Interior de “una vasta operación subversiva” por parte del ERP en el área industrial de Villa Constitución, las tropas militares arrestaban a los dirigentes sindicales y rompían con la huelga de los obreros metalúrgicos. El fracaso del ministro de presentar pruebas a sus cargos de subversión tendieron a desacreditar toda la operación y los militares terminaron rápidamente su participación. Sin embargo, los militares entraron nuevamente en lucha el 18 de noviembre cuando el Ejército intervino en una huelga en la mina HIPASAM en Sierra Grande.
Alegando que la confrontación obreros-gerencia estaba siendo orquestada por un pequeño grupo de subversivos, el Ejército rompió la huelga arrestando a 300 trabajadores, incluyendo la totalidad de la dirección sindical. Es evidente que el accionar del 18 de noviembre marca un punto de inflexión en la participación militar en la guerra contra el terrorismo industrial. Durante días anteriores, los medios de comunicación informaron que los militares están en tratativas con la gerencia para ver la mejor forma de combatir la subversión fabril. Adicionalmente, el 26 de noviembre los medios de comunicación informaron que “el problema de la guerrilla fabril” estaba siendo estudiado en una reunión en curso del Comandante de las Fuerzas Armadas. Dado que los militares están ahora involucrados en una seria campaña contra organizaciones terroristas en todo el país, se puede esperar que también asignen recursos adicionales para combatir a los terroristas que operan en la fábrica.
Mientras que la preocupación pública en cuanto al problema de la subversión industrial es fácil de relatar, es virtualmente imposible conseguir hechos y actividades comprobables de los terroristas fabriles. No obstante, hay algunos incidentes que nos ayudan a comprender sus operaciones. A un nivel, los asesinatos, secuestros e intimidaciones del personal gerencial son una parte integral de sus tácticas para convencer a los obreros. Los jefes de Relaciones Industriales y Jefes de Personal parecen ser el blanco principal para asesinatos cuando la gerencia se niega a conceder los pedidos de los obreros.
En prácticamente todos los casos de dichos asesinatos en los meses recientes, una u otra organización terrorista afirma que fue obra de ellos “resolver” los problemas de los obreros al “eliminar” a los “explotadores” de la administración. Es de esperar, por ende, que sean los terroristas y no los trabajadores mismos quienes comenten los asesinatos. Luego de dichos asesinatos y secuestros del personal de administración, la empresa afectada casi invariablemente acepta totalmente los términos y condiciones de los terroristas, que por lo general consisten en el otorgamiento de reclamos económicos, pago de salarios perdidos y la reincorporación de los obreros despedidos.
La gerencia no tiene muchas más alternativas que acceder a los pedidos. Una empresa que en vez de acceder a los pedidos se negó y cerró sus puertas fue Hilanderías Olmos, la empresa de mayor producción de fibras sintéticas en Argentina. Al tomar su caso conocimiento público, Hilanderías Olmos declaró que se vio obligado a cerrar debido a la total ruptura de la disciplina laboral, amenazas, prácticamente diarias, hechas por los trabajadores y terroristas a la gerencia y el asesinato del Jefe de Personal. Se acusa que a pesar de los repetidos pedidos por policía y por ayuda del Ministerio de trabajo y del Ministerio de economía, no se dio ningún tipo de asistencia. En cambio, el gobierno intervino la empresa -luego de su decisión de cerrarla- y la puso en manos de un interventor sindical. Contrario a la decisión tomada por Hilanderías Olmos, muchas empresas extranjeras accedieron a los pedidos de los terroristas y luego transfirieron a todos los empleados extranjeros fuera del país. El traslado más reciente fue el de Mercedez Benz, que embarcó a todo el personal de su equipo de gerencia no argentino a Uruguay en noviembre.
Incluso en los casos en que la administración puede identificar a las guerrillas de su fuerza laboral, se encuentra virtualmente incapacitada de tomar alguna medida contra ellas. El 24 de noviembre, el oficial de información visitó una de las empresas textiles más grandes de Buenos Aires, la cual emplea a 15 mil trabajadores y los funcionarios de la gerencia le informaron lo siguiente (fue el único caso en que se dieron detalles con respecto a las actividades terroristas). Cinco miembros del ERP trabajan en el sector clave de la planta, la cual produce la materia prima para todo el sistema de la fábrica. Ninguno de estos cinco miembros esconde su afiliación y, de hecho, le informaron a la gerencia que eran miembros de ERP. De acuerdo al funcionario que dio la información, la gerencia, los trabajadores y los delegados sindicales están “muertos de miedo”. Amenazaron de muerte tanto a la gerencia como a los trabajadores si algo les llegara a pasar a ellos. Por consiguiente, nadie los molesta. La gerencia no ha denunciado la presencia de estos miembros ni a la policía ni a los militares dado que están convencidos que las amenazas se harán realidad si los miembros de ERP son arrestados. Normalmente, las actividades de los terroristas están limitadas a hacer propaganda, pero ocasionalmente llaman a una desaceleración de ritmo de trabajo o a un paro del trabajo. Invariablemente, los trabajadores cumplen con el pedido. Por consiguiente, en el caso de esta fábrica, los terroristas no usan intimidaciones específicas para obtener fines específicos, sino que más bien apelan a una intimidación general para obtener aquiescencia con sus actividades diarias.
Otra táctica de la guerrilla es usar amenazas directas contra los trabajadores. Tanto los dirigentes de los trabajadores como los funcionarios de la gerencia describieron las siguientes tácticas al oficial de información. La guerrilla de la fábrica les pide a los trabajadores que accedan a los pedidos de la primera de desacelerar el ritmo de trabajos, o de declararse en huelga, etc. Si algún trabajador se niega, es hostigado en su trabajo. Si incluso sigue rebelándose, se puede esperar que reciba amenazas telefónicas, que su esposa o padres reciban llamadas o cartas informándole que lo van matar si no acepta las condiciones, que sus hijos o padres sean “secuestrados” por un par de horas como prueba de lo que puede pasar, podría también estallar una bomba en su casa, como advertencia final hacia los demás, podría incluso ser arrancado de su casa, tratado brutalmente, mutilado, baleado o volado en pedazos. Como corresponde, el mensaje le llega al resto de los trabajadores. Sin embargo, es mucho más probable encontrar estas tácticas en los miembros del ERP que en Montoneros. Estos últimos, que trabajan para la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) aparentemente están tratando de ganarse a los trabajadores para que se sumen a su causa. Por ende, se concentran más en la intimidación y asesinatos del personal de administración que en la hostilidad a los trabajadores.
Además de las tácticas diseñadas para intimidar y/o influenciar a los trabajadores, la guerrilla de las fábricas también trata directamente con los sindicatos en algunas instancias. En algunos casos, han conseguido el apoyo de los dirigentes sindicales de las fábricas. En otros casos, ellos toman una reunión y tanto por medio del miedo como por medio de la agresividad fuerzan sus propuestas. El jefe del sindicato de los trabajadores de Aduanas de Buenos Aires describió el siguiente incidente al oficial de información. Durante la primera parte de noviembre el sindicato de trabajadores del Puerto y ferroviarios de Buenos Aires estaba provocando agitaciones por un aumento de sueldo. En la reunión general el sindicato aceptó la propuesta de la gerencia de un aumento de 3.000 pesos. Después que la propuesta fuera aceptada en forma unánime , un grupo de acerca de diez hombres jóvenes entraron a la reunión , tomaron el podio, e insistieron que el sindicato se pusiera firme en su reclamo de 5 mil pesos y declararon una huelga inmediata en apoyo de ese reclamo. Como estaba muy claro que eran terroristas, nadie se animó a oponerse. Por consiguiente, el sindicato declaró huelga y cerró el Puerto.
Todas las tácticas antes mencionadas han sido usadas en las disputas de los obreros con la gerencia. Se presume que son el trabajo de los terroristas industriales más que de los trabajadores militantes, aunque estos últimos también podrían usar algunas de esas tácticas. El objetivo final de estas tácticas es desacreditar al elegido dirigente sindical, socavar la gerencia y el gobierno y radicalizar a los trabajadores al punto de convertirse en partidarios voluntarios o dóciles seguidores de los terroristas.
En síntesis, la guerrilla de las fábricas está clasificada ahora con sus primos rurales y urbanos como una gran amenaza subversiva. El público, el gobierno y las autoridades militares están ahora comenzando a apreciar el grado en el que ésta ha tenido éxito. No se ha concertando aun ningún tipo de plan para contrarrestar la subversión industrial, pero se puede esperar algún tipo de plan, principalmente militar, en un futuro cercano. La larga batalla librada contra la subversión terrorista, sin embargo, no dependerá únicamente de la acción militar sino también de los movimientos del gobierno para mejorar las condiciones subyacentes que provocaron el descontento social que sostiene al terrorismo. Lamentablemente, para Argentina y los argentinos parece que la acción represiva sería la única respuesta que el actual dirigente político sería capaz de visualizar. Como resultado, se puede esperar que el terrorismo industrial y la guerrilla de fábrica sean parte de la escena por algún tiempo más.

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