Lo caliente, lo frío, lo tibio – Nancy Sartelli

en El Aromo n° 24

Lo caliente, lo frío, lo tibio. A propósito de la muestra Artistas por Santillán y Kosteki y el Salón Nacional 2005.

Por Nancy Sartelli

Grupo de Muralistas Piqueteros de Razón y Revolución

El Palacio Nacional de las Artes “Palais de Glace” hoy es, como nunca, escenario del panorama de la plástica argentina actual; de sus aciertos, limitaciones y contradicciones. En el mismo edificio, podrán verse durante setiembre y octubre quizá las dos más importantes muestras del año: en los pasillos, ciento sesenta artistas plásticos homenajeando a los asesinados Santillán y Kosteki, en el marco del juicioa los culpables de la masacre. En el centro del Palais, lo mejor del arte plástico argentino, los ganadores y seleccionados al Salón Nacional 2005, en los apartados Dibujo y Pintura. Espacio común -no sólo físico sino político- el calor y el hielo se encuentran en una zona franca, un territorio tibio donde las contradicciones parecieran adormecerse.

 

Artistas por Santillán y Kosteki

 

“Los artistas plásticos le hacemos un homenaje para que en el juicio, que busca a los responsables de este crimen, se castigue a los culpables y que no quede nada en la impunidad.”1

La muestra inaugurada el 20 de setiembre fue convocada por los artistas plásticos Diana  Dowek, León Ferrari, Ricardo Longhini, Adolfo Nigro, Luis Felipe Noé, Juan Carlos Romero y Horacio Zabala, a partir de la iniciativa del poeta y dramaturgo Vicente Zito Lema. Es importante destacar la gestión de estos artistas al conseguir el espacio para una muestra tan amplia, en donde participan no sólo los consagrados sino obras de los mismos Santillán y Kosteki, como también colectivos de arte callejero y artistas piqueteros, entre los cuales nos contamos. Según palabras del director del Palacio Nacional de las Artes, Patricio Lóizaga,

“A partir de 2003 la programación ha fortalecido en todos los planos el concepto del pluralismo como combustible de alto octanaje de la democracia. Ello ha incluido e incluye todas las iniciativas vinculadas al arte y los derechos humanos. En diciembre de 2003 se presentó Dibujos en el río, un homenaje a los desaparecidos. En abril de 2004 se inauguró La Cultura de la Resistencia donde se presentó la última foto de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. En diciembre de 2004 se exhibió Sueños de cartón, retratos de cartoneros de la Villa 31 y en junio de 2005 se concretó la Bienal Paloma Alonso, en homenaje a la hija desaparecida del artista plástico Carlos Alonso.”2

Así, los pasillos de la planta baja se llenan de obras de los homenajeados, en las cuales Maxi y Darío plasmaron sus ideas y obsesiones, sus fantasmas y su lucha. Arriba, los que homenajean transforman sus imágenes en diversas manifestaciones de exigencia de justicia. Conmovedora en su totalidad, casi religiosa, la muestra sorprende al espectador con la fuerza del abarrotamiento en las paredes, con el dolor y la emoción de un Maxi y un Darío repitiéndose al infinito, con la muerte, la solidaridad y nuevamente la muerte, que retumban los pasillos en fotos, colores, palabras, cartas. Un Maxi y un Darío casi santificados que abren sus brazos al paraíso de los que luchan, como lo expresa Rep en su dibujo “Al paraíso de los dibujantes valientes”, en donde el alma de Kosteki se desprende, con alas, de su cuerpo muerto.

Del más variado espectro estilístico, se trata de obras tanto figurativas como conceptuales, con gran peso en la gráfica y el fotomontaje, que transmiten su furia pero, en general, no llegan a explicar las causas de la masacre. Entre otras, vemos “Materia Prima” de Marina Papadopou los, obra conceptual que, con sólo una plancha de acero y dicha inscripción en su centro, emociona con la contundencia del material, transmitiendo un esencialismo inmutable: el acero como una característica innata de los compañeros asesinados. Ana Maldonado retoma la obra de Goya “Los fusilamientos del Monte Pío”, colocándole un gorro al que está a punto de ser fusilado. Esta simple operación logra transponer el tiempo: la muerte viaja de la España de Goya a la Argentina del 2002. La fracción de segundo que ahora separa al cuerpo piquetero de la bala de Franchiotti nos suspende ante la inminencia del horror. Un retrato en sténcil de Duhalde (único en toda la muestra) asomando entre perdigones, de Javier del Olmo, personaliza al responsable político, entre otros trabajos que se encargan de señalar a las caras visibles del poder, más no denuncian a la estructura social que se lo ha dado.

 

La bisagra

 

El trabajo de Diana Dowek, artista y militante marxista, reproduce sólo la imagen de Kosteki muerto, cual Cristo de brazos extendidos, casi en actitud de vuelo heroico. Se trata de una de las obras más sutiles y políticamente profundas de toda la muestra, pero no puede leerse sin conocer la obra reciente de la artista. Con los brazos abiertos, el cuerpo gris sobre fondo gris, con suturas que se cruzan en el plano, la cara de Maxi tiene un leve color rosado. Hecho ad hoc para el homenaje, como la mayoría de los otros trabajos expuestos, el de Dowek sólo puede comprenderse, sin embargo, en continuidad con los piqueteros en gris vistos en su serie “Una larga marcha”. ¿Maxi está muerto? Con el rosado en su cara, la artista lo coloca ya no en la muerte, sino en el descanso en el asfalto, tal como aquellos piqueteros y en pausa dialéctica: Maxi individuo se funde y vuelve con la clase, viva y en lucha. Kosteki, entonces, ya no es Kosteki: es el devenir de la clase obrera en su totalidad en el movimiento de la historia como lucha de clases. Movimiento de avances y retrocesos, cada pérdida vuelve redoblada en los vivos que luchan por la vida de todos.

 

Salón Nacional

 

Cruzando el pasillo nomás, en el centro del Palais, otra obra de Diana Dowek ha merecido el Primer Premio Adquisición en Pintura de este Salón Nacional. Pintada en el 2005, “Descanso” (técnica mixta, 1,80 x 1,80 mts.) muestra nuevamente piqueteros en pausa descansando sobre el asfalto gris, surcado por suturas en la tela, como aquellos del 2003. Lejos del eco que viene de los pasillos, (y desde Plaza de Mayo) ahora estos piqueteros son acompañados por el segundo premio otorgado a Enrique Burone Risso: “Manifestación” (óleo, 1,80 x 1,80 mts., 2005), algo más allá por la mención del jurado “Acá va a pasar algo” (acrílico s/tela, 1,90 x 1,90 mts., 2003) de Daniel Corvino y “La deuda interna” (óleo, 2004), de María Celina dell Isola, entre otros seleccionados por los jurados María Teresa Constantín, Norberto Russo, Osvaldo Sva- nascini, Georgina Labró y Diana Saiegh. Una crítica a la burguesía terrateniente y su complicidad con el imperialismo en “La vaca atada”, de Gabriela Pertovt (acrílico s/tela, 1,50 x 1,50 mts. – 2005), así como la agenda diaria de los cartoneros, revolviendo la basura en un mundo patas arriba, en la obra de Luis Gervasoni “El pan nuestro de cada día” (acrílico s/tela, 1,44 x 1,80 – 2005).

Es importante destacar que el Argentinazo ha entrado al Salón Nacional. Si bien el apartado Dibujo no muestra, en su selección, la tendencia evidente hacia este tipo de registro que sí ha tenido el de Pintura, resulta inevitable que la mayor crisis en la historia de la burguesía argentina, de alguna manera también tuviera sus paredes hasta en el Palais de Glace. Según cuenta el catálogo, de las 2.093 obras presentadas ha sido seleccionado el 21 %. Por lo tanto, no sabemos qué registros aportaría la gran cantidad de artistas que ha quedado afuera. Lo cierto es que este Salón Nacional, en la figura de sus premiados, mencionados y muchos de los seleccionados, da cuenta de una preocupación, tanto de artistas como jurado, de un “hacerse cargo”, en imágenes, de la realidad de la Argentina actual. De hablar de alguna manera de lo que, al decir de Siqueiros, inevitablemente nos hiere los ojos.

 

Zona franca

 

Es, entonces, este lugar de la mirada aterrada, que registra lo que duele pero no lo explica, el territorio tibio donde se funden en uno el calor y el hielo. Donde el ojo registra la injusticia, la impotencia y la intuición de que las cosas no funcionan como debieran. La muerte de Santillán y Kosteki, como la represión, se muestran como postales estupefactas ante la inminencia del horror. El señalamiento más explícito sólo alcanza a las caras visibles, el personal de turno de la burguesía, los encargados del trabajo sucio. Tanto los artistas burgueses que intuyen que “aquí va a pasar algo”, como los piqueteros y humanistas que santifican a sus caídos, muestran los hechos pero no los explican a la luz de un sistema social. Tal vez por eso, a cuatro años del abismo, la burguesía recompuesta puede darse el lujo de llenar de piqueteros el Palais de Glace, a la par que los reprime en la calle con la misma justicia que debería encarcelar a Franchiotti. Enarbolándose paladín de los derechos humanos y del “revival” setentista, Kirchner también tiene sus propios Maxis y Daríos en los bebés muertos en las panzas de sus madres, en Caleta Olivia y la Rural, en Romina Tejerina y su hijita. En definitiva, Santillán y Kosteki son los treinta mil asesinados, los mineros de Río Turbio, los muertos de la Semana Trágica, de la Patagonia Rebelde, los caídos en el Argentinazo y tantos otros y cotidianos muertos, todos responsabilidad del sistema social en que vivimos. Tanto los pasillos como la sala central no alcanzan a explicarse estas contradicciones. La muerte que vuelve a la vida en la lucha de la clase, no alcanza a contrarrestar la apología del sentimiento y la religiosidad que domina la muestra-homenaje, así como los piqueteros descansando en la sala central no logran despertarse ante las manifestaciones, para explicarles a todos la “naturaleza” del capitalismo que degrada a unos y otros.

 

La tarea

 

Los artistas revolucionarios tenemos que ganar y aprovechar todos los espacios posibles, ya sea el Palais de Glace como el Museo Nacional de Bellas Artes. Eso mismo, sin embargo, nos coloca bajo la enorme responsabilidad de superar el simple mostrar y sentir. En este caso, qué mejor que el Palacio de Hielo para calmar las llamas, si no alcanzamos a derretirlo con el fuego de la razón. La piel de la realidad, con sus heridas y machucones, nos oculta el funcionamiento de los órganos de la sociedad capitalista, aquellos que deciden en sus funciones el devenir de la sangre, sístole y diástole de la vida. Sólo comprenderlos, diseccionarlos políticamente con un pro-grama artístico revolucionario, nos hará entender el porqué de tanta muerte. Nos permitirá también reconocer en su devenir aquel “monstruo esperanzado”, aquella mutación que provocará un salto en calidad hacia la construcción de una nueva vida, al que tanto temen cuando acampa en Plaza de Mayo.

 

Notas

1Catálogo de la muestra Artistas Plásticos por Kosteki y Santillán, setiembre/octubre de 2005, Palais de Glace.

2Ibid.

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