La década que ganaron ellos

en El Aromo nº 75

Los bancos, entre Kirchner y Massa

 

Hasta este año, los empresarios más cercanos al kirchnerismo fueron los banqueros. Es que el capital financiero embolsó grandes ganancias este último tiempo. Sin embargo, la crisis golpea ahora las puertas de las entidades y sus dueños empiezan a abandonar el barco…

 

Gonzalo Sanz Cerbino

Grupo de Investigación sobre la Historia de la Burguesía-CEICS

 

Lejos han quedado aquellas postales del 2001, cuando los bancos cerraban sus puertas ante el asedio de las cacerolas afectadas por el corralito. Luego de un par de años negros, la banca resurgió (literalmente) de sus cenizas para erigirse en uno de los sectores que más ganaron en la década K. Tras cuatro años de pérdidas, desde 2005, los bancos comenzaron a recuperar sus ganancias de manera sostenida, ubicándose en la cima de la tabla en los últimos años. El margen financiero, indicador de la rentabilidad de la banca, pasó del 1,1 en 2003 al 8,5 en 2009. Este último año se ubicó muy por encima del 6,1 promedio de los años de la convertibilidad (1993-2000). Otro indicador, el Retorno sobre Capital (ROE) muestra una evolución similar: de tasas negativas entre 2000 y 2004 se pasó a un 19,3 en 2009. Un rendimiento superior al ROE promedio de los grandes bancos estadounidenses entre 1997-2006, que alcanzaba el 16%.[1]

Mal que le pese a los acólitos del kirchnerismo, esos beneficios no se obtuvieron merced a préstamos destinados a una pujante industria en ascenso. La ganancia de los bancos proviene de otras fuentes. En primer lugar, del financiamiento del consumo, ya sea vía créditos personales, adelantos en cuenta corriente o compras con tarjeta. Asociado a esto se encuentra la segunda fuente de ganancia de los bancos: los cargos por servicios. Es decir, gastos por tarjetas o cuentas. Es que los bancos se han beneficiado de dos fenómenos que en los últimos años corrieron en paralelo: la expansión del consumo y la acelerada bancarización de la población. Un dato que grafica bien el proceso es la expansión de las tarjetas de crédito y débito. Mientras que hacia 2001 había unos 15,2 millones de tarjetas en el país, en 2012 treparon a 55,4 millones. En diez años se expandieron un 361%.[2]

La tercera fuente de ganancia de los bancos ha sido la tenencia de títulos públicos. Esto explica en buena medida la buena relación que ha primado entre los bancos y el gobierno nacional, que a pesar de su discurso industrialista, nunca fustigó contra el capital financiero local. Es que, mientras los bancos embolsaban millones beneficiándose de la expansión económica, el gobierno lograba acceder al crédito que se le negaba en el ámbito internacional.

Sin embargo, la crisis mundial no trajo consigo buenos augurios para la banca en Argentina. Ya en 2011, algunas consultoras comenzaron a vaticinar nubarrones en el mundo financiero. Ese mismo años, Moody’s señaló que los buenos negocios no se prologarían en el tiempo. La desaceleración del crecimiento, la retracción del consumo y el impacto negativo de la inflación golpearían el desempeño de los bancos locales. El pronóstico no parece haber sido muy acertado, por lo menos en el corto plazo. A diferencia de la industria manufacturera y la construcción, la crisis no impactó aún sobre los bancos argentinos, que en 2012 mantuvieron alta su rentabilidad. El nivel de bancarización de una población que consume a crédito da un sustento seguro al sistema financiero local. Aún así, Moody’s insistió en 2013 con un informe negativo. A los argumentos de 2011, agregaba el impacto del cepo al dólar y la disparada inflacionaria. Un reciente informe de la consultora Fitch compartía el pronostico de Moody’s con los mismo argumentos, y agregaba, como elemento negativo, las crecientes regulaciones del Gobierno. Seguramente, ese futuro negro que pronostican los agoreros del mundo financiero es compartido en parte por los banqueros locales, que luego de años de confianza ciega en el kirchnerismo, han comenzado saltar del barco.

 

Usureros kirchneristas

 

La representación pública de los intereses financieros se encuentra repartida entre tres corporaciones. Tenemos en primer lugar a los bancos públicos y cooperativos, nucleados en ABAPPRA (Asociación de Bancos Públicos y Privados de la Argentina), presidida por Juan Carlos Fabrega, del Banco Nación. Sin embargo, su vocero suele ser el diputado ultrakirchnerista Carlos Heller, del Credicoop, que hoy ocupa la vicepresidencia primera. Los bancos privados de capital nacional se nuclean en ADEBA (Asociación de Bancos de Capital Argentino), que en 2003 se escindió de ABA (Asociación de Bancos de la Argentina). ABA es una institución creada en 1999 por la fusión de ADEBA con los bancos de capital extranjero, nucleados en ABRA (Asociación de Bancos de la República Argentina). La fusión se deshizo en 2003, dejando a los extranjeros en ABA.

Los principales bancos nucleados en ADEBA son Macro, Galicia, Patagonia, Hipotecario, Supervielle, Comafi y Piano. Desde su refundación en 2003, su presidencia la ejerce Jorge Brito, del Banco Macro, otro ultrakirchnerista hasta hace poco. En su comisión directiva actual ocupan cargos Sergio Grinenco (Vice 1º, del Galicia), Enrique Esquenazi (Vice 2º, Banco de San Juan), Eduardo Elsztain (Vice 3º, Hipotecario), Jorge Stuart Milne (Vice 4º, Patagonia), Patricio Supervielle (Vice 5º, del banco homónimo) y Guillermo Cerviño (Secretario, Comafi). Por su parte, los principales miembros de ABA son el BBVA Banco Francés, Santander Río, HSBC, Citibank y el Itaú. La entidad también representa a los denominados “bancos mayoristas”, como JP Morgan, Deutsche Bank y Bank of Tokio. Su presidencia la ocupó, desde la escisión hasta 2011, Mario Vicens, un economista que no estaba vinculado formalmente a ninguno de los bancos que la componían, y que traía en su currículo el haber sido secretario de Hacienda de Machinea, bajo la presidencia de De la Rúa. Durante su presidencia, Vicens optó por un bajo perfil muy útil en momentos en que la imagen pública de los bancos estaba por el suelo. En este período, ABA no expresó reclamos públicos ni formuló críticas al elenco gobernante, aunque si se mostró conforme con la marcha de la economía y con las perspectivas del negocio bancario. En 2011, se produjo un cambio en la dirección de la entidad. Claudio Cesario, un alto ejecutivo del banco más poderoso de ABA, el Santander Río, reemplazó a Vicens en la presidencia. Lo secundan actualmente Enrique Cristofani (del Santander) como Vice 1º, Ricardo Moreno (del Francés) como Vice 2º, Gabriel Martino (del HSBC) como Vice 3º, y Gabriel Ribisich (del Citi) como Vice 4º. El recambio parece expresar una nueva estrategia de ABA, que busca levantar cabeza en una coyuntura que augura vacas flacas y enfrentamientos de distintas fracciones de la burguesía con el Gobierno. Sin embargo, la nueva dirección no catapultó a ABA a la oposición. Por el contrario, siguió primando en esta corporación la buena relación con el kirchnerismo. Sin asumirse abiertamente oficialista, como sus pares de ADEBA o ABAPPRA, el presidente de ABA ha elogiado en más de una oportunidad los anuncios oficiales, la marcha de la economía y ha aceptado con buena predisposición las regulaciones que el Gobierno impuso a los bancos, como la obligación de destinar un porcentaje de su capital a préstamos a pymes. El único cambio que se aprecia, desde el desplazamiento de Vicens, es que la dirección de la entidad ha comenzado a aparecer públicamente con ciertos reclamos corporativos, como la flexibilización de las normas para el ingreso al sistema bancario de los trabajadores en negro y de los capitales afectados por las disposiciones contra el lavado de dinero: “La gente que se incorpora al sistema no debería ser objeto de fiscalización o tener que presentar documentación para demostrar el origen de sus fondos”, sostuvo Cesario en 2011.[3] También protestó contra la carga impositiva (en particular el impuesto al cheque) y el cepo al dólar, que restringirían la canalización del ahorro hacia los bancos y serían la principal razón por la que estos no pueden incrementar los créditos hacia la producción.[4] Sin embargo, la dirigencia de ABA nunca abandonó el tono moderado que caracterizó a la institución desde 2003. Más allá de algunos reclamos puntuales, la entidad parece haber cedido a su par de ADEBA, Jorge Brito, el lugar de cara visible de los bancos en la arena pública. Y como señalamos, Brito fue, hasta hace muy poco, el banquero predilecto del Gobierno.

 

El banquero del poder

 

Jorge Brito, el empresario Nac&Pop, amasó su fortuna especulando contra el peso. En 1974, puso su primer negocio, Macro Compañía Financiera. Una mesa de dinero que hizo fortunas comprando dólares antes del Rodrigazo. Y parece que se le hizo costumbre, porque apenas dos días antes de que Alfonsín anunciara el Plan Primavera, otra mega devaluación del peso, Brito (un hombre previsor) compró 3 millones de dólares. Sospechando que había accedido a información privilegiada provista por sus amigos radicales, en particular por Coti Nosiglia, un fiscal le inició una causa judicial que terminó en la nada por falta de pruebas. Con la venia de los radicales, otra vez, la financiera de Brito comenzó a operar como banco comercial en 1987. Sin embargo, tuvo que esperar hasta la década del ’90 para escalar posiciones en la rama. Aprovechando las privatizaciones, con el menemismo, anexó los bancos provinciales de Misiones, Salta y Jujuy. Es a partir de ese momento que Macro comienza a operar como banco minorista.

Con las privatizaciones, Brito hizo excelentes negocios. El Banco de Salta, por ejemplo, lo compró por escasos 100 mil pesos. Es que los desmanejos de la administración provincial habían dejado a la entidad cargada de deudas incobrables y al borde de la quiebra. Pero no solo eso: del monto total, pagó unos 40 mil pesos en títulos devaluados de la deuda provincial. Además, el Macro trazó acuerdos con los gobiernos de Misiones, Salta y Jujuy para convertirse en agente financiero oficial de estos estados provinciales. De esta manera, monopolizó la administración de las cuentas públicas y se garantizó un importante mercado cautivo con el manejo de los sueldos de los empleados estatales. Un gigantesco negociado que no hubiera sido posible sin aceitados contactos políticos. Según cuentan, Brito tenía excelente llegada a Emir Yoma, uno de los hombres más cercanos a Menem.

Cuando arribó la Alianza, Brito no se quedó afuera: Chrystian Colombo, Jefe de Gabinete de De la Rúa, venía de presidir la financiera Macro Valores. En los últimos años de la convertibilidad, Brito fue acusado de realizar maniobras de lavado de dinero en asociación con otro banquero que hizo buenos negocios durante el menemismo, Raúl Moneta.[5] Estas maniobras fueron denunciadas en 2003 por Elisa Carrió, pero también se hizo eco de ellas el flamante presidente, Néstor Kirchner. A poco de asumir, invitado al programa de Mirtha Legrand, Néstor dirigió un mensaje al “grupito de banqueros […] que ha operado en las privatizaciones de bancos provinciales […] y en los problemas finales del doctor De la Rúa”. Se refería a Brito y Moneta, que habían financiado la campaña presidencial de Menem. Allí los amenazó, insinuando que si no apoyaban su gestión tendrían que rendir cuentas por sus maniobras pasadas: “Yo le voy a hablar con claridad a la Argentina. Si ellos se ponen a trabajar y a ayudar a la Argentina, bárbaro; ahora si vuelven a tratar que la especulación financiera esté por arriba del trabajo de los argentinos, Mirtha, se lo voy a venir a decir acá…”[6]

No obstante, la amenaza de Kirchner nunca llegó a concretarse. No fue necesario, ya que tanto Moneta como Brito se acercaron al elenco gobernante. El trato de este último con el ex presidente era directo, y sus favores fueron correspondidos. Por un pedido expreso de Kirchner, en 2005, Brito gestionó frente a sus pares de ADEBA un crédito por 500 millones de pesos, que el Estado destinó a obras públicas. Fue el primer crédito al que accedía el Gobierno tras la cesación de pagos. El dueño del Macro supo aprovechar la buena relación trazada con la administración “nacional y popular” para expandir sus negocios. En los últimos 10 años, el Macro compró los bancos Suquía, Bisel, Scotiabank, Bansud, Banco de Tucumán, Banco Empresario de Tucumán y el Banco Privado de Inversiones. Se convirtió así en el segundo banco con mayor número de sucursales detrás del Banco Nación. A fines de 2012, tenía 393 en todo el país, mientras que el Nación alcanzaba las 626. Brito se subía exitosamente a la ola de concentración y centralización en el mundo de las finanzas. El mercado había pasado de 166 entidades financieras, en 1995, a 110 en el 2000, y 82 en 2010. Uno de los claros ganadores de este proceso fue Jorge Brito, el banquero que supo aprovechar sus vínculos con el poder de turno para incrementar su capital.[7]

Con esos datos a la vista no resulta extraño que Brito cantara loas al Gobierno en cada aparición pública e incluso, que llamará a votar las formulas oficialistas ante cada elección. Tras la muerte de Néstor, sus nexos se concentraron en las figuras de Julio De Vido y Amado Boudou, con quien hizo buenos negocios que hoy están bajo sospecha. Al parecer, el Macro habría aportado los fondos para que The Old Fund, la firma fantasma vinculada al vicepresidente, adquiriera Ciccone Calcográfica, que tenía en sus manos la impresión de papel moneda.[8] Sin embargo, nunca tuvo buena relación con Guillermo Moreno, contra quien fustigó en público y en privado. Por esa razón, su influencia sobre el elenco gobernante ha ido mermando en paralelo al ascenso del Secretario de Comercio. El entorno de Moreno lo sindica como el “autor intelectual” de la escalada del dólar blue, y no le perdona su rechazo al plan de blanqueo de dólares, con el que el banquero nunca comulgó. Este sector del oficialismo adjudica el fracaso de los CEDINES a que Brito les bajó el pulgar.[9]

Sus declaraciones públicas más recientes, después de las PASO de agosto, lo ubican como uno de los tantos empresarios que abandonó el barco kirchnerista. Además de criticar el cepo al dólar, pidió abiertamente una devaluación del peso. Sostuvo que el tipo de cambio comercial debía ubicarse en torno a los 6,5 pesos, y que debería desdoblarse un cambio financiero a 7,5 pesos. No fue su única crítica al kirchnerismo. También sostuvo que “Cristina no está escuchando al pueblo”, aunque lo que parece molestarle es que sus “recetas” ya no son bienvenidas en la Rosada.[10] Sus declaraciones no pasaron desapercibidas. De Vido salió a criticarlo y hasta Cristina lo despachó por twitter. Lo acusó de estar pidiendo una devaluación para favorecer a aquellos que se hicieron con los 80 mil millones de dólares, fugados entre 2008 y 2012. También sostuvo que las medidas económicas que reclamaba el banquero demandarían un “hiperendeudamiento” o una devaluación que terminaría desestabilizando “el proceso de crecimiento con inclusión social”.[11] El que hasta no hace mucho era un buen amigo del Gobierno, de la noche a la mañana se convirtió, para el discurso oficial, en un buitre que lucra a costa del “modelo productivo”.

Detrás de las críticas del ex banquero kirchnerista se esconde su pase a las filas de Massa. La relación no es nueva y se remonta al paso del Intendente de Tigre por el gabinete nacional. En el ANSeS, Massa sirvió en bandeja a los bancos nacionales más de un negocio. En primer lugar, autorizó les dio a los banco privados el pago de haberes jubilatorios, un privilegio del que hasta ese momento solo gozaban las entidades públicas. A su vez, el organismo que dirigía comenzó a depositar fondos públicos en algunos bancos privados, otro negocio espectacular que cimentó la buena relación con Brito. Los favores fueron retribuidos con dinero: el Banco Macro se convirtió, en 2008, en el sponsor del Club Atlético Tigre, sobre el que Massa proyecta su ascendiente. La relación de Brito y Massa no es un secreto: todos saben que el intendente de Tigre es uno de los asiduos comensales en los asados que organiza el banquero en su quinta de San Isidro. Desde que se cortó solo y lanzó su flamante Frente Renovador, Brito se ha convertido en uno de sus principales respaldos en el mundo empresario, al punto de haber aportado, según dicen, tres millones de pesos a su campaña.[12] El dato lo confirmó la propia Cristina, que tras la derrota de las PASO, en un discurso ya famoso, despreció a los políticos opositores tildándolos de “suplentes”. Por eso convocó a la discusión a los “titulares”, a la verdadera oposición, los dueños del poder económico. Asumía así que Brito, quien hasta hacía poco jugaba de titular en su equipo, se había pasado de bando.

 

La señora aislada

 

La profundización de la crisis económica y la necesidad realizar los ajustes que permitan mantener a flote el modelo es un proceso que, desde 2009, viene expulsando a diferentes fracciones de la burguesía a la oposición. Primero fue el campo, luego un sector de los industriales, aunque el fenómeno no parecía impactar sobre el capital financiero. La rentabilidad creciente, aún en medio de la crisis, soldaba la lealtad de los bancos al modelo Nac&Pop.

El 2013 trajo una novedad: ahora la fractura de la clase dominante con el kirchnerismo ha alcanzado a los bancos. Quienes hasta ayer eran fervientes defensores del kirchnerismo hoy se alejan y buscan el abrigo de quien se proyecta como su sucesor, Sergio Massa. Todo un síntoma de que estamos ante un fin de ciclo.

1Sevares, Julio: “Argentina: los bancos te dan sorpresas”, Revista Ola Financiera, Vol. 3, Nº 7, 2010.

2www.infobae.com, 27/2/2013.

3Perfil, 23/5/2011.

4Cronista Comercial, 30/10/2013.

5Ver “¿Quién es Jorge Brito? El banquero de Kirchner y Juan Carlos Romero”, en http://goo.gl/UZbDGd.

6Ídem.

7Sevares, op. cit.; Perfil, 19/8/2013; http://goo.gl/Bp2zYs

8Perfil, 25/11/2012.

9Perfil, 19/8/2013.

10La Nación, 31/8/2013.

11La Prensa, 1/9/2013.

12Perfil, 27/8/2013.

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