Industriales, banqueros, nazis y golpistas – Gonzalo Sanz Cerbino

en El Aromo nº 84

img_4323Desde su fundación en 1967, el CEA ha tenido una participación política destacada como expresión de los intereses del capital más concentrado en la Argentina. Para empezar a develar sus secretos, analizamos los “prontuarios” de sus integrantes entre 1967 y 1976.

Por Gonzalo Sanz Cerbino (Grupo de Investigación sobre Historia de la Burguesía-CEICS)

El Consejo Empresario Argentino (CEA) es una organización cuya importancia histórica no se corresponde con el conocimiento que de ella tenemos. Desde su fundación en 1967, ha tenido una participación política destacada como expresión de los intereses del capital más concentrado en la Argentina. Ha marcado rumbos de acción que fueron seguidos por más de un presidente. Se lo ha sindicado como el “cerebro” detrás de la política económica impulsada por Krieger Vasena entre 1967 y 1969, y como uno de los núcleos que protagonizaron la ofensiva golpista de la burguesía en 1975. Desde 2002, el CEA se fusionó con la Fundación Invertir, conformando la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la principal oposición burguesa al gobierno kirchnerista desde 2009.1 Sin embargo, es poca la información que los libros de historia brindan sobre este agrupamiento. Es que actuaban en las sombras, son escasos sus comunicados o las notas de prensa que en la época divulgaban sus posiciones. Para empezar a develar sus secretos, en este artículo analizaremos los “prontuarios” de los integrantes del CEA en el período 1967-1976.

De la Libertadora a Lanusse

Hemos accedido a dos listas de integrantes del CEA, una correspondiente al período 1967-1969, y la otra de 1976.2 Allí nos encontramos, en primer lugar, con empresarios de una importante trayectoria gremial y un acceso privilegiado a los círculos de poder. En las nóminas aparece, por ejemplo, Luis Firpo Miró, un cabañero que había sido vocal de la Bolsa de Comercio y presidente de la Sociedad Rural en el período 1967-1971. También era uno de los accionistas del Banco de Italia, y de compañías de seguro como La Continental y La Vanguardia. En 1955 se desempeñó como director del Banco Central. Raúl Mascarenhas, fundador de La Continental Seguros y socio de Firpo Miró, también revistaba en el CEA. Otro miembro del consejo, Juan Taboada, titular de Frigoríficos Argentinos S.A. (FASA), tenía estrechos vínculos con el ex ministro de Economía Krieger Vasena.3 En 1976 encontramos en el CEA a Enrique Patrón Costa, uno de los dueños del ingenio salteño El Tabacal. Proviene de una familia muy influyente en su provincia, cuyo patriarca, Robustiano Patrón Costa, presidió el Senado Nacional entre 1932 y 1943. Jorge Born, productor agropecuario y uno de los dueños de la cerealera multinacional Bunge y Born, integraba la selecta nómina del CEA en 1967. Fue reemplazado allí, en 1976, por Mario Hirsch, otro de los dueños del holding. La empresa integraba también la dirección de la Cámara Argentina de Comercio (CAC).
Otra tradicional familia de la burguesía agropecuaria, los Lanusse, se encontraba representada en el CEA por Raúl Lanusse, dueño de cabañas y financieras. La familia, cuya empresa insignia era Pedro y Antonio Lanusse S.A., tenía intereses en el negocio inmobiliario rural, en la producción agropecuaria, el comercio, la construcción y las finanzas. Otro miembro de la familia, Antonio Roberto Lanusse, era un destacado dirigente de la Cámara de la Construcción (CAMARCO). Tras el golpe de 1966 fue designado secretario de Transporte y, posteriormente, ministro de Defensa. Su primo hermano, el general Alejandro Agustín Lanusse, fue uno de los cerebros del golpe, quien pasó de Comandante en Jefe del Ejército a presidente de la Nación en 1971. Otro empresario de la construcción, César Polledo, dedicado fundamentalmente a la obra pública, había ocupado una banca en CEA entre 1967 y 1969. Además de ser miembro de la UIA, Polledo presidió la Cámara de la Construcción desde su fundación en 1936 hasta 1976. Era dueño de financieras, compañías de seguro, empresas agropecuarias e industriales, y el principal accionista del Banco Español. Entre fines de 1975 y principios de 1976, al igual que muchos de sus compañeros en CEA, supo ocupar un lugar en el Secretariado Ejecutivo de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE), corporación creada en 1975 para aglutinar al empresariado golpista.4 Su ascendiente sobre el poder político no era menor: tenía una relación estrecha con Álvaro Alzogaray, varias veces ministro de Economía y uno de los que encabezaron el golpe en el ‘66. Emilio Mondelli, autor del último plan de ajuste que intentó imponer Isabel Perón, había sido director del Banco Español.
En 1976 se integró al CEA José Estenssoro, empresario petrolero y ejecutivo de la Hughes Tool Company, un capital norteamericano dedicado a la producción de maquinaria para la extracción de petróleo. En los ’70 Estenssoro era dirigente de la CAC; en los ’90 ocupó la presidencia de YPF y fue uno de los artífices de su privatización. También integraba el CEA Sergio Martini, de la tabacalera Massalin Particulares, que se desempeñó como ministro de Obras y Servicios Públicos con Galtieri. Ricardo Grüneisen, titular de la petroquímica Astra, llegó a ser presidente del Consejo Empresario en el período 1970-1971. La empresa participaba de la dirección de la CAC y controlaban el Banco de Quilmes. Grüneisen fue director de ese banco, experiencia que le sirvió para acceder a la presidencia del Banco Central en 1971 de la mano de Lanusse, y convertirse en asesor presidencial entre 1971 y 1972. Otro financista perteneciente al CEA, Thilo Martens, dueño del Banco Alemán, fue identificado como un agente nazi que, tras la Segunda Guerra, se ocupó de “lavar” en la Argentina dinero proveniente del Tercer Reich.5

La mesa chica de Martínez de Hoz

Arturo Acevedo, dueño de Acindar e integrante del CEA, traía una foja de servicios intachable como cuadro político de la clase dominante. En 1961, siendo ministro de Obras Públicas de Frondizi, encabezó uno de los primeros intentos de “racionalización” de los ferrocarriles. Bajo su gestión despidieron a 80.000 ferroviarios y 20.000 más fueron jubilados anticipadamente. A su vez, avanzó con una modificación del régimen laboral que alargaba la jornada de trabajo. Ante la huelga que se desató, de más de un mes de duración, el gobierno respondió apelando al Ejército, que movilizó militarmente a los obreros. Posteriormente, la representación de la empresa en el Consejo fue asumida por José Alfredo Martínez de Hoz, presidente en simultáneo del directorio de Acindar y del CEA hasta que en 1976 asumió como ministro de Economía. Los directivos de Acindar fueron los autores intelectuales de la operación represiva denominada “Serpiente Roja del Paraná”, que en marzo de 1975 sofocó la experiencia clasista en el sindicato metalúrgico de Villa Constitución. Se trató de un operativo combinado entre la Policía Federal, Prefectura y matones sindicales, que en una noche detuvo a 300 militantes. Durante meses se mantuvo la ocupación militar de la zona, funcionando la planta de Acindar como un centro de detención y torturas. La operación dejó como saldo, además de centenares de presos políticos, varios desaparecidos y militantes fusilados, en un verdadero ensayo de la intervención represiva desplegada a partir de 1976.6

Martínez de Hoz fue reemplazado en el CEA por el general retirado Alcides López Aufranc, quien también ocupó la presidencia de Acindar. Formado como torturador en París por veteranos de la Guerra de Argelia, impartió los cursos de “contrainsurgencia” en la Escuela Superior de Guerra en los ’60. Acindar también integraba la dirección de CAC a través de Horacio García Belsunce, uno de los empresarios que participaron de la conspiraron golpista en 1976. Tanto García Belsunce y López Aufranc, como Martínez de Hoz, participaban de las “tertulias” organizadas en el “Club Azcuénaga”. Allí se reunían a conspirar represores como Guillermo Suárez Mason y Omar Riveros, asesores del futuro gobierno militar como Jaime Perriaux y Hugo Miatello, junto a dirigentes empresarios de conocida trayectoria golpista. Entre ellos se destacan Mario Cadenas Madariaga, dirigente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) y secretario de Agricultura bajo la gestión de Martínez de Hoz, el empresario Armando Braun y Enrique Loncan.7 Este último, directivo del Banco de Quilmes (perteneciente al Grupo Astra), dirigente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC) y embajador en Sudáfrica bajo la gestión de Onganía, se desempeñó, entre 1974 y 1976, como Director Ejecutivo del CEA.
Armando Braun, titular de un grupo empresario con intereses en varias ramas, también integró el CEA en 1976. Los Braun eran dueños de la cadena de supermercados La Anónima, de los Astilleros Astarsa, de Aconcagua Seguros, el Banco General de Negocios, el Banco Argentino de Comercio y parte de Austral Líneas Aéreas. Tuvieron un rol dirigente en varias corporaciones empresarias. Armando Braun presidió CAC entre 1975 y 1978, integró el Secretariado Ejecutivo de APEGE y la dirección de Asociación de Bancos Privados de Capital Argentino (ADEBA). Uno de los ejecutivos del grupo, Jorge Oría, que ocupó cargos públicos bajo los gobiernos de Frondizi, Guido y Lanusse, fue presidente de Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL) en el período 1966-1967. En la Unión Industrial Argentina (UIA), uno de los directivos de Astarsa, Eduardo Braun Cantilo, llegó a ocupar la vicepresidencia entre 1973 y 1974, momento en que la entidad se fusionó con la Confederación General Económica (CGE). En 1975, fue uno de los dirigentes que se rebeló contra la dirección reformista de la entidad apoyando el Rodrigazo. Ya bajo la dictadura, Astarsa fue una de las empresas denunciadas por su complicidad en el armado represivo. El 24 de marzo de 1976, fuerzas del Ejército ingresaron al astillero en un operativo que contó con el apoyo de tanques de guerra, carros de asalto y helicópteros. Allí detuvieron a cerca de 60 obreros que fueron trasladados a la comisaría 1º de Tigre. De ellos, 16 aún continúan desaparecidos.
La lista de industriales miembros del CEA no se agota aquí. Encontramos también a Carlos Dietl, titular de Petroquímica Argentina S.A. y a Alfredo Fortabat, propietario de la cementera Loma Negra. A Roberto Fraser, dueño de la textil Alpargatas, un grupo económico con intereses en la industria azucarera y las finanzas que integraba la dirección de la UIA. En 1976, Alpargatas fue representada en el CEA por su presidente, Eduardo Oxenford, que también presidió el directorio del Banco Francés a partir de 1978, cuando fue adquirido por el grupo. Oxenford se desempeñó como Director de YPF entre 1978 y 1979, y como ministro de Industria y Minería en 1981. Otro integrante del CEA, Silvio Gagliardi, dueño de Celulosa Argentina, participaba también de la dirección de CAC y de la UIA. Otros capitales que integraron simultáneamente el CEA y la dirección de la UIA fueron la alimenticia Noel, la química Duperial y la productora de neumáticos Pirelli. Francisco Díaz Telli, vicepresidente de la UIA en representación de la regional Mendoza entre 1966 y 1973, y vicepresidente de ACIEL en 1967, también se sumó al CEA en 1976. Era dueño de la petrolera Tecnicagua y director del diario Los Andes. Otro dirigente de la UIA que integró CEA fue Edmundo Paul, dueño de la química Electrocolor. Paul fue prosecretario de la UIA entre 1973 y 1974, y continuó ocupando el mismo cargo en la Confederación de la Industria Argentina (CINA), la entidad que surgió de la fusión de la UIA y la CGE. Al igual que Braun Cantilo, fue uno de los dirigentes que se opuso a la dirección reformista de la CGE en 1975, y que terminó confluyendo con los sectores golpistas.
También participó del CEA Celedonio Pereda, miembro de una tradicional familia de ganaderos, titular de la empresa Somerfin, que ocupó la presidencia de la Sociedad Rural entre 1972 y 1978, y fue miembro del Secretariado Ejecutivo de APEGE. Francisco Soldati, dueño de la Sociedad Comercial del Plata, también se cuenta entre los miembros de CEA. El Grupo Soldati había incursionado en el negocio petrolero, el transporte de combustibles, la construcción y las finanzas. Participaba de la dirección de la CAC y CAMARCO. Soldati fue director del Banco de Crédito Argentino y del Nuevo Banco Italiano, que integraban ADEBA, y fue designado director del Banco Central en 1976. Otro banquero que ocupó una silla en CEA fue Eduardo Escasany, titular del Banco de Galicia y primer presidente de ADEBA en 1972. Roberto Bullrich, del directorio del Galicia y también dirigente de ADEBA, ocupó la presidencia del Banco Provincia entre 1976 y 1981. Pablo Terán Nogués, director del Banco Comercial del Norte, también integró el CEA. El banco era parte del Grupo Garovaglio y Zorroaquín, con intereses en el agro, la industria, la minería y las finanzas. Terán Nogués, en 1976, integró la comisión que redactó la Ley de Entidades Financieras y en 1978 ocupó la vicepresidencia del Banco Central. Luis María Gotelli, directivo del Banco de Italia y miembro del CEA, también participó de la elaboración de la Ley de Entidades Financieras. Previamente se había desempeñado como secretario de Energía y Minería entre 1966 y 1969, y como ministro de Obras y Servicios Públicos entre 1969 y 1970.

Hacete amigo del represor

Otro capital bien representado en CEA es el Grupo Techint. Entre los integrantes del Consejo encontramos a Agostino Rocca, dueño del grupo y a Eduardo García, miembro del directorio de Dálmine-Siderca, una de sus empresas insignia. García, director además del Banco Shaw y de Sudamérica Seguros, fue presidente de la CAC entre 1960 y 1971. En 1976 llegaría a la presidencia del CEA, reemplazando a Martínez de Hoz. Al igual que en el caso de Acindar, se ha denunciado la complicidad de estos empresarios en la represión que siguió al golpe del ’76. Desde el mismo día en que tomaron el poder, las Fuerzas Armadas ocuparon el predio del Tiro Federal de Campana, adyacente a la planta de Dálmine-Siderca, convirtiéndolo en un centro clandestino de detención por el que pasaron, entre otros, obreros de la propia empresa. La planta de Siderca también fue ocupada militarmente: las patotas del Ejército se apostaron en los portones de entrada con los listados de las personas “marcadas” para detenerlas, se contrataron nuevos “trabajadores” que eran en realidad “buchones” de los represores, e incluso se llegaron a realizar asambleas dentro de la fábrica “custodiadas” por militares armados.
La misma mecánica represiva se observó en la Minera Aguilar, de capitales norteamericanos. El mismo 24 de marzo de 1976, 28 trabajadores de la mina fueron secuestrados por policías y gendarmes, siguiendo una lista de nombres confeccionada por directivos de la empresa, que fueron trasladados en vehículos de la minera al escuadrón de Gendarmería de La Quiaca, en Jujuy. Por esta causa ha sido recientemente procesado todo el directorio de Minera Aguilar, aunque el principal responsable, el presidente del directorio de la empresa, Eduardo María Huergo, falleció antes de tener que rendir cuentas. Huergo, quien también integró el directorio de Renault en los ’70, y desempeñó más de un cargo público en la década del ’30, en 1976 era parte del CEA.
Entre los miembros de CEA también encontramos a dos ejecutivos extranjeros, representantes de capitales automotrices: Oberdan Sallustro de Fiat y Douglas Kitterman de Ford. Esta última ha sido denunciada por su complicidad en la represión instrumentada sobre los trabajadores de la fábrica en 1976. Entre marzo y mayo de ese año, 25 delegados de la planta de Ford Pacheco fueron secuestrados y estuvieron desaparecidos. La mitad de ellos fueron detenidos en su domicilio, la otra en la propia planta de la empresa. La Ford no solo le facilitó a las Fuerzas Armadas las listas de militantes que debían ser “chupados”, también los equipó con vehículos y les asignó un espacio dentro de la fábrica para que establecieran una suerte de “destacamento” y centro de detención. Los militares asignados a los operativos almorzaban diariamente en el comedor de la fábrica, y la presencia militar era una constante dentro de la planta.8
En el CEA también revistaba Adolfo Navajas Artasa, dueño del establecimiento Las Marías, dedicado a la producción de té y yerba mate. Entre 1969 y 1973 fue designado por el gobierno dictatorial como Interventor Federal de Corrientes, su provincial natal. Entre 1982 y 1983 se desempeñó como ministro de Acción Social de la Nación, bajo las órdenes del General Bignone. Sus estrechos vínculos con la última dictadura quedaron acreditados cuando fue denunciado por su responsabilidad en la desaparición de los dirigentes sindicales Neri Pérez y Marcelo Peralta en 1977, quienes trabajaban en Las Marías.9

Conocer al enemigo

Probablemente, los aquí nombrados no suenen conocidos al gran público, incluso al militante informado. De hecho, muchos de ellos han muerto ya, de modo que una pregunta razonable podría ser la siguiente: ¿más allá de su valor histórico, qué importancia tiene saber esto? Tanto el “relato” de la oposición como el del oficialismo K suelen concentrarse en nombres o a lo sumo empresas. Aquí queremos destacar que no son las personas ni las empresas lo importante, sino los intereses. El CEA no era simplemente un grupo de personas “malas”, sino el partido de una clase social, más específicamente, de la fracción más poderosa de esa clase, la burguesía. Esos intereses siguen hoy en el poder, no importa cuántos empresarios, militares o policías hayan ido o vayan en el futuro a juicio por crímenes por derechos humanos. A esos intereses sólo se los desplaza con una revolución social.

Notas

1Sobre su actuación reciente se puede consultar Costas, D.: “La columna opositora”, El Aromo, Nº 73, disponible en http://goo.gl/STgveR.
2La lista primera lista fue tomada de Baudino, Verónica: La estrategia de la Unión Industrial Argentina 1966-1976, Tesis de Doctorado en Historia, FFyL-UBA, 2012, p. 179; la segunda de Muchnik, Daniel: Argentina modelo, Buenos Aires, Manantial, p. 116.
3Newton, Jorge: Diccionario biográfico del campo argentino, Buenos Aires, 1972.
4Sobre la conformación de APEGE, ver: Sanz Cerbino, G.: “Dios, patria y productividad”, en El Aromo, Nº 51, disponible en: http://goo.gl/Ssr4kI
5García Lupo, Rogelio: “La conexión Zurich”, Suplemento Zona, Clarín, 22/11/1998.
6Santella, Agustín: “Para un análisis de las confrontaciones. Sobre el caso Villa Constitución (Argentina, 1975), Razón y Revolución, Nº 8, 2001, disponible en: http://goo.gl/7TqK6q.
7Itzcovitz, Victoria: Organizaciones corporativas del empresariado argentino: la Cámara Argentina de Comercio, Buenos Aires, CISEA, 1985; Muleiro, Vicente: 1976. El golpe civil, Buenos Aires, Planeta, 2011, pp. 70-76.
8Basualdo, Victoria: “Complicidad patronal-militar en la última dictadura argentina”, Engranajes, Nº 5, 2006; Troiani, Pedro: “¿El óvalo de la muerte?”, Razón y Revolución, Nº 10, 2002, disponible en: http://goo.gl/MGuxma.
9http://goo.gl/qchz6V.

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