Igual que acá – Por Sebastián Cominiello

en El Aromo nº 79

El proceso de concentración y centralización en la rama láctea

¿Usted cree que en el campo no dominan las relaciones capitalistas como en la ciudad? ¿Piensa que rigen relaciones familiares con una lógica no mercantil, donde las tendencias capitalistas se disipan en el rocío matutino de los campos? Pase y lea como los engranajes debajo de la tierra son los mismos que los del asfalto.

Por Sebastián Cominiello (OME-CEICS)

Existe una mirada, muy divulgada en la izquierda, de que la dinámica capitalista no rige (o no rige ple­namente) en la producción agraria, que se trata de algo distinto a las relaciones capitalistas “desarrolla­das”. De esta forma, se compren­de al sector agropecuario como dominado por una producción no plenamente capitalista, regida por relaciones familiares, de pequeños productores o “campesinos”. Ge­neralmente, este mapa se completa con la llegada de “corporaciones” (el capitalismo malo) que viene a destruir los campos de las pequeñas (buenas) empresas “familiares”. Lo que se pierde de vista siempre, en estas circunstancias, son las tenden­cias de largo plazo que se manifies­tan en el agro.

En el campo, al igual que en la ciu­dad, rigen las leyes capitalistas. En Argentina y en el mundo, el capital agrario se concentra y se centrali­za como en las demás ramas de la economía, si bien pueden desenvol­verse de forma más lenta. Es decir, “tardan” más que, por ejemplo, el sector automotriz. Pero no son algo distinto. Esta ralentización encuen­tra su fundamento en las condicio­nes de producción que aparecen en el campo.

En las producciones agrarias (in­dustrias, claro), existen condiciones de producción que el trabajo huma­no, hasta el día de hoy, no controla. Por ejemplo, para que se pueda co­sechar un cereal debe esperarse un tiempo determinado en el cual no se puede hacer nada, sólo esperar (además de fumigar, cuidar, etc.). En el caso de la producción de le­che, una vez que se arrían a las vacas a alimentarse, hay que esperar que digieran ese alimento y el organis­mo bovino “produzca” la leche. Es decir, hay muchos tiempos muertos. Esa es la diferencia entre el tiem­po de producción y el tiempo de trabajo, que el trabajo humano no controla y no puede eliminarlo, por lo menos hasta ahora.

Al tener diversas condiciones de producción que no se controlan, ello genera una traba al ingreso de la tecnología. Ya que para mecani­zar o automatizar una sección del proceso de producción, primero hay que poder reproducirla, realizarla. En el caso de los tambos la máqui­na de extracción de leche, en tér­minos históricos, es novísima, tiene solo tres décadas en funcionamien­to. Por lo tanto, las condiciones que no puede reproducir el trabajo hu­mano, hace que exista una presencia del pequeño capital mayor que en otras ramas. De esta manera, la gran industria (como etapa superior del proceso de trabajo) encuentra ba­rreras para ingresar a la producción agropecuaria, en nuestro caso, en los tambos. Estas barreras le permiten al pequeño capital, mal llamado pe­queño productor (en realidad, es un patrón como cualquier otro), per­manecer más tiempo en la rama y no ser absorbido por tambos gran­des, con mayor productividad. Esta característica del agro en general, y de los tambos en particular, lleva a muchos a concluir que no nos ha­llamos con relaciones capitalistas. Sin embargo, que tarde más tiempo no quiere decir que no se produzca. Hagamos una mirada internacional de la cuestión para conocer cómo se manifiesta.

Las tendencias en el mundo

Todos los países tienen su propio sector de producción primaria de leche. Este fenómeno se debe a que es un producto difícil de exportar. La leche tiene la característica de perecer rápido en relación a otros alimentos. Por ello, solo puede ex­portase en polvo y en sus derivados. La dificultad de exportar leche, entonces, provoca que el mercado mundial (importaciones-exporta­ciones) sea reducido: entre 1964 y 2007, sólo se comercializó fuera de las fronteras del país de origen un 0,34% de la leche líquida producida en el mundo.1

De esta forma, la exportación del sector se concentra en derivados, como quesos, leche en polvo, y otros productos. Por ello, casi todas las regiones cuentan con su rodeo de ganado lechero para proveer a su mercado interno. En este punto, el tamaño de la rama, en términos económicos depende, además de las condiciones naturales de clima y suelo, de la magnitud de su mer­cado interno. Es por ello que, como tendencia, los países que cuen­tan con un mercado consumidor amplio (EE.UU., Canadá, Brasil, Unión Europea) lograron una ma­yor concentración productiva.

Como podemos observar en el gráfico, diferentes países muestran, entre 1996 y 2006, en primer lugar una reducción de las explotacio­nes que producen leche. Es decir, existen menos capitales que antes. Luego, observamos que existen más animales bovinos de leche por cada tambo. Ello quiere decir que menos tambos tienen más vacas. El cuadro se completa con el aumento de la producción de cada tambo. Es con­clusión, menos tambos tienen más animales y, por lo tanto, ocupan más parte del mercado al producir más leche. Lo que se conoce como el proceso de concentración y cen­tralización de capitales.

Sin embargo, los capitales que par­ticipan de la producción siguen siendo muchos más, en cantidad, que en varias producciones. ¿Cuán­tas empresas automotrices hay? ¿Y acerías? ¿Y empresas de celulares? No llegan a sobrepasar la veintena, en todos estos casos. En los tambos, por poner tres casos, en EE.UU. en 2005 había 78.300 tambos, en Aus­tralia 9.200 y en Argentina para ese 13.646. Este es el resultado de la ralentización de la centralización de capitales.

Ahora bien, ¿qué se juzga como una empresa-tambo grande y qué como uno chico? Veamos, en prin­cipio, los capitales compiten a nivel internacional, no sólo nacional. Por lo tanto, para comprender correcta­mente que es un capital medio en la rama y un pequeño capital o capi­tal chico, no se define en términos nacionales, sino internacionales. Lo que en Argentina se entiende como un megatambo, si los comparamos con los de EE.UU., no lo es tanto. Si en Argentina, según el censo de 2002, los tambos con más de 2 mil animales representan el 0.7% del total, en EE.UU. representaban el 12% del total. O sea, existe un ni­vel de centralización de capitales mayor: lo que en Argentina casi no existe, en EE.UU. representa más de una décima parte de los capitales.

No obstante, en las tierras argenti­nas se conforma un capital medio (que establezca la productividad media) y un pequeño capital (que se encuentra por debajo de dicha productividad). El predominio del pequeño capital en los tambos, que tan bien visto se encuentra en el progresismo y en los partidos de izquierda, presenta las peores ca­racterísticas de cualquier tipo de producción. Siempre se escuchan las quejas de los pequeños produc­tores tamberos que no logran una buena producción por culpa de los monopolios de las usinas lácteas (La serenísima, SanCor, etc.) que parece que le pagan un precio bajo. En realidad, es a la inversa: gracias a ofrecer un bajo precio, a costa de peores salarios y una menor renta­bilidad, se mantienen en la rama e impiden el ingreso del tambo más productivo. Es decir, los pequeños capitales, lo que conocemos como tambo chico y mediano son ellos mismos la traba para una produc­tividad mayor.

Un pequeño capital se define por su baja productividad. Una baja productividad significa una renta­bilidad menor. Al obtener menos ganancia, para seguir compitiendo, tiene que compensar esa desven­taja. Una de esas compensaciones las encuentra en otorgar pésimas condiciones de trabajo, como seña­lamos en artículos anteriores.2

En síntesis, la producción primaria de leche es un sector donde se pre­domina el pequeño capital. No obs­tante, las presiones de la competen­cia tienden a concentrar al sector y a aumentar la escala productiva mínima. En un contexto de aumen­to de la productividad, la cantidad de establecimientos dedicados a la producción primaria tiene una ten­dencia a la reducción.

Encontrar las diferencias

La producción capitalista domina todos los campos que producen le­che del mundo. Cada vez hay menos tambos, con más rodeo que produce más leche. No obstante, la particu­laridad de la producción lleva a mu­chos a comprender erróneamente de qué tipo de relaciones sociales y de producción estamos hablando. Las condiciones que el capital no puede reproducir y que no depen­den de él, llevan a que estás leyes “tarden” más que en otras ramas. La conclusión de dicho análisis es clave para entender la tarea de todo revolucionario. Si en el campo hay relaciones capitalistas y las leyes del capital rigen como otras produccio­nes, lo que queda para nosotros, es socializar dicha producción en ma­nos de la clase obrera. Como vimos, capitalismo sobra.

cominiello grafico 79

Notas

1Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Ali­mentación y la Agricultura, http:// faostat.fao.org.

2Ver Cominiello, Sebastián: “Lo malo viene es sachet chico”, en El Aromo, nº 74, http://goo.gl/ r1DwjR.

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