Fuera de foco – Mercedes Manrique

en El Aromo n° 24

Fuera de foco. Acerca de la muestra fotográfica “2002, el sitio de Buenos Aires” de Pepe Mateos.

Por Mercedes Manrique

Grupo de Artistas Piqueteros de Razón y Revolución

Entre el 16 de agosto y el 4 de septiembre se llevó a cabo en la Biblioteca Nacional la muestra de fotos 2002, el sitio de Buenos Aires, del fotógrafo Pepe Mateos, integrada por 42 imágenes, la gran mayoría tomadas en el 2002 durante el trabajo del fotógrafo en Clarín. Para quien no lo haya escuchado nombrar, Pepe Mateos es el autor de las famosas fotos del momento de la muerte de Kosteki y Santillán en la estación Avellaneda. Acompañan a las imágenes, sin otra referencia, dos textos, uno perteneciente al fotógrafo y otro de Horacio González, Subdirector de la Biblioteca Nacional.

El trabajo se inaugura con un contraluz de un hombre hondeando lo que podría suponerse una bandera, delante de una fogata inmensa. Como comenta Mateos, en la entrevista con El Aromo, esta primera imagen es la única fotografía del 2001, del 19 de diciembre, más precisamente, y la única sacada fuera del horario laboral. Encontramos luego distintas imágenes de manifestaciones, piqueteros, ahorristas, partidos de fútbol, ollas populares, militares, enfrentamientos. En las tomas realizadas en manifestaciones, el acento se encuentra puesto en el retrato de individuos. Encontramos también varias fotos donde la soledad, la bruma, las sombras, el humo y el vacío son protagonistas. Por ejemplo, otro contraluz, esta vez de una mujer atravesando una Plaza de Mayo desierta. O la escena que muestra dos individuos caminando por un desolado Puente Pueyrredón. La bandera argentina es una constante a lo largo del trabajo. Algunas fotos hacen gala de una ingeniosa ironía, como aquélla que muestra a dos señoras sorprendidas, mientras toman el té en una confitería, por una columna de manifestantes que miran a través del vidrio. O la que enfoca la cara horrorizada de un empleado bancario que mira, adivinamos por el reflejo del vidrio, los rastros dejados por una marcha. Las imágenes finales retratan la jornada del 26 de junio en Puente Pueyrredón. Una toma general de la represión, donde vemos varios sujetos a contraluz. Luego una de las históricas fotos de la secuencia de varias tomas que muestra al comisario Franchiotti listo para fusilar a Dario Santillán, quien trataba de asistir a Maximiliano Kosteki, ya tirado en el piso. La siguiente muestra el gorro de Santillán en el asfalto ensangrentado. La anteúltima, un cartel en la estación de Avellaneda con la cara de Darío con la leyenda “Nosotros somos ustedes”. Finalmente, el recorrido termina con una imagen gris de completa desolación, donde se ven varios autos abandonados cubiertos por el agua.

Desde el punto de vista formal, las fotografías no muestran una gran preocupación por la técnica. Encuadres arriesgados consiguen imágenes originales, con un importante sello de espontaneidad. Mateos señala que “ese año no me importó hacer buenas fotos, en el sentido estético. Sentí que estaba muy fascinado por lo que pasaba en la calle y hacía lo que veía. Me liberé un poco, hacía lo que me parecía….”. Efectivamente, el conjunto de las fotografías busca expresar el clima percibido por el fotógrafo durante el período. En este sentido se entienden las fotos de vacío y desolación, de bruma, humo e inundaciones. Encontramos también la voluntad, y el acierto, del autor de retratar a los protagonistas del Argentinazo y el período que le sigue: el movimiento piquetero y la pequeña burguesía identificada con los ahorristas. Sin embargo, en las imágenes, ambos se encuentran representados por individuos aislados: individuos solitarios, en distintas actitudes, como señoras cantando en una marcha, dos piqueteros tapados con pañuelos, un señor espiando a través de una rendija, otro sentado encorvado en el tren con una bandera argentina cual poncho, etc., etc. Hasta las fotos de enfrentamiento muestran como sujeto al individuo alienado. En todos los casos se retrata al individuo y no al sujeto colectivo, verdadero protagonista del proceso revolucionario abierto el 19 y 20 de diciembre.

Otra marcada característica de la muestra es la sensación de inevitabilidad y pesimismo que destila la totalidad de las fotografías. Ya la forma misma en la que están ordenadas hila una narración donde la imagen final, de total desolación, con los autos destruidos semicubiertos de agua, en tonos grises, fija la pauta. La sensación de impotencia también esta presente en las reflexiones del fotógrafo: “tengo una sensación, errónea por ahí, o muy realista, que lo que pasó con Duhalde era lo único que podía pasar, no había otra posibilidad. […] en el 2003, en las elecciones, mucha gente lo votó, votó Menem-Duhalde. Podemos tolerar a Menem, muchos Menem más.”

Finalmente, el conjunto de las imágenes presenta una notoria ambigüedad, marcada por el título de la exposición y los textos que acompañan. En 2002. El Sitio de Buenos Aires, realmente no queda claro quiénes son los sitiados y quiénes los sitiadores. Mateos aclara que el sentido del título no es el de llamar sitiadores a los piqueteros, como fácilmente se puede interpretar, sino crear una metáfora de “Sitio”. Pero aún con estas aclaraciones, el sentido no es claro. Un elemento que colabora en la confusión es el hecho que los únicos representantes de la burguesía presentes en toda la obra son la policía y los militares. No se encuentra ni rastro del personal político: Duhalde en su momento, Kirchner actualmente. La sensación final es que es que el fotógrafo se coloca en la posición de espectador, simple testigo que no reflexiona (ni ha reflexionado) sobre la situación general. Como lo define Horacio González en el catálogo de la exposición (si uno logra vencer el aburrimiento y leerlo completo): “Precisamente, es un rasgo definidor de las fotografías de Pepe Mateos: El fotógrafo es un testigo, un testigo escéptico….”. Como tal, ve los acontecimientos desde fuera, lo preocupan, sensibilizan, pero su posición pasiva (tanto en términos de acción como de conocimiento) le impide una comprensión profunda de la realidad. Consecuencia de ello son su pesimismo e impotencia. Las palabras de Mateos corroboran esta posición. Respecto a la realización de las fotografías en el 2002 dice: “Es como que las circunstancias te van llevando, no tenés mucha idea de lo que estaba pasando, la gravedad de la situación. No entendía la realidad de lo que pasaba realmente ahí.”

El trabajo del fotógrafo es útil para comprender la posición de un amplio sector de la pequeña burguesía y de la burguesía argentinas durante esos años. Es la imagen del desconcierto: ha pasado algo pero no sé qué ni qué significa. Si consideramos al artista y su obra como expresión de su clase, el programa de la obra de Pepe Mateos pertenece al de cierto sector de la pequeña burguesía, el de la más atrasada, la que hoy da pie al experimento kirchnerista. No entendió qué pasó, no ve ninguna salida y sigue mirando, entre escéptica y un tanto reaccionaria, más inclinada a culpar a las víctimas que a los victimarios, aunque su propia acción haya desencadenado la mayor crisis política de los últimos tiempos.

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