Escuela 2030. La necesidad de la lucha cultural

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Por: Romina De Luca

La reforma educativa es un hecho. Mientras el conjunto de la docencia habla poco de ello y conoce menos, la reforma avanza. El Plan Maestro empezó a delinear los grandes trazos, en CABA se empezó a discutir la “escuela del futuro” y ya en diciembre de 2017, el Consejo Federal de Educación aprobó el Marco de Organización de los Aprendizajes para la Educación Obligatoria (MOA) y los “Criterios para la Elaboración de los Planes Estratégicos Jurisdiccionales del Nivel Secundario” para todo el país.

Ambos forman parte de las metas para la Escuela 2030, el nombre que recibe la reforma a nivel nacional. CABA ya inició su implementación en las escuelas piloto; en la provincia de Buenos Aires, ya se seleccionaron, por lo menos, dos escuelas por Distrito.

Mendoza en junio dijo presente. Río Negro, que ya había picado en punta en 2017 con su reforma, aprovechó el proyecto nacional para provincializar su experiencia. Chaco ya se alineó y las firmas siguen. Durante este año, cada provincia deberá presentar un plan estratégico para el nivel. Pero ¿en qué consiste el cambio? ¿Qué sabemos de la reforma. Veamos.

Una cáscara

La Resolución Nº 330/17 del Consejo Federal empezó a darle forma a la transformación educativa. La Escuela 2030 forma parte de la agenda que traza Argentina 2030, es decir, las metas de la transformación de Mauricio. En su esquema, se debe “educar para el trabajo del futuro”. Invirtiendo completamente los términos del problema, el sistema educativo sería el encargado indeclinable de asegurar una buena inserción laboral. En particular se deberían atender a tres grandes cambios en el sistema productivo: el desplazamiento de circuitos productivos, la automatización y el cuentapropismo.

Rememorando el concepto de incertidumbre, los documentos de Argentina 2030 establecen que “es imposible predecir los empleos del futuro pero sí podemos dotar a las personas del manejo de herramientas, capacidades y destrezas para que se adapten”. Educar para el trabajo desde una perspectiva federal. Precisamente, los lineamientos de la Escuela 2030 se orientan al “desarrollo de capacidades” y de “proyectos de vida”. Competencias digitales, pensamiento crítico, resolución de problemas, saberes interdisciplinarios y capacidades, conformarían una rueda de trabajo y de retroalimentación.

Los lineamientos de la Resolución del Consejo Federal no dejan lugar a dudas: se plantea abiertamente la necesidad de superar lo “disciplinar” y se propone armar propuestas de integración de dos o más disciplinas. El contenido en definitiva no importa porque la clave de la nueva etapa sería “aprender a aprender”. Si bien se siguen defendiendo los Núcleos de Aprendizaje Prioritario se incluyen en paralelo un conjunto de “saberes emergentes” tomados de la cotidianeidad, del interés del alumno y del espacio local. Cuánto espacio ganarán los “emergentes” es algo incierto. Entonces, NAP’s y emergentes se combinarán de algún modo para que el alumno aprenda a aprender. Ya la fórmula habla de una licuación del rol del docente. Traducido a la política concreta, la reforma promueve el trabajo autónomo del alumno con “facilitadores” que acompañen su proceso.

Paraestatal, federal y desregulada

La Escuela 2030 propone encarar una renovación “institucional” completa. Obviamente, el espíritu es que el proyecto escolar gire en torno a la institución tal como dispuso ya la Ley Nacional de Educación (artículo 123º). En esta profundización de la LEN, se explicita que la renovación institucional implica la reconfiguración del tiempo, uso y espacio de la escuela. Si bien la Reforma propone mayor tiempo de cursada, eso no se va a hacer en la escuela ni necesariamente con docentes. La Escuela 2030 habla del uso de entornos “dentro y fuera de la escuela”. Por eso, se propone ir a clubes, comedores, ONGS, instituciones artísticas, culturales y sociales, organismos públicos para realizar “prácticas” educativas, pasantías, etc. Una vez más, no estamos ante una novedad: el artículo 33º de la LEN y el 123º ya lo anticiparon. Esta tendencia a la paraestatalización
del espacio escolar que fue inaugurada por el FINES hoy avanza hasta abrazar al resto del sistema.

El resultado es claro: un espacio escolar degradado. El Plan Maestro anticipó esta tendencia cuando bregó por la “reconceptualización de la organización y gestión” del nivel inicial apoyándose en la gestión comunitaria y, para el nivel secundario, abrió la oferta “convocando a todos los organismos públicos, empresas, sindicatos y organizaciones sociales para el desarrollo de proyectos específicos que permitan terminar la escuela secundaria a través de ofertas alternativas de calidad”.

La “renovación institucional” profundiza aún más la descentralización del sistema y, con ella, la fragmentación. Con la excusa de la planificación institucional se alienta la adaptación de la organización pedagógica e institucional a criterio de cada escuela. El resultado: un plan de estudio por proyectos o problemas, por grupos de interés, trayectorias flexibles, horarios flexibles, evaluaciones flexibles o por créditos acordado en cada escuela. Vamos hacia una atomización completa. Lo que se viene es la municipalización de la educación generalizada que también afectará a nuestra provincia.

Un paso al frente

El gobierno está dispuesto a profundizar la herencia educativa. La Escuela 2030 es la generalización de ciertos elementos de degradación, precariedad y para-estatalización que se encontraban presentes en forma incipiente en circuitos acotados (como la modalidad de adultos o la gestión comunitaria). Obviamente, la acumulación de todos esos cambios producirá un salto cualitativo. Hace décadas se ensayan reformas similares y los resultados son los mismos: mayor degradación. La Escuela 2030 no va a ser la excepción. Es hora de tomar el toro por las astas. El gobierno tiene su reforma. Nosotros tenemos que salir del inmovilismo. Y en ese proceso trazar alianzas con quienes son necesarios y dejar atrás a los oportunistas que ayer defendieron lo que hoy dicen van a rechazar. Debemos entender que no alcanza con decir “rechazamos la reforma”. Si no
somos capaces de oponer nuestro propio proyecto dejaremos siempre que Macri, Cristina o quien sea, dirijan el proceso. Es hora de salir de la práctica fácil de la política defensiva y el rechazo vacío. Lo venimos diciendo hace mucho tiempo, hay que pasar a la ofensiva. Urge la convocatoria a un Congreso Educativo de todos los trabajadores de la educación, de alumnos y de las familias para sacar a la educación de este atolladero.

Es hora de mostrar que somos capaces de plantear una alternativa. Si el gobierno avanza con una reforma educativa, no podemos limitarnos a rechazarla, sino que debemos mostrar un camino posible para terminar definitivamente con tantos años de miseria, explotación y embrutecimiento sobre la clase trabajadora. Es nuestra tarea construir una escuela pública, científica y de calidad, que sirva para la transformación social. La Corriente Nacional Docente Conti-Santoro convoca a todos a sumarse al Congreso.

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