El preceptor. Roberto Santoro, el poeta imprescindible (1939-1977)

en El Aromo n° 46

«O, como diría el Barrilete: porque un hilo largo llamado corazón me mantiene atado a la tierra y obliga a levantarme al cielo, para medir en esa distancia la verdad hermosa del poeta. Les quiero decir, tengo los pies en la tierra y la cara en el viento, mirando hacia abajo, porque de ahí me sostienen y me tironean; me quitan el nombre si me rompo y vuelvo a ser un papel sin sentido.»1
Roberto Santoro

Por Rosana López Rodríguez

Los trabajos y los días

Roberto Santoro nació en Buenos Aires, el 17 de abril de 1939. (…) Hombre no sólo de oficios varios, sino inquieto y preocupado desde siempre, fue (además de poeta) vendedor en un puesto de mercado (almacén primero, artículos de limpieza después), empleado en el Sindicato de Músicos, pintor de brocha gorda y preceptor en una escuela secundaria. Según cuentan los que lo conocieron, hacía gala de un sentido del humor insuperable que desplegaba como histriónico contador de chistes. Fue, además, un humanista convencido que no separó su actividad artística de su compromiso, primero, y de su militancia, después. El tipo que supo declarar: “Lo más importante es ser uno cuando se vive y ser el mismo cuando se escribe.”2

Esa unidad entre la vida y la obra llevaron al poeta a lograr la mayor libertad posible que un artista pueda tener, es decir, haciéndose cargo de la necesidad, personal y social. Cuando no tuvo dinero para publicar sus libros y los de sus compañeros hizo un curso de linotipia en la Escuela Técnica n° 31 de La Boca para aprender el oficio. Copió textos en máquina de escribir, se entintó las manos, luchó con la linotipo y la rotaprint, dobló y armó carpetas (…).

Esa necesidad domesticada es una sola con la necesidad social y la virtud estética: su mayor aspiración era ver los poemas como volantes, arrojados en manifestaciones, mariposas para quienes están en la calle, luchando. El objeto libro no era lo más adecuado.

El desesperado oficio de escribir

Así, muy parecido es el título del primer libro que publicó en 1962: Oficio desesperado. Ese mismo año también salió De tango y lo demás, cuya versión completa data de 1964. El último tranvía (cinco poemas acompañados por xilografías de Miguel Ángel Rozzisi) es de 1963, así como también Nacimiento en la tierra3. Un año después, publicó una serie de poemas escritos entre 1959 y 1962, Pedradas con mi patria (con dibujos de Oscar Smoje). En pocas palabras es una obra poética breve, una plaqueta del año 1967. En el ’71 vio la luz la mencionada Literatura de la pelota y A ras del suelo, ocho poemas con ocho dibujos realizados por artistas plásticos amigos. Al año siguiente editó Uno más uno humanidad y Desafío, con ilustraciones de Pedro Gaeta. El 17 de noviembre de 1972 se estrenó su tragedia musical En esta tierra lo que mata es la humedad, musicalizada por Raúl Parentella y dirigida por Lorenzo Quinteros. El sello discográfico Music Hall editó un LP con diez canciones, nueve de las cuales son letras de Santoro.

También ilustró Gaeta los poemas de Cuatro canciones y un vuelo (1973). Ese mismo año también vieron la luz Las cosas claras y Poesía en general. Santoro declara que es también autor de una serie de canciones, Lo que veo no lo creo, y que Jorge Cutello era el compositor. Ese proyecto quedó inconcluso, pues la grabación no se realizó. Hasta hoy, el único texto publicado de esa serie era “Mi ciudad es un gran bache”, que salió en el último número de Barrilete. Gracias a la generosa colaboración del compositor, contamos hoy con dieciséis poemas más.

No negociable fue su última publicación: formó parte de la Colección La Pluma y la Palabra, de la Editorial Papeles de Buenos Aires, grupo “que reunía a Santoro con el pintor Pedro Gaeta, el poeta Luis Luchi y el músico Eduardo Rovira”.4 Uno de sus compañeros de Barrilete, el también poeta Rafael Vásquez, publicó, en su Informe sobre Santoro, una serie de poemas inéditos hasta el momento, escritos en noviembre de 1976: Veinticinco poemas negros sin filtro.

La experiencia colectiva que condensa la evolución artística y política de Santoro y un grupo de poetas en las décadas del ’60 y ’70 fue, sin duda alguna, El barrilete. Con una regla, que era la de no autopublicarse (salvo contadas excepciones), los poetas se reúnen alrededor de las propuestas que acercaban al grupo para su discusión: otros poetas, temas y producciones que, de ser aprobados, serían incorporados en la publicación.

(…) La experiencia Barrilete fue más allá de la revista. A partir de 1963 Santoro había comenzado a publicar los “informes”: cuadernillos de poemas en los que una serie de autores escribía sobre un tema determinado. Surgieron así el Informe sobre Lavorante5 (junio de 1963), el Informe sobre el desocupado (agosto de 1963), el Informe sobre la esperanza (octubre de 1963), el Informe sobre Discépolo, el Informe sobre Santo Domingo6 y el Informe sobre el país. Según Rafael Vásquez éste sería el último informe, del año 1966. Decimos “sería” porque el mismo Vásquez señala que hubo otro, aunque con características muy especiales: “en 1974, una anunciada visita del dictador chileno general Pinochet a Buenos Aires (…) hizo que el grupo participara en un peculiar ‘informe’ que no llegó a publicarse en cuadernillo: se fotocopiaron volantes sueltos con los poemas de repudio de cada uno, que los mismos poetas repartimos en algunos barrios de la ciudad, completando la entrega, hacia la noche, en un acto público que se había convocado en la cancha del club Atlanta, en Villa Crespo.”7 Efectivamente, esos poemas no fueron editados, sino impresos como volantes; las declaraciones de los miembros de Barrilete son coincidentes: Alberto Costa señala lo mismo que Vásquez. Contamos hoy con los poemas de Santoro escritos para la ocasión, gracias a la colaboración de Dolores y de Paula.8 (…)

Del sindicalismo a la guerra civil

La primera intervención política pública de Roberto Santoro se llevó a cabo con un encendido discurso en el acto de la Alianza Nacional de Intelectuales, el 10 de abril de 1964. Es precisamente en ese momento en el que Santoro hizo un llamado explícito a la militancia sindical (…).

Con la búsqueda descubrimos que Santoro estaba detrás de un informe cuya existencia nadie (casi nadie) mencionaba siquiera. El último informe de Barrilete, con fecha 22 de agosto de 1974, sería, entonces, el Informe sobre Trelew.9 Un documento que, según el testimonio de Carlos Patiño, uno de los miembros de la última etapa de Barrilete, apenas alcanzó a distribuirse y la tirada fue retirada de todos los quioscos por orden de la Triple A10. (…) Santoro integró diversos frentes, algunos ligados al PRT; otros, como la AGE, no. Según lo que hemos visto en el Informe sobre Trelew, estuvo en el FATRAC, así como también en el FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) junto a Haroldo Conti y Humberto Costantini.11 Según declaraciones de Luis Mattini, los tres formaban parte de la misma célula del PRT.12

De la torre a la calle y de la calle a la lucha

Entre los inicios y el desenlace de la vida poética de Santoro se presenta ese recorrido sinuoso, no lineal, tal vez contradictorio, que caracteriza toda lucha con la propia conciencia en desarrollo. A partir de las transparentes declaraciones del poeta, a quien podemos escuchar en 1962 y en 1973 y 1974, recuperamos dos momentos del recorrido. Dijo en el ’62:

“Ahora todo el mundo habla de literatura comprometida. ¿Compromiso? ¿Con qué y con quién? El único compromiso que tiene el poeta es el compromiso con la poesía. Si yo escribo un poema, escribo un poema y no un tratado de política. El hecho de que en la poesía se refleje la cosmovisión del hombre poeta y por supuesto su problemática humana, no significa de ningún modo que con el poema deba hacerse sociología, quiromancia o filibustería, porque cuando con el poema se hace otra cosa que no sea poesía, se hace justamente otra cosa.”13

Once años después tenía cosas muy diferentes para decir y para hacer con su poesía:

“Soy un escritor surrealista, es decir, realista del sur. (…) no creo en el tercer mundo, ni en la tercera posición, ni en el tercer sexo, ni en el tercer ojo. Los hijos de puta están en un lado y los oprimidos en el otro. No puede haber conciliación. Que los consoladores los usen los que no saben ni pueden usar otra cosa. Tengo la conciencia armada para no usar solamente la lengua.”14

A comienzos del año siguiente su postura con relación a la función social de la poesía y del poeta muestran una radicalización aún mayor:

“Hay poetas y poetas. Hay compromisos y casamientos, reformas y revoluciones. Hay quien está comprometido con la literatura, o con la belleza o con las formas de la métrica. Pero sólo con ellas. Hay también otros que conociendo la necesidad de profundizar en el nada fácil oficio de la palabra, comprometen su vida, tratando de sumar a las luchas del pueblo una palabra caliente, que se necesita, que sirva, que sea revolucionaria. (…) ante el terror, ante el fascismo, la escalada represiva, el infundio a combatientes, la mentira, el hambre, la mortalidad infantil, la desocupación y demás pequeñeces a que nos tienen acostumbrados, se hace necesario tomar definitiva conciencia de que: o todo para cambiar la sociedad, o todo para nada.”15 (…)

Los últimos pasos

El 3 de junio de 1976 Roberto Santoro escribió una carta dirigida a la Confederación de Escritores Latinoamericanos, con sede en México, para denunciar y difundir la desaparición de personas. Allí menciona el arresto del director del periódico Alberdi y el secuestro de Haroldo Conti y Alberto Costa, entre otros periodistas y escritores. Denuncia también la golpiza a que fue sometido Enrique Llamas de Madariaga (La Razón) y el secuestro y asesinato del periodista y ex senador uruguayo Zelmar Michelini. (…) Apenas veinte días antes de ser secuestrado, Santoro escribió a su amigo José Antonio Cedrón, quien residía por ese entonces en Venezuela:

“Qué desgracia que no alcance el tiempo y uno tenga que remar como un esclavo en medio de este trabajo que no da ni para llegar a fin de mes, sabiendo encima que existe la posibilidad de caer en cualquier momento y por cualquier cosa. El ruido de las sirenas lo tenemos de música de fondo. Dale que dale, como un organito represor y desesperado. Oh, el mundo occidental y cristiano. Un día florecerá la vida y el sol tendrá el color que se merece. (…) Cada día se necesita más aliento. Vivir se ha puesto al rojo vivo, así dice Blas de Otero. Vale. Están todos presentes. También los otros. El recuerdo es una aguja permanente que nos está cosiendo y descosiendo el alma. (…) El futuro me acompaña. Es el amor permanente, fiel, que nunca me abandona. No le pienso dar tregua.”16

El 1° de junio de 1977, mientras las clases del turno noche en la Escuela Nacional de Educación Técnica n° 25 del barrio de Once se desarrollaban con normalidad, tres hombres se acercaron preguntando por uno de los preceptores, Roberto Santoro. Uno de ellos dijo ser hermano de un alumno. Cuando el buscado se presentó, los desconocidos lo redujeron por la fuerza esgrimiendo armas de fuego. En medio de los gritos y la desesperación de los presentes, se lo llevaron.

El barrilete vuelve al vuelo

Soplan nuevos vientos y, otra vez, Roberto Santoro se eleva, atento al piolín, cabeceando alto. Vuelven los poemas tristes y los rebeldes, los de amor y dolor, esperanza y alegría. Todos ellos componen a un artista cuya pena duró lo que duró la búsqueda. Pero que siempre, como un puente tendido, fue en camino de las relaciones: de la solidaridad, de la libertad positiva; en suma, de todo aquello que constituye la felicidad de un militante. Porque no es el poeta de lo popular, sino el de la lucha, porque su obra no es una reivindicación del tango, ni del fútbol, sino una bellísima puesta en palabras del recorrido vital que experimenta todo aquel que se reafirma revolucionario. Recorrido personal y colectivo que no se realiza sin dolor, porque arrancarse los lastres y remontar vuelo es difícil. Porque es lo mismo que parir. Porque para que haya vida nueva deberemos atravesar por esos viejos dolores.

Aquel poeta que siempre estuvo volcado hacia los otros, que siempre fue plural, que nunca declinó ante el solipsismo, encontró la alegría. Y echó a volar sus poemas. Supo expresar aquellas luchas en las que andaba y las que hoy tenemos por delante. Su vida/obra es el pasado que heredamos. Sus últimos pasos serán los primeros de las nuevas generaciones, que no nacerán vírgenes, afortunadamente. Tendrán detrás una historia de la que aprender. En ella, Santoro, el preceptor, sigue cumpliendo su tarea.


Notas

1Fragmento del estudio introductorio a Roberto Santoro, Obra poética completa (1959-1977), Ediciones ryr, Buenos Aires, 2009, en prensa.
2Del prólogo de Lilian Garrido a Literatura de la Pelota, (Ediciones VEA, Bs. As., 2007) tomado de un reportaje publicado en la revista Rescate, octubre de 1973.
3Según Rafael Vásquez, “continuación temática y lírica de Oficio desesperado.” Vásquez, Rafael: Informe sobre Santoro, Libros de Tierra Firme, Bs. As., 2003, p. 8
4Vásquez, op. cit., p. 14
5Lavorante era un boxeador mendocino que hizo su carrera en EE.UU. Durante una pelea quedó en estado de coma a raíz de un knock out. Fue trasladado a la Argentina, donde falleció tiempo después.
6Fue escrito cuando, bajo la presidencia de Lyndon Johnson, las tropas norteamericanas invadieron la República Dominicana el 25 de abril de 1965, con la advertencia de que EE.UU. no habría de permitir otra Cuba en el continente. Tuvo una tirada de 4 mil ejemplares.
7Vásquez, op. cit., p. 10
8Dolores Méndez es la esposa de Santoro. Paula, su hija.
9El Informe sobre Trelew, junto con otros documentos relativos a la masacre de Trelew, será publicado en breve con un estudio introductorio (Stella Grenat, Rosana López Rodriguez y Eduardo Sartelli: Trelew, el informe, Ediciones ryr, Bs. As., 2009, en prensa)
10“Y la Triple A publicó una solicitada a todo tamaño condenándonos a muerte, uno por uno, con todos los nombres. En todos los diarios. A todos los que estaban en el informe… Y a varios los mataron, a Enrique Coureau, a Santoro, al japonés Higa… A gente cercana a Barrilete o de Barrilete.” Entrevista citada a Carlos Patiño en El Aromo.
11Crisis, nº 42, 16 agosto de 1974.
12Véase Redondo, Nilda; Haroldo Conti y el PRT. Arte y subversión, Amerindia, Santa Rosa, 2004, p. 55. También Leopoldo González nos ha proporcionado este mismo dato.
13Sin dato de fuente, 13/11/1962, en ibid., p. 32.
14Sin dato de fuente, 16/10/1973, en ibid., p. 36.
15Sin dato de fuente, 13/2/1974, en ibid., p. 36.
16Tomado de Vásquez, op.cit., pp.31-32

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo n° 46

Ir a Arriba