El enemigo en nuestras filas. O cómo el autonomismo milita en contra de la izquierda

en El Aromo nº 54

enemigo Santiago Ponce
LAP-CEICS

 Desde los orígenes del Estado argentino, la clase dominante intentó  convencer a los trabajadores de que las ideas de izquierda eran ajenas a  los verdaderos intereses de los trabajadores. Uno de los mecanismos que  utilizó para probarlo, fue demostrar que los partidos revolucionarios no  eran otra cosa que sectas extranjerizantes que intentaban infiltrarse entre  los obreros para sumarlos a una causa que no era la propia. A más de cien años de escucharlas, sorprende que sean repetidas por investigadores que se reivindican como parte del campo obrero.
En este artículo debatiremos con las conclusiones de Alejandro Belkin (integrante del Comité Editorial de la revista Nuevo Topo y colaborador del Taller de Estudios Laborales) y de Adrián Piva (secretario general de la Asociación Gremial Docente, de la Facultad de Filosofía y Letras -UBA-), sobre la situación de la izquierda en la Argentina contemporánea.1

Las pruebas de la acusación

Como parte de su explicación de la derechización de la sociedad argentina, Piva y Belkin se preguntan “¿Y la izquierda…dónde está?”. Para responderlo, no tienen mejor idea que analizar su intervención en las elecciones, concluyendo que “lo más alarmante es que […] desde el 2003 muestra una caída constante hasta 2007 (2,51%) y un leve crecimiento […] en las últimas elecciones. En la provincia de Buenos Aires, la izquierda sumada obtuvo: 7,07% en 2003, 5,27% en 2005, 2,91% en 2007 y 3,09% en 2009. En la Capital Federal […] los resultados son aún más desalentadores: 2,33% en 2003, 3,03% en 2005, 3,42% en 2007 y 1,96% en 2009”. El problema, entonces, es que la izquierda, desde 1983, no logró superar “de manera sistemática el 3 o 4% de los votos”.
Al balancear que “los picos de votación de la izquierda en la provincia de Buenos Aires” fue en “momentos de crisis general del capitalismo argentino” (5,18%, en 1989 y 9,09%, en 2001), sostienen que “en ambas oportunidades, fue incapaz de traducir esa mayor presencia a nivel electoral y social en una construcción política sólida, iniciando en ambos casos procesos de pérdida de posiciones en todos los planos y de crisis internas”. Luego de semejantes pruebas que muestran “la pésima performance electoral lograda en las últimas elecciones”, los autores llaman a la militancia de izquierda a reflexionar, proponiéndonos “pensar sobre las prácticas políticas que venimos desarrollando”, ya que “evidentemente, el divorcio con la clase obrera y con el conjunto de los sectores subalternos es cada vez más pronunciado”. Tomando como observable a las elecciones, Piva y Belkin concluyen, entonces, que la izquierda es “políticamente irrelevante y marginal”.

Algunos detalles

Un balance más detallado del derrotero de la izquierda en las elecciones burguesas nos muestra, a diferencia de lo que concluyen Piva y Belkin, que los partidos de izquierda crecieron desde el regreso de la democracia burguesa. Allá por el 2007, Fabián Harari mostró que, en 1983, la izquierda en su conjunto sacó 65.500 votos; en 1989, 455.700; en 1995, 100.000; en 1999, 300.000; en 2003, 470.500 y en el 2007, 350.000 votos.2 En primer lugar, entonces, es falso que la izquierda haya venido perdiendo electores a lo largo del tiempo. En segundo lugar, como también Piva y Belkin reconocen, las elecciones no están aisladas de la lucha de clases, influyendo en ellas los momentos de ascensos y de reflujos de la clase obrera, por lo que deben ser tenidos en cuenta en el análisis. Si tomamos los momentos de crisis (1989 y 2003), observamos un ascenso pronunciado. Luego, si analizamos los momentos de reflujo como 1983, parcialmente 1999, y 2007, observamos que el retroceso es cada vez menor. Es decir, la izquierda se encuentra saltando un escalón para asentarse sobre un nuevo piso. El retroceso bajo el kirchnerismo encuentra a la izquierda tres veces más extendida que en el repliegue del ’90. Por otro lado, en cada crisis gana una mayor cantidad de votos.
Asimismo, si queremos analizar las elecciones legislativas de junio del 2009, donde la izquierda recolectó 541.796 votos, debemos compararla con las legislativas de 2001 (857.356 votos), 2005 (542.285 votos), 1997 (176.602), 1993 (81.389) y 1991 (296.677 votos). Dicho de otra manera, en el siglo XXI, la izquierda revolucionaria, al menos electoralmente, triplicó su tamaño promedio con respecto a la década de 1990.3

Mirando para otro lado

Sin embargo, el principal error de Piva y Belkin no es contar un voto más o uno menos, sino mirar para otro lado. Si realmente queremos medir el crecimiento de la izquierda y su influencia política, las elecciones no son el observable correcto, ya que implica buscar esas respuestas en el terreno propio de la burguesía. Quién pretende que la izquierda revolucionaria gane las elecciones muestra, o bien un desconocimiento de la historia, o una profunda confianza en sistema político del enemigo. Para ponderar la evolución de la izquierda revolucionaria, debemos buscarla el ámbito en donde actúa la clase obrera y, una vez ahí, observar si la izquierda está o no, crece o no, hace las cosas bien o no.
Teniendo en cuenta este aspecto, es que comenzamos una investigación que intenta medir la influencia de la izquierda partidaria en la clase obrera argentina, desde el regreso de la democracia burguesa hasta la actualidad. De esta manera, decidimos observar a la vanguardia obrera, es decir, las huelgas y acciones de lucha de los trabajadores. Una vez contabilizadas, hemos recabado en prensas partidarias y entrevistas a los protagonistas la presencia y el lugar que la izquierda tuvo en cada uno de los conflictos.
No es cuestión de repetir aquí lo que ya se ha dicho. Simplemente basta con recordar que, sólo en Capital y Gran Buenos Aires, en 2007, la izquierda intervino en 25 ramas de la producción (38,4%) de un total de 65 en las que se desarrollaron conflictos. Es decir que, de 492 huelgas, en 163 (33%) estuvo presente y en 76 (15%) tuvo el lugar de dirección. Al año siguiente, conflicto del campo mediante, las ramas que entraron en huelga se redujeron a 44, que contaron con presencia de izquierda en 24 (54,5%) de ellas. De un total de 304 huelgas, en 140 (46%) estuvo presente la izquierda y, en 88 (29%), fue la dirección del combate.4 Asimismo, desde enero a octubre de 2009, hubo 64 ramas en conflicto, con la participación de la izquierda en 42 (64,5%) de ellas. Sobre 444 acciones de lucha, la izquierda estuvo en 280 (63%), dirigiendo un total de 116 acciones (26%).5
A la luz de estos datos, aparece como errónea la conclusión, de Piva y Belkin, de que la izquierda está divorciada de la clase obrera. Asimismo, tampoco es cierto que los partidos revolucionarios no hayan desarrollado una construcción política sólida: los hechos reflejan un enorme crecimiento del marxismo leninismo entre los trabajadores argentinos. Sobre todo teniendo en cuenta que aún no hemos comparado éstos datos con los de las décadas de 1980 y 1990 que, suponemos, reflejarán mejor el crecimiento de la izquierda argentina contemporánea.

Otra vez el (viejo) virus idiota

Los críticos de la “vieja” izquierda “ortodoxa”, prefieren mirar para otro lado para no encontrarse con la enorme masa de trabajo militante que ya está rindiendo frutos entre los trabajadores. Como la izquierda saca pocos votos, la izquierda es débil, no está donde tiene que estar y no hace lo que tiene que hacer, razonan. Suficiente para tirar por la borda 300 años de lucha de clases y empezar de nuevo. O, como plantean Piva y Belkin “discutir todo: caracterizaciones, táctica, estrategia, formas de organización… todo”. Como venimos señalando, detrás de semejante consigna se esconde la vieja idea autonomista, que ha provocado tantas derrotas al movimiento obrero internacional.6 Por lo general se presentan como lo nuevo, invitando a la izquierda a aggiornarse a los nuevos tiempos y renovar sus categorías teóricas. Pero son tan viejos como el socialismo utópico, y su planteo ya ha sido rebatido por la historia.7
Estas ideologías se niegan a constituirse en poder, declarando que todo intento en ese sentido resulta en una nueva dictadura. “Horizontalismo” y “apoliticismo” componen esta unidad “democrática”, en donde nadie determina a nadie, ni se construye ningún funcionario permanente, ni burocracia alguna. Su discurso no hace otra cosa que desarmar a la clase obrera frente a la patronal. Organizativamente, dejando en un combate desigual al poder concentrado del capital frente al no poder desconcentrado del trabajo. Y programáticamente, diluyendo el programa revolucionario en pos de ganar “apoyo” social.
Belkin, desde la tribuna de Socialismo Libertario, balancea que, en la lucha del Casino, “era necesario articular un sistema de alianzas lo suficientemente amplio y extendido que permita fortalecer nuestras posiciones”, para mostrarle a la sociedad que “el conflicto no estaba aislado”.8 Belkin deseaba acudir, por ejemplo, “reclamar el apoyo de la Iglesia”. O, mejor aún, aceptar el apoyo de “algún sector patronal”. Hasta planteó que deberíamos haber recorrido “los pasillos del Congreso buscando legisladores de cualquier partido que, por la razón que fuere, estuvieran dispuestos a apoyar a los compañeros en lucha”. Tan sencillo como eso.
Consecuentemente, culpa a los partidos de izquierda (que, casualmente, dirigían la lucha) por cosechar fracasos sin ninguna victoria, quebrando a los obreros al llevarlos a un combate para el que no están preparados. Corrige a los dirigentes sindicales partidarios al señalar que “los obreros en huelga necesitan ver que sus dirigentes están buscando denodadamente conseguir los objetivos y terminar con el conflicto de una vez por todas. De lo contrario, comienza a propagarse la desmoralización entre los trabajadores”. Siguiendo a Horacio Tarcus, señala que el problema de la izquierda, del PO y el PTS en el caso del Casino, es tener prohibida la palabra “negociación”. Error que no habría cometido la dirigencia obrera del subte, que arribó a un acuerdo en el momento necesario.9

Dime qué miras y te diré quién eres

Muchos intelectuales, en períodos de reflujo, se pasan al campo del enemigo. Incluso, están los que lo hacen con todo su bagaje “izquierdista”, que constituye un capital que cotiza muy alto en el mercado. La izquierda revolucionaria debe combatir, sin tregua, su discurso conservador que fomenta la desorganización, promueve la desmoralización y liquida su programa desde el interior de las filas obreras. Su propuesta, sin embargo, choca, una y otra vez, contra los datos que la misma realidad ofrece. Por eso prefieren mirar para otro lado. Pero deben hacerse cargo de los peligros que eso conlleva. Por ejemplo, asegurar que la izquierda es “políticamente irrelevante y marginal” al mismo tiempo (septiembre de 2009) que los obreros de Kraft, acaudillados por partidos revolucionarios, encabezaban una batalla central de la política argentina. O afirmar que los partidos de izquierda “aíslan” a los obreros de sus bases, cuando el fenómeno político del que todos los medios hablan, la “nueva” dirigencia sindical combativa, es el resultado de años de militancia partidaria. O llamar “sectas” a organizaciones que, como lo muestra la realidad de la lucha, participan (y hasta dirigen) gran parte de los combates obreros contemporáneos. Y uno de ellos, Adrián Piva, lo hace, paradójicamente, como secretario general de un gremio de trabajadores fundado y construido por un partido de izquierda. Obviamente, si ignora la historia misma del gremio que dirije, qué podemos esperar del resto…

NOTAS

1 Belkin, Alejandro y Piva, Adrián: “Elecciones del 28 de junio: El giro a la derecha y los dilemas de la izquierda”, en Revista del CEFyL, n°2, Septiembre de 2009. El mismo artículo, aunque sin el último acápite sobre el accionar de la izquierda, fue publicado en Herramienta, n° 42, Octubre de 2009.
2 Harari, Fabián: “Un nuevo confín”, en El Aromo nº 39, noviembre-diciembre de 2007.
3 Cominiello, Sebastián: “¿Hacia la crisis general?”, en El Aromo nº 49, julio-agosto de 2009.
4 Ponce, Santiago: “El camino a la revolución”, en El Aromo nº 50, septiembre-octubre de 2009.
5 Schlez, Mariano; Ponce, Santiago: “El iceberg rojo”, en El Aromo nº 51, noviembre-diciembre de 2009.
6 Véanse, en este mismo número del LAP, los casos del zapatismo mexicano y el indigenismo boliviano.
7 Sartelli, Eduardo: “El virus idiota. A propósito de anarquismo y autonomismo, ayer y hoy”, en El Aromo nº 20, junio de 2005.
8 Ver www.socialismolibertario.com/luchas/archivo/casino_belkin.html.
9 Ver www.metrodelegados.com.ar/spip.php?article2011.

 

1 Comentario

  1. No coincido para nada con la nota. No se si leen lo que quieren o leen cuando quieren, que es peor, pero bueno.
    Una cosa es hacer una critica sin pertenecer a una organizacion verticalista, otra cosa es pedir a gritos que se avance a el autonomismo.
    Demuestran un menosprecio enorme por el trabajo en conjunto de ambos autores, pero bueno, alla ustedes. Decepcionantes.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de El Aromo nº 54

Ir a Arriba