Editorial – Por Fabián Harari

en El Aromo n° 40

De corbatas, carteras y canutillos

Fabián Harari

Editor Responsable

 

En América Latina, ciertas experiencias políticas, nada originales, comienzan a sufrir el avance de los malos vientos de la economía mundial. En esta década, en Argentina, Bolivia y Venezuela, asistimos a procesos de un contenido similar, aunque con diferencias de magnitud y velocidad. Los tres gobiernos surgen como resultado de una crisis de hegemonía. Los tres asumen luego de importantes insurrecciones (Argentinazo, Agenda de octubre, Caracazo), que tratan de canalizar por la vía institucional. Todos ellos debieron incorporar parcialmente demandas de la clase obrera, sin descuidar las burguesas, en un inestable equilibrio. Los tres llevaron al poder a personajes marginales de la política que se animaron a prepotear a su clase (con mayor o menor audacia), con la ayuda de una creciente renta agraria, gasífera o petrolera. Ahora, los une una variable más: esos regímenes están iniciando el camino descendente de su fortuna política.

 

Socialismo Louis Vuitton

 

Las grandes esperanzas del reformismo se concentraban en Venezuela. Efectivamente, allí el bonapartismo aparentaba una mayor solidez. Allí la clase obrera habría obtenido conquistas de mayor envergadura. No obstante, llegó el fatídico 2 de diciembre. Puede minimizarse el fenómeno argumentando que no constituye una derrota aplastante. Se trata, sin embargo, de una afirmación que no tiene en cuenta un dato fundamental: la campaña fue un descalabro. Hubo resistencias dentro del gobierno. En los meses previos, el PSUV se llenó de escándalos. Las imágenes del lunes mostraban a chavistas al grito de: “En el PSUV se están metiendo los ‘escuálidos’”. Chávez perdió algo más que tres millones y medio de votos. La pregunta que surge al corroborar estos datos es por qué Chávez llamó a un referéndum en estas condiciones. La respuesta es sencilla: durante este último año el gobierno ha sufrido reveses por derecha e izquierda. A derecha, varios funcionarios gubernamentales aparecen acusados de connivencia con los partidos reaccionarios. Un caso irritante, y también sospechado, es el del Ministro del

Interior y Justicia, Pedro Carreño, a quien el ridículo lo encontró tartamudeando luego de que le preguntaran si le parecían compatibles el socialismo y su corbata Louis Vuitton.

Por izquierda, el chavismo perdió la UNT, la central de trabajadores. Desde su fundación, en 2003, los dirigentes chavistas impidieron las elecciones con la excusa de garantizarle votos a Chávez. Este año, la oposición consiguió llamar a elecciones y derrotar a la alianza entre el oficialismo y la derecha. Orlando Chirino, dirigente de izquierda y crítico de Chávez, domina la central. Esto, en el marco de un trabajo en negro cercano al 50%, subas de precios y desabastecimientos. En este contexto, no puede extrañar que el PSUV aún no se haya constituido como partido: no tiene estatuto ni congreso fundacional. Recibe dirigentes de todas las tendencias, siempre en forma individual, y no es capaz de proponer una línea clara más allá del apoyo a Chávez. La cuestión cardinal del referéndum no era el socialismo, sino las facultades extraordinarias, que le hubieran permitido a Chávez detener la descomposición, realizar una “revolución cultural”, regimentar la UNT, depurar los elementos dirigentes adversos y construir el PSUV. Se llamó al plebiscito, justamente, porque la estructura se estaba desgarrando. Ahora, ante los resultados, Chávez deberá gobernar una estructura en crisis y sin tener garantizada su reelección. El fracaso desató las disputas al interior del chavismo, que parece encaminado a una polarización. Las masas se debatieron entre quienes retiraron el apoyo (abstención) y aquellas que ahora están enfrentadas al propio entorno oficial. El referéndum, que tenía por objetivo detener la crisis, la profundizó. En este contexto de crítica y balance de la experiencia bolivariana, las perspectivas para la izquierda son aún mayores. Así las cosas, el hombre de camisa bordó realizó un anuncio que pretende profético: “Venezuela no está preparada para el socialismo”…

 

Un mapa para Bolivia

 

El proceso boliviano ha consumido, en un corto tiempo, el conjunto de opciones para una salida indolora del bonapartismo. Hoy en día, Bolivia está al borde de la disolución nacional. Seis de los nueve departamentos desconocieron la nueva constitución y están declarando una autonomía que implica la ciudadanía propia. Los prefectos de la “media luna” fueron recibidos por los dirigentes de la ONU y la OEA. En Santa Cruz, Evo concentró 6.000 agentes de las fuerzas represivas. Allí, los cívicos (la derecha) mantienen tomados edificios nacionales. Sin embargo, las organizaciones indígenas cruceñas mantienen las carreteras tomadas en oposición a las autonomías. El Tribunal Constitucional, de cinco miembros, se ha quedado con dos y ha dejado de funcionar. La nueva constitución se votó en pocos días en un cuartel militar. Evo Morales acusó a Estados Unidos de financiar las secesiones. La potencia del norte se pronunció ambiguamente y canceló los vuelos diplomáticos al país. Ambos contendientes se jactan de contar con el Ejército. Este escenario parecía inadmisible hace apenas un mes y medio. A comienzos del año, el MAS había pactado con la derecha el carácter de la Constituyente y los referendos por las autonomías. De hecho, éstos se llevaron a cabo sin ningún inconveniente. Sin embargo, tuvo que enfrentar dos circunstancias que lo obligaron a un brusco viraje. En primer lugar, el pacto con la derecha alienó al gobierno de sus bases. El conjunto de organizaciones sindicales se pronunciaron y movilizaron por el cierre de una asamblea constituyente que carecía de contenido. En segundo lugar, los reclamos por la extensión de las jubilaciones obligaron a Evo a echar mano sobre los impuestos a los hidrocarburos. Las prefecturas de la “media luna”, en particular Santa Cruz, se opusieron y amenazaron retirar sus congresales, pero el gobierno decidió ceder ante las movilizaciones de jubilados. Así, Morales se vio obligado a levantar la apuesta o renunciar: con sus congresales hizo votar una constitución en tiempo récord, que permite crear “autonomías” en regiones menores dentro de las prefecturas. Asimismo, convocó a que se plebisciten todos los mandatos. La nueva constitución, sin embargo, no menciona en ningún momento el socialismo y se han realizado las modificaciones pertinentes solicitadas por la Iglesia (aborto y uniones homosexuales). García Linera, el vicepresidente, fue muy explícito: “La Constituyente puede inclusive no cambiar nada; lo fundamental es que los indígenas, históricamente excluidos, sean los que estampen con su firma la nueva Constitución”.1 Como dijimos en otra oportunidad, la disputa se concentra en la apropiación de la renta. Evo quiere utilizarla para reconstruir el estado nacional y sostener un régimen bonapartista. La burguesía oriental no quiere compartirla. Morales puede elegir pactar con ella nuevamente, incluso ahora que las tensiones se estiran. Sin embargo, la situación se muestra más propicia para la guerra civil que para el pacto. En Venezuela y Bolivia puede observarse un avance del imperialismo sobre los regímenes bonapartistas. ¿Cuál es la causa de semejante avance? La crisis mundial. La amenaza de una convulsión de proporciones inconmensurables obliga al imperialismo a liquidar experiencias. Puede decirse que se trata de exigencias que ya llevan años. Es cierto, pero el lento desbarrancarse de la economía mundial ha determinado una aceleración de los tiempos. La izquierda, entonces, debe intervenir en las crisis del bonapartismo y disponerse a evitar el cierre de los procesos revolucionarios. Defender a Evo o a Chávez del imperialismo, no implica aceptar su programa. La constitución de organismos unitarios para la defensa de la revolución, independientes del gobierno y de la burguesía, puede ofrecer una salida ante la disgregación de las estructuras oficiales. El proceso argentino ofrece un ejemplo importante: la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados.

 

Una dama en la neblina

 

La Argentina aún no ha llegado a semejantes convulsiones. El presidente “saliente” supo sacar a las masas de las calles y acumular cierto caudal político. Sin embargo, su “sucesora” ya ha anunciado aumentos de tarifas y topes salariales. La ceremonia de traspaso estuvo marcada por la soledad y el escándalo. No asistieron personalidades mundiales importantes, ni las centrales sindicales, lo que no obstó para que se desatara una batalla entre los asistentes. En pocos días, se enfrentó con el arco sindicalista de Moyano y la CTA. El propio Bloque Piquetero Nacional, a quien todos suponían muerto, volvió a mostrarse con fuerza, sumando a la CCC, demostrando que el Argentinazo no fue un rayo en un cielo sereno.

El giro reaccionario del matrimonio K se encontró con una desagradable sorpresa: uno de sus puntos de apoyo en esta nueva travesía le dio la espalda. Durante la campaña CFK, los medios más diversos señalaron su buena relación con los EE.UU. Sin embargo, los yanquis recibieron su primera semana de gestión con una denuncia sobre su persona, una amenaza poco velada para que abandone su relación con Venezuela. La velocidad de la crisis ha determinado una aceleración vertiginosa de los tiempos políticos. El clima se ha enrarecido en Argentina y ha tomado ribetes de crisis política más profunda: el personal político burgués está dirimiendo sus diferencias mediante la violencia más abierta (Febrés, sindicalistas). No terminó de sacarse la banda presidencial, especialmente bordada con canutillos, que Cristina se encontró cercada bruscamente por todos los costados. El bonapartismo K empieza a crujir. En principio, desde las filas de su propia clase. Señales inconfundibles de las grandes convulsiones.

 

Notas

1 www.constituyentesoberana.org/3/destacados/ago2007/300807_4.ht

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