Editorial – Entre una muerte y otra

en El Aromo nº 57

editorial57Sebastián Cominiello

El miércoles 20 de octubre, un grupo de trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca, que reclamaban su incorporación a la empresa, intentó hacer una manifestación sobre las vías del tren en Avellaneda. Una zona liberada por la Policía Federal deja abierto el escenario para que una patota sindical de la Unión Ferroviaria aparezca en el ruedo para perpetrar un asesinato, el de Mariano Ferreyra. Otros dos compañeros resultaron heridos y una militante, Elsa, al momento de escribir esta nota sigue luchando por su vida. Una semana después, a las 9:15 horas de la mañana del miércoles 28, otra muerte conmocionaba al país, la de Néstor Kirchner. Dos muertes. Dos motivos diferentes. Dos tareas políticas distintas, de dos clases contrapuestas.

Estos episodios, generaron un giro en la política nacional poniendo en cuestión, por un lado, el accionar de la burocracia sindical (por medio de patotas asesinas), la superexplotación de los tercerizados (cuyos patrones son sindicalistas peronistas) y, en particular, la política “nacional y popular” del Gobierno de Cristina Fernández. Por el otro lado, la crisis de la burguesía que la muerte de Kirchner no hace más que acelerar. De este modo, con el asesinato de Mariano Ferreyra, comenzaron las operaciones para desvincular a Pedraza del Gobierno de Cristina y, si se puede, tirárselo a Duhalde. De este operativo se encargó la patota mediática de 678. Como bien se dice, Mariano es el Kosteki y Santillán de la era K. Es decir, Cristina Fernández es la responsable de este hecho, como lo fue Duhalde en su momento. Así es la política “nacional” y “popular” de Cristina, Moyano y Pedraza, aunque ahora se lo quiera distanciar. Todo el entramado político-patotero-sindical, en particular, es el motivo de las páginas del suplemento LAP. Para conocer qué reclamaban los compañeros como Mariano Ferreyra, remitimos a Ud. al suplemento TES donde  estudiamos quiénes, cuántos y cómo trabajan los tercerizados.

En el otro bando hay desasosiego. El principal jefe del peronismo, el Bonaparte mismo, falleció. La muerte generó sorpresa. Nadie estaba preparado. Y ante la sorpresa, incertidumbre. No obstante, pasan los días y el hecho comienza a mostrar sus consecuencias. Tengamos en cuenta que esto se produce, no en cualquier circunstancia, sino dentro una crisis política que se venía desarrollando en la Argentina, como lo señalamos en estas páginas. La dimisión del Jefe viene a acelerar este proceso dentro de la política burguesa en general y del peronismo en particular, donde Cristina empieza a flotar entre Moyano y Scioli. La oposición mira desde lejos, desubicada.
Para los partidos de izquierda, los partidos revolucionarios, estos hechos también marcan una nueva etapa. No obstante, este nuevo ciclo nos encuentra en mejor situación que en el período que desembocó en 2001, y con las enseñanzas que éste nos dejó. El caso de Mariano Ferreyra, más allá del dolor que nos genera, mostró que la izquierda tiene protagonismo en la lucha sindical y que ha crecido en cantidad y en calidad. Por lo tanto, la tarea que se impone es la de profundizar la inserción de los partidos revolucionarios en los sindicatos, como lo viene haciendo, pero en particular en los tercerizados. Es decir, aquella fracción de la clase obrera que tiene el empleo más pauperizado y la más presta a movilizarse. Situación que se asemeja a la del mundo piquetero. Allí hay un todo un campo que ganar. Esta edición de El Aromo, lamentablemente, está teñida por la tristeza de la pérdida de un compañero, Mariano. Es un sentimiento de tristeza, que se transforma en bronca, en repudio, en acción, en combate. Es esa misma acción, de lucha por un futuro mejor, es la que hace que Mariano siga estando con nosotros.
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