ECONOMIA: Las propuestas liberales para el desarrollo una industria exportadora. El callejón.

en El Aromo n° 41

Un publicista a la derecha

El liberalismo nunca tuvo buena prensa en la Argentina. Y si bien poco hizo por mejorar su imagen, ésta, moldeada y simplificada por el revisionismo, resulta imprecisa. La idea de que Perón apoyaba la industria y los liberales no, es parcial- mente falsa. Como bien dice Juan Llach, a inicios de los ‘40 no se discutía si desarrollar o no la industria (que tenía ya larga historia)1, si no qué tipo de industria favorecer.

El error, según Llach, fue haber fomentado una industria mercado internista. Se siguió el camino fácil, reemplazando las importaciones por producción local. La industria mercadointernista generaba más empleo y favorecía salarios más altos. Por estas razones, gobernantes “demagógicos” la incentivaron. Pero, para los liberales como Llach2 otra industria era posible. Se trataba de una industria exportadora, que abasteciera al gran país del norte; una industria eficiente que produjera bienes intermedios. Esa posibilidad tuvo, a su juicio, un momento y un hombre dispuesto a realizarla. Finalizaba la década de 1930, Inglaterra seguía comprándonos, pero pagaba en libras que no podían canjearse por dólares. En la Segunda Guerra, ya no podía proveernos, lo cual constituía un serio problema para un país que carecía de metales y ciertas sustancias químicas. Si antes el lema “comprar a quien nos compre” había regido la política económica, en la nueva coyuntura comenzaba a imponerse la necesidad de vender a quien pudiera abastecernos. La escasa complementariedad de la economía argentina con la estadounidense complicaba la ecuación. Sin embargo, un hombre encontraría la respuesta.

Ese hombre, ese héroe burgués que Llach promociona, era Federico Pinedo. En 1940, Pinedo, como Ministro de Economía, envía al congreso el Programa de Reactivación de la economía nacional. El Plan Pinedo, como se lo conoció, procuraba conciliar la industrialización con la economía abierta, fomentar las relaciones con Estados Unidos y los países limítrofes. Las exportaciones agrarias seguirían siendo la gran rueda sobre la que giraba la economía argentina, pero la industria exportadora comenzaría a actuar como una rueda complementaria. La exportación de productos industrializados simples resolvía un problema coyuntural, la obtención de divisas para importar los insumos que sólo EEUU podía proveernos. Pero permitía también reorientar en forma duradera nuestra política exterior hacia la emergente potencia económica americana. Si Estados Unidos ya te- nía trigo y vacas, le venderíamos zapatos y sombreros. Se trataba de reemplazar gran parte de los productos que EE.UU., antes de la guerra, importaba de Europa.

Llach considera que el plan cayó políticamente, vencido por el mercado internismo. Pero se trataría de una victoria a lo Pirro. Tras triunfar en el terreno político, sería luego derrotado por la economía que mostraba su inviabilidad a largo plazo. El mismo Perón, con su cambio de política económica, reconocía este hecho a inicios de la década de 1950.

Pese al fracaso político del Plan, la promoción de las exportaciones industriales se llevó a la práctica por medio de decretos. Como Llach considera que estas medidas constituían el corazón del plan, resulta posible evaluar la viabilidad del proyecto económico que él defiende analizando sus efectos. ¿Era realmente una propuesta viable y prometedora o se trata de un nuevo mito burgués?

La Corporación para la Promoción del Intercambio

Las exportaciones industriales se favorecieron por medidas cambiarias. A las exportaciones nuevas (“no regulares”) se les asignó un tipo de cambio más alto que las favorecía. Como segunda medida se habilitó la creación de entidades privadas destinadas a promover las exportaciones industriales, en particular a Estados Unidos. Éstas se ocuparían de estudiar el mercado, publicitar las exportaciones argentinas y facilitar los negocios. Tendrían a su cargo la compra y venta de las divisas generadas por este comercio. Las divisas que obtuvieran por la exportación se ofrecerían en el mercado libre. Con esto, se satisfacía la demanda de quienes necesitaban dólares para importar bienes de EE.UU.

Así, se crea la Corporación para la Promoción del Intercambio SA (CPI). Su directorio estaba integrado por los principales ejecutivos de las empresas norteamericanas radicadas en la Argentina, que actuaban como compradores de di- visas. También estaban representados los grandes consorcios multinacionales, Tornquinst, Bem- berg, Bunge y Born, Leng Roberts.

Llach cree que la CPI no llegó a actuar. Plan- tea que, al agravarse los problemas del comercio internacional con el ingreso de EE.UU. a la guerra, la CPI no pudo hacer nada en cuanto a las exportaciones. En su lugar, se habría dedica- do a hacer investigaciones pensando en el futuro, cuando terminara la guerra. Quizás Llach no tuvo la oportunidad de ver los balances y memorias de la CPI que muestran algo diferente.

Las actividades de la CPI se inician públicamente en septiembre de 1941. Ese mismo año comienza a funcionar una oficina en Nueva York. En esta etapa se inician estudios necesarios para evaluar qué bienes serían promocionados en el extranjero. La CPI analiza los principales rasgos de la producción local y del mercado norteamericano. Pronto se vio que: “no era posible incrementar los rubros exportables, sin contar con la promoción de las importaciones, el perfeccionamiento de los procesos industriales, la aplicación de investigaciones y estudios para el mejor aprovechamiento de los productos, etc. que permitiesen a la sociedad realizar sus objetivos con los conceptos modernos que debe aplicarse a su finalidad principal.”3

En 1942 se cambian los estatutos y se establece como finalidad de la sociedad la promoción del intercambio y la promoción de la tecnología. Esta última, tenía como objetivo aumentar y mejorar la producción de ciertos productos para incrementar las exportaciones. El producto debía adecuarse a la calidad y al estándar requerido en el extranjero. Para ello, la CPI promociona nuevos estudios. Se contratan técnicos extranjeros para que puedan asesorar a los fabricantes de productos exportables, como ocurre con los sombreros. Se financia el viaje de fabricantes locales a Estados Unidos (calzado y curtiembre) y promociona nuevos métodos de fabricación. Todo esto no se hace, como dice Llach, a la espera de que finalice la guerra, sino que se opera analizando las posibilidades inmediatas de comercio, intentando superar debilidades estructurales de la industria local.4 Los estudios resuelven problemas concretos que obstaculizaban las exportaciones, muchas veces trabadas por defectos de calidad. Además, la CPI actúa como mediadora y gestiona diversos acuerdos comerciales.

Las exportaciones crecen. Quizás menos de lo que cabría esperar de acuerdo a los esfuerzos empeñados, pero lo suficiente para que la CPI arroje balances positivos y pueda ampliar su actividad.

En 1943 se abren tres nuevas oficinas en Nueva Orleans, Chicago y San Francisco. Nueva Orleans era el puerto por el que llegaba la mayoría de los embarques de la Argentina. Chicago y San Francisco representaban importantes mercados para nuestros productos. Cada sede cuenta con vitrinas a la calle donde se promocionan los productos made in Argentina: vinos, cueros curtidos (antes se exportaban los cueros crudos –sin industrializar-) zapatos, caramelos, alfombras, glucosa de maíz, entre ellos.

Un pequeño problema…

Si las exportaciones industriales lograron ser parcialmente exitosas y las perspectivas, finalizada la guerra, eran aún más promisorias, ¿por qué una vez probadas sus virtudes el proyecto no se impuso? Simplemente, porque también mostró sus límites estructurales y sus costos sociales. En primer lugar, la inflación (aumento del precio interno de los bienes exportados) e incluso desabastecimiento. El sistema de promoción se desmanteló entre 1945 y 1946 en parte para combatir la suba de precios.

Al mismo tiempo, se manifestaron problemas para mantener una posición competitiva. Los precios argentinos estaban al límite de lo aceptable. Para rebajarlos, la variable central era el costo laboral. Salarios más bajos y productos más caros: una brutal caída de los ingresos era todo lo que este proyecto podía ofrecerle a la clase obrera. Para constatarlo basta con apreciar las condiciones laborales en Corea y Taiwán, los reyes de la “sustitución de exportaciones”.

Llach se lamenta de que la élite no fuera lo suficientemente astuta para forjar una alianza social que defendiera al plan de Pinedo. Pero no ha existido nunca base social para tal alianza, ni aquí ni en otros lugares, (invariablemente los países asiáticos que sustituyen exportaciones mantienen un fuerte disciplinamiento y represión de la mano de obra). La mascarada K hoy intenta hacer pasar este viejo proyecto liberal como la aspiración máxima del nacionalismo y se llena la boca con las escuetas exportaciones industriales logradas merced a la devaluación (es decir, merced a la caída salarial que ella implica). Pero, difícilmente se pueda ahora sortear las limitaciones estructurales de la industria local y la resistencia obrera a morirse de hambre en pos de la conquista de mercados externos.

En otras ocasiones, en El Aromo, hemos mostrado la falsedad de las promesas nacionalistas keynesianas. Las consecuencias de las exportaciones industriales en los cuarenta demuestran, por su parte, el oscuro futuro que nos deparan las propuestas liberales. Para la clase obrera no se trata de elegir entre industria mercado internista o exportadora, nacionalismo o liberalismo. Agotadas las salidas capitalistas, un futuro mejor sólo puede buscarse en el socialismo.

Notas

1Nuestro grupo de estudio del los procesos de traba- jo ha demostrado el desarrollo técnico de la industria previo a 1930, lo que puede verse en los tres libros de la colección “Investigaciones del CEICS”, de Kabat, Pascucci y Bil.

2Llach no se reconoce como liberal, porque defiende la importancia del Estado. Pero esto sólo lo convierte en un liberal honesto. Uno que comprende que para realizar las medidas liberales la presencia del estado (contra obreros y pymes y a favor del gran capital) es vital. Llach analiza el plan Pinedo en “El plan Pinedo de 1940, su significado histórico y los orígenes de la economía política del peronismo”, en Desarrollo Económico, v. 23, n. 92, enero marzo de 1984.

3CPI: Actividades desarrolladas por la CPI desde su creación hasta octubre de 1944. Plan de trabajos presupuesto para 1945, Bs. As., 1944, p. 1.

4Llach probablemente, como buen liberal, menosprecie estas debilidades.

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