Dos puntas tiene el camino que no lleva a ninguna parte – Gabriel Falzetti

en El Aromo n° 26

Dos puntas tiene el camino que no lleva a ninguna parte. Acerca de Trama: el encuentro y PYMES de la cultura, encuentro internacional.

 

Por Gabriel Falzetti

Grupo de Investigación de la Música en Argentina- CEICS

La cultura fue, en este fin de año, tema de debate en gran parte de los centros culturales más importantes de la Capital Federal. Algunos de los encuentros que reflejaron esto son los de Trama y PYMES de la cultura. Los primeros, se desarrollaron a lo largo de varios días (del 29 de octubre al 5 de noviembre) y en diferentes sedes (entre ellas, el Centro Cultural Borges, el Auditorio del Fondo Nacional de las Artes y el Auditorio del Instituto Goethe). En tanto, los otros tuvieron como sede el Centro Cultural San Martín los días martes 8 y miércoles 9 de noviembre. Artistas, curadores y pequeños empresarios se reunieron para debatir acerca de las diferentes problemáticas que atraviesa el arte en la actualidad. En el caso de PYMES, se hizo hincapié en generar mejores condiciones en el mercado frente a los grandes aparatos culturales. En Trama, en cambio, prácticamente se eludió todo debate financiero en pos de un divague posmoderno. O sea, se trataron diferentes aspectos de una misma cosa: cómo se financia y cómo se hace el arte de un sector de la burguesía. La carta común entre ambos encuentros, fue el ninguneo al movimiento piquetero y a todo lo brotado a raíz del Argentinazo. En este sentido, los encuentros carecieron de profundidad e intentaron desprender al arte de su entorno social y de la clase que lo produce. Un dato paradójico es que Trama haya surgido hacia fines de 2001 (debe tratarse de algún hijo bastardo).

 

Trama: el encuentro (posmoderno)

 

Trama funciona como “un espacio de contención e investigación alrededor del fenómeno de las iniciativas de artistas” (del programa del encuentro). Sus tareas, según cuentan, se vuelcan a la cooperación entre organizaciones de artistas. Esto implica talleres y encuentros. Entre estos últimos, las jornadas mencionadas al principio de este artículo, son un botón de muestra. El Aromo tuvo el ¿placer? de presenciar el último día de estas jornadas. Panelistas originarios de diversas regiones (Argentina, México y Brasil) hicieron breves exposiciones a modo de conclusión. Antes de empezar, las jornadas ya daban la pauta de su perfil. En una mesada, decenas de manzanas yacían esperando la dentadura de algún concurrente. Se trataba del fruto del pecado original servido cual “cathering” posmoderno. Las serpientes, sin embargo, recién aparecieron en la conferencia.

Allí, nadie habló de arte. Es más, las pocas veces que se lo mencionó fue en dos sentidos contradictorios entre sí. Se lo mencionó en tanto elemento que va más allá de todo contexto o tipo de sociedad, o bajo el carácter de mercancía. Si bien no coincidimos en la primera apreciación, sí podemos afirmar la segunda. El arte, en la sociedad capitalista es una mercancía. Esto contradice lo primero: en tanto el arte es considerado una mercancía, se lo considera dentro de un tipo de sociedad determinado.

Ahora bien, esta mercancía es un producto cultural que representa un programa político determinado. A toda costa, se intentó desvincular al arte de la clase que lo produce, de la sociedad en la que surge. Como seres abstraídos de su tiempo, estos artistas, dedicaron todo el tiempo de la charla a eludir la realidad. Algunas intervenciones fueron bochornosas.

Tomemos, como ejemplo, la de Francisco Reyes Palma. Este historiador, curador y crítico de arte mexicano (consumidor de peyote, intuímos), llegó a sostener que “el contexto no existe”. Trajo a colación el caso “Tijuana”. En este pueblo de México se desarrolla una manifestación artística nacional desde la idea de “frontera”. Esto, nos cuenta el intelectual, surge debido a que este pueblo es un “lugar de paso”, un “no lugar”. No queda bien claro qué significan todos estos conceptos, pero uno espera que en algún momento alguien los explique. Esto no sucederá nunca. Ya, a pocos minutos de empezada la exposición, uno comienza a hacerse preguntas, pero la que nos queda picando desde el inicio es: ¿a qué se refiere este buen hombre con que “el contexto no existe”? Quizá, a qué uno, en tanto artista, está más allá del bien y del mal. O acaso alude a una especie de torre de marfil aggiornada. ¿Será que los artistas no sufren la barbarie capitalista día a día? Como es nuestro estilo, decidimos intervenir. Planteamos nuestras dudas acerca de lo expuesto.

Nuestro argumento fue que no hay nada más real que el contexto. Es más, si hay algo de lo que uno no puede abstraerse es del contexto. El mexicano se defenderá, por decirlo de algún modo, esgrimiendo argumentos foucaultianos, o sea, no científicos, o sea, posmodernos. Y es que se trata de un encuentro posmoderno. Y para los posmodernos, no hay verdad posible, nada es factible de ser probado. En su lucha contra el absolutismo, los posmodernos, se ocultan tras el relativismo. Este relativismo, tan trágico para la ciencia como para la humanidad, es el mismo que sirve para justificar el holocausto por ejemplo. O sea, “relativamente” la teoría racista podría llegar a ser cierta, todo depende de dónde se mire. Si no existe la verdad, entonces, todos tienen la suya.

Hitler tendría su verdad, por ende, su crimen estaría justificado de algún modo. El discurso posmoderno (ahistórico, relativista) es entonces, de lo más peli-groso. Niegan la verdad, niegan la ciencia. Llegan al clímax con sandeces del tipo “poder tentacular”, “poder de sentido”. Que a nadie se le ocurra plantear la toma del poder en manos de la clase trabajadora o pretender denunciar (y combatir) la explotación desde el arte (y la ciencia). Para el posmoderno, la clase trabajadora tampoco existe. Es más, nada que esté más allá del arco superficial y alucinógeno en el que se mueve, forma parte de sus preocupaciones (y de la realidad). Desconoce la historia, pero ésta se lo llevará por delante.

 

Quisiera ser grande

 

Alejados de todo sesgo teórico, los debates de PYMES trataron temas más mezquinos (aun-que no menos importantes). En los encuentros internacionales de PYMES de la cultura, se planteó el problema económico, el problema de la competitividad más precisamente. Los panelistas, todos pequeños y medianos empresarios, compartieron experiencias. En ningún momento debatieron acerca de la cultura en sí misma. El objetivo era pensar cómo mejorar las condiciones de sus empresas frente a un mercado que impide el desarrollo de las mismas. En pocas palabras, cómo transformarse en grandes empresarios. En este sentido, el debate no contó con el eje cultural en sí mismo. Se limitó apenas a discutir cuestiones de logística y competencia, pero no la cultura en sí misma. Es más, ante la imposibilidad de competir de igual a igual con los grandes capitales, los representantes de las PYMES prefirieron no poner en duda el papel del sistema, el mismo sistema que impide que sus productos puedan llegar a la masa. Nadie planteó nada en torno a esto. Todo el chiste parecía ser transformarse en grandes explotadores. Concientes, así y todo, de que sus productos son para un público selecto (aclaremos que la mayoría de los empresarios presentes provenían de pequeñas editoriales y productoras de documentales y programas televisivos culturales), no ponen en duda porqué esto es así. Ni un instante cuestionan la cultura decadente de la clase decadente que domina. Ni un instante cuestionan el sistema que los condena a ser impotentes. Para los pequeños y medianos empresarios, el contexto sí existe. En este caso, en vez de apedrear a Goliat, David intenta negociar. Su suerte es previsible.

 

Las PYMES y los Posmo

 

Como podemos ver, la división del trabajo también se da en el ámbito cultural. Un sector de la cultura burguesa reparte sus tareas en estos dos encuentros. Mientras los posmodernos funcionan como justificación teórica, los pequeños y medianos empresarios intentan ser el sostén financiero. Sin embargo, ambas discusiones son parte de un camino que conduce a un mismo lugar: la nada. Por un lado, el arte posmoderno (estéril y reaccionario como es) no muestra salida alguna. Con su posición de indiferencia ante el poder establecido (dígase capitalismo) y su ninguneo a la única alternativa revolucionaria surgida del Argentinazo (dígase movimiento piquetero), los artistas adscriptos a esta tendencia apenas pueden sentarse y contemplar el curso de la historia. Suerte de masturbación esteticista, la del posmodernismo es una manifestación quieta, funcional a la burguesía. Por el otro lado, las PYMES se abren un camino cubierto de neblinas. Pero se trata de un camino directo hacia un abismo. La ilusión kirchnerista les ha nublado la vista. Estos pequeños capitalistas (pequeños explotadores) quieren explotar más, creyendo una vez más, la mentira liberal. A pesar de la contradicción que parecieran encarnar, los dos encuentros están fundidos en el mismo acero. El aparente divague teórico posmoderno que elude el contexto, se da gracias a que en otro encuentro se lo toma bien en cuenta. Tanto Trama como PYMES son dos puntas de un mismo camino. Un camino que no lleva a ningún lado.

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